Esta carta abierta, declaración, o lo que te apetezca que sea, la escribo pensando en todas aquellas personas que me importan; que son y han sido muchísimas. Son ya muchos los años que hemos pasado en la red, compartiendo esto, aquello y lo que, de una u otra manera, nos hace ser lo que somos cada día.

Tras lo sucedido los últimos días han sido muchos los que me han expresado con claridad que no tengo que dar explicaciones de ningún tipo, cosa con la que estoy de acuerdo. No obstante, por el respeto que le guardo a todos aquellos con las que mantengo o mantuve un vínculo, siento el impulso de tratar de explicar algunos detalles sobre mí. Primera vez que lo hago, y te garantizo que va a ser la última.

Con esto espero y deseo que se terminen de una vez las teorías, los secretos a voces y, en particular, todas esas ideas que naciendo de la mediocridad que caracteriza a las personas que las difunden, provocan daños graves a otras, en algunos casos irreparables, como ha sido mi caso.

NosotrasDe modo breve y para situar el contexto, estos últimos días se me acusó a mí y a la editorial con la que he publicado algunas obras, Nosolorol Ediciones, de haber creado un perfil falso con fines comerciales. Este perfil explotaba la imagen de una autora que no existía, ocultando a su verdadero autor, un hombre.

Una vez difundido, y de modo sistemático, se me acusó, juzgó, sentenció, se elaboraron todas las razones que, supuestamente, me habían impulsado a llevar a cabo todo eso. Por último, se me condenó sin reservas. La condena ha consistido en creerse con derecho y tomarse la libertad de poder insultarme, mancillar mi nombre, el de mi obra, y mi vida entera. Los memes, los .gif animados y las expresiones llenas de desprecio circularon de inmediato, perfectamente adaptadas al medio en el que se difunden.

Durante las horas que duró el proceso nadie se molestó en pensar que podría existir siquiera otra posibilidad. Nadie quiso preguntarme. He sufrido un juicio en la distancia y sin que yo pudiese intervenir.

El culpable de todo esto ya lo había hecho en el pasado, de forma grosera y haciendo alarde de superioridad moral. Fui yo quien, entonces, me tomé la molestia de contactar con él para explicarle que ese tipo de acciones no pueden tolerarse. Ya sea por falta de estudios, capacidad intelectual, simple mediocridad o cualquiera de las tres al mismo tiempo, no sirvió de nada.

Entre otros argumentos utilizados para difamarme ha brillado la calumnia de un modo escandaloso, asignándome, por ejemplo, el rol de ultra defensora del feminismo, llegando incluso a citar sitios y frases que yo jamás he pronunciado ni escrito. Un rol que, desde luego, jamás he asumido. Y si la calumnia presentada carecía de pruebas, el motivo es que yo las había borrado, por supuesto. La mediocridad de estas personas llegó ya en este punto a niveles intolerables.

Se me ha acusado de cinismo, de romper las ilusiones de las personas que me siguen y creen en mí; de haberme burlado de la gente… ¿Cuándo y dónde asumí yo esa responsabilidad? Eso no son más etiquetas que me han asignado sin consultarme y sin tener conocimiento de ello. O peor aún, tengo que soportar cosas como: “Demasiado bonito para ser cierto” ¿En serio? ¿Pero de qué coño estáis hablando? Pero bueno, ¿qué es lo que importa aquí?, ¿la obra o quien la escribe? Venga ya, dejadme en paz.

Se me ha acusado de querer obtener ventaja de un perfil femenino… ¿de verdad? ¿Ventaja? Por si os sirve de consuelo no ha supuesto un obstáculo, pero tampoco han faltado los que me han tratado de forma condescendiente, incluso viniendo de algunos de los supuestos “maestros” del mundillo. Deben ser cosas de la edad.

Esa es la realidad, ni una cosa ni otra, un término medio que comienza a resultar optimista. Las mujeres y los hombres no son distintos, simplemente usan distintas estrategias.

Que si un referente…, (¿un referente de qué?); que si solo utilizo el idioma Español; que si los perfiles con los que mantengo contacto solo son españoles…; que si la dirección de mi antigua propiedad en Tenerife asignada al whois de Lavondyss.net; una entrevista; un expediente…, pero bueno, ¿esto qué es?  Yo no tengo nada que ocultar, de ser así eliminaría esos datos de la red, que conocimientos y habilidad no me faltan.

Vamos a dejarlo bien claro, no tengo que dar, ni daré explicaciones jamás sobre nada de esto.

De verdad, de verdad que no consigo entender qué tipo de realidad se llega a crear en la mente de algunos. No sé si se debe a tener la desgracia de contar con una mente podrida o, simplemente, de una necesidad de leer más libros. A mí la editorial no me ha obligado jamás a nada. El trato con la editorial y con cualquier otro colaborador ha sido siempre cordial. Una editorial, en cualquier caso, te aconseja y te hace sugerencias. Siempre desde un punto de vista profesional y producto de su amplia experiencia. Estos consejos yo muchas veces los he aceptado, pues sé que he estado y estoy en buenas manos. De mi correctora, Edén Claudio, por ejemplo, he aprendido muchísimas cosas, y por eso le estoy muy agradecida. A Manuel Suerio lo admiro, y ya está.

Con una editorial se pacta un trato comercial en el que ellos publican la obra, asumiendo los riesgos, y todos se benefician. No hay más. ¿Pero qué coño os creéis que es esto? Con los beneficios de Magissa me alcanzó para pagar la deuda que tenía contraída en la tarjeta VISA (¡que usé para pagar a las ilustradoras!), y poco más. Si quisiera obtener más beneficios lo publicaría por mi cuenta, algo que no me apetece nada y a lo que renuncio, por lo que me pongo en sus manos. Punto, no hay más que añadir. No se hacen prácticas engañosas ni se recurre a la ilegalidad. Si escribo en español y no en inglés es mi problema y punto, las razones se pueden deducir muy fácilmente dedicando una o dos neuronas al proceso durante unos segundos. Se terminó, ¡BASTA YA!

La primera persona que se sorprendió del éxito de Magissa fui yo. Jamás pensé que pasaría. Mi plan era colgarlo en mi blog y seguir como si nada. Como siempre, a lo mío y sin hacer mucho ruido. Mi blog, repito, mi blog, comenzó como tal, como un diario personal. En él contaba mis penas y mis alegrías. Pero, sobre todo, lo empleaba para forzarme a practicar la escritura. Un buen día comencé a especializarlo siguiendo los cambios que se iban produciendo en la red, ni más ni menos. Pero lo más importante, me permitía expresar algo que llevo dentro y que no me es fácil reflejar de otro modo. Te invito a abrirlo y mirarlo durante unos segundos. Si tienes la capacidad suficiente, comprenderás de inmediato lo que quiero decir.

¿A dónde vamos?

Este suceso sirve para mí de precedente, un aquí y ahora que marca un basta ya ante el uso indebido de la comunicación. No me he cansado nunca de repetir una y otra vez que muchas personas conocen el significado de “Libertad de Expresión” pero que se hacen los sordos y agachan las orejas ante otros términos como: “Injuria”, “Calumnia” o “Difamación”.

El límite de la libertad de expresión lo establece la línea que la separa de la calumnia y de la injuria. Términos que te pueden llevar al juzgado si los transgredes al provocar daños a otras personas. Como es posible ver cada día, esta línea se transgrede constantemente, provocando que muchos se lleven las manos a la cabeza ante los sucesos que acontecen en el día a día y que les resultan confusos. Busca el caso de Nadal, por ejemplo. Cuando la acusación transgrede el ámbito profesional deja de ser un proceso civil para pasar a ser un proceso penal. Lo profesional se respeta más porque es lo que nos da de comer. El público en general no comprende los límites ni las leyes ni la importancia ética de nuestras acciones. El público se dedica a soltar, o vomitar, cuanto se le ocurre, día a día, sin pensar en las consecuencias. Utiliza la red como si fuese un juguetito, y es necesario que algunos lo paguen para que así los demás lo comprendan de una maldita vez, o traten de ser menos ignorantes.

Para que te enteres

Vamos a dejarlo claro de una vez. Al nacer alguien decidió que yo sería de una forma y me llamaría de una manera.  Con los años, no poco tesón, y mucho sufrimiento decidí y emprendí el camino para convertirme en otra persona. Si se trata de disforia de género, identidad sexual, transexualidad, de un detalle más de la naturaleza o cualquier otro motivo, es cosa mía. Es asunto mío, de nadie más.

La red fue la primera que me permitió poder expresarme, repito, expresarme, del modo en el que yo mejor me sentía entonces y siento ahora. Por eso la abracé de inmediato, aprendí todo cuanto pude de ella, cosa que sigo haciendo, e incluso llegó a ser vital durante mis estudios y carrera profesional.

Esta realidad puede resultar indiferente para muchos, lo cual es estupendo; resultar molesta para otros, lo cual, aunque te sorprenda, puedo entender porque yo soy capaz de entender muchas cosas.

Pero si esta realidad, además de resultar molesta, crees que te da derecho a menospreciarme y a tratarme poco menos que la basura estás pero que muy equivocado/a. Esa actitud puede llevarte ante los tribunales, y yo ya he pisado tres a lo largo de mi vida; siempre para defender mis derechos. No me dan ningún miedo. Usando un lenguaje que puedas comprender, y rebajándome a tu nivel para que me entiendas algo mejor: si te molesta, que te jodan.

Nunca quise contarlo por muchas razones, la primera y más importante es que no esperaba ningún tipo de comprensión de los demás. Yo he crecido en el tipo de comprensión que me han negado los que me han difamado estos días, así que no tengo muchas esperanzas. Crecí en un mundo en el que te daban palizas simplemente por salirte de lo que otros creen que debe ser la norma. Pasé mi infancia rodeada de matones y de incomprensión. Y cada paliza recibida me ayudó a entender que un detalle que caracteriza al ser humano, entre muchos otros es el de su siempre presente “mediocridad”. Por recibir, no faltaron incluso los insultos de profesores y de algunos familiares.

Otra razón, entre otras, consiste en mi firme creencia de que por cada intolerante que abre la boca, hay cien más que no dice nada. Y de forma tajante, creo con firmeza que una cosa es lo que la gente dice, y otra muy distinta es lo que piensa. Esto, quiero dejar bien claro que no tiene nada que ver con ese dicho odioso de que: “el que calla otorga”. Odioso y repulsivo por igual. No se trata de esto en absoluto. Que quede claro.

Pero bueno, ¿cómo piensas que va esto? Ya he vivido una y otra vez la misma pesadilla. Tras conocer este detalle sobre mí, las personas se escabullen en silencio y desaparecen, apartándose sin más explicaciones. Ayer y hoy me ha sucedido, sin ir más lejos, desapareciendo algunas personas de mis contactos de las redes sociales. Porque sí, yo también tengo instalado el “Purity”. Es habitual que muchas personas que te tratan de una forma, por arte de magia, comienzan a tratarte de otra, aunque ni siquiera lo hagan de modo consciente. Porque el inconsciente nos gobierna en un grado que muchos desconocen.
De este modo, no solo se me ha tratado de forma injusta, afectando a mi vida tanto personal como profesional. A partir de ahora, todo va a ser distinto para mí sin haberlo elegido. Todo, por la estupidez de unos pocos. Exijo y merezco que se me respete como a cualquiera y también exijo una disculpa.

Yo tampoco estoy exenta de responsabilidad, y tengo mi parte de culpa. He cometido una serie de errores que han propiciado algo de esto. Explicarlo merece exponer antes un contexto, pues las cosas en unos casos son más sencillas de lo que parece, pero en otras se complica de un modo sorprendente, sin desearlo ni haberlo previsto.

Para empezar, yo utilizo mi pseudónimo Edanna, desde hace ya mucho tiempo. Mi nuevo nombre legal no es asunto de nadie, por lo que me lo reservo. No sea que alguno con mucho tiempo libre se dedique a investigarme. El uso del pseudónimo es un derecho, amparado por la propia ley de Propiedad Intelectual. No son pocos los autores y autoras que, a lo largo de la historia, han firmado con otros nombres. Por lo demás, en lo que respeta al nombre un autor puede hacer lo que le dé la gana. Repito, lo que le dé la gana.

Dicho esto, aquí ninguna ley ni editorial me ha obligado a firmar de una u otra manera. ¿Lo he dejado claro? Nadie, ni organismo ni persona.

Yo he firmado las dos obras de la forma que lo he hecho por una serie de motivos. Con mi nombre original por una cuestión personal que no me importa comentar. Pensé que, tras tantos años en el anonimato, esa persona que he sido merecía algo de reconocimiento, por una vez. Al parecer me equivoqué, porque me estoy arrepintiendo.

La segunda persona que aparece en la firma de la obra es MI HIJA (sí, es tan complejo que incluso tuve hijos) a la que le quise hacer un regalo. Mi única hija se llama Edanna, que si lo piensas un poco, era el nombre perfecto para ella.
Mi hija es tan autora como yo pues, desde su cuna en todo momento y siempre a mi lado, me acompañó durante la creación de estos libros. A mí me pareció justo y se acabó. Estos son mis motivos.

Si no te gustan, y te crees con derecho a insultarme, te lo digo bien claro: déjame en paz. Qué autor pondré en el futuro es cosa mía, y nadie me ha obligado ni lo hará, a firmar de un modo u otro. Ya veré. Depende del humor que tenga ese día.

Por otra parte, yo ya he comentado en varias ocasiones que “Edanna” es también una firma, una marca personal que yo he ido desarrollando.

No puedes imaginarte la cantidad de mensajes que comencé a recibir desde hace ya algún tiempo, y en particular desde que surgió Magissa. Para hacerles frente a estos y a los relacionados con las productoras (porque yo tengo mi trabajo ¿sabes?) hubo personas que se ofrecieron a ayudarme de forma desinteresada. Ellos han contestado mensajes, han leído cartas y han editado algunos textos para mí por el simple deseo de ayudar. Siempre trataron de mantener un tono profesional, sin entrar jamás en lo personal. Allí donde ha habido más contacto, he estado yo siempre ahí.

Pero, por ese deseo de mantener el anonimato se han cometido errores. En algunos casos tuve que improvisar, y eso me hizo meter la pata. Pero si sucedió nunca fue con intención de burlarse de nadie ni de faltar el respeto. Por ejemplo, una colaboradora publicó una foto suya con buena intención, para ayudarme. Al estar más acostumbrada a tratar con productoras pensó que el ambiente de los libros era similar, cuando no lo es en absoluto. Una cosa son las empresas, y otra muy distinta son las personas tras sus perfiles. Cuando me di cuenta ya era tarde. Nos costó una discusión, pero ya no pude hacer nada y lo dejé estar.

Si piensas que a mí todo esto me ha producido algún placer te equivocas. Lo que me ha provocado es un gran dilema moral y mucho estrés al ver que era una pelota que se iba haciendo cada vez mayor. Mi angustia me venía en especial por las personas con las que con el tiempo he ido creando lazos. Elena, Virginia, Funs, Nacho, Carlos…, y muchos, muchos otros. A ellos, a todos, os pido mis sinceras disculpas si os he fallado u os sentís engañados. Nunca fue mi intención burlarme de nadie. Simplemente se me fue de las manos. Pero, ¿quién lo iba a imaginar? De verdad que lo siento mucho.

Y para el futuro

El producto de mis experiencias me condujo un día a abandonar España por un país mucho más progresista y avanzado. Esto puede molestarles a algunos, y lo entiendo; de verdad que sí. Pero es sumamente doloroso sentir como por este tipo de cosas, personas con las que mantenía un contacto cordial, ahora me insultan, repudiándome en público. Algo con lo que tengo que lidiar aquí, en silencio y en soledad. No le deseo esto a nadie. Ni siquiera a mis enemigos.

Pero es mi realidad. Una realidad que me hace rehuir de la mediocridad que caracteriza a mi país de origen, y a mucha gente en general, pero que, con mucha esperanza, veo que cede y va quedándose atrás cada década. Las muestras de apoyo de los últimos días me lo confirman.  De verdad, muchísimas gracias.

Pero no voy a tolerar más faltas de respeto, cueste lo que cueste. En el país en el que me encuentro, no exento por supuesto de problemas, los culpables ya estarían ante el juez, que les comunicaría la fecha para una vista en la cual se verían obligados a firmar un “Peacebond”, un trato de paz en el que se les obliga a mantener las distancias tanto de forma física como virtual. En España no sé dónde se está ahora mismo, pero intuyo que no muy lejos pues mucha de la ley española se basa en la canadiense. Al parecer nuestros respetados juristas esperan todo el tiempo a ver qué hacen los niños “grandes” para copiarla y adaptarla a su sistema judicial. A mí, qué quieres que te diga, esto no me provoca más que vergüenza.

Pero, dejando todo esto al margen, yo no creo en el recurrir a las instituciones cada vez que tenemos un problema. Creo con firmeza que debemos hacer lo posible por tratar de solucionar nuestros problemas entre nosotros. Evolución y progreso pasan por la propia búsqueda personal de la excelencia. Cada individuo debería sentir la responsabilidad de aspirar a hacer todo cuanto le sea posible por ser mejor individuo, lo que sin duda le ayudará a legar a los suyos un mundo mejor.

Dejarlo en manos de nuestros políticos e instituciones no es solo un acto de negligencia, se trata también de seguir fomentando la mediocridad, tanto la individual como la de toda una sociedad.

Muchas gracias por leer lo que tengo que decir.

Edanna
23 de octubre de 2017

Edanna, sello personal