Dyss, sello general

Danann, a quien en señal de respeto se la conoce bajo el sobrenombre de: La Doncella Emperatriz, es célebre por haber sido la figura líder que inspiró, guiándolos, a las tres grandes tribus que componen su pueblo en el momento en el que emprendieron el éxodo que los condujo a nuestro mundo. Se trata de aquellos que son mejor conocidos como las gentes del Viejo Pueblo o Daoine Sidhe, aunque nos refiramos a ellos simplemente como los Sidhe, las gentes del Pueblo Escondido que mora entre las hadas.

Amada y respetada en nuestro mundo por lo que se interpreta como una gran gesta, Danann es una centinela de gran poder que resulta más célebre incluso que Dierdrath, pese a que fuese ésta quien consiguiera unificar a las trece tribus formadas por ciento sesenta y nueve familias (lo que se conoce como las trece veces trece más importantes casas de entre todos los muchos pueblos que habitan Faerie), frente a los nueve linajes agrupados en tres grandes tribus de los que se compone el Pueblo Escondido (sus tres veces tres castas de mayor importancia).

Dyss Mítica: DanannAsí, Dierdrath fue en cierto modo eclipsada por todo el poder y la nobleza de los que a sí mismos se denominan: “El Pueblo de Danann” o “Los Hijos de Danann”. Una hecho que no es que le importe gran cosa a La Madre Carnero, pues lo que resulta importante para ella no suele estar presente en lo que otros considerarían relevante.

El Pueblo de Danann está dotado, como se puede apreciar, de muchos nombres así como de un gran poder, de una sabiduría extraordinaria y de mucho, pero que de mucho orgullo por un más que antiguo linaje. Fueron las gentes del Pueblo Escondido quienes trajeron la lengua ancestral —La Lengua de los Cambios— y las primeras formas de escritura a nuestro mundo, pasando a ser custodiadas desde entonces por La Narradora de la Vida, Edith, y de cuyo conocimiento del arte de sus formas han derivado la mayoría de todas las demás lenguas que existen en la actualidad.

El Viejo Pueblo siempre albergó el profundo deseo de poder ser capaces de migrar a nuevas tierras, cosa que hicieron en numerosas ocasiones, pues arde un fuego en su espíritu por el conocimiento, como dirían algunos; o quizás todo es debido a un irrefrenable afán expansionista, como podrían rumiar muchos otros. Pero yo sé que existe también un oscuro secreto del cual ha partido siempre el deseo de querer escapar de todos sus mortales enemigos. Lo único que hay de cierto por encima de todos los buenos y los malos pensamientos es que El Pueblo de Danann ya ha adquirido la experiencia de haber presenciado los diferentes matices de los que se componen otros muchos horizontes, en otras lejanas tierras, y de haber percibido el aroma de una hierba que resulta bien distinta a la nuestra, en un remoto pasado del que ya no se recuerda ni siquiera la posición de las estrellas de aquel entonces.

Por todo ello, su pueblo obtuvo la sabiduría de los que siempre tratan de llevar a cabo la búsqueda sin detenerse, y de los que están dispuestos al sacrificio de querer comenzar de nuevo desde cero en cualquier otro lugar, por muy lejano que éste se encuentre. Una valerosa empresa, pero muy arriesgada, que se saldó en ocasiones con el fracaso y con unas muy terribles consecuencias para todos los suyos, habiendo tenido que retroceder de nuevo tras las puertas que siempre protegen las verdes tierras de Faerie, supuestamente inmortales. En algunos de los casos más desafortunados, este retroceso fue debido a factores como el miedo y la superstición, o ante el acelerado crecimiento de una enérgica intolerancia religiosa en esos lugares que tratara de condenar a todos los suyos a la persecución y al exterminio. Su pueblo llegó incluso a mezclarse con otras razas para poder sobrevivir, desligándose de forma definitiva de sus ancestros, habiendo estado justo al borde de la completa extinción. Esto ha llevado a Danann a ser conocida en otros lugares bajo muchos nombres, siendo el de Danu el más destacado entre ellos, llegando a haber sido considerada una diosa por muchos de sus pobladores. Sin embargo, su pueblo se vio forzado a tener que ir abandonando paulatinamente las tierras donde habían establecido asentamientos, viéndose obligados a retroceder, y teniendo que volver a cruzar el velo que separa los mundos hacia la relativa seguridad de sus regiones de origen.

Se trata pues de un pueblo que ha sufrido mucho. Por ello ha resultado difícil evitar el que crezca en su seno la semilla del desdén hacia otras razas, siendo reacios a tener contacto con otras culturas. Danann buscó siempre lo mejor para su pueblo en el papel de una madre obsesiva, tratando de guiarlos como mejor pudo en todo momento, siempre preocupada por asegurar la supervivencia de los suyos así como de traer la prosperidad al promover de forma activa su expansión. Pero también se ha cerrado a considerar las consecuencias que puedan tener sus acciones para otras especies. Esto ha provocado que, en muchas ocasiones, sus actos puedan ser considerados como del todo cuestionables desde los diferentes puntos de vista de la ética de los pueblos, y de lo que cada uno considera como lo más justo.

Es bien conocido que, justo por eso mismo, Danann prevaleció sobre Dierdrath, traicionándola, al abandonarla a su suerte tras iniciar la larga marcha que señaló el comienzo del gran éxodo que ambas vivieron. Danann se centró entonces en las tres tribus que reunían a sus respectivos linajes, dejando a Dierdrath sola con la pesada tarea de tratar de contener a una vasta horda de criaturas que mostraban distintos grados de hostilidad las unas con las otras; un desafío que La Madre Carnero superó con creces. Dierdrath, sin embargo, no le guarda rencor por ello, habiendo interiorizado el suceso como algo incluso divertido, pese a que Danann está convencida de que Dierdrath desea venganza debido a sus acciones lo que la hace actuar con recelo. Ambas Centinelas no se entienden, resultando las acciones de la Madre Carnero desde el punto de vista de Danann un entresijo de actos disparatados. Pero claro, ¿quién es capaz de comprender a Dierdrath? Bien, para esta pregunta existe una respuesta, pues sólo Edith es capaz de entender a la alocada Centinela amante del cilantro.

Siempre protectora de todo su pueblo, el objetivo primordial de Danann es que éste prevalezca, intentando que en su búsqueda constante por la prosperidad se haga fuerte. Al preocuparse de esa forma por todos los suyos, Danann se muestra como un ser muy egocéntrico, siendo percibida como alguien autocentrado, preocupado sólo por el bienestar de su gente. Algo loable, se mire por donde se mire, pero que no deja de acarrear consecuencias. Cuida a la vez de su imagen con gran esmero, una imagen que mantiene siempre dotada de una solemne majestuosidad ante todos, sean o no de su propia especie, pues conoce el valor —y el poder— que esa imagen tiene en la percepción de la realidad que poseen la mayor parte de las criaturas. Danann es dueña de una belleza indescriptible, pareciendo muy joven cuando en realidad es muy, muy vieja, tan antigua como el mundo.

Sin embargo, en la sombras de la esquina en la cual se esconden algunos de sus secretos, Danann calla la existencia de algunos hijos ilegítimos; en algunos casos con mezcla de otras especies como la humana, algo que la hace ser consciente, para su propia vergüenza, de su hipocresía. Si el conocimiento de todos estos secretos se difundiera, correría el riesgo de que se desplomaran los cimientos sobre los que se edifica la imagen que tiene el mundo acerca de ella, comenzando por los de su propia gente.

***

Esbeltos y gráciles, Los Hijos de Danann, son capaces de volar como el viento ante la ligereza de unos movimientos que no parecen de este mundo; y no gracias a que posean alas precisamente, pues en agilidad y elegancia no tiene rival salvo cuando contemplamos las maravillas de la naturaleza, e incluso así, no consiguen quedarse a la zaga. Disponen de su propia tierra al norte del Mar del Cristal, una región de la cual son ellos sus únicos dueños desde su llegada tras el gran éxodo, y cuya capital fue construida en honor a su emperatriz, llevando su nombre. Desde allí la Centinela cuida de su pueblo, intercediendo ante las voces que es capaz de asumir en su consciencia, estando una parte de ella en sintonía con la que se halla presente en todo nuestro mundo. Danann es pues La Doncella Emperatriz, Centinela sí, pero diosa también —aunque ligada al plano material—, madre indiscutible de todo su pueblo mientras dure su existencia en nuestro mundo.

Su símbolo se representa mediante el sello oval de la doncella, en algunos casos sobre campo de naturaleza salvaje y con un lebrel sentado a su lado que se halla comiendo de su mano derecha. Este anillo es muy conocido sirviendo a su vez como su estandarte, inconfundible para todas las gentes que componen el Viejo Pueblo.

Sin embargo, a largo de esta última gran era, la persistente presencia de la adversidad ha provocado, para gran consternación de Danann, que su raza muestre claros síntomas de decadencia. Sus ciclos de fertilidad se han adaptado a los ciclos estacionales de Dyss habiendo menguado con el paso de las eras, lo que ha provocado que coincidan con un periodo completo de cuatro estaciones, es decir, cada cuatro años. Debido a este hecho, la fecundidad de su pueblo se ha visto muy reducida si la comparamos con las de otras especies, como la humana, y no digamos con otras que resultan ser extraordinariamente fértiles, como la que presenta el pueblo de los Hombres Carnero. Esto produce en Danann un fuerte resentimiento, pues no es capaz de impedir el sentirse celosa ante la buena fortuna de otras especies en este sentido. Un resentimiento que además se debe a otras razones, como veremos.

Hace ya mucho tiempo, en compañía de Dierdrath, Danann fue testigo —una sola vez— de la apertura de las puertas que conducen a Lavondyss ante sus propios ojos. Pero, pese a que Dierdrath disponiendo de libre acceso rehusó cruzar al otro lado, pues no tenía ninguna intención de abandonar a los suyos, éste se cerró inmediatamente ante Danann, denegándole la entrada cuando ésta decidió cruzar a través del portal. Un deseo que provenía más de su siempre persistente deseo de querer traer lo mejor para su pueblo que debido a razones de un carácter más egoísta.

Debido a esto, en lo más hondo de su ser le guarda un profundo rencor a Dierdrath, aunque sea incapaz de reconocerlo. Un tipo de resentimiento que podríamos tratar de etiquetar de muchas formas, pero en el cual acertaríamos de pleno si lo tildáramos como un intenso sentimiento de envidia enfrentado al estupor que le provoca el ser consciente de algo que ella considera inaudito; pues Danann no atina a comprender como es posible que las puertas que conducen a Lavondyss sean capaces de estar abiertas a la caótica e imprevisible Dierdrath, mientras que para ella, que siempre ha luchado denodadamente por todos los suyos, se encuentren selladas. ¡A ella!, ¡considerada por muchos como una diosa que se halla presente en el mundo!

De este resquemor es muy consciente Dierdrath y por el cual, no sin dolor, guarda silencio por ahora; pues sabe que Danann es incapaz de entenderla, que lo que en realidad le sucede es que se siente humillada, y que sus deseos para con su pueblo son del todo honestos —de la misma manera que los sentimientos de una madre lo son para todos sus hijos—. Lo que para Danann consiste en un nebuloso entramado de incoherencias por parte de Dierdrath, se trata en realidad de una sabiduría que Danann no es capaz aún de entender, pues La Madre Carnero lo que guarda para sí —tras su imagen de alegre e irresponsable inconsciencia— es un conocimiento profundo de la vida y del sentido de la existencia. Lo paradójico es que ese mismo rencor aleja a Danann cada día más y más de poder volver a tener la oportunidad de cruzar las puertas que conducen al más antiguo y único sueño, el viejo lugar prohibido conocido como: Lavondyss.

Danann representa sin ninguna duda a su pueblo antes que a cualquier otro ideal a la vez que personifica, al igual que Dierdrath, a la fuerza de una naturaleza feroz que trata de luchar de forma desesperada por la  supervivencia, siempre con la pasión que exige un empeño de tal envergadura. Pero sin olvidar, en el caso de Danann, que por eso mismo la misma naturaleza no atiende a política y leyes, razones o métodos, existiendo tan sólo los hechos. La naturaleza que compone a Danann es pues de una fiereza indiscutible, aunque traicionera.

Sin embargo, siendo dueña de ese talento salvaje que tanto la caracteriza, su poder es tan intenso que Danann nunca ha dudado en tratar de salvaguardar al mundo que tanto ama de los muchos peligros que lo acechan y, por consiguiente, a todas las criaturas que habitan en él. Pues lo considera su verdadero y único hogar, honrando de esta forma a un mundo que le debe mucho por toda su dedicación.

Principios

—Defiende el legado del Viejo Pueblo y todo lo que éste representa; la grandeza de la cual está dotado tu pueblo es tu mejor herencia.
— Venera al mundo que te rodea, a su naturaleza y a toda su fuerza, protegiéndola. Sus enseñanzas están escritas en cada uno de sus detalles.

Arquetipo: La doncella guerrera, líder de su pueblo.
Poder menor: Nómada.
Se asocia al género: Femenino.
Origen: Extranjero.
Alineamiento: Legal neutral, (neutral).
Símbolo: El sello de la doncella.
Color preferente: Verde oliva, marrón, tonos del cuero curado, pardo y gris.
Arma predilecta: La espada y el arco.
Áreas de influencia: Élfico, naturaleza, primavera, belleza, artes, magia, arcano, protección.
-Dominios D&D 3.X: Animal, bien, curación, magia, plantas, protección, tierra, conocimiento.