BESTIARIO MEDIEVAL

EDICION A CARGO DE IGNACIO MALAXECHEVERRÍA

EDICIONES SIRUELA

                                                           Madrid                                 IR AL ÍNDICE

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  ÍNDICE

SOBRE_LA_TRADUCCIÓN

 

I. EL_BESTIARIO_TELÚRICO

EL_ELEFANTE ........... ……..………………………………………………..….3

  GUERRA_A_MUERTE_ENTRE_EL_ELEFANTE_Y_EL_DRAGON …………7

EL_TIGRE .................... ………………………………………………………………….9

EL_CASTOR................... …………………………………………………………………14

EL_LINCE_Y_EL_TOPO…………………………………………............................18

EL_LEON……………………………………………………………………………………....23

LA_PANTERA………………………………………………………………………...28

EL_BUITRE…………………………………………………………………………...34

SIMIOS…………………………………………………………………………………38

CIERVOS………………………………………………………………………………42

EL_LAGARTO………………………………………………………………………...45

 

II. EL_BESTIARIO_ACUÁTICO

LA_BALLENA………………………………………………………………………....47

EL_PELÍCANO………………………………………………………………………..52

EL_DELFIN…………………………………………………………………………....56

  EL_CISNE……………………………………………………………………………...58

LA_OSTRA……………………………………………………………………………..62

LA_RÉMORA…………………………………………………………………………..64

  LA_SERRA……………………………………………………………………………...68

 

  III. EL_BESTIARIO_AÉREO

  EL_ÁGUILA…………………………………………………………………………….73

  EL_GRIFO……………………………………………………………………………...78

  LA_GRULLA……………………………………………………………………………85

TÓRTOLA_Y_PERDIZ………………………………………………………………..90

  LA_NATURALEZA_DE_LA_PERDIZ

IBIS_CIGÜEÑA_ABUBILLA_Y_GARZA……………………………………………96

  EL_GERAHAV_EL_AVE_ACTIVA………………………………………………….105

EL_AVESTRUZ…………………………………………………………………...........106

EL_CAMALEÓN……………………………………………………………………....113

EL_CARADRIO………………………………………………………………….…….115

  COMO_SE_ENCUENTRA_ALEJANDRO EN EL PALACIO DE JERJES,

 Y CONTEMPLA LAS «SALANDRES», QUE MUESTRAN SI EL ENFERMO

 DEBE MORIR 0 CURARSE……………………………………………………….….118

 

IV.  EL_BESTIARIO_ÍGNEO

EL_FENIX………………………………………………………………………………127

LA_SALAMANDRA……………………………………………………………………129

 

V MONSTRUOS_E_HÍBRIDOS

SIRENAS……………………………………………………………………………….. 132

CENTAUROS…………………………………………………………………………...137

EL_CORDERO_DE_ESCITIA………………………………………………………...140

LA_BERNACHA………………………………………………………………………..143

EL_UNICORNIO………………………………………………………………………146

EL_ONAGRO…………………………………………………………………………...151

EL_CATOBLEPAS……………………………………………………………………...155

  DE_LA_GORGONA_O_EXTRAÑA_BESTIA_DE_LIBIA…………………………156

EL_BASILISCO………………………………………………………………………….159

COMADREJA_Y_VÍBORA………………………………………………………….…164

  LA_NATURALEZA_DE_LA_COMADREJA………………………………………...167

EL_APTALOPS………………………………………………………………………….170

LA_HORMIGA_LEÓN…………………………………………………………………172

LA_CENTÍCORA……………………………………………………………………….174

MANTÍCORA……………………………………………………………………………176

LA_HIENA……………………………………………………………………………….178

EL_DRAGÓN…………………………………………………………………………….180

ANFISBENA_Y_ÁSPID…………………………………………………………………183

HIPOPÓTAMO………………………………………………………………………......188

HIDRA_Y_COCODRILO……………………………………………………………….180

 

VI. SOBRE_EL_BESTIARIO……………………………………………………………197

BESTIARIO_BESTIARIOS_EL_ANIMAL_Y_EL_HOMBRE………………………198

TOTEMISMO_Y_MITOS ………………………………………………………………200

EL_ANIMAL_Y_EL_HOMBRE ……………………………………………………….207

EN_TORNO_A_LO_FANTASTICO   ………………………………………………..210

SOBRE_LÍMITES…………………………………………………………………… ….218

EL_MÉTODO………………………………………………………………………… ...221

ARQUETIPOS_Y_ELEMENTOS…………………………………………………..….227

LA_APERTURA_DEL_BESTIARIO…………………………………………………..231

LA_UNIDAD_DE_LA_PSIQUE………………………………………………………..232

NOTAS…………………………………………………………………………………….239

BIBLIOGRAMA………………………………………………………………………..…247

 

IX

 

 

 

 

 

 


En un sueño vi tigres de un azul que no había visto nunca y para el cual no halle la palabra justa.

 

Jorge Luis Borges

 

En Ynde ra unes autres bestes granz et fieres qui ont couleur ynde, et ont cleres taches parmi le cors. Si sont si forz et si males que nus nes ose aprochier. Et les apele Pen en cest pays tygres.

 

Image du monde, 114.

 

 

 

 


SOBRE LA TRADUCCIÓN

 

El mosaico de textos aquí ofrecidos trata de dar una imagen general de cada figura del Bestiario seleccionada; para ello, he espigado descripciones en unos textos, y «significaciones» en otros, proponiendo a veces textos muy similares, con la esperanza de que el lector atento aprecie sutiles diferencias errores del copista, variantes, etc.‑ que a veces influyen en un cambio de senefiance. En ocasiones, como contraste y compleción del resto, he escogido fragmentos puramente «científicos», como los de Brunetto Latini, desprovistos, por lo tanto, de moralización. La traducción es literal en cuanto al estilo ‑‑conservando, por ejemplo, las engorrosas repeticiones de ciertos originales‑, pero no en cuanto a la letra misma; respeta los juegos de palabras en latín y las etimologías isidorianas, abundantes en los fragmentos del bestiario latino de Cambridge; prosifica los textos en verso ‑poco mérito tiene, en verdad, la rima de Pliflippe de Thaün‑, salvo en el caso del bestiario de Gubbio, en que mantengo formalmente la disposición del soneto, con el fin de que se aprecie la unidad temática de cada estrofa; es original en el caso de las citas bíblicas, para las que sólo excepcionalmente utilizo una versión ya existente (la de Nácar y Colunga), pues los nombres de las bestias varían según la versión de las Escrituras, lo que en ocasiones destruye la « significación ». La traducción, por último, se basa en un solo texto, salvo en las versiones antiguas del Fisiólogo griego, para las que he cotejado los materiales presentados por Lauchert, Zambon, Carlill y Peters, en función del interés de los textos que recogen.

 

Las ausencias en la selección de textos obedecen al criterio de no ofrecer, en lo posible, versiones ya publicadas en español; de ahí, el recurso al texto inglés de Mandeville, existiendo entre nosotros al menos dos ediciones importantes ‑la de Liria y la de Martínez Ferrandode los apócrifos viajes del caballero. Así se explica también la no inclusión de Ellano o de Isidoro, cuyas Etimologías gozan de una excelente traducción de Oroz Reta y Marcos Casquero.

 

En contrapartida, he recurrido aisladamente a autores más antiguos que medievales‑‑‑Plinio‑,no he resistido al placer o necesidad de utilizar y citar el Roman de la Rose, las Canciones del rey Teobaldo o la novela de Alejandro en prosa, y he aducido ocasionalmente textos del siglo XVI o posteriores, cuando su valor era recopilativo, o servían para completar la historia de determinada figura animal: se encontrarán, por ello, fragmentos de Boaistuau, Du Bartas, Topsell, o de quienes recorrieron Asia en el siglo XVII.

 

Sigue una brevísima reseña de los textos más importantes de entre los traducidos, ordenados cronológicamente ‑con todas las reservas que exige la cronología medieval.

 

i. A Galus Plinius Secundus (23‑79 d.C.) debemos la Naturalis historia en 37 libros, un compendio amplísimo de datos eruditos, de experiencias personales y de lecturas acríticas, pero profundas. Es una auténtica mina de información sobre el estado de la ciencia antigua. Interesan aquí, sobre todo, los libros III al VI (etnografía y geografía), porque fueron los más consultados por los compiladores y enciclopedistas medievales, junto con el VII (antropología «física»), VIII al XI (zoología) y XII al XIX (botánica).

 

i. El Fisiólogo griego (siglos iii‑V d.C.), al que ya me he referido anteriormente, fue editado por Lauchert como apéndice a su Geschichte des Physiologus. Existen también versiones más amplias, como la de Peters, que recoge los textos de la edición Ponce de León (1587), la versión siríaca, la de Mustoxydes, la de Pitra, dos arábigas, una etiópica ... ; o la traducción que hizo Carlill al inglés de los textos recopilados por Peters, amén de otros muy posteriores (el de Philippe de Thaün, por ejemplo). Francesco Zambon ha publicado recientemente una versión italiana del texto griego, apartándose de la versión clásica de Sbordone. Indico en cada caso en primer lugar cuál es la fuente seguida.

 

3. El Fisiólogo armenio (¿s. V?) apareció en su lengua original en el tomo 111 del Spicilegium Solesmense de Pitra; Ch. de Lescalopier proporcionó una traducción francesa del mismo al P. Cahier, que la hizo pública en Nouveaux Mélanges d'Archéologie.

 

4. El Liber monstrorum de diversis generibus no es ya, a decir de su editor, Corrado Bologna, un Physiologus; pero aún no es un bestiario. Berger de Xivrey, editor de uno de los manuscritos de la obra, la ubica en el siglo vi, con posterioridad al emperador Atanasio.

 

5. El bestiario de Philippe de Thaün (PT) es el más antiguo de los franceses, y sigue con bastante fidelidad el texto latino del Physiologus. El autor, anglonormando, dedica su obra a Aelis de Lovaina, segunda esposa de Enrique 1 de Inglaterra, en el manuscrito conservado en Londres; en otro ejemplar, que se guarda en Oxford, la dedicatoria va a Alienor, esposa de Enrique 11: la fecha de composición puede variar de 112.1 a 115z. Los manuscritos, ilustrados o con huecos reservados a las miniaturas, contienen prólogos en latín e indicaciones para el artista. Los 38 capítulos de este bestiario, editado por Walberg, estudian los cuadrúpedos, las aves y las piedras sucesivamente, y Philippe se refiere a sus fuentes como Physiologus, bestialre, un livre de gramaire, Ysidre (=Isidoro), escripture...

 

6. De besflis et alús rebus es una compilación híbrida reeditada en la Patrologia latina hace más de un siglo. Migne indica que los cuatro libros que comprende la obra fueron respectivamente atribuidos por los benedictinos a Hugo de Folieto (Aviarium, o libro l), Enrique de Gante y Guillelmus Peraldus (111 y IV). Pero la segunda parte ha sido erróneamente atribuida a Hugo de SaintVictor, y la autoría sigue siendo problemática. Régine ‑Pernoud ha publicado en Sources et clefs una traducción parcial de esta obra del siglo Xii al francés moderno, en la que me baso.

 

7. El bestiario latino en prosa conservado en la Biblioteca Universitaria de Cambridge con la signatura Ii.4.z6, editado por james para el Roxburghe Club en ¡92‑8 y más modernamente por T. H. White, fue copiado en el siglo XII, quizá en la abadía de Revesby, en Lincolnshire. Si se compara con el Fisiólogo griego original, contiene cerca de 15o animales, en vez de 49; pero no es solamente una amplificación de éste, sino que sigue a Solino, San Ambroslo e Isídoro de Sevilla.

 

8. Es sorprendente que ningún escritor de la Edad Media cite siquiera el nombre de Honorius Augustodunensis, que publicó en el primer tercio del siglo XII varias obras en latín de extraordinario éxito en toda Europa. Seguidor de Anselmo de Cantorbery y de Juan Escoto, Honorius es un autor de manuales poco originales, claros y utilita~. Su Imago mundi ha visto la luz, muy fragmentariamente, en Sources et clefs, de Pernoud y Davy.

 

         9. El primero en mencionar al fabuloso Preste Juan

es Otón de Frisinga (1145) en su Crónica. Otros autores

se referían a los misterios de pueblos terroríficos que

vivían en Oriente, identificados con los mongoles y los

tártaros. Viajeros como Odorico sitúan allá el reino

paradisíaco de tal príncipe‑sacerdote. Jourdain de Sévérac,

en 1330, lo localiza en Etiopía. La Carta, pretendidamente

escrita por el Pr ‑ este Juan al emperador Manuel de

Constantinopla, o al emperador de Roma, conoció múlti­

ples versiones europeas. He utilizado el texto en prosa

publicado por Denis en el siglo XIX, y el texto anglonor­

mando en verso editado por Hilka.

 

io. Hilka editó en igzo, en columnas paralelas, uno de los textos latinos que contienen la historia de Alejandro, y su traducción francesa del siglo XIII.

 

iii. Pierre de Beauvais, o Pierre le Picard, como lo llama el P. Cahier, fue probablemente clérigo, y gozó de la protección de dos miembros, al menos, de la familia de Dreux: Felipe, obispo de Beauvais, impulsor de las letras en su corte episcopal, y su hermano Roberto. No son pocos los problemas que plantea su bestiario (=6). ¿Por qué redactó una versión en prosa, seguida de otra en verso? La versión en prosa ¿es realmente la primera? ¿De dónde sacó el abundante material complementario para la versión en verso? El bestiario de PB cierra, en todo caso, la serie de los «bestiarios franceses tradicionales»; no tendrá más continuación que el Bestiatre damour de RF, impregnado ya de espíritu laico. Para la versión corta, sigo la adaptación moderna de Bianciotto, más fiable que la edición Mermier; para la versión larga, sólo existe la vieja edición del P. Cahier. El bestiario de Guillaume le Clerc (izio) es el más elaborado de los que proceden directamente de la tradición del Physiologus: la materia antigua se ve muy enriquecida por larguísimos comentarios morales, narración de exempla y alusiones personales a la cultura laica del autor. Su ciencia teológica no es, sin embargo, muy profunda; clérigo casado, de condición modesta y oriundo de Normandía, escribe el bestiario en Inglaterra, país que el texto menciona repetidamente. Los z3 manuscritos conservados prueban la popularidad de esta obra, debida, al margen de sus méritos artísticos, al valor individual y personal que GC introduce en los versos. Sigo la edición Reinsch.

 

13. La Image du monde de Gossouin (hacia I2‑5o) es su cuarta redacción ‑‑esta vez en prosa‑ de la obra de mismo título. Aunque el autor no indica fuentes directas, cita a Platón, Aristóteles, Ptolomeo y Virgilio; se inspira en Neckarn, Vitry, Adelardo de Bath, Gervais de Tilbury, Giraldus Cambrensis y Alain de Lille, pero menciona experiencias directas 1 Etna, la iglesia del Monte Sión en Acre , ya que viajó a Oriente con Robert d'Artois.

 

14. Richart de Fornival, cirujano y clérigo,. supo trasladar, no sin humor, la doctrina del Physiológus a la retórica amorosa: el Bestiaire d'amour (1252) es un tratado de estrategia en que el poeta enamorado describe las tácticas, errores, aciertos y fracasos de su campana galante, utilizando las «propiedades naturales» de los animales, tradicionalmente descritas por los autores de bestiarios. Demuestra el éxito de la obra la corriente de imitaciones que siguieron: Réponse au bestiaire, Dit de la panthe're d'amour de Nicole de Margival, Arriereban d'Amours, el Bestiario toscano en Italia, los bestiarios catalanes peninsulares... La edición Segre, que utilizo, es modélica.

 

15. El autor del Bestiaire d'amour rimé (segunda mitad del siglo XIII) oculta su nombre ‑Andreus o Andrieu‑ bajo un anagrama; se trata de una imitación libre de KF en 3.78 octosílabos, con un marco sentimental renovado y nuevos animales que no aparecían en RF. El texto muestra reminiscencias de la primera parte del Roman de la Rose.

 

16. El florentino Brunetto Latini, nacido hacia ‑rzzo, notario y embajador, fracasó en una misión en España, estableciéndose en París, Arras y otras poblaciones en torno a iz6o. Después de haber regresado de su exilio francés, gozó al final de su vida de considerable prestigio, con discípulos tan famosos como Cavalcanti y Dante. El Llvre du trésor es una enciclopedia menos voluminosa que otras del siglo XIII, cuya parte zoológica recoge información de numerosas fuentes antiguas, presentando en ocasiones datos contradictorios, que Brunetto analiza y discute. La edición Carmody, que traduzco, identifica aquellas fuentes con detalle.

 

17. Teobaldo de Champagne, rey de Navarra (izoiIz53), nos ha dejado canciones' de amor, pastorelas, un sirventés, debates, etc., que siguen la tradición del amor cortés. Si lo incluyo en estas páginas es porque Teobaldo, autor preciosista, rejuvenece la retórica galante enriqueciéndola con metáforas y símiles tomados del reino animal y de los bestiarios.

 

18. El dominico Tomás de Cantimpré (IzOO‑II74), autor de un Bonum universale de apibus muy difundido, en el que se ejemplifica la aplicación del método alegórico a la forma enciclopédica, fue el compilador de De natura rerum. La primera edición de esta obra es la de H. Boese, de la que ofrezco aquí algún fragmento. Tomás es un continuador de la tradición enciclopédica de Beda el Venerable, Rabano Mauro y Alexander Neckarn.

 

iig. Alberto Magno, nacido en Bollstádt en 1193 0 en izo6‑IzO7 Y fallecido en iz8o, enseñó en Colonia,Hildesheim, Friburgo y París, donde defendió en Iz77 a Tomás de Aquino contra Etienne Templier. Su De animalibus, en z6 libros, rebosa en referencias a los bestiarios y a la teratología. Destaca por el mismo espíritu independiente que De arte venandi cum avibus, compuesta por el emperador Federico 11 en la misma época; tal espíritu se advierte especialmente en los capítulos relativos a caballos y halcones, en que el vivo recuerdo de sus experiencias juveniles como cazador en la finca de su padre en Suabia le hace olvidar lo aprendido en las escuelas, e incluso a su maestro Aristóteles.

 

zo. El bestiario en prosa de Cambrai, redactado después de iz6o, consta de 32 capítulos, y se inspira en el Bestiaire d'amour de RF o en una refacción del mismo. Los ocho primeros ejemplos de RF aparecen al final, y las descripciones se han achicado hasta convertirse a veces en frases incompletas, lo que las hace incomprensibles. Al haber desaparecido el comentario alegórico de RF, es difícil adivinar cuál sería la utilidad de este catálogo abreviado de animales; quizá fuese una especie de «aidemémoire», como el Bestiario provenzal.

 

zi. El Nuzhatu‑1‑QuIúb (= «Deleite de los corazones») es una enciclopedia científica que se ocupa de astronomía, de la «cuarta parte habitada» de la tierra, de los reinos mineral, animal y vegetal, del hombre y sus facultades... Su autor, Al‑Qazwm‑i, fue funcionario de tributos en Persia en el siglo XIII. Utilizo la edición bilingüe de Stephenson.

 

zz. Según Walberg, Gervaise, autor de un bestiario de comienzos del siglo XIII, fue párroco de Fontenay‑leMarmion (Calvados). En el prólogo de su obra muy breve _iz8o versos‑ se alude a Barberie, una abadía cisterciense de la diócesis de Bayeux, en cuya biblioteca se contiene la obra latina que Gervaise dice traducir al francés: se trata de los Dicta Chrysostomi, un bestiario atribuido a San Juan Crisóstomo, que no coincide con el texto de Gervaise sino a grandes rasgos.

 

23. El Roman de la Rose, de más de zo.ooo versos, fue compuesto hacia Iz35 y 'en Iz7O por dos autores distintos, Guillaume de Lorris y Jean de Meun, que dan a la obra color y sentido opuestos: de un arte de amar en forma de sueño alegórico, pasa a ser un «espejo de los enamorados» profundamente satírico y profano, bajo una envoltura de enciclopedismo.

 

z4. El Liber de proprietatibus rerum, del franciscano Bartolomé el Inglés (y no «de Glanville»), conoció un éxito extraordinario después de Iz4O. En 1309, lo tradujo al italiano el notario de Mantua Vivaldo Belcazer; Jean Corbechon redacta una versión francesa en 137z; existen versiones flamenca, anglonormanda, provenzal (Elucidar¡ de las propietatz de totas res naturals, dedicada a Gastón 11 de Foix), espafiola‑‑‑debidaa Vicente de Burgos‑ e inglesa, compuesta en 1398 por John Trevisa, vicario de lord Berkley: es la que sigo.

 

z5. El Bestiario moralizado de Gubbio es una colección de 64 sonetos, de los que cada uno expone una o varias «propiedades» de animales, extrayendo de éstas la correspondiente lección moral o simbólica. El aristocratismo de la forma métrica escogida da toda su originalidad a este anónimo italiano de comienzos del XIV.

 

z6. El bestiario provenzal Aiso son las naturas... (segunda mitad del siglo X111) es una traducción en prosa, en 47 capítulos, de RF; el anónimo traductor sólo reproduce la descripción de las propiedades de los animales del Bestiaire damour, prescindiendo de la exégesis alegórica. La especie de resumen resultante podía servir quizá de repertorio a los poetas líricos, como parece demostrarlo el hecho de que este bestiario aparezca en el MS La Valliére, uno de los más célebres que contienen canciones provenzales.

 

 

 

 

 


27. El franciscano Odorico de Pordenone nació hacia 1165 en una familia checa o bohemia instalada en el norte de Italia. Viajó a Asia en izq6 y recorrió la Tartaria septentrional y quizá Mongolia. Un segundo viaje, en '31S, lo llevó de Padua hasta China junto con un fraile irlandés, a lo largo de un itinerario que ya era clásico: Venecia, Tauris, Ormuz, costa de Coromandel, Ceilán, Java, Borneo, Indochina meridional... Vivió tres años en Pekín, y regresó en 1328 por el Tibet: fue el primer europeo que visitó Lhassa.

 

z8. El Libellus de natura animallum., dedicado al hombre, a las aves, a los cuadrúpedos, a los peces y a los reptiles ‑‑con sumisión de estas criaturas al hombre, imagen del Creador‑, es un texto a caballo entre los siglos XIV y XV, fuente del bestiario valdense. La edición princeps, ilustrada con grabados en madera, vio la luz en la ciudad piamontesa de Mondovi entre 1508 Y 151z; traduzco la edición moderna de Paola Navone.

 

zq. De las propriotas de las animan~as es la redacción en dialecto valdense de un bestiario cuyo arquetipo desconocido, provenzal o latino, correspondería quizá a fines del siglo XIII, siendo del XV el manuscrito más antiguo. Su autor, jaco, «magister Jacobus», no es sin duda Jacques de Vitry. Esta obra pudo servir de manual en las escuelas valdenses, y su estructura es naturalmente la misma que la del Libellus, del que deriva, con leves diferencias.

 

3o. La versión inglesa de los exóticos viajes de Mandeville se basa en la versión Cotton, de hacia 1400, conservada en un manuscrito único del Museo Británico. Los intentos de desvelar la personalidad del auténtico autor (¿Jean d'Outremeuse?) no han dado resultado aún. En todo caso, el desconocido viajero no se movió probablemente de Europa, dedicándose a compilar las narraciones de viajes ajenos. Los bestiarios catalanes de los que aquí traduzco fragmentos son los editados por Saverio Panunzio; se trata, pues, de versiones del Bestiario Toscano correspondientes, al menos, al siglo xv, y de un texto ‑‑el manuscrito G‑ de fuente desconocida.

 

32. Proprietez des bestes forma parte de un manuscrito tardío que, a decir de su editor Berger de Xivrey, procedía de Saint‑Germain‑des‑Prés y contenía la historia fabulosa de Alejandro; para Berger, la mayor parte de los fragmentos que edita constituyen traducciones de Bartolomé el Inglés.

 

33. A partir del siglo XVI, viajeros y compiladores de «nuevos» tratados de zoología y «nuevas» enciclopedias ‑hechas en buena parte del saber antiguo y medieval‑, mantienen viva la tradición de los bestiarios, aunque la vieja exégesis moral haya desaparecido: de Boaistuau a Topsell, pasando por poetas como Du Bartas, viajeros como el barón de Herbertstein, Olearius, Jarissen Struyss, Kircher y Martini, o autores de nuevos «espejos del mundo», como Swan, la lista es larga.

 

Ignacio Malaxecheverría

 

XX1

 

 

 

 

 


1

 

EL BESTIARIO TELÚRICO    

 

                                          EL ELEFANTE                               ( IN)

 

      

    (1.1)

 

EXISTE un animal llamado elefante, que carece de deseo de copular.

 

Dicen las gentes que los griegos lo llaman «elefante» debido a su tamaño, pues sugiere la forma de una montaña; y en griego montaña se dice efipno. En las Indias, sin embargo, se le conoce por el nombre de barrus a causa de su voz; de ahí que la voz se diga de «barítono» y los colmillos de marfil (ebur). Su nariz se llama proboscis (=para los matorrales), pues con ella se lleva a la boca las hojas que come, y parece una serpiente.

 

Los elefantes se defienden mediante colmillos de marfil. No existen animales mayores. Los persas e indios, instalados en torres de madera a lomos de los elefantes, luchan a veces entre sí con jabalinas, como si lo hicieran desde un castillo. Poseen gran inteligencia y memoria; se desplazan en rebaños y copulan dándose la espalda.

 

La gestación de los elefantes dura dos años; paren una sola vez, y no varias crías simultáneamente, sino una sola. Viven trescientos años. Si uno de ellos desea criar, se encamina a Oriente, hacia el Paraíso; allá crece un árbol llamado Mandrágora, al que se acerca el elefante con su pareja. Primero prueba él del árbol, y a continuación da a probar a la hembra. Cuando mastican la planta quedan

 

3

 

 


seducidos, y ella concibe en su vientre de inmediato. Cuando llega el momento indicado para el parto, la elefanta se introduce en un lago, hasta que el agua le llega a las ubres. Entretanto, el padre la vigila mientras está dando a luz, ya que existe un dragón que es enemigo de los elefantes. Además, si llega a pasar una serpiente, el padre la mata y la pisotea. El elefante también es temible para los toros... y sin embargo, los ratones le asustan.

 

La naturaleza del elefante es tal, que si cae al suelo no es capaz de incorporarse. Por ello, cuando desea dormir, se apoya contra un árbol, pues carece de articulaciones en las rodillas. Y por esa razón, el cazador corta parcialmente el tronco, de manera que el elefante, al apoyarse, se desplome a la vez que el árbol. Al caer, pide auxilio a gritos; e inmediatamente aparece un gran elefante, que no es capaz de levantarlo. Entonces gritan ambos, y aparecen en escena doce elefantes más: pero ni siquiera ellos pueden alzar al caído. Todos ellos gritan, pues, en petición de ayuda, y llega en seguida un elefante muy pequeno que coloca su boca y su trompa balo el caído, levantándolo. Este pequeño elefante tiene, además, la propiedad de que nada maligno puede acercarse a su pelo y huesos reducidos a cenizas, ni siquiera un dragón.

 

El elefante y su hembra representan, pues, a Adán y Eva. Cuando eran agradables a Dios, antes de que cedieran a la provocación de la carne, nada sabían de cópula ni conocían el pecado. Y sin embargo, cuando la mujer comió del Árbol de la Ciencia, que es lo que la Mandrágora significa, y dio al hombre uno de los frutos, quedó inmediatamente convertida en una vagabunda, y por ello tuvieron que salir del Paraíso. Pues Adán no la conoció durante todo el tiempo que permanecieron en el Paraíso. Pero entonces, dicen las Escrituras, «Adán conoció a su mujer, que concibió y dio a luz a Caín, sobre las aguas de la tribulación». A propósito de cuyas aguas exclama el Salmista: «Sálvame, oh Dios, pues las aguas han penetrado hasta mi alma». E inmediatamente, el dragón los corrompió y los hizo extraños al refugio divino. Es lo que resulta de no agradar a Dios.

 

Cuando llega el elefante grande, es decir, la Ley mosaica, y no consigue levantar al caído, sucede lo mismo que cuando el fariseo fracasó con el hombre que había caído entre ladrones. Tampoco pudieron levantarlo los doce elefantes ‑‑o sea, los profetas‑, del mismo modo que el levita no levantó al hombre mencionado. Esto significa que Nuestro Señor Jesucristo, aunque era el más grande, se convirtió en el más insignificante de todos los elefantes. Se humilló, y mostró su obediencia incluso hasta la Muerte, con el fin de levantar a los hombres.

 

El elefante pequeño simboliza también al samaritano que colocó al hombre en su yegua. Él mismo, herido, cargó con nuestras dolencias y nos alivió de su peso. Además, este samaritano celestial se interpreta como el Defensor, sobre el que escribe David: «El Señor defendiendo a los humildes». Y también, con referencia a las cenizas del elefante pequeño: «Cuando el Señor está presente, ningún demonio puede acercarse».

 

Es un hecho que los elefantes destrozan todo aquello en torno a lo que enroscan sus trompas, como el desplome de una prodigiosa ruina; y todo lo que aplastan con las patas, lo pulverizan.

 

Nunca discuten a propósito de sus hembras, pues no conocen el adulterio. Son de un carácter dulce y bondadoso, y si encuentran a un hombre perdido en el desierto, se ofrecen a guiarlo hasta senderos conocidos. Si están reunidos en grandes rebaños, se abren camino utilizando sus trompas con suavidad y cuidado, para evitar que sus colmillos puedan matar a algún animal en el camino. Si por azar se ven envueltos en combates, se preocupan en gran manera de sus bajas, conduciendo a los heridos y agotados al centro del rebaño.

 

Cambridge, 24‑28"

 

Véase la Blibliografia de los textos traducidos donde aparecen las equivalencias de los títulos abreviados.

 

5

 

 


‑ ‑ Y más dice el Fisiólogo sobre el elefante: si se queman sus huesos y su piel, el olor que resulte ahuyentará a las serpientes, su veneno y su maldad, pues tal es su naturaleza. De tal manera se vence a las serpientes, a las ponzoñas y a las alimañas, por las obras de Dios y por su poder: así lo dice el texto divino.

 

PT, VV 1517‑1530

 

El elefante es el mayor animal conocido. Sus dientes son de marfil, y su pico se llama trompa, siendo semejante a una serpiente. Con este pico toma el alimento y se lo pone en la boca, y como la trompa está guarnecida de marfil, tiene tanta fuerza que rompe cuanto golpea. Y dicen los de Cremona que el emperador Federico 11 llevó a Cremona un elefante que le había enviado el Preste Juan de la India, y que le vieron golpear a un burro cargado, con tanta fuerza que lo arrojó contra una casa. Y a pesar de tratarse de animales muy fieros, se amansa en cuanto es capturado. Pero jamás montará en una nave para cruzar el mar, si su dueño no le promete que lo traerá de regreso. Y se le puede montar, y llevarlo aquí y allá, no con un freno, sino mediante un garfio de hierro; y en vista de ello, se instalan sobre él catapultas y torres de madera para combatir. Pero Alejandro hizo construir contra ellos unas figuras de cobre llenas de carbones ardientes, de forma tal que buscaban y destrozaban el pico del elefante, de manera que no volvería a acercarse por miedo al fuego.

 

Y sabed que tienen gran inteligencia, pues siguen la disciplina del sol y de la luna, igual que los hombres. Y van juntos en gran multitud, por escuadrones, y el de más edad es el jefe de todos ellos; y el que le sigue en edad los conduce y los azuza por detrás. Y cuando están en combate, sólo utilizan uno de sus colmillos, y guardan el otro por si lo necesitan; sin embargo, cuando van a ser vencidos, se esfuerzan por utilizar los dos. La naturaleza de los elefantes es tal, que la hembra antes de los trece

 

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años y el macho antes de los quince, ignoran lo que es la concupiscencia; y, no obstante, son tan castos, que no hay entre ellos disputa alguna por las hembras: cada uno tiene la suya, a la que permanece unido durante todos los días de su vida, de tal modo que si uno pierde su hembra, o ella al macho, jamás vuelven a tener pareja, sino que van siempre solos por los desiertos.

 

Brunetto, 164‑ ‑T65 (1:187)

 

Otra propiedad [del elefante] es que en trescientos años no tiene más que un hijo, y lo lleva dos años en el vientre; y cuando paren, permanecen en agua profunda, pues si el nacido cayera en tierra no podría recogerlo, ni él podría levantarse. Del mismo modo, los hombres deben hacer sus hijos ‑es decir, sus buenas obras‑ en el agua, esto es, en un lugar en que no se pierdan. Pues todo lo que no se hace con Dios, se pierde. Está escrito: «Si el Señor no custodia la ciudad, vigilan en vano los que la custodian».

Valdense, Vi, n.o 35

 

JLA GUERRA A MUERTE ENTRE EL ELEFANTE Y EL DRAGÓN                                        IN

 

 

Los dos animales más opuestos y que más rivalizan entre sí son el dragón y el elefante, que se odian extraordinariamente uno a otro, más que ninguna otra bestia en el mundo, y mantienen guerra perpetua.

 

El dragón desea la muerte del elefante, porque la sangre de éste, que es fría, apaga el enorme calor y ardor del veneno del dragón, cuando la bebe. Así, el dragón se coloca al acecho en Vos caminos por donde sabe que pasan los elefantes, y enrosca su cola al muslo del elefante, y lo oprime con tal fuerza, que lo hace caer a tierra, matándolo a continuación.

 

Estos grandes dragones nacen en las Indias y en

 

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Etiopía entre los grandes ardores del sol, y allí se encuentran. ( ... ) Cuando el dragón ataca al elefante, éste lo pisa, aplastándolo con su gran peso.

 

Igualmente, cuando el elefante ve al dragón encaramado a un árbol y acechando su paso, se va derecho al árbol para matar al dragón; y el dragón salta sobre la espalda del elefante, le muerde entre las ancas [¿nalgas, narices?] y le saca a veces los ojos; luego, se vuelve a la herida que le ha causado y le chupa la sangre, hasta que el elefante se debilita tanto, que se deja caer. Y si el dragón no es ágil, cuando cae el elefante, si no se aparta rápidamente, el elefante cae sobre él y lo aplasta con su peso. Así, al morir, mata a su asesino. (                      )            1,i

 

                                                                           

 

 

              LA PROPIEDAD DEL ELEFANTE Y SU NATURALEZA               IN

 

Cuando se quieren capturar elefantes en los grandes desiertos sin matarlos, para domesticarlos y que sirvan de ayuda a los reyes en las batallas, se cavan grandes fosas en los caminos por donde se sabe que pasan, y al pasar caen dentro. Entonces, llega uno de los cazadores y golpea al animal; después viene otro cazador tras el primero y le pega en presencia del elefante. Y así como el primer cazador finge golpear al elefante, el segundo hace ver que lo defiende y protege para que no reciba más golpes, y luego le da cebada de comer. Y cuando lo ha hecho así tres o cuatro veces, el elefante toma afecto al que le ha defendido y le ha dado de comer.

 

También se domestica cuando le dan de comer unos gusanos llamados camaleones, que tienen el vientre blando y el lomo duro.

 

Cuando el elefante lucha con el unicornio, le presenta la espalda, y no el vientre.

 

Por naturaleza, los elefantes son bondadosos y no tienen hiel, pero también son feroces accidentalmente, a saber, cuando se les hostiga en exceso.

 

Aristóteles dice en su octavo libro de las bestias, que

 

 

 

 


no hay en la tierra animal más longevo que el elefante. Cuando sale del vientre de su madre, tiene el tamaño de un ternero de dos años; pero el macho es mayor que la hembra.

 

Proprietez, 442‑444 Y 491‑495

 

                                                       EL TIGRE                                                (IN)

 

                                                        

 

(I.Z)

 

Existe un cuadrúpedo semejante al león, de hocico más largo y más curvado. Se encuentra en la India, y lo llaman tigre; se dice que guarda a sus crías en una bola de cristal hueca. Cuando descubre que han robado a su cachorro, se precipita tras las huellas del ladrón a la velocidad del viento, y lo alcanza, por grande que sea la distancia que los separa. Entonces, el ladrón entrega al tigre su cachorro dentro de la bola de vidrio, y el cuidadoso animal teme romperla y herir al cachorro. Se lo lleva de regreso a su guarida, haciendo rodar la esfera de cristal delante de sí.

 

Phys. griego: Carlill, ‑89‑igo; Peters, io2~

 

Tigris, el tigre, toma su nombre de su veloz carrera; pues los persas, medos y griegos solían llamar a la flecha «tygris».

 

Este animal puede distinguirse por sus numerosas manchas, por su valor y por su rapidez extraordinaria. Y de él toma su nombre el Tigris, por ser el más veloz de los ríos.

 

Vive principalmente en Hircania

La tigresa, cuando encuentra vacío el cubil de uno de sus cachorros, que ha sido robado, se lanza de inmediato tras las huellas del ladrón. Pero el que se ha llevado al

 

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cachorro, al ver que, a pesar de ir montado en un caballo lanzado a todo galope, está a punto de ser destruido a causa de la velocidad de la tigresa, viendo que no puede esperar salvación alguna en la huida, inventa astutamente la estratagema que sigue. Cuando advierte que la madre está cerca, arroja una bola de vidrio, y ella, engañada por su propio reflejo, cree que su imagen en el cristal es la de su pequeño. Se detiene, con la esperanza de recuperar al cachorro. Pero, después de haberse visto demorada por la trampa vacía, vuelve a arrojarse con todas sus fuerzas en pos del jinete, y, azuzada por la ira, amenaza en seguida con ponerse a la par del fugitivo. De nuevo retrasa éste a su perseguidora, arrojando una segunda bola, y el recuerdo del primer engaño no evita la tierna solicitud de la madre. Se enrosca en torno al vano reflejo, y se recuesta, como para amamantar al cachorro. Así, engañada por el celo de su propia diligencia, se queda sin venganza y sin cachorro.

 

Cambridge, 12‑13

 

Existe un animal llamado tigre, que es una variedad de serpiente. Esta bestia es de tal naturaleza, tan feroz y cruel, que ningún hombre vivo se atreve a acercarse a ella. Y cuando sucede que este animal tiene cachorros, y que los cazadores han averiguado dónde se encuentran, se los quitan por el procedimiento que vais a oir aquí. Los cazadores toman espejos y los llevan consigo cuando van a apoderarse de los cachorros del tigre. Acechan al animal hasta que ven que se marcha a vagabundear, y que no está en su guarida con los cachorros; entonces se los llevan fuera del cubil. Y toman los cazadores sus espejos, colocándolos en el camino a medida que avanzan. La tigresa es de tal naturaleza, que por muy enfurecida que se halle, no puede ver un espejo sin fijar sus ojos en él. Piensa entonces que los que allí ve son sus cachorros; goza de su imagen con gran placer, y piensa ciertamente haber

 

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encontrado a su prole. Y tanto se deleita contemplando la belleza de su bermosa estampa*, que olvida perseguir a quienes le han quitado sus cachorros. Y allí permanece inmóvil, como si la hubiesen capturado‑ y así es como se llevan los cazadores sus cachorros.

 

Dice sobre esto el fisiólogo: Tengamos cuidado de no parecernos a la tigresa. Y Amós el profeta dice que este mundo es semejante a la selva en que moran los tigres, y ruega a cada uno de nosotros cuide de conservar su cachorro, es decir, su alma. Pues los cazadores nos acechan y espían, y siempre tienen dispuestos sus espejos, por si pueden arrebatar nuestro cachorro. Los espejos son los grandes festines, los grandes placeres del mundo, que anhelamos; prendas, caballos, mujeres hermosas, y todos los demás pecados, como los que el cazador representa en su espejo, que arroja a la cara del hombre. Por eso debe el hombre seguir los dictados de su Creador; entonces es cuando el Enemigo no tiene poder sobre el alma del hombre, sobre ese cachorro del que desea apoderarse.

 

PB: Cabier 11, 140‑141

 

En la India hay otras bestias grandes y feroces que son de color azul, y tienen manchas claras por el cuerpo. Son tan fuertes y malvadas que nadie se atreve a acercarse a ellas. Y las llaman tigres, en aquel país. Y corren a tal velocidad, que cuando los cazadores van allá para apoderarse de otros animales, jamás escaparían del lugar si no arrojasen por el camino, allá donde van, espejos de vidrio. Y cuando ven su imagen, creen que son sus cachorros. Les dan vueltas y vueltas, hasta el punto de que rompen los espejos con las patas, y no encuentran nada en ellos. Así escapan los cazadores. Y a veces ha ocurrido con estos animales, que tanto piensan en contemplar sus imágenes,

 

* La cursiva es del raductor, como en RF.

 

 

 

 


y tan fascinados están en ocasiones, que podrían ser cogidos vivos.

 

Image, 114

 

¿Acaso, pues, contribuyó la vista a mi captura? Ciertamente que sí, fui más atrapado por mi propia vista que lo es el tigre por el espejo; pues, por grande que sea su ira cuando le han robado sus cachorros, si encuentra un espejo, se verá forzado a fijar sus ojos en él. Y tanto placer encuentra en contemplar la belleza de su hermosa estampa, que olvida perseguir a los que le han robado sus cachorros, y se detiene como cazado en una trampa. Y los cazadores astutos colocan ahí el espejo con deliberación, para desembarazarse de él...

 

RF, 40‑42

 

El tigre nunca está demasiado enfurecido ni tiene demasiado quehacer, como para no detenerse a contemplarlo cuando ve el espejo, y queda como cautivo.

 

Cambrai, 234, n.o 7; texto íntegro

 

La naturaleza del tigre es tal, que tanto se deleita viéndose, y mira tanto su figura, que es capturado mientras se contempla. Y esta naturaleza corresponde a aquellas mujeres y hombres que se complacen tanto en ver su belleza corporal, que no tratan de hacer casi ninguna otra cosa, más que adornarse y embellecer su semblante. Y así se olvidan de los mandamientos de Dios, y los cambian por su estúpido ornamento.

 

Valdense, V8, n.o 51

 

 

 

 

 


El tigre es una serpiente, que corre más que cualquier otra bestia conocida por el hombre, y es de tal naturaleza que se deleita contemplándose en espejos. De tal modo, que cuando el cazador va a quitarle sus cachorros, lleva consigo muchos espejos; se dirige a la guarida de la serpiente (allá donde sabe que se encuentran) y roba a sus hijos, y por el camino de huida, coloca espejos aquí y allá. Y cuando ve la serpiente que el cazador se lleva a sus hijos, corre en pos de él, y pronto los alcanzaría, de no ser porque encuentra los espejos, se detiene a mirarlos y no persigue a los cazadores; pues tanto le agradan los espejos que, aunque vea cómo se llevan a los cachorros, se los deja arrebatar por el placer que siente al contemplar los espejos.

 

Esta serpiente significa un tipo de hombres comunes que no tienen fuerza de voluntad ninguna; cuando el diablo, que es cazador y ladrón de almas, les ha robado el alma por algún pecado mortal, así como la soberbia, la vanidad, la avaricia, la envidia, o de otras muchas maneras en que él quita las almas cuando sabe que se encuentran en mala situación, ellos se preocupan mucho por salvar sus almas a fuerza de ayuno, de mortificar el cuerpo, con peregrinaciones, y de muchas maneras; pero el diablo, que sabe más que todos los hombres del mundo en cuanto a obrar mal, pues no tiene poder para obrar el bien, se atraviesa en su camino con aquellas tentaciones con las que estima que puede apartarlos de la buena disposición en que se encuentran, y les muestra riquezas de oro y plata, y posesiones, que destruyen las almas más que cualquier otra cosa; y, por otra parte, los engaña mediante vanidades, deleites de mujeres y el amor de los hijos ‑por el que muchos hombres están ciegos‑, pues para poder permanecer satisfechos y ricos, dejan perder sus almas. Y así, el diablo se atraviesa ante ellos con estas cosas y muchas otras, de modo que pierden su alma por estas vanidades.

 

 

 

 

 


                                              EL CASTOR                                     (IN)

 

(1.3)

 

Existe una bestia llamada castor, un poco mayor que una liebre, según creo, muy mansa y de gran prudencia; no es un animal doméstico, sino salvaje, y se hacen con sus testículos medicamentos para varios usos. Cuando es perseguido por el cazador, y acosado hasta tal punto que ve que no puede huir, se apresura entonces a cortar tales órganos de un solo mordisco: de semejante guisa, rescata su vida. Dios le ha dado la gracia suficiente para saber por qué se le persigue; así, se redime a alto precio, mediante sus propios miembros. Los deja ante el cazador, y éste no se lanza ni sigue persiguiéndole, sino que abandona la persecución, pues ya tiene lo que buscaba, De tal forma, rescata su vida y su cuerpo mediante una parte de éste. Y si ocurriera otra vez que volviera a encontrarse en semejante trance, perseguido por un cazador codicioso de sus miembros, al llegar a la angustiosa situación de no poder seguir huyendo, de inmediato se tendería boca arriba, y mostraría al cazador que nada tiene de lo que él busca, y así lo haría cesar en su acoso.

 

Así obran astutamente los hombres prudentes, cuando los persigue el cazador, el engañoso y malvado ladrón que busca enconadamente su desdicha. Pero ellos le arrojan al rostro lo que le pertenece, a saber, la fornicación, el adulterio, toda clase de pecado. Cuando el hombre se ha arrancado todo eso y se lo ha lanzado al diablo en plena cara, éste lo deja en paz, os lo garantizo. Cuando el diablo ve que nada tiene de lo suyo, ya no le parece útil. Cuando un hombre se ve, pues, perseguido por el diablo, debe arrancar de sí todos sus vicios y sus taras; así, puede muy bien escapar sano y salvo.

 

A ejemplo de este animal, el apóstol nos advierte que debemos servir y rendir tributo a Aquel a quien se lo debemos, y allá donde debemos, honrarle con reverencia y amor. En verdad hemos de entender que debemos rendir

 

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al diablo en primer lugar aquello que le debemos. ¿Qué es ello? Que reneguemos de él, y de todas sus obras en conjunto. Así escaparemos a sus garras. Un pecador que fuera prudente se protegería de tal guisa, librándose así de aquel que incesantemente busca su perjuicio. El que es prudente, arranca de sí mismo las obras que halagan la carne, y en las que crecen y residen todos los males. Cuando ha pagado al diablo este tributo, como algo que es suyo, como su presa y su botín, y se lo ha arrojado a la cara, aquél deja de perseguirle y pierde su rastro; ya ni lo siente ni lo ve, una vez que ha entrado en una vida santa. Entonces halla el justo los frutos espirituales que voy a deciros: la fe, la paciencia, la humildad, la continencia y la bondad, la caridad, la dicha y la paz, y una alegría inacabable. Que Dios, Señor de la alegría, nos guíe a la dicha mayor, a la que no concluye ni es mudable, sino que es perdurable para siempre.

 

GC, vv 1477‑1566

 

Y aunque no fuese más que por la única razón de que os he oído decir, a veces, que mis ruegos de amor os eran muy desagradables, y que por lo demás aceptaríais mi compañía de buen grado, deberíais darme vuestro corazón, para libraros del disgusto que os causo. Así se comporta el castor. El castor es un animal que posee un miembro que encierra una medicina, y al que cazan para apoderarse de tal miembro. Huye tan aprisa como puede; pero cuando ve que ya no puede escapar a la persecución, tiene miedo de que lo maten. Y sin embargo, posee por su propia naturaleza tanto juicio, que sabe perfectamente que sólo lo persiguen a causa de aquel órgano: aferra, pues, tal miembro con los dientes, lo arranca y lo deja caer en medio del camino; y cuando el cazador lo encuentra, deja ir al castor, pues no se le caza más que por eso.

 

Así, amada mía, si mi requerimiento os es tan desagradable como decís, podríais libraros de él entregan

 

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do vuestro corazón, ya que sólo por eso os persigo. ¿Y por qué otra razón os habría yo de perseguir, de no ser por ésa, ya que ninguna otra cosa puede serme útil para socorrerme contra la muerte por amor? Al contrario, es el remedio soberano para ayudarme, como ya he dicho.

 

RF, 57‑59

 

El castor es una bestia que vive en el mar de Ponto; por eso lo llaman perro póntico, pues es algo semejante a

 

un perro.                                                                                                                    Bninetto, 159 (1:151)

 

El castor arranca las partes genitales cuando le persiguen, y las tira, y sabe muy bien que lo cazan por eso y por la piel.

 

Cambrai, 235, n.o 13, texto íntegro

 

Qada'at [el castor], el Perro de Agua, es enemigo del leopardo. Su piel es apreciada; y sus testículos forman el jundbidastar (castóreo); se le caza por la piel y los testículos. En el 'AjXibu‑1‑MakHúqdt se dice que si el castor o su hembra son captur7dos, el otro no vuelve a formar pareja. Su cerebro elimina la turbiedad de visión; su grasa protege contra el peligro de los cocodrilos. Su bilis alivia la aerofagia en los nifios, y aleía a los reptiles. Las botas hechas con su piel curan la gota. La naturaleza del castor es cálida y seca en tercer grado; cura las convulsiones y temblores, y las afecciones de los nervios caracterizadas por la hinchazón; alivia los ataques serios de aerofagia; tomado internamente, es beneficioso en las dolencias de nariz y cerebro.

 

El Qunduz [designa igualmente al castor] es muy

 

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M

 

 

 

 


conocido; los mongoles lo llaman qáliún. Puede vivir tanto en tierra como en el agua; y existen entre ellos los grados de criado y señor. La piel de los señores es muy tupida, suave, y de vivo color, además de tener brillo; mientras que la de los criados es inferior. Su carne es beneficiosa contra la hemiplejia, la parálisis facial, la pérdida de memoria, los ataques graves de aerofagia, las convulsiones y las heridas mortales.

 

Nuzhat, 6o‑6i

 

Los que quieran agradar a Dios, deberian comportarse de este modo. Cuando el diablo los ha enredado, están cargados de pecados, y se dispone a hacerlos caer en el infierno, entonces deben separar y cortar los pecados de su corazón y de su cuerpo, y arrojarlos fuera. Devolvamos al demonio lo que es suyo, reneguemos de todas sus obras; debemos volvernos hacia Dios, de quien han de venir todos los bienes. Debemos dedicarnos a la caridad, a las limosnas y a las oraciones; debemos visitar enfermos, dar alimento y bebida a los pobres, vestir al desnudo y enterrar a los muertos; debemos ayunar y velar, adorar y rezar a Dios, para que al final podamos llegar a la auténtica confesión.

 

G, vv 707‑728

 

Tratemos con todas nuestras fuerzas de alcanzar dicha virtud: a saber, que siempre que tengamos algún miembro o alguna cosa muy querida, pero por cuya culpa podamos perecer y ser atrapados por los perros, es decir por el diablo, sin duda entonces debemos cortar y amputar dicho miembro, tal como está escrito: «Si tu ojo te escandaliza, sácalo y arrójalo lejos de tl*»; y, COMO dijo Catón: «Lo que tengas de nocivo, por mucho que lo aprecies, abandónalo; prefiere la utilidad a las riquezas».

 

Libellus, 294, n.O XxXii

 

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Este castor nos enseña de qué manera debemos saber guardarnos del diablo, que nos va persiguiendo noche y día. Y la manera en que debemos guardarnos de él es la siguiente: si él nos persigue y nos tienta con la soberbia, arranquémonosla con los dientes de la humildad; si nos tienta con la lujuria, cortémosla con castidad; si nos tienta con el odio, cortémoslo con amor; y si nos tienta con la vanidad, recordemos la pasión de Jesucristo. Y si nos amputamos así estos vicios por los que el diablo nos persigue, escaparemos, en alma y cuerpo, a sus manos.

 

Pero los santos mártires se defendían con más fuerza aún: como sabían que no podían quitarse al demonio de encima, a menos de derramar su sangre, unos estaban dispuestos a ser quemados, otros despellejados, otros degollados, otros martirizados de distintas maneras, mediante las cuales el alma escapa a las manos del diablo.

 

Bestiaris 1, iio‑iii

 

                                                EL LINCE Y EL TOPO                                           (IR AL ÍNDICE)

 

                                                          

(1.4)

 

Lincis, el lince, es llamado así porque se trata de una especie de lobo ( ... ). La bestia se caracteriza por una serie de manchas en el lomo, como las de un leopardo, pero tiene el aspecto de un lobo. Dicen que su orina se solidifica, convirtiéndose en una piedra preciosa llamada figurius, y se ha comprobado que los propios linces lo saben, por el siguiente hecho. Cuando han orinado el líquido, lo cubren con arena a toda prisa. Lo hacen debido a cierta avaricia natural, por miedo a que su orina pudiera servir de adorno a la raza humana.

 

Plinio dice que los linces tienen una sola cría.

 

Cambridge, 22

 

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El Fisiólogo habla de un gusanillo blanco llamado lieus. Es de tal naturaleza que, allá donde se encuentre, ve a través de las paredes. Su vista, por su propia virtud, atraviesa las paredes, en cualquier lado de ellas que se halle; y por gruesas que sean, su vista las atraviesa con tanta ligereza como pasa el sol a través de una vidriera ( ... ). El Fisiólogo dice que el gusano que ve con tanta claridad posee una gran virtud dada por Dios. Y tú, hombre, piensa que Dios ve tan claro, que no hay cosa alguna que no pueda distinguir de forma totalmente manifiesta. Ya que Dios ha dado al lieus la virtud de ver a través de las paredes, mucho debes arrepentirte de tus malas acciones: puedes estar completamente seguro de que Dios ve todas las obras del hombre. Antes de que él las piense, Dios las ve representadas en el corazón. Apártate, hombre, de las vanidades del mundo, mortifica tu cuerpo en buenas obras por el Señor que te creó, y que permitió que Su cuerpo sufriera grandes martirios; así recibió muerte y pasión por ti. Y si eres recibido en Su reino, te convendrá probar en qué le has servido, y según tus servicios recibirás tu soldada, para bien y para mal.

 

PB: Cahier IV, 8o‑8i

 

Para cada sentido, existe una bestia que aventaja a todas las demás: así, el lien ‑se trata de un gusanillo blanco que corre sobre los muros‑ en cuanto a la vista...

 

RF, 36

 

Ningún otro animal ve tan claro como el lince: es cosa sabida atie atraviesa las paredes con su vista.

 b. d´amour rimé

 

 

 

 

 


Existe otra variedad de lobos que se llaman cerveros o linces (luberne), moteados de manchas negras, igual que el leopardo; pero, en lo demás, son semejantes al lobo. Y su vista es tan aguda, que atraviesa con la mirada las paredes y los montes. Sólo pare una cría; y es el ser más olvidadizo del mundo, pues allá donde está comiendo su alimento, si por casualidad se fija en otra cosa, olvida de inmediato lo que estaba comiendo, de tal forma que no sabe encontrar de nuevo su alimento, y lo pierde definitivamente. Y quienes lo han visto, dicen que de su orina nace una piedra preciosa, que llaman liguires; el propio animal lo sabe perfectamente, ya que hay hombres que lo han visto cubrir su orina con arena, por un deseo instintivo de que tal piedra no caiga en manos humanas.

 

Brunetto, 167 U:190)

 

El ojo de vidrio: el ojo de vidrio es una avecilla blanca y verde, que tiene la vista más aguda que cualquier otro ser, y sería capaz de ver a través de una pared.

 

Best. Provenzal, 68o; texto íntegro

 

El lince es una bestia del tamaño de un carnero, que tiene la vista tan desarrollada, que ni pared ni roca son obstáculos para ella...

 

Bestiaris 11, 120

 

Se llama Talpa al topo porque está condenado a la ceguera perpetua en lugares oscuros. Carece de ojos. Siempre excava el suelo y se lleva la tierra; se traga las raíces por debajo de los frutos, de ahí que los griegos le llamen aphala.

 

Cambridge, 95‑96

 

Zo

 

 

 


Existe un animal llamado topo. El Fisiólogo nos dice que es una de las bestias M mundo que oye con más claridad; y nos da a entender también que vive de pura tierra, y tiene los ojos bajo la piel. Pero tiene el oído tan fino, que nada parece sorprenderle sin que esté prevenido, con tal que produzca algún ruido; y es de tal naturaleza que horada el suelo, y degrada la tierra en la que vive, estropeándose las hierbas.

 

Esta bestia es una figura del diablo, que es de tal condición, que estropea todos los lugares en los que mora. Y no hay hombre que pueda pecar tan silenciosamente, que no le oiga y se acerque a él. Y tiene los ojos bajo la piel con relación a todas las buenas acciones; pues no es capaz de reconocer a los justos, y oye en cambio a los pecadores con tanta claridad, que sabe todas las acciones que cometen por los deleites del mundo. La tierra en la que vive el topo significa el hombre, que está hecho de tierra. El que el topo cave la tierra, y estropee las hierbas que hay en su entorno, significa al Diablo, que empuja al hombre a cometer las malas acciones que estropean y degradan el alma, y que llevan a una muerteeterna y sin fin.

 

PB: Cahier 111, 274‑275

 

Entre todos los sentidos, ninguno hay tan noble como el de la vista. Pues ninguno de los demás permite conocer tantas cosas, y sólo puede sustituirse por la voz. Así sucede con el topo, que no ve nada, y que tiene los ojos colocados bajo la piel, pero que oye tan perfectamente, que nada puede sorprenderle sin que lo haya oído, por poco que despida algún sonido: la naturaleza repara, pues, su falta merced a la voz. ( ... ) Así, la naturaleza compensa en el topo gracias a la voz el defecto que sufre, y lo hace de una manera tan perfecta, que no existe ningún otro ser vivo que oiga con tanta agudeza: al contrario, el topo es uno de los cinco animales que aventajan a todos los demás en

 

ZI

 

1 m

 

 

 

 

 

 


cuanto a los cinco sentidos. ( ... ) El topo posee otra peculiaridad, pues es uno de los cuatro animales que viven de puros elementos. ( ... ) El topo vive de tierra pura, y no come nada más que pura tierra, igual que el arenque vive de agua pura, el chorlito de aire puro, y la salamandra de puro ftiego...

 

RF, 35‑37

 

El topo es un animalito que camina siempre bajo tierra y cava en diversos lugares, y come las raíces que encuentra, aunque la mayoría de las gentes diga que vive solamente de tierra. Y habéis de saber que el topo no ve nada, pues la naturaleza no quiso abrir la piel que tiene sobre los ojos; y así, no le sirven para nada, puesto que no están descubiertos.

 

Bninetto, M9‑170 (1:197)

 

La propiedad del topo es tal, que vive solamente de tierra. Y existe un pez que vive únicamente de agua. A estos animales se asemejan los hombres que piensan vivir y reinar con estas cosas terrenales, como la tierra y el agua. Y tales gentes viven para comer, y no comen para vivir.

 

Valdense, 08, n.O 28

 

Una de estas criaturas [de las que viven de los cuatro elementos, como el arenque, el camaleón y la salamandra] se llama topo, y es un animalillo de rabo mocho, ciego, y que vive solamente de tierra, pero tiene tan buen juicio que coge para mantenerse lo que necesita tomar. (Dícese que es un animalito que, como no ve, cree que le ha de faltar para su sustento, y no se atreve a comer todo lo que

 

z2

 

 

 

 

 


sería preciso. Y jamás ve hasta la hora de su muerte: poco

antes abre los ojos, y al ver tanta tierra, dice: «¡Desdichado

de mí! ¿Por qué no he comido en abundancia, Y. por

ahorrar, me he mantenido flaco y seco?», y se muere de

desesperación. Es comparable al avariento y usurero, que

nunca tiene suficiente; y siempre cree que han de faltarle

los bienes y riquezas, y nunca tiene bastante, sino que

tiene mayor avidez; y cuando ha concluido, ve la muerte y

lo deja todo, y aquel día, le pese o le agrade, ha de ser

generoso, pues nada puede llevarse de las cosas del

mundo.)       Por el topo podemos entender, ya que vive

solamente de tierra y no puede ver la luz, una clase de

hombres y de mujeres que no apetecen ni se nutren sino de

los placeres terrenales, y no toman alimento ni creen en

las cosas del cielo. De éstos podemos decir que no ven la

luz, pues no están iluminados por los designios celestiales;

pues los deseos terrenales acosan a los hombres que en

ellos se deleitan.                    Bestiaris 11, 51‑53

 

 

                                                                  EL LEÓN                                               (IR AL ÍNDICE)                     

        

                                                                      

(1.5)

 

Lo que en griego se llama «león», significa «rey» en francés. El león, de varias formas, domina a muchos animales; por eso es rey el león. Escuchad ahora sus propiedades.

 

Tiene la expresión ardiente, el cuello grueso y con melena; el pecho, por delante, es cuadrado, valiente y agresivo; los cuartos traseros, delgados; tiene una gran cola, y las patas lisas y ágiles ]unto a los pies; los pies, gruesos y cortados, con uñas largas y curvadas. Cuando tiene hambre, enfurecido, trata a los animales igual que a

 

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ese asno que rebuzna y vocea*. Escuchad, pues, con toda certidumbre, la significación de esto.

El león significa el Hijo de la virgen María; es, sin duda alguna, el rey de todos los hombres; por su propia naturaleza, tiene poder sobre todas las criaturas. Con fiera actitud y terrible venganza se aparecerá a los judíos cuando los juzgue, porque obraron mal cuando lo clava~ ron en la cruz, y debido a esta acción perversa no tienen rey propio. El pecho cuadrado representa la fuerza divina; los cuartos traseros muy delgados muestran que fue humano a la vez que divino; la cola, la justicia que se cierne sobre nosotros; mediante la pata, que tiene lisa, muestra que Dios es rápido, y que era conveniente que se entregase por nosotros; el pie, que tiene cortado, muestra que Dios rodeará al mundo, y lo tendrá en el puño; por las uñas, se entiende la venganza contra los judíos, y por el asno, entendemos evidentemente a los judíos. El asno es estúpido por naturaleza, como dice la Escritura, y no saldrá de su camino si no le arrancan de él. La misma naturaleza tienen los judíos, que son unos necios: no creerán en Dios, si no es por la fuerza; no se convertirán, si Dios no les da esa merced. Escuchad ahora otra naturaleza, según el texto sagrado.

Cuando el león quiere cazar y comerse una presa, traza un círculo en el suelo con la cola, como está comprobado, siempre que quiere atrapar a una victima; deja una abertura que sirva de entrada a los animales que él desea, y que quiere convertir en presa suya. Y tal es su naturaleza, que no habrá bestia alguna que pueda rebasar su límite, ni ir más allá. Esto es lo que muestra la ilustración, y tiene un sentido figurado.

La cola, según indica el texto sagrado, es la justicia que pende sobre nosotros; por el círculo, hemos de entender naturalmente el paraíso, y la brecha es la entrada dispuesta para nosotros, si hacemos el bien y abandona‑

 

El texto remite a la ilustración del bestiario.

 

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mos el mal; y nosotros representamos a las bestias, naturalmente.

 

Cuando el león está enfurecido, golpea con sus patas; pisotea la tierra, cuando se encuentra disgustado; y esta propiedad la refleja el dibujo.

 

Por el león, entendemos a jesucristo, y nosotros somos su tierra en figura humana; entonces, cuando nos castiga con alguna desgracia sin que hayamos cometido fechoría ni tengamos mala voluntad, esto significa su ira, y el patearnos de tal manera. Cuando no se porta con las gentes conforme a todos sus deseos, y se ven encarcelados o con enfermedades, dicen entonces los desdichados que' Dios no los ama en absoluto, y que no han merecido que les castigue así; no saben los afligidos, que Dios no les castiga anticipadamente: que Dios‑pone en dificultades a quienes estarían menos atribulados si pudieran decidir y hacer lo que quisieran; pero Dios los encadena al mal, para que no cometan maldades. Dios ama mucho al que quiere castigar; recordadIo, pues ésta es la significación.

 

También dice la Escritura que el león tiene la naturaleza siguiente: cuando el hombre lo persigue, con la cola va borrando sus huellas del suelo mientras huye, para que el cazador no sepa encontrarlo. Esto tiene un gran sentido, y debéis recordarlo.

 

El león, al huir, va cubriendo sus huellas: el rastro del león representa la Encarnación que Dios quiso tomar en la tierra, para conquistar nuestras almas. Y ciertamente lo hizo en secreto: se situó en los peldaños en que se hallaba cada orden ‑profetas, apóstoles‑, hasta que llegó al nuestro, se convirtió en hombre de carne y hueso, se hizo mortal por nosotros, y así, según un orden aceptable, venció al demonio. El demonio engañó al hombre; Dios venció al hombre, que no lo reconoció, y después al diablo, mediante su adecuada virtud. Si el demonio hubiera sabido que el hombre mortal era Dios, no lo hubiese conducido hasta la crucifixión. Así obró Dios hábilmente, sin que el demonio se diese cuenta. Así se ocultó Dios de nuestro enemigo, que no supo que Dios era

 

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aquel hombre, hasta que lo comprobó. Tanto se ocultó Dios, que los ángeles del cielo, que estaban en el paraíso, tampoco lo conocieron. Por eso, cuando volvió el hijo de Dios en majestad al lugar de donde había partido cuando se encarnó por nosotros, preguntaron a los ángeles que estaban con él: «¿Quién es ese rey de gloria que regresa con el triunfo?». Los que estaban con Dios dieron la siguiente respuesta: «Éste es el rey de gloria, que regresa con el triunfo». Y los ángeles que estaban en el cielo preguntaron también: «¿Por qué lleva ropajes de color bermejo?». Los ángeles y Nuestro Señor respondieron: «Por el martirio que hemos sufrido en la tierra, para conquistar vuestras almas». Y así entendemos por las huellas del león, que Dios quiso ocultarse para engañar al demonio.

 

El león teme al gallo blanco, y el chirrido de los carros en movimiento; y tal es su índole, que duerme con los ojos abiertos. Y eso habéis de entender en las figuras que veis.

 

El gallo blanco significa, los hombres de vida virtuosa que anunciaron su muerte, antes de que Dios falleciera. Él mucho la temía, puesto que era hombre, y el texto sagrado demuestra que el propio Dios dijo: «Padre, perdóname por la muerte que debo sufrir: que tu voluntad no se detenga por mí». Así, mostró ser hombre en su muerte. Tal y como el hombre es alma y cuerpo, Cristo es Dios y hombre. Y sabed que Dios dijo a San Pedro lo siguiente: que le negaría tres veces, antes de que cantase el gallo. En su honor, el gallo canta todas las horas día y noche‑ y nosotros, de igual modo, cantamos prima, tercia y mediodía, y rezamos día y noche a nuestro Creador. Por eso cantan los frailes maitines al alba: entonces fue juzgado Dios, golpeado y atado; y al salir el sol, los clérigos cantan prima, pues entonces resucitó Dios, que nos arrancó de la muerte. Y cantamos tercias, cuando es la hora de tercia: pues entonces fue castigado Dios, y elevado en la cruz. Y a las doce cantan los clérigos la hora de mediodía: entonces se produjo la oscuridad, cuando fue muerto en la cruz; el

 

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sol se ensombreció y no dio luz, debido a la auténtica luz del dolor que entonces sufrió Dios debido a su humanidad, no a su divinidad. Y hallamos todo esto leyendo la Pasión; recordadlo, pues tiene un profundo sentido. Cantamos nonas, porque a esa hora se retiró el espíritu, tembló la tierra y se quebraron rocas de diversas formas. Recordadlo, pues tiene un profundo sentido. Y se cantan vísperas al atardecer, porque entonces su cuerpo auténtico fue encerrado en el sepulcro. Así, quedan cumplidas las vísperas, lo que significa que Dios lo ha cumplido todo, al vencer al demonio; entonces viene silenclum., que llamamos silencio. Comienza el reposo, y callamos entonces, y se mueven los diablos, que siempre actúan de noche; cuando dejamos de rezar, pueden ellos ponerse a deambular: por la noche, los demonios tienen la potestad de obrar, pues son hijos de Nerón*, a los que llamamos negros. Por eso, cuando llega el día huyen de la luz, y nosotros, con la claridad, alabamos al Creador, nos levantamos con el día y recitamos nuestras plegarias. Oíd, gracias al magisterio, lo que significa el carro.

 

El carro designa, en verdad, a cuatro de los hijos de Dios: Marcos, Mateo, sin duda, Lucas y San Juan; y el chirrido significa la muerte del hijo de María que ellos anunciaron al mundo, en virtud de la cual las gentes quedaban redimidas: jesús, por ser hombre, tenía miedo.

 

Y sabed otra actitud del león‑ es de tal índole, que duerme con los ojos abiertos. Sabed que esto representa al Hijo de la Virgen María, mientras velaba en su muerte, cuando destruyó la muerte mediante la muerte; llamó al dernonio la muerte, y dijo que sería su muerte, su destrucción y nuestro descanso. Y en su muerte veló, cuando encadenó al demonio; mediante su muerte, venció a Satanás, nuestro enemigo. Merced a la muerte del Señor, nos ha sido dado el reposo; y así entendemos el sueño del león.

 

Satanás.

 

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Figuradamente, el león tiene también otra propiedad: el día en que ve un hombre por vez primera, se echa a temblar; y podéis comprobarlo mirando esas ilustraciones.

 

El temblor del león muestra razonablemente que Dios se humilló al encarnarse en un hombre, pues tuvo divinidad a la vez que humanidad; así como el hombre es alma y cuerpo, del mismo modo fue Dios y hombre. Y es suficiente a este respecto; escuchad otra cuestión.

 

Sabed que la leona trae al mundo a su cachorro muerto‑ y cuando lo tiene, llega el león, que tantas vueltas da en torno suyo, rugiendo, que al tercer día el cachorro resucita. Y esta propiedad muestra el sentido siguiente.

 

Sabed que la leona representa a la Virgen María, y el leoncillo a Cristo, que murió por los hombres. Durante tres días yació en tierra para conquistar nuestras almas, según su naturaleza humana, y no según la divina; de igual forma obró Jonás, que permaneció dentro del pez. Entendemos por el rugido del león la virtud de Dios; merced a ella, resucitó Cristo, arrancado del infierno. Tal es el significado, que no debéis olvidar; en verdad, esto dice sobre el león la autoridad. Pero no voy a tratar más de este asunto.

 

PT, W 25‑390

 

                          LA PANTERA                   (IN)

 

                                    

(1.6)

 

Dijo el profeta: «Que la casa de Judá sea como el león, y la casa de Efraín como la pantera».

 

El moralista enseña que la pantera es querida por todos los animales, pero odiada por todas las serpientes. Es multicolor como la túnica de José, es noble y está adornada como una reina, según lo que dice la Sagrada Escritura: «La reina estará a tu derecha, envuelta en un vestido de oro y muchos colores». Este animal es pacífico

 

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y muy inteligente; cuando ha saciado su hambre, descansa durante tres días, y al cabo de ese tiempo se levanta.

 

Del mismo modo resucitó Nuestro Señor después de tres días.

 

Cuando despierta la pantera, lanza un rugido con toda la fuerza de sus pulmones, y de su boca sale un aliento perfumado. Los animales próximos, y los alejados, se dirigen hacia el lugar de donde procede el sonido, y del que viene ese suave aroma.

 

Es así como el Señor resucitado hizo percibir un dulce perfume «a los que estaban cerca de Él y a los que estaban leíos», y difundió la paz, así en la tierra como en el cielo. El apóstol dice: La paz, la prudencia, la bondad y la paciencia de Nuestro Señor son ricas en matices, como lo es la pantera, según dice el moralista. Pues las Escrituras no mencionan a los animales sin algún misterio.

 

Phys. armenio, 128, n.O XVIII

 

tiene crías una vez, La razón de esto es evidente, ya que, cuando tres cachorros han echado raíz en el vientre de la madre, y empiezan a crecer con la fuerza del nacimiento, se impacientan por la tardanza. Entonces, desgarran el vientre preñado en el que se encuentran, ya que constituye un obstáculo para el parto. Esto hace derramar, o melor expulsar la camada, en un movimiento acelerado por el dolor. Por eso, cuando en un tiempo posterior se infunde (de nuevo) en dicho vientre la semilla de la generación, ésta no se adhiere a esas zonas dañadas y heridas, no resulta aceptada, y vuelve a salir inútilmente. Plinio dice que los animales de garras afiladas no pueden tener crías con frecuencia, ya que sufren daño en su interior, al moverse los cachorros.

 

Cambridge, 17

 

Existe un animal llamado pantera, de pelaje abigarra

do con colores muy diversos, de extraordinaria belleza, y

que difunde un suave aroma. El Fisiólogo dice de esta

 

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bestia que el dragón la odia muchísimo. Cuando la pantera come, se sacia con diversos alimentos, y después va a acurrucarse en su cubil y se duerme. Tres días más tarde, se despierta, se levanta, y lanza entonces un gran rugido. Cuando los demás animales oyen su voz, se reúnen todos; los que se encuentran lejos, como los que están cerca, son atraídos por el suave perfume que brota de su boca. Pero cuando el dragón oye su voz, tiembla de miedo con todos sus miembros, y va a sepultarse en su madriguera subterránea, pues no puede soportar el olor tan dulce de su boca; ahí permanece, disimulado en su agujero, tan débil como si estuviese muerto. Los demás animales siguen a la pantera, debido al suave perfume de su boca, a cualquier lugar al que se dirija.

 

Del mismo modo, Nuestro Señor, auténtica pantera, atrae a Él por la santa encarnación a la raza humana, a la que el dragón, es decir, el demonio, mantenía en un estado semejante a la muerte. Por eso dijo el profeta David: «Cuando subió a lo alto de los cielos, tomó y llevó consigo las ataduras que nos mantenían cautivos, y distribuyó dones a los hombres». La pantera, que se nutre de alimentos muy variados, representa el hecho de que Nuestro Señor libró de las ataduras del demonio a toda la especie humana, a todas las razas y todos los pueblos, cuando bajó de los cielos y, por su bondad, se hizo nuestro compañero, nos convirtió en sus hijos, y cumplió lo que el profeta había dicho antaño: «Soy semejante a la pantera». La pantera es multicolor, como lo dijo Salomón de Nuestro Señor jesucristo, que es prudencia divina, espíritu de inteligencia, santo, único, múltiple, sutil, móvil, auténtico, puro, verdadero, suave, amigo del bien, conciliador, incapaz de prohibir hacer bien alguno, piadoso, firme, estable, seguro, todopoderoso, atento a todas las cosas, dispuesto a hacerlo todo, y más que cualquiera movido por la prudencia, tal y como aquí se dice: Cristo es 1

 

prudencia de Dios, y da testimonio de ello San Pablo, maestro de verdad, que declara: «Predicamos a jesucristo crucificado».

 

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Igual que la pantera es bella, David dice de Cristo: «Es más hermoso que ninguno de los hijos de los hombres». Igual que la pantera es muy bondadosa, declara Isaías: «RegocíPte y llénate de alegría, hija de Sión y de Jerusalén, predica que viene a ti tu rey, que te salvará». Igual que la pantera come, y que, cuando está saciada, en seguida va a descansar y se duerme, de la misma manera Nuestro Sefior Jesucristo, cuando se hubo saciado de los ultrajes de los judíos, de los tormentos, de las burlas, de la tortura de las espinas, de que le escupieran, de los clavos hundidos en sus manos cuando lo pusieron en la cruz, cuando le dieron a beber hiel y vinagre, y atravesaron su costado con la lanza, Jesucristo, pues, saciado de todos estos dones, se durmió: descansó en el Santo Sepulcro durante tres días y descendió a los infiernos, donde encadenó al dragón, es decir al demonio, que es enemigo de todos nosotros.

 

Así como la pantera despierta al tercer día lanzando un gran rugido, y difunde entonces el suave perfume que brota de su boca, igualmente Jesucristo resucitó al tercer día después de su muerte; inmediatamente, lanzó tal grito, que su sonido se oyó en todos los países; y sus palabras se percibían en todas las regiones que se hallan en la faz de nuestra redonda tierra, cuando dijo: «Regocijaos y no tengáis temor alguno, pues he vencido al mundo».

 

En otro lugar, dice también: «Padre, he cuidado de los que confiaste a mi guarda, y ninguno de ellos ha perecido, de no ser el hijo de perdición». En otro lugar dice también: <,Voy hacia mi padre y padre nuestro, Dios mío y vuestro; y así, vendré a vosotros y no os dejaré huérfanos». Y, al final del Evangelio, añade: «Estaré con vosotros cada día, hasta el fin del mundo». El hecho de que salga de la boca de la pantera un suave perfume que obliga a todos los animales, estén lejos o cerca, a seguirla, significa que nos encontramos todos lejos y cerca a la vez, igual que poseían el instinto de los animales a la vez los judíos, que se encontraban cerca por la religión que observaban, y los gentiles, que se encontraban lejos porque estaban desprovistos de religión. Nosotros todos, que oímos su voz y estamos henchidos de su dulcísimo aroma que nos devuel‑       y ve la vida es decir, de sus mandamientos‑ le seguimos tal y como lo dice el profeta: «Señor, más dulces que la miel son tus palabras en mi boca y en mis oídos». David dice de sus dulzuras, es decir, de sus mandamientos: «La gracia está extendida sobre tus labios; por eso te bendijo Dios eternamente»; y Salomón dice, en El Cantar de los cantares: «El olor de tus ungüentos es más perfumado que el de todos los bálsamos». Los ungüentos de Cristo son bálsamos: son los mandamientos de Dios, que son más perfumados que todas las esencias, pues las palabras de Dios alegran el corazón de quienes lo oyen y le siguen, del mismo modo que, cuando se manifiesta la fragancia de las esencias, colma el olfato de quienes la perciben. «Señor, tu nombre es más dulce que todas las esencias, y por eso nos vemos arrastrados a seguir tus mandamientos, nosotras, doncellas», es decir, las almas renovadas por el bautismo, a fin de que el Rey de Reyes nos lleve a Jerusalén, ciudad de Dios y montaña de todos los santos.

 

                                           PB, versión corta: BianciOttO, 45‑48

 

Llámase pantera un animal que al respirar despide tal perfume que no queda fiera en la región que no corra, cuando se difunde; salvo el dragón, pues no lo permitiera el delicioso olor que le ofende: de tal modo se nutre la pantera. Hombre, de la salvación del alma se entiende: Cristo es la fiera de dulce olor, a la que corren las ánimas santas de que se alimenta con su vivo amor: el dragón es el enemigo traidor que no es capaz de olerlo, y de ello nace su pena y su dolor.

 

Gubbio, 65, n.O XV

 

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La pantera es una bestia muy bella, a manchas negras y blancas, y vive del siguiente modo: de su boca brota tan buen perfume, que cuando ruge, todos los demás animales que hay en los contornos vienen ante ella, por el gran placer que les produce el aroma que mana de su boca, a excepción de la serpiente, que huye cuando la oye rugir. Y cuando los demás animales han llegado ante ella, atrapa a los que más le agradan y se los come; luego, se echa a dormir en algún lugar, y duerme tres días; después, se levanta y vuelve a rugir (y los animales vuelven de inmediato a ella, y coge y devora a los que quiere). Y de esta manera vive y pasa su tiempo.

Esta pantera significa algunos hombres buenos de este mundo, que predican y gritan con fuerza las dulces palabras de Dios, que conducen a las almas a la vida eterna, y así se atraen, por el aroma de las palabras, a todas las criaturas que creen en Dios firmemente; pero, así como la serpiente huye de la pantera, así rehúyen todos los incrédulos el oír la palabra auténtica y perfumada del buen predicador que, cuando ve a los hombres y mujeres buenos que le agradan ‑‑que son su vida y su alimento‑, hace que ganen la vida eterna del paraíso. Pues ellos, con sus palabras y predicación, hacen que se salven las demás gentes, y así ganan ellos sus almas‑ pues la Escritura dice que quien, por su predicación o su buena conversación, consiga salvar almas, habrá ganado su propia alma y la otra,

Y así como la pantera duerme tres días y después vuelve a rugir como lo había hecho al principio, y acuden a ella los animales de los que se alimenta, así obran los buenos predicadores; pues más se demoran en leer y en meditar las Sagradas Escrituras, y en pensar en las profundidades de la divinidad de Dios, que en predicar a las gentes. Y bien se puede decir que duermen en cuanto al cuerpo, cuando están ocupados en semejantes cosas, como resulta con muchos santos. Y os diré de San Bernardo, que fue uno de los predicadores de buen aroma, que, mientras cabalgaba con sus monjes en el curso de un viaje, pasó por

 

 

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una ciudad, y una vez pasado, no se había dado cuenta ‑tan ocupado estaba en sus cosas del cielo‑ y apenas creyó a sus monjes cuando se lo contaron.

 

Y así como la pantera es bella, y mezclada de color blanco y negro, así ocurre con los amigos de Dios, que son hermosos a semejanza de Nuestro Señor, y son mezclados, en cuanto a que tienen muchas veces tentaciones mundanas, como las tiene todo hombre que en este mundo vive. Y así son ellos mejores y más hermosos, si salen bien de sus pruebas: son semejantes al oro que se refina en el horno.

 

Bestiaris I, go‑92 (MS A)

 

Dicen muchos que cassandre es una loba cervera [lince]; otros dicen que es una bestia de Asia, de diversos colores, que despide un aroma muy intenso y agradable, y a la que todas las demás bestias quieren por el olor tan exquisito que exhala. Y cuando se duerme, duerme tres días; y cuando se despierta, desprende tal olor que mata a las serpientes. Y no tiene hijos más que una sola vez en su vida.

 

Bestiaris 11, 117 (MS G)

 

                   EL BUITRE                     (IN)

 

(1.7)

 

Bien dijo Nuestro Señor y Salvador en el Evangelio: «¡Ay de aquellas mujeres que estén embarazadas o que amamanten en estos días!» (Mat 24, 19).

 

El Fisiólogo dice que el buitre mora en lugares elevados y abiertos, y que anida en las rocas o en una grieta de las montañas. Cuando ha concebido, vuela hacia la India en busca de la piedra de parto. Esta piedra tiene el

 

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tamaño aproximado de una nuez. Sacudiéndola, se oye en su interior otra piedra, que se mueve y resuena. Cuando la hembra del buitre recurre a la piedra, se coloca sobre ella y da a luz sin dificultad.

 

Tú también, hombre, cuando te sientas lleno del Espíritu Santo, debes recurrir a la poderosa piedra angular que ayuda al parto, rechazada otrora por los arquitectos, y colocarte sobre ella. En verdad, esta piedra, que es Nuestro Señor Jesucristo, hecho sin intervención humana y nacido de una virgen, ayuda al nacimiento del Espíritu Santo. Y, así como esa piedra tiene otra piedra en su interior, del mismo modo tiene el cuerpo de Nuestro Señor a Dios dentro de él.

 

[Mustoxydes]. El buitre hembra, cuando se aproxima el momento de dar a luz, permanece en el nido suspirando. Y, si no puede parir inmediatamente, entonces el buitre macho vuela le)os, hacia Oriente. Allá existe una profunda hendidura en las rocas; el buitre se deja caer desde las alturas al interior de la grieta, coge la piedra de parto y regresa a su nido llevándola consigo; entonces la hembra da a luz de inmediato, y el macho restituye la piedra a su sitio.

 

Y tú, hombre racional, cuando has caído en el pecado, haz penitencia para que puedas sanar de tus impuros desórdenes. Has de temer el día del castigo, si no quieres perder tu alma.

 

[Pitral. El Fisiólogo relata también que el buitre es más voraz que todas las demás aves. Ayuna durante cuarenta días, y después, cuando encuentra alimento, come cuarenta medidas, y así se prepara de nuevo para el ayuno de cuarenta días.

 

Y tú, hombre prudente, ayunas cuarenta días, escogiendo la época de la Resurrección de Nuestro Señor. ¿No serás capaz de renunciar a la embriaguez, para no destruir aquel ayuno de cuarenta días?

 

[Mustoxydes]. Cuando el buitre necesita alimento, lo busca de la siguiente manera. Se posa en la cima de una eña, mirando a su alrededor en busca de comida. Y,

 

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siempre que se encuentre una bestia caída a proximidad, la garra derecha del buitre cambia de color, y sabe de inmediato que hay una carrofia cerca; se eleva a gran altura en el aire, y por eso se le llama Gyps, porque vuela de la tierra a los cielos. Y cuando ha ascendido a una altura considerable, brota de pronto de su ojo un rayo, como el de una estrella, que le muestra el camino hacia el alimento. Y, cuando la señal le abandona, se arroja desde la altura a la tierra, y halla su alimento.

 

Y tú, hombre prudente, no te eleves para caer‑ a las profundidades en busca de tu alimento.

 

Phys. griego: CarliU, 2io‑2i2

 

Se cree que el buitre recibió su nombre debido a su vuelo lento (a volatu tardo).

 

De hecho, no vuela con rapidez, debido al tamaño de su cuerpo.

 

Los buitres, como las águilas, divisan los cadáveres incluso cuando se encuentran más allá de los mares. Ven desde la altura, durante sus vuelos, muchas cosas que nos ocultan las montañas que se encuentran en medio.

 

Se dice que los buitres no copulan, y que no se unen conyugalmente‑ por medio de la relación nupcial. Las hembras conciben sin ayuda alguna de los machos, y engendran sin cópula. Las crías nacidas así viven hasta edad muy avanzada; el curso de su vida se prolonga incluso hasta los cien años, y el término del breve plazo de la vida no les  afecta fácilmente.

 

¿Qué dirían esas gentes habituadas a reírse de los Misterios, al oír que un buitre virgen ha tenido descendencia, esas gentes que creen que la concepción es imposible para una mujer soltera cuya decencia le haya evitado el conocer varón? ¡Deben suponer, de hecho, que la Madre de Dios es incapaz de hacer lo que hacen los buitres!

 

El ave puede concebir sin macho, y nadie lo pone en duda. En cambio, cuando la Virgen María, ya prometida, lo hace así, ¡hay gentes que cuestionan su pureza!

 

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Los buitres están acostumbrados a predecir la muerte de los hombres, en virtud de ciertos signos. Los augures son advertidos por tales signos, siempre que dos líneas de batalla se enfrentan en lamentable guerra; pues las aves siguen en una larga columna, y muestran por la longitud de esta columna cuántos soldados van a morir en combate. Muestran, de hecho, cuántos hombres están destinados a convertirse en botín de los propios buitres.

 

Cambridge, io8‑iio

 

La propiedad del buitre es que, cuando un ejército se desplaza, él va en la misma dirección, porque espera encontrar algunos cadáveres para comérselos. Por eso, por el buitre se entiende el diablo, que siempre sabe qué hombres van a cometer maldades y pecados

 

La otra propiedad del buitre es que tiene tan buen olfato, que huele la carroña a mucha distancia, aunque se encuentre a doscientas o trescientas millas de distancia de la carrofia; y tal buitre representa al diablo. Pues, igual que el bultre huele la carroña a distancia, del mismo modo el diablo, que está en el infierno, huele prestamente la carro~ia, es decir, los hombres muertos y corrompidos por el pecado mortal. Pues, así como el hombre se hace templo de Dios por sus buenas obras, del mismo modo lo es del diablo por sus malas acciones...

 

Valdensel 4021‑403, n.O 15

 

Este buitre tiene tan excelente olfato, que es cosa demostrada que huele la carroña a doscientas o trescientas millas de distancia; y sigue de buen grado a los ejércitos, pues sabe que ahí no le puede faltar el alimento.

 

Este buitre, que tiene tan buen olfato y sigue gustosamente a las tropas, podemos compararlo a todos aquellos que van gustosos allá donde sienten que habla un hombre

 

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1

 

[prudente], o donde se muestra la auténtica sabiduría. Pues la verdadera sabiduría es aquello que nutre el alma y el cuerpo del hombre; pues por eso asiste con ganas el hombre bueno y prudente a la predicación, comparable al ejército, en que su buen cerebro siente el olor de otro buen cerebro, puesto que el buen sentido del hombre reside en el cerebro.

 

Y dice la Escritura que toda cosa requiere su semejan­

te; por lo que es de razón que aquel que tiene buen sentido

vaya buscando con ganas allá donde se maneje y allá

donde esté el buen sentido. Y habéis de saber, en verdad,

que del buen sentido le llega al hombre un fuerte aroma; y

está escrito que ciertos reyes llegaban de tierras muy

lejanas por hallar el sentido y la prudencia de Salomón. Y

no se entienden por sabios sino aquellos que hacen la

voluntad de Dios, y no aquellos que saben o son duchos en

las maldades del mundo. Y para aprender o tener juicio va

el hombre al paraíso, estudiando en París, en Bolonia y en

otros estudios.

         Bestiaris II, 118‑u9

 

                                                   SIMIOS                                          (IN)

 

(1.8)

 

... cuando el onagro relincha doce veces, el rey y la corte reconocen que es el equinoccio. Del mismo modo sucede con el simio, que cuando orina siete veces de noche, es el equinoccio. ( ... )

 

También el simio es una imagen del demonio, pues de hecho tiene un principio, pero no tiene final, esto es, no tiene rabo, de la misma manera que el demonio, a comienzo, era uno de los arcángeles, pero no se ha

 

encontrado su fin.Phys. griego: Zambon, 81‑82, n.o 45

 

 


Este animal es muy travieso y aficionado a la imitación. Todo lo que ve hacer a los hombres, lo repite inmediatamente. Así, el que desea capturar un mono toma una clase de liga llamada liga para aves, y finge untarse los ojos con ella; luego, se marcha del lugar, dejando en él la liga. Cuando el cazador se ha alejado del sitio en que dejó la liga y se ha ocultado en un lugar concreto, el simio sale de su madriguera, y se unta los ojos, como lo vio hacer al cazador; así queda ciego, y no sabe dónde se encuentra. En cuanto ve el cazador que el mono se ha frotado los ojos con la liga y ha perdido la visión, acude corriendo con una cuerda que tenía preparada, la ata al cuello del simio, y sujeta el extremo de la cuerda a un árbol. El mono camina arriba y abajo, y se amansa a la fuerza.

 

De este modo nos atrapa el demonio, el gran cazador. Viene al mundo y trae con él la liga del pecado, pues el pecado es como la liga para las aves. Y muestra al hombre cómo cegar sus ojos y oscurecer su mente, y prepara un gran lazo de cuerda, pues el pecado es insaciable, y el hombre cae en él, en alma y cuerpo. Y cuando el diablo ve que el hombre le sigue, lo sujeta firmemente con el lazo, diciendo: «Ahora no hay salvación para ti; te has arrojado a tierra; no eres digno de entrar en la Iglesia, pues tus pecados son incontables. ¿Cómo no eres capaz de librarte de ellos? Si no te has arrepentido este afio, sin duda en el futuro seguirás aplazando tu arrepentimiento ». Y hoy o mañana llega la Muerte, ese ladrón, y se lleva al impenitente. Por eso dice el profeta: <qAy de aquellos que cometan pecado!». Os lo advierto, no escuchéis al Maligno, si no queréis que os derrote con su astucia. Así que, cada vez que pequemos, hemos de arrepentirnos y precipitarnos hacia Dios, exclamando con San Pablo: «¿No volverá a levantarse el que ha caído?». Siempre que caigas, levántate de nuevo, e inmediatamente verás con toda claridad el amor de Dios y Su misericordia, concedidos a nosotros los penitentes. Bien habló Physiologus del mono.

 

Phys. griego: Carlill, 185‑186; Peters, 15‑16

 

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Se les llama simios (simia) en lengua latina, porque la gente advierte en ellos gran similitud con la razón huma­na. Estas criaturas, conocedoras de los misterios de los elementos, se alegran en tiempo de luna nueva, entriste­ciéndose cuando hay media luna o plenilunio. La natura­leza del mono es tal, que cuando da nacimiento a gemelos, quiere muchísimo a uno de ellos, pero desprecia al otro. Por ello, si en alguna ocasión la mona es perseguida por un cazador, aferra al que más quiere contra su pecho, sujetándolo con los brazos, y lleva al que detesta colgado a la espalda, rodeándole el cuello con los brazos. Y precisa­mente por este motivo, cuando está agotada de correr sobre los cuartos traseros, la mona ha de desembarazarse del que ama, y llevar a cuestas al que detesta, quiera o no.

Los monos no tienen cola (cauda). El diablo se parece a estos animales, pues tiene cabeza, pero no Escritura (caudex).

Aun admitiendo que el mono, en conjunto, es poco agraciado, su trasero es realmente feo y horrible en exceso. Del mismo modo, el Diablo tenía un buen fundamento mientras se hallaba entre los ángeles del cielo, pero era hipócrita y taimado en su interior, por lo que perdió su cola (cauda‑caudex), como signo de que todo él perecería al final. Como dice el apóstol: «A quien Nuestro Señor Jesucristo aniquilará con el aliento de su boca». ( ... )

 

Cambridge, 34‑35

 

La nueva amistad puede compararse al hombre desnudo, y el amor afianzado al hombre vestido. Pues, del mismo modo que el hombre nace desnudo, y se viste cuando ha crecido, igualmente está desnudo de amor y desvestido del todo cuando acaba de trabar conocimiento, de forma tal que se atreve a revelar lo más hondo que su corazón contiene. Pero después, una vez que ama, está hasta tal punto embarazado que no sabe cómo salir de apuros, y se cubre de disimulo, de forma que no se atreve

 

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a revelar cosa alguna de lo que piensa, sino que teme, al contrarío, que puedan censurarle; y cae en la trampa de la misma manera que el mono calzado. Pues está en la naturaleza del simio el querer imitar‑todo lo que ve hacer. De modo que los cazadores taimados, que quieren apode­rarse de él mediante la astucia, buscan un lugar en que el mono pueda verles. Empiezan entonces a calzarse ante él, y después se marchan, dejando un par de zapatos de la talla del mono, y van a ocultarse a algún sitio. Entonces llega el mono, y quiere actuar como lo ha visto hacer: toma los zapatos, y para su desgracia, se los pone. Pero antes de que pueda quitárselos, surge el cazador y se lanza sobre él. Y el mono calzado no puede huir, ni trepar a un árbol, y resulta capturado.

Este ejemplo demuestra que debe compararse al hombre desnudo con el que no está enamorado, y al vestido con el que lo está. Pues, igual que el simio está libre mientras va descalzo, y no puede ser atrapado antes de que se haya calzado, del mismo modo el hombre no es antes de enamorarse.

 

RFI 18‑2o

 

De lo que se desprende que todo hombre tiene dos hijos, a saber el alma y el cuerpo, y hace más por el cuerpo que por el alma. Y muchos son los que rara vez dan alimento a su alma. Pues aman al cuerpo más que al alma. Y después, si vienen los cazadores y los perros, es decir, los diablos, el hombre no puede escapar de ellos, si no abandona al hijo que amaba muchísimo, es decir, al cuerpo, y deja todo el amor terrenal, huyendo así y llevándose el hijo al que no quería dar alimento alguno. Por eso, los ojos de muchos están cegados, porque ofrecen y preparan con más gusto manjares al cuerpo que al alma

 


                                                                CIERVOS                                                      (IN)

 

                                                                         

(1.9)

 

«Como el ciervo anhela las fuentes», dice el divino David, «así mi alma Te anhela».

 

El Fisiólogo dice que el ciervo es muy sediento, y la razón de esta sed, es que come serpientes. Pues la serpiente es un enemigo del ciervo. Cuando la serpiente se dirige a su orificio en la tierra, el ciervo busca el manantial y bebe una gran cantidad de agua; se llena la boca, la vomita en el orificio, hace salir a la serpiente y la mata. De modo seme)ante, la gran serpiente que es el Demonio será expulsada por las aguas de la sabiduría divina, Así, también fue capaz el Señor de destruir a la gran serpiente, es decir, al Diablo, merced al agua celestial, o sea, la sabiduría divina. Ni la serpiente puede acercarse al ciervo, ni el demonio a la palabra excelente del Señor. También tú, hombre, llénate la garganta con las palabras del Señor, que te dicen que no has de robar, ni asesinar, ni cometer adulterio. Y si descubres alguna maldad en ti mismo, vomítala, y destruirás al más perverso de los reptiles, al Diablo. Cuando el Señor soportó que el agua y la sangre brotaran de su costado, destruyó el poder que tenía el dragón sobre nosotros, gracias al baño del segundo nacimiento; así nos libró de toda influencia demoníaca.

 

De otro modo, el ciervo se parece a los cremitas del desierto, que viven una existencia virtuosa, dolorosamente difícil, y que, cuando tienen sed, corren al manantial de salvación llevando su arrepentimiento, y a través de la virtud de sus lágrimas apagan los relucientes dardos del Maligno, y pisotean y destruyen al gran dragón, el Demonio.

 

[Pitra]. Otro atributo tiene el ciervo, y es que parece a la gacela salvaje; tiene cuernos con tres ramas después de cada tercera renovación. El ciervo vive cincuenta años, y al final de ese período corre a gran velocidad por los valles boscosos y los barrancos de las montanas

 

4z

 

 

 

 

 

 

 


localiza por su olor las madrigueras de las serpientes, y de inmediato acerca sus narices a la entrada de aquéllas, conteniendo el aliento. Entonces, la serpiente se precipita fuera y va a parar a la boca del ciervo, que se la traga; por ello se le llama élafos, porque sacó a la serpiente de las profundidades. Luego, corre con la serpiente hacia el arroyo; si no bebe agua antes de tres horas, morirá; pero sí encuentra agua, vivirá otros cincuenta años. Por eso dijo David: «Así como el ciervo desea el fresco manantial, así te desea mi alma, ob. Dios».

 

Y también tú, hombre piadoso, dispones en ti mismo de tres renovaciones que son el bautismo de la inmortalidad, la merced de la adopción como hijo, y la penitencia.

 

Y cuando atrapes a la serpiente que ha penetrado en tu pecho, es decir, el pecado, corre en seguida con ella al arroyo de la Escritura y de la profecía. Iluminado por éstas, bebe el agua de vida, o sea el don divino, y renuévate a ti mismo con el arrepentimiento: tus pecados quedarán destruídos.

 

En verdad, bien se ha expresado el Fisiólogo en lo concerniente al ciervo.

 

PhYs. griegO: Carfill, 197‑198; Peters, 31‑33

 

Se llama cervus al ciervo por su hábito de aspirar los Cerastes‑‑‑queson serpientes cornudas‑, o también porque tienen cuernos, ya que los cuernos se llaman cerata en griego.

 

Estos animales son enemigos de las serpientes. Cuando se sienten abrumados por la enfermedad, sorben a las serpientes, sacándolas de sus madrigueras con una aspiración de sus narices; una vez superado el peligro del vene no, los ciervos recuperan la salud comiéndose a las serpientes.

 

La planta llamada díctamo les ofrece el mismo tipo de alimento medicinal, pues cuando han comido de ella pueden desprenderse de cualquier flecha que lleven clavada.

 

43

 

 

 

 


Los ciervos escuchan admirados la música de las flautas rústicas. Con las orejas enhiestas, oyen con toda agudeza; con las orejas gachas, no oyen. Estos animales tienen también la siguiente peculiaridad: cuando cambian de territorio por apetencia de nuevos pastos, y van triscando hacia allá, si por ventura deben cruzar grandes ríos o mares, cada uno apoya la cabeza en los cuartos traseros del que le precede, y como el que va detrás hace otro tanto, no sufren la molestia del peso. Y cuando han colocado la cabeza en dicha parte, se apresuran a cruzar a la mayor velocidad posible, por miedo a resultar ensuciados.

 

Los ciervos tienen otra característica, también: y es que, después de haber comido serpientes, cambian de piel y así rejuvenecen.

 

Estos rasgos parecen corresponder a gente devota de la Santa Iglesia, mediante un simbolismo congruo y adecuado. Pues, cuando los cristianos dejan su territorio, es decir, este mundo, por amor de los pastos del cielo, se apoyan uno en otro, o sea, que los más perfectos aguantan y soportan el peso de los que lo son menos, mediante su ejemplo y sus buenas obras. Y si se enfrentan a alguna ocasión de pecado, se apresuran a cruzar inmediatamente de largo. También, después de absorber al demonioserpiente, o sea, después de la penetración del pecado, corren a confesarse ante Nuestro Sefior jesucristo, que es el manantial verdadero, y, bebiendo de los preceptos que promulgó, nuestros cristianos se ven renovados, al haberse librado de la vejez, que es el pecado.

 

Cuando la estación apropiada pone al ciervo en celo, los machos de la especie braman con la furia del deseo. Aunque las hembras puedan estar previamente prefiadas no conciben hasta el tiempo de la estrella Arcturuis. NÍ dan a luz en cualquier parte, sino que ocultan a los cervatos con tierna solicitud, y, tras de meterlos en alguna zona de espesos arbustos o matorrales, les advierten con un pisotón de que permanezcan escondidos.

 

Cambridge, 37‑39

 

44

 

 

 

 

 

 


David, que escribió el salterio, dice en el centésimo salmo: «El ciervo desea la fuente». Le gusta mucho el agua clara y sana; pero el dragón es de tal índole, que mata las crías del ciervo cuando puede penetrar en su madriguera. Cuando el ciervo logra encontrarlo, le hace salir con su aliento, que el dragón no puede soportar. El ciervo lo destroza y lo engulle; lo hiere y lo mata pateándolo. Para evitar envenenarse, el ciervo va en busca de agua clara y pura; va a vomitar en la fuente, ya que no puede soportar el veneno. A causa de la ponzoña y de la hinchazón, se le caen inmediatamente los cuernos, muda de uñas y de piel, le sudan todos los miembros. Después de bañarse, está curado; todo su cuerpo rejuvenece. El ciervo representa al hombre que hace penitencia. Cuando el hombre se siente en pecado y presa del diablo, debe quitárselo de encima mediante el ayuno y la vigilia. Debe acudir a la Santa Iglesia y arrancar su pecado; ha de mortificarse y sufrir, abandonar el orgullo de su carne, dar limosnas, rezar, ayunar y afligirse.

 

G, vv‑ '053‑io86

 

                                      EL LAGARTO                                IN

 

                                                           

(1.I0)

 

Existe un lagarto llamado solar, como dice el Fisiólogo. Cuando envejece, se le nublan los ojos y queda ciego, así que no ve la luz del sol. ¿Qué hace entonces, en virtud de su excelente naturaleza? Busca un muro orientado hacia Levante, y se introduce en una grieta del muro: y cuándo sale el sol, se le abren los ojos y vuelven a quedar sanos.

 

De la misma manera, tú, oh hombre, si llevas el vestido del hombre viejo, y los ojos de tu corazón están nublados, busca el sol naciente de la justicia, Cristo Dios

 

45

 

 

 

 


nuestro, cuyo nombre es Oriente en el libro del profeta (Zac. 6,iz), y Él abrirá los ojos de tu corazón.

 

Phys. griego: Zambon, 40‑41, n.O 2; Lauchert, 231‑2‑32;

 

Carlill, 232‑233; Peters, 77‑'78

 

         Hay tres variedades de lagartos: una grande, otra

pequeña y otra que se calienta en verano y que causa

graves mordeduras a los hombres. Pero cuando el lagarto

pequeño envejece, entra por un orificio estrecho de un

muro que dé al sol, y se despoja del vaho de sus ojos y de

toda su vejez.                                                                                                                                                  

 

Brunetto, 135 (1:144)

 

M.,

 

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EL BESTIARIO ACUÁTICO

 

                                               LA BALLENA                               (IR AL ÍNDICE)

 

                                                                                  

 

SALOMON advierte en el Libro de los Proverbios: «Miel destilan los labios de la mujer extraña / y es su boca más suave que el aceite. Pero su fin es más amargo que el ajenjo, / punzante como espada de dos filos. Van sus pies derechos a la muerte, / llevan sus pasos al sepulcro. No va por el camino de la vida, / va errando por el camino sin saber adónde. óyeme, pues, hijo mío, / y no te apartes de las razones de mi boca. Tente siempre lejos de su camino / y no te acerques a la puerta de su casa ( ... )» (Prov. 53,1, trad. Nácar).

 

Hay un gran monstruo en el mar, llamado aspidochelone. Tiene dos atributos, y el primero es el siguiente: cuando tiene hambre, abre las mandíbulas de par en par, y de ellas sale un aroma dulcísimo. Y todos los pececillos se arremolinan en bandadas y bancos en torno a la boca de la ballena, que los engulle; pero los peces grandes y adultos se mantienen alejados de ella.

 

Así tientan el Demonio y los herejes, con sus palabras agradables y la seducción de su aroma, a los simples que carecen de juicio. Pero los que gozan de buen y sólido entendimiento no se dejan atrapar. Job fue un pez adulto, como lo fueron Moisés, jeremías, Isaías y todo el coro de profetas. Igualmente tuvo fuerzas Judit para escapar a

 

 


Holofernes, Ester a Artajerjes, Susana a los ancianos y Tecla a Tarn*ris.

 

El otro atributo de la ballena reza así: el monstruo es enorme, como una isla. Los navegantes, en su ignorancia, fondean junto a él su embarcación, como en la orilla de una isla. Encienden fuego encima para preparar su comida; cuando el monstruo siente el calor, se hunde en las profundidades del mar y arrastra consigo la nave y a todos los marinos.

 

Y tú, ¡oh, hombre!, si te aferras a las vacías esperanzas del Demonio, te hundirás con él en el fuego del infierno.

 

Bien habló el Fisiólogo sobre la ballena.

 

Phys, griego: Carlill, 205‑206; Zambon, 56‑57; Peters, 41‑42;

                                             Lauchert, 249‑251

 

El moralista ensena que existe en el mar un ser llamado tortuga‑escudo (aspidochelone), semejante al dragón o a la ballena. Vive en los lugares arenosos, se parece a una isla y sus gritos son desagradables. [Sigue el motivo de la ballena‑isla, y a continuación el del enguilimiento e los pececillos.] Estos pececillos son los incrédulos; pues este terrible dragón no engulle ningún pez grande y perfecto, por la razón de que sólo son perfectos aquellos cuyos pensamientos no son enganosos para los demás, como dice San Pablo. Y en otro pasaje, dice: «El camino que ha seguido no es bueno». ¿Cuáles son, pues, los peces perfectos? Mo'sés, Isaías, jeremías, Ezequiel, Daniel y todos los que evitan al terrible dragón, como José evitó a, la mujer, Susana a los viejos, Tecla a Tamiris y Job a sus enemigos.

 

Phys. armenio, 129, n.O Xix

 

Cetus es una bestia enorme, que siempre vive en el mar; toma la arena del mar y la extiende sobre la espalda,

 


Luego, se yergue sobre el mar y queda inmóvil. El navegante la ve, y cree que es una isla; allá va a atracar, y a preparar su comida. La ballena nota el fuego, la nave y las gentes, y se zambulle; si puede, los ahogará. El cetus es el demonio, la mar es este mundo y las arenas son las riquezas terrenas; el alma es el marinero, y el cuerpo, la nave que debe cuidar; y el fuego es el amor con el que el hombre, como dueño, ama su oro y su plata. Cuando el demonio se da cuenta de esto y más seguro se siente [el hombre], entonces lo ahoga.

 

PT, vv. 1915‑1940

 

Existe un monstruo en el océano, llamado aspidodelone en griego. Por otra parte, lo llaman aspidotortuga en latín. También se le denomina ballena (cetus) por lo espantoso de su cuerpo, y porque fue este animal el que engulló (excepit) a Jonás, y su vientre era tan grande, que las gentes pensaban que se trataba del infierno. El propio Jonás dijo: «Él me oyó desde el vientre del infierno»

 

Las ballenas son animales de prodigioso tamano, y recíben su nombre por el hecho de que soplan o escupen el agua. La arrojan a mayor altura que otras bestias del mar. En griego, ballein significa «arrojar». El macho de la ballena es el musculus [pez piloto], pues la ballena hembra no puede concebir mediante el coito.

 

Cambridge, 197‑199

 

Queremos contaros ahora sobre una gran maravilla que hay en el mar. Allí, los peces son tan variados como los gusanos en la tierra y las aves arriba, en los aires: unos son blancos, otros manchados, otros negros y otros pardos, Os aseguro que los peces son igualmente variados en el mar; pero, ciertamente, no pueden conocerse sus

 

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propiedades igual que las de los animales terrestres. En la mar, que es grande y monótona, hay esturiones, ballenas, rodaballos, marsopas, y un gran pez llamado cachalote, Pero existe también un monstruo asombroso, muy dañino y temible: lo llaman cetus en latín. Es mala compañía para los marinos. La parte superior de su espalda parece de arena. Cuando se alza en el mar, los que suelen navegar por la zona se figuran que se trata de una isla, pero su esperanza se ve engañada. Vienen a refugiarse junto a él debido a su tamaño y a la tormenta que los persigue; creen hallarse en lugar seguro. Echan sus anclas y su pasarela, encienden fuego y preparan la comida; para sujetar bien la nave, hunden grandes estacas en la arena, que les parece tierra firme. Y encienden fuego, os lo aseguro. Cuando el monstruo nota el calor del fuego que arde sobre su lomo, se zambulle con gran rapidez hasta lo más profundo, y hace que la nave se hunda con él, y perezcan todos los hombres.

 

Precisamente así son engañados los pobres y tristes incrédulos que tienen confianza en el demonio y se detienen y demoran en las acciones que el pecado exige, por lo que se aflige el alma desdichada. Cuando menos lo esperan, llega el Maligno, que ojalá arda en el infierno. Cuando los siente bien agarrados a él, se sumerge con ellos, derecho hacia lo más hondo del averno: quienes van allá, están perdidos.

 

Este pez, cuando siente hambre, abre la boca de par en par, y de ella sale un olor que resulta muy placentero. De inmediato acuden todos los pececillos, que se precipitan juntos, en multitud, dentro de sus fauces, atraídos por el aroma, que les parece agradable; el cetus cierra la mandíbulas. Cuando siente sus fauces bien llenas, se los traga a todos de un solo impulso hasta su panza, que es tan ancha como lo sería un valle.

 

Lo mismo hace el demonio: abre las fauces desmesuradamente hacia las gentes de poca fe, hasta que las ha: atraído; pues los que tienen poca fe y son de convicciones débiles resultan muy fáciles de pescar para el que sabe

 

50

 

 

 

 


ponerles cebo. Les prepara una carnaza que al principio despide un delicioso aroma, como el deleite carnal ‑tener en el lecho a una mujer hermosa‑, beber bien, comer bien o codiciar riquezas; este cebo huele muy bien al principio, pero después acaba en amargura. Cuando los ha cebado así, hasta que los siente bien aferrados, abre mucho la boca y se los traga sin saciarse, de puro glotón. Pero los peces grandes lo evitan muy bien, y en nada puede dafiarles. ¿Sabéis quiénes son esos peces grandes? Los justos, cuya fe es sólida, que se mantienen firmes y estables )unto a Dios, el Padre espiritual. El demonio no derrotará a los que se acuerdan de Dios; pero los desdichados, los incrédulos, que dudan de su fe en Dios y son escasos de esperanza, corren tras los placeres, y el diablo, engañándolos, abre las fauces y los engulle.

 

GC, VV. 2239‑2340

 

         Enumeraré ahora treinta y siete especies de peces que

son bien conocidos. ( ... ) Quinto, Bil [¿spermacetus?]; su

longitud es de cuatrocientos y quinientos codos, y es un

pez muy peligroso que vive en el Mar Etiópico. Pero Dios

todopoderoso ha creado un pececillo de un codo de largo,

que es capaz de vencerlo; éste aferra su carne con los

dientes, y no la suelta hasta que m 1 uere el bal. De esta

especie, también, es un pez de unos cincuenta codos de

largo que come ámbar gris y muere de ello, quedando

varado en la playa; pero el ámbar gris que sacan de su

vientre ha perdido el perfume, y es inferior al ámbar gris

de las arenas.

 

Nuzhat, 54

 

La propiedad y naturaleza de la ballena es que q e SOWie‑ Ch

 

                                                                              u                                                                                                 a

crecen arbustos y hierbas; así, los marinos, que tienen gran deseo de descansar en tierra, creen haber encontrado un monte de tierra y de piedras. Y así descansan sobre ella, y encienden fuego. Y cuando siente el calor del fuego, se sumerge a lo más profundo del mar, y perecen todos los marinos. La ballena significa este mundo: todos los que creen haber hallado reposo en este mundo, se ven engañados en sus locos deseos; pues todas las cosas mundanas son efímeras.

 

Valdense, 415, n.o 44

 

                                                   EL PELICANO                                               IN

 

                                                                            

 

El santo profeta David canta: «Y he venido a ser como pelícano del desierto» (Salmo 107‑, 7, trad. Nácar),

 

El Fisiólogo dice que el pelícano quiere mucho a sus hijos. Cuando nacen los polluelos, en cuanto están algo crecidos, golpean a sus padres en el rostro. Éstos les golpean a su vez, matándolos. Pero los padres empiezan entonces a afligirse por sus hijos, y después de haberse lamentado durante tres días sobre los polluelos que han matado, la madre, al final del tercer día, se abre el costado y deja caer su sangre sobre los cuerpos muertos de los pequeños, y los despierta a la vida.

 

Así dijo también Nuestro Señor, por boca de Isaías: «Yo he criado hijos y los he engrandecido, / y ellos se han rebelado contra mí» (Is i,z, trad. Nácar). Dios nos creó, y nos hemos enfrentado a Él. Nosotros, las criaturas, nos hemos puesto en contra del Creador. Sin embargo, cuando Él subió a lo alto de la cruz abrió Su costado y derramó sangre y agua para nuestra redención y nuestra vida eterna; la sangre, porque está escrito: «Tomando un cáliz y dando gracias, se lo dio, diciendo ... » (Mateo, z6‑z7, trad, Nácar), y el agua, por el bautismo de la penitencia.

 

52


F

 

Y el Físiólogo narra también sobre el pelicano y la

serpiente, que ésta es muy malvada para con los polluelos

de aquél, Pero el pelicano idea lo siguiente: instala su nido

en un sitio elevado, y construye una valla rodeándolo,

para la serpiente. Y, ¿qué hace el perverso reptil? Mira a

su alrededor, observando de dónde viene el viento, y desde

allí, soplando su veneno hacia el nido, mata a los

polluelos. Cuando llega el pelícano y ve que están muertas

sus crías, mira hacia una nube y vuela hasta ella; golpeán­

dose el costado con las alas hasta que mana la sangre, deja

que caigan las gotas, atravesando la nube, sobre los

polluelos, que resucitan.

El pelicano es el Señor, y los polluelos son Adán y

Eva, así como su estirpe. La serpiente es el Maligno; y el

nido es el paraíso. Cuando sopla el Maligno, es decir, la

serpiente, mueren debido al pecado; pero el Señor es

alzado a la preciosa Cruz debido a su amor por nosotros,

y, una vez atravesado su costado, nos envía a través de la

nube del Espíritu Santo el don de la vida eterna.

Pbys. griego: Carlill, 229‑230; Peters, 74‑75; Zambon, 43, n." 4

Pelícano es el nombre del ave que vamos a describir:

en realidad, es una grulla que vive en Egipto. Hay dos

especies, que rnoran junto al Nilo; una vive en el agua, y

se alimenta de peces; otra en las islas, comiendo lagartos,

cocodrilos, serpientes y bestias infectas, seres muy repug­

nantes. El pelícano se llama en griego honocrotalia, y en

lengua latina longum rostrum, que significa en francés                                                                J

,(pico largo», y su naturaleza es como sigue. Cuando se 11

acerca a sus polluelos, que son grandes y hermosos, y

quiere acariciarlos y cubrirlos con sus alas, las avecillas,                                                          í

que son crueles, empiezan a picarle, pues quieren devorar­

lo y sacarle ambos ojos. El padre, enfurecido al sentir las

leridas, les pica y golpea, matándolos con violencia,

45ndolos tendidos sin vida. Regresa al tercer día y, para

su dolor, los encuentra muertos. Tanto sufre al ver a sus

 

 

53

 

 


polluelos sin vida, que se hiere el cuerpo con el pico hasta que brota la sangre. Ésta va goteando y cayendo sobre los pajarillos; tal poder tiene, que recuperan la vida. Y lo mostramos con las pinturas aquí incluidas. Este pájaro significa el Hijo de Santa María; nosotros somos sus polluelos que, en figura de hombres, somos resucitados y rescatados de la muerte por la sangre preciosa que Dios derramó por nosotros, como lo son los pajarillos, que llevan tres días muertos. Y oíd del magisterio lo que esto significa: por qué los polluelos picotean el ojo de su padre, y el padre, enfurecido, los mata de semejante manera. Quien niega la verdad, quiere sacar el ojo a Dios, y Dios tomará venganza de estas gentes. Recordadlo, pues éste es el significado.

 

PT, vv. 2323‑2388

 

Del mismo modo, Nuestro Señor jesucristo, que es el creador y el hacedor de todas las cosas que existen, nos engendra y nos llama al ser, sacándonos de la nada. Nosotros, por el contrario, le golpeamos en el rostro. ( ... ) Le hemos golpeado en la cara, dedicándonos a lo creado más que al Creador.

 

Por eso subió a lo alto de la Cruz y, habiendo sido atravesado su costado, manó de él sangre y agua para nuestra salvación y vida eterna.

 

Cambridge, 133

 

Dios es semejante al pelícano, que hace su nido en la copa del árbol más alto; y el pájaro malvado, que viene de abajo, mata a sus polluelos por pura maldad. Llega el padre, compungido y angustiado, y se mata con el pico; pero, con su sangre doliente, hace revivir de inmediato a sus hijos. Igualmente hizo Dios, cuando se produjo su

 

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Pasión: con su dulce sangre, rescató a sus hijos del Diablo, que era muy poderoso.

 

Thibaut, 194‑195, Vv‑ í‑io de la canción LVI

 

El Saqqú [pelícano] es muy conocido. Se parece a la cigüeña, y por debajo del buche tiene un receptáculo, que llena de agua; se instala a descansar en una zona desierta, y abre el pico para que [otros] pájaros puedan beber agua de su boca, y entonces, repentinamente, hace presa en uno de ellos.

 

Nuzbat, 75

 

La serpiente odia instintivamente a este pájaro, y por ello, mientras la madre sale del nido en busca de alimento, el reptil trepa al árbol y muerde y envenena a los polluelos. Y cuando regresa la madre, se dice que llora durante tres días a las avecillas. Luego, dice [Jacques de Vitry], se hiere en el pecho, derrama su sangre sobre ellos los devuelve de la muerte a la vida.,

 

1. de Vitry, citado en Trevisa 1, 637 (XII:30)

 

Ha de saberse que todo hombre tiene hijos, es decir, el cuerpo y el alma, a los que mata con el pecado mortal e inicuo; pero, así como el pelícano da vida a sus hijos con su sangre, del mismo modo el hombre puede dar vida a su alma y cuerpo, asumiendo y sufriendo la penitencia por sus pecados, y mortificando su carne. Por eso, habiéndonos redimido Dios con su preciosa sangre, debemos estar solícitos y atentos para redimir nuestra alma sujeta por las cadenas de los pecados, tal como está escrito: «El Señor envió la redención a su pueblo; mandó para siempre...», etc,

 

Libellus, 2o8, n.O III

 

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El pelícano es un ave de esta naturaleza: cuando va a algún lugar, la serpiente se acerca inmediatamente a sus hijos y los mata; y cuando regresa el pelícano y encuentra a sus hijos muertos, a causa del dolor que siente, se da un golpe tan fuerte en el vientre con el pico, que de él brota abundante sangre que lava a sus hijos, y en seguida vuelven a la vida.

 

Bestiaris 11, 121 (MS G)

 

                                                    EL DELFIN                                   (IR AL ÍNDICE)

 

(11.3)

 

Se cuenta también que existe en el mar una bestia llamada delfín; posee dos largas alas, y cuando un navío en alta mar, dominado por la violencia de las olas, corre peligro de irse a pique, entonces se compadece esta bestia de los marineros. Alzando sus alas a lo alto, se coloca bajo el barco y lo levanta en la superficie, lejos del oleaje. Y continúa llevando esta carga durante algún tiempo, aunque al final se cansa, y abandona ese esfuerzo que\va en aumento.

 

Podemos asemejar el océano a este mundo, y las olas a los odiosos pensamientos y circunstancias que afectan al hombre. Podemos equiparar el delfín al hombre que empieza a hacer lo que es bueno y justo, pero, cuando las circunstancias adversas lo derrotan, se derrumba y conoce la turbación. Pero tú debes perseverar en las acciones buenas y justas, y soportar las circunstancias adversas con un espíritu valeroso, como los tres jóvenes que dijeron en su corazón: «Si somos arrojados al terrible horno, lo soportaremos, y no renegaremos de nuestra religión, ni abandonaremos el credo de nuestros padres».

 

Conocemos los signos y prodigios que siguieron, y como Dios los protegió para que ni uno solo de sus cabellos ardiera, y recibieron grandes honores en presencia

 

56

 

 

 

 


de Dios. Y así lucharon y se esforzaron muchos santos varones con perseverancia, para alcanzar los signos y los prodigios, como ha dicho jesús Nuestro Señor: «Quien crea en mí y observe mis mandamientos, hará lo que yo hago, y lo que hago yo, lo hará él mismo»; y lo que Él ha dicho resultará seguro y cierto. Gloria a Él para siempre. Amen.

 

Versión árabe del Phys. griego: Cárlill, 2o4; Peters, 40, n. 2

 

El delfín es un gran pez marino al que atrae la voz

humana. Es la criatura más rápida que existe en el mar,

pues lo cruza de una orilla a otra, como si volase. Pero no

viaja fácilmente solo, sino que varios lo hacen juntos.

Merced a ellos se percatan los navegantes de que se

acerca una tempestad, cuando ven escapar a los delfines

por el mar, y tropezar mientras huyen, como si el rayo los

persiguiese. Y sabed que los delfines paren hijos en vez de

poner huevos, y los llevan en su vientre diez meses,

criándolos y alimentándolos con su leche. Y cuando sus

hijos son muy *óvenes, los cobijan en la garganta, para

protegerlos mejor. Viven treinta años, a decir de las gentes

que lo han comprobado cortándoles la cola. Y su boca no

está donde la tienen los demás peces, sino que se encuen­

tra junto al vientre. Solamente el delfín mueve la lengua,

contra lo que es propio de animales acuáticos, de los que

ninguno lo hace. Y no puede tomar aire mientras está bajo

el agua; ha de subir a respirar. Su voz es semejante a la de

un hombre que llora. En primavera, muchos de ellos se

desplazan al mar del Ponto, donde crían a sus hijos gracias

a la abundancia de agua dulce; entran en él por la derecha

y salen por la izquierda, ya que no ven bien con el ojo

izquierdo, mientras que ven perfectamente con el derecho.

Y sabed que en el Nilo hay una variedad de delfines que

tienen en la espalda una aleta semejante a una sierra, con

la que matan al cocodrilo. Y leemos en las historias

antiguas que un niño de Campania dio de comer pan a un

 

 

 

 


delfín durante mucho tiempo, y tanto lo amaestró, que cabalgaba sobre él, hasta que un día el delfín lo llevó a alta mar, y se ahogó el niño. Finalmente, al darse cuenta de a muerte de éste, el delfín se dejó morir. Hubo otro en lassus, en Babilonia, que quiso tanto a un nino, que después de haber jugado con él, una vez se hubo marchado el niño, lo quiso seguir, y quedó varado en la arena, donde fue capturado. Se han visto, a propósito del delfín, estos prodigios y muchos otros, fruto del amor que les inspira el hombre.

 

Brunetto, 130‑131 (P194)

 

Dulfin, el salvador de los ahogados, es un pez de cuerpo voluminoso, con dos alas; cuando un barco se acerca a un remolino, se coloca frente a él y extiende las alas, impidiéndole avanzar; si el barco se hunde, hace sitio sobre su lomo a los náufragos, de forma que puedan agarrarse a su cola, y los transporta a tierra firme. Los marinos lo consideran de buena suerte. Y en el lago Tinnis, en la tierra de Egipto, hay también un pez de este nombre que se parece a un bolso de cuero.

 

Nuzhat, 55

 

                                                               EL CISNE                                          (IR AL ÍNDICE)

 

 

El cisne, olor, es un ave a la que los griegos llaman  Cygnus. Se denomina olor porque sus plumas son todas blancas. ¿Quién ha oído hablar jamás de un cisne negro? Y la palabra griega para designar «todo» es bolos.

 

Se llama Cygnus en griego debido a su canto, pues produce una dulce música con notas melodiosas. Dicen, también, que la razón por la que canta tan hermosarnente es porque tiene un cuello largo y curvado, y es obvio que la voz vibrante ha de producir una magnífica música al ir girando por las largas curvas. Dicen también que en las partes septentrionales del mundo, una vez que los tañedores de laúd han comenzado a tocar, gran número de cisnes se unen a ellos, e interpretan juntos un concierto perfectamente acordado.

 

Olor es su nombre latino, y Cygnus el griego.

 

Los marinos dicen con razón que este pájaro trae buena suerte. «El cisne es un ave muy favorable en los augurios», indica Emilianus. Y la razón por la que los navegantes lo estiman, es porque no se zambulle bajo las aguas,

 

k                                                              Cambridge, 118‑ix9

 

Existe un ave llamada cisne. El Fisiólogo dice que hay un país donde cantan tan bien y tan hermosamente, que

 

voz es una auténtica melodía para el oído; que cuando

 

It toca el arpa en su presencia, se acompasan todos con el arpa, del mismo modo que el tambor se acuerda a la flauta. Y es fama que cantan mejor el año en que deben morir; de tal modo, que las gentes del país, cuando oyen a uno de hermoso canto, dicen: «Éste morirá, con el año». De la misma forma que se dice de un niño pequeño, cuando se le aprecia mucho talento: «Este niño no vivirá

 

mucho tiempo».

 

Este cisne que tan bien canta frente a su muerte, significa el alma que se alegra en la tribulación. Pues «los apostoles mostraban gran gozo cuando salían de las asambleas en que los habían golpeado, porque eran dignos de sufrir vergüenza por el nombre de Nuestro Señor». Pues nos dice en [El cantar del los cantares: «Como la azucena, entre las zarzas, así es mi amada entre las mujeres del mundo». ¿Cómo es la azucena entre las zarzas? La arañan,..pero ella no les hiere a su vez, sino que despide buen olor. Así debe obrar el alma santa: no debe contestar con

 

59

 

 

 


palabras ásperas, sino que debe restituir buen aroma, con paciencia, a quienes le hacen daño; así podrá decir con San Pablo: «Somos el buen perfume de Jesucristo en todas partes». Pero las que devuelven mal por mal y replican con señas o palabras, las que no pueden olvidar una palabrita que se les haya dicho, o algún daño que se les haya causado, nada se parecen a la flor de azucena, ni al cisne, que tan bien canta frente a su muerte. Pero quien desea tener el amor de Dios, debe ser recto en todas sus obras, y estar desprovisto de envidia, de codicia, de orgullo, y ser humilde de corazón para con su prójimo, y caritativo con sus bienes. Así restituirá buen aroma a Jesucristo.

 

PB: Cahier 111, 233~234

 

El cisne es todo blanco por fuera, y todo negro por dentro. A menudo, canta antes de morir. Lo mismo hacen con frecuencia muchas gentes.

 

Image, 137

 

El cisne es un ave de plumaje totalmente blanco, pero su carne es negra. Frecuenta los ríos; y cuando nada por el agua, lleva siempre la cabeza erguida, y jamás la introducirá‑ en eí ‑igua; por esa c?

 

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Ta, swjqc&¿.7tro es de buen augurio. Y su voz produce un dulce sonido, porque el cuello es largo y flexible. Y dicen muchos campesinos que en los Montes Hiperbóreos, en Grecia, cuando alguien canta y toca la cítara, grandes bandadas e cisnes acuden a su alrededor, por el placer del canto. dY

 

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%~%,<1 l~,1 & uQ0r,., ijua de las lumas de su cabeza se le clava en el cerebro, y así comprende que va, a morir

 

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y mientras así canta, concluye su vida.

 

Bnínetto, 147 (1:19')

 

6o

 

 

 

 


La naturaleza del cisne es tal, que no canta sino en el último año de su vida. Por eso, cuando los hombres le oyen, ya que canta tan dulcemente que se armoniza a la perfección con el arpa, saben que va a morir en aquel año. De ello se deduce que todo el que sepa que va a morir en tal época o en tal año, por la gravedad de una enfermedad o por su gran vejez, debe cantar dulcemente, o sea, alabar a Dios y despojarse de todas las obras mundanas, fugaces y caducas, y gozar de la gloria celestial, según lo que está escrito: «Quien busca a Dios, busca la alegria».

 

Valdense, 401, n.O 9

 

El cisne es un ave corpulenta y blanca del todo, que tiene la siguiente propiedad: canta gustosa cuando alguien toca el arpa, y se armoniza bien con el instrumento, igual que la flauta con el tambor. Y tiene también otra propiedad: cuando se acerca el tiempo de su muerte, canta mejor y con más fuerza; y así, cantando, termina su vida. Se dice también que ningún cisne puede cantar bien hasta que le toca morir.

 

A esta ave, el cisne, se la puede comparar con los hombres de este mundo, pues los hombres buenos de este mundo son grandes en virtudes y gracias, y son blancos por la pureza de su conciencia y por sus buenas obras. Así como el cisne canta complacido y armoniza su canto con los instrumentos, igualmente sucede con el hombre bueno, que dice complacido todo lo bueno que sabe, y estudia, adora y alaba con gusto a Dios Nuestro Señor; y cuando oye a un buen predicador, se acompasa bien con él y disfruta mucho con su sermón, y cuenta a menudo a los demás todo lo bueno que ha oído decir, de modo que con sus buenas palabras los pueda llevar a la salvación.

 

Y así como el cisne, cuando está más cerca de su fin, se esfuerza por cantar y muere cantando, igualmente sucede con los hombres buenos que hay en el mundo. Pues ven claramente que, desde el momento en que el hombre

 

 

 

 

 

 


palabras ásperas, sino que debe restituir buen aroma, con paciencia, a quienes le hacen daño; así podrá decir con San Pablo: «Somos el buen perfume de jesucristo en todas partes». Pero las que devuelven mal por mal y replican con señas o palabras, las que no pueden olvidar una palabrita que se les haya dicho, o algún daño que se les haya causado, nada se parecen a la flor de azucena, ni al cisne, que tan bien canta frente a su muerte. Pero quien dese tener el amor de Dios, debe ser recto en todas sus obras, y estar desprovisto de envidia, de codicia, de orgullo, y ser humilde de corazón para con su prójimo, y caritativo con sus bienes. Así restituirá buen aroma a jesucristo.

 

PB: Cahier 111, 233‑234

 

El cisne es todo blanco por fuera, y todo negro por dentro. A menudo, canta antes de morir. Lo mismo hacen con frecuencia muchas gentes.

 

Image, 137

 

El cisne es un ave de plumaje totalmente blanco, pero su carne es negra. Frecuenta los ríos; y cuando nada por

 

agua, lleva siempre la cabeza erguida, y jamás la introducirá en el agua; por eso dicen los marinos que su encuentro

 

es de buen augurio. Y su voz produce un dulce sonido porque el cuello es largo y flexible. Y dicen mucho campesinos que en los Montes Hiperbóreos, en Grecia cuando alguien canta y toca la cítara, grandes bandadas d cisnes acuden a su alrededor, por el placer M canto, muchos dicen que, cuando ha de morir, una de las pluma de su cabeza se le clava en el cerebro, y así comprende que va a morir; entonces empieza a cantar tan dulcemente, que oírle es algo maravilloso, y mientras así canta, concluye su vida.

 

Brunetto, 147 (L191)

 

 

 

 


La naturaleza del cisne es tal, que no canta sino en el ultimo año de su vida. Por eso, cuando los hombres le oyen, ya que canta tan dulcemente que se armoniza a la perfección con el arpa, saben que va a morir en aquel afio. De ello se deduce que todo el que sepa que va a morir en tal época o en tal año, por la gravedad de una enfermedad o por su gran vejez, debe cantar dulcemente, o sea, alabar a Dios y despojarse de todas las obras mundanas, fugaces y caducas, y gozar de la gloria celestial, según lo que está escrito: «Quien busca a Dios, busca la alegría».

 

Valdense, 401, n.O 9

 

El cisne es un ave corpulenta y blanca del todo, que tiene la siguiente propiedad: canta gustosa cuando alguien toca el arpa, y se armoniza bien con el instrumento, igual que la flauta con el tambor. Y tiene también otra propiedad: cuando se acerca el tiempo de su muerte, canta mejor y con más fuerza; y así, cantando, termina su vida. Se dice también que ningún cisne puede cantar bien hasta que le toca morir.

 

A esta ave, el cisne, se la puede comparar con los hombres de este mundo, pues los hombres buenos de este mundo son grandes en virtudes y gracias, y son blancos por la pureza de su conciencia y por sus buenas obras. Así como el cisne canta complacido y armoniza su canto con los instrumentos, igualmente sucede con el hombre bueno, que dice complacido todo lo bueno que sabe, y estudia, adora y alaba con gusto a Dios Nuestro Señor; y cuando oye a un buen predicador, se acompasa bien con él y disfruta mucho con su sermón, y cuenta a menudo a los demás todo lo bueno que ha oído decir, de modo que con s‑as buenas palabras los pueda llevar a la salvación.

 

Y así como el cisne, cuando está más cerca de su fin, se esfuerza por cantar y muere cantando, igualmente sucede con los hombres buenos que hay en el mundo. Pues ven claramente que, desde el momento en que el hombre

 


ha nacido a esta mezquina vida, está siempre en el camino de la, muerte, tal y como dice Nuestro Señor Jesucristo en el Evangelio: « ( ... ) velad y rezad, pues no sabéis el día ni la hora en que os llamaré»; por eso, vivid siempre alabando

bendiciendo a Nuestro Sefior. Y cuando llegan a su fin, se confiesan bien y a fondo de sus pecados, y ruegan a Nuestro Señor Dios que les lleve a buen término; y así (rezando y alabando a Nuestro Señor Dios) acaba su vida,

 

Bestiaris 1, 2‑6‑27 (MS B)

 

 

                                                                 LA OSTRA                                    (IR AL ÍNDICE)

 

(11‑5)

 

Cuando el pescador va en busca de perlas, las encuentra por medio del ágata. Sujeta el ágata a una cuerda recia, y la deja caer al mar. El ágata va hacia la perla, y allí permanece, y no se mueve. Y los buceadores localizan precisamente el ágata; siguen la cuerda hasta que llegan al lugar en que se halla el ágata, y allí encuentran la perla.

Escuchad ahora de dónde proceden las perlas. Existe en el mar un animal con concha llamado ostra perlífera, Esta ostra se eleva del fondo del mar al despuntar el alba, abre la boca y absorbe el rocío del cielo, encerrando en su concha los rayos del sol, la luna y las estrellas; de las luces celestiales, da nacimiento a las , perlas. Este animal

concha tiene dos valvas, entre las que se encuentran las perlas.

El ágata representa a San Juan Bautista, pues mismo nos señaló la perla espiritual, cuando dijo: «He aquí el cordero de Dios, que quita el pecado del mundol (Juan i, z‑9). Considerad que el mar es el mundo, y el buceador el coro de profetas. Las dos valvas de la concha son el Antiguo y el Nuevo Testamento; el sol, la luna, la estrellas y el rocío, el Espíritu Santo, incluido en ambos

 

6z

 


testarnentos; y la perla es Nuestro Sefior jesucristo, pues Él mismo es una perla valiosa. Y tú, hombre, vende todo lo que posees y adquiere la costosa perla, que es Cristo Nuestro Señor, de modo que puedas tener un tesoro en tu corazón, y redimirte.

 

Phys. griego: Carlill, 245‑246; Zambon, 8o‑8i, n.O 44; Peters, 97‑98

 

Esta Viedr‑a ,e puede ser más valiosa; se la denomina «union», porque no puede hallarse una igual. Y ahora quiero explicar cómo nace, y dónde la encontramos. La perla nace ciertamente en una isla llamada Tapn¿ [Ceylán]; en esta isla hay piedras que están hechas de tal modo, que no tienen boca, )untura, rendija ni grieta, sino que son lisas como el hielo. Y deseo que todos sepan muy bien que estas piedras tienen t~ poaer de abrirse por su propia voluntad; reciben el rocío del cielo, y de éste conciben, como si fueran criaturas vivas, Después, vuelven a cerrarse sin rendijas. El rocío permanece en la piedra hasta que se vuelve piedra a su vez, y entretanto permanece allí siempre, como una madre que gesta a su hijo; luego se abre, sale la piedra, y se cierra de tal modo, que después no podrá ser abierta, ni se encontrará en ella hendidura alguna.

 

Y dice un libro en latín al que llamamos Bestiario, que esta piedra ‑la llama cuncete‑ nace en el mar, saliendo de él por la mañana, y allí recibe el rocío; encierra el rocío dentro de ella, y después regresa al fondo del mar. Mientras esté allí el rocío, permanecerá en medio de las valvas, y estará allí hasta que se transforme en piedra. Esta piedra es buena de conservar para quien sepa comportarse castamente; a quien pueda guardarla, le servirá para muchísimas cosas. Salvo la muerte, no hay enfermedad alguna de la que uno no pueda curarse, si la bebe disuelta en rocío, y si tiene auténtica fe.

 

La perla que nace del rocío y que ha sido engendrada en piedra, significa la «unicidad» de jesús; la piedra de la que

            63

 

 


nace , Santa María; la perla que nace del rocío significa la gracia dispuesta. Mediante la gracia fue presentado a la Virgen el Hijo de Dios; mediante la gracia tomó la salvación, y mediante la gracia fue concebido. Como la piedra se abre sin fractura, y se une sin rendija, como la piedra transforma el rocío, así fue consagrada la Virgen, así concibió y dio a luz. La Virgen, que fue madre de jesús; concibió virgen, parió virgen, virgen permaneció y permanecerá.

 

PT, Vv‑ 3QI5‑3080

 

La ostra es un pez marino encerrado en una concha, como un cangrejo, y es redonda del todo; pero se abre y se cierra cuando quiere. Su morada está en el fondo del mar, pero al alba y por la noche sube a la superficie y recoge el rocío en su interior. Los rayos de sol que tocan la concha hacen endurecerse las gotas de rocío, cada una aparte, según donde cayeron. No se endurecen hasta volverse Piedras, mientras se encuentran en el mar; pero cuando se sacan del mar y se abren, y se extraen de ellas las gotas endurecidas, éstas se convierten de inmediato en preciosas piedrecillas blancas que llamamos perlas o margaritas. Y sabed que si el rocío es puro y limpio por la mañana, las perlas serán blancas y relucientes; si no, no será así. Y no hay perlas mayores de media pulgada.

 

Brunetto, 130 (1:133)

 

                                          LA RÉMORA                                   IN

 

(11.6)                                                                                                                                                                1

 

Y debes oír aún otro prodigio. Una nave grandísima, y según todas las apariencias extraordinariamente marinera, con sus velas amplias y totalmente desplegadas mante

 

64

 

 

 

 

 


niendo firme su curso contra el viento, es fácilmente detenida por un pececillo llamado Echeneis. Su nombre denota al que para a un barco, y lo retiene durante largo tiempo, de forma que no puede moverse de su sitio. Y con esto puedes imaginar un gran barco con todo su velamen desplegado, como si estuviese atado y enralzado en la mar.

 

¿Y no ves en este animalito y en su acción el poder del Creador? Todo esto lo ha hecho el Creador con el propósito de que la vigilancia de tu espíritu pueda aumentar. Y mientras crecen tu esperanza y tu confianza en Él, te guardarás del poder del demonio.

 

Phys. griego, versión siríaca: Carlill, 248; Peters, 103‑104

 

Existe un pez llamado Essinus.

 

El Fisiólogo nos cuenta que hay un pez en el mar de la India, al que llaman essinus. Este pez no llega a un pie de longitud. Y tiene la gran propiedad de que no encuentra nave demasiado grande ni demasiado rápida, si se aferra a ella, como para no inmovilizarla, de forma que no pueda avanzar ni retroceder. Y cuando hay gran tempestad en el mar, suele suceder ocasionalmente que él se coloca debajo de alguna nave. Entonces, la nave está totalmente segura; pues no puede perecer ni sufrir daño, ni ella ni nada de lo que contenga. Y algunas se han salvado ‑naves5 y gentes que viajaban en ellas‑, merced al poder del pez que se aferró al barco.

 

Este pez es una figura de Nuestro Señor; la mar representa al mundo. La nave evoca al hombre que vive en este mundo; las olas del mar significan las tentaciones que el hombre justo sufre y soporta en este mundo, sostenido y dirigido para que no perezca gracias a su auténtica fe y a su esperanza en Dios. Del mismo modo que no puede perecer la nave (debido al poder del pez) a la que el pez se aferra en alta mar. Debe entenderse que Dios se aferra a aquel que pone en Él su esperanza y le sirve: así, de ningún modo puede perecer.

¡a      65                      PB: Cahier IV, 74

 

 

 

 

 


1

 

Echinus es un pececillo marino, pero muy inteligente, pues es capaz de prever la tempestad. De inmediato, toma una piedra y la lleva consigo, como si se tratase de un ancla, y la lleva para resistir a la fuerza de las tormentas; por eso, se fijan a menudo en él los navegantes.

 

Brunetto, 130 (L130)

 

Creo que hemos propuesto hasta aquí un gran número de ejemplos memorables de los prodigios del mar' pero no hay nada que pueda compararse con lo que diremos a continuación, y que haya engendrado mayor terror o espanto a los que han investigado los secretos más íntimos del océano. Este animalillo que ha espantado asi a todo el mundo, es llamado Echeneis por los griegos y Rémora por los latinos, y le impusieron tal nombre porque detiene las naves, tal como diremos con más amplitud más adelante. La escasez de este pez es la causa de que no coincidan las descripciones que de él hacen los autores. Opiano y Ellano escriben que le gusta la alta mar, que mide un codo de largo y es de color pardo, semejante a una anguila. Plinio lo hace similar a una babosa grande, k y lo demuestra por el testimonio de los que vieron el pez que detuvo la nave del príncipe Cayo César. En el libro IX, Plinio cita varias opiniones de autores diversos en lo tocante a este pez, aunque los filósofos discrepan en su descripción, pero coinciden todos en que existe, y en que tiene poder de parar los navíos: Aristóteles, Plinio, Eliano, Opiano, Plutarco, y casi todos los que han tratado de la naturaleza de los animales. Hay, además, varios filósofos modernos que han viajado y peregrinado por diversos puertos de Asia y de África, y que dan testimonio de haberlo visto disecado, y de haber considerado sus prodigíosos efectos. Pues es algo extraordinario o monstruoso, el hallar en la naturaleza un animal acuático del tamafi de una babosa, que tenga el poder, por una oculta propiedad natural, de parar en seco el más pesado navío o

 

66

 

 


galera que se encuentre en el mar, pegándose a él. Plinio, colmado de admiración por ello, exclama: «íOh, cosa extrafia y prodigiosa, que soplen todos los vientos de todas las partes del mundo, que se alcen las más furiosas tempestades en el mar, que desplieguen, redoblen y refuercen sus embates contra un barco, y que un pececillo del tamaño de una babosa los gobierne, reprima su furor, ponga freno a su ira y, a pesar de todos sus esfuerzos, obligue al navío a permanecer quieto e inmóvil, cosa que toda la violencia del mundo, con sus anclas, cordajes y máquinas, no podría hacer! Y no es menos cierto que este pececillo retuvo la nave de Antonio en la guerra de Actiurn» [Nota al margen: Otros leen 'en la mar de Actium']. Adamus Lovicerus, en su libro De aquatilibus, confirmando lo que había dicho Plínio, maravillado y casi atonito ante un pez de tan extrafia naturaleza, suda, se esfuerza, y se emplea con todas sus energías para averiguar la causa natural de ello; al fin, sucumbiendo ante el peso de tal labor, y no pudiendo salir de ese laberinto, confiesa abiertamente que no puede darse explicación alguna del fenómeno, diciendo: «¿Quién es tan estúpido o tan obtuso para no sentirse preso de gran admiración al contemplar con detenimiento los poderes de este pececillo? Sé bien, dice Lovicerus, que el imán tiene el poder de atraer el hierro, que el diamante suda si se le acerca a los venenos y ponzoñas, que la turquesa se empaña cuando acecha algún peligro a quien la lleva. Sé que el pez torpedo es tan venenoso, que con su mirada infecta al durmiente y sin embargo, de todas estas cosas extrañas puede darse alguna explicación; pero no tenemos nada que podamos indagar sobre el maravilloso y extraño poder de este pececillo: pues vive en el agua, se alimenta en el agua como los otros peces, y no ejerce sus poderes sino en el agua. Su pequeño tamaño da testimonio de que no puede cansar gran violencia, y sin embargo no hay poder que pueda igualarse con el suyo, ni fuerza que le resista. No hay energía impetuosa ni máquina que pueda mover el navío, una vez que el pez se ha aferrado a él, aunque todos los vientos del mar aunados soplaran en las velas; y sin embargo, en cuanto se arranca del barco, éste comienza a bogar como antes. Los hombres han de confesar pues, por fuerza, que no puede atribuirse a esto ninguna razón natural, y sin embargo se advierte en este pececillo algún presagio fatal, y parece que quiera anunciarnos los males y peligros que han de acontecernos. ¿No retuvo acaso el navío de los embajadores de Periandro? ¿No retuvo el barco de Cayo César, que fue muerto muy poco después en Roma, de suerte que parecía que se hubiese apiadado de la desgracia que le estaba destinada?». He aquí, en suma, lo que escribe Adamus Lovicerus. Sé que Aristóteles, Plinio y otros le han atribuido también otras propiedades aparte de las anteriores, como las de servir a los amoríos, atraer a las criaturas fuera del cuerpo de las mujeres y otras cosas semejantes, que dejaré por miedo a aburrir al lector [Nota al margen: Aristóteles, sin embargo, atribuye esto más bien a opiniones ajenas, que a la suya propia]. Plutarco, en Symposiacis, z, probl. 7, busca el motivo por el que este pez detiene a los barcos. Algunos autores modernos han escrito varias otras cosas extraordinarias sobre este pez, que, me parece, son indignas de este lugar.

 

Boaistuau, 104‑107

 

                                           LA SERRA                                    IN2

 

(11.7)

 

Esta bestia [el prion] tiene largas alas, y cuando ve un barco navegando, las levanta en alto y se pone a bogar, compitiendo celosamente con la nave. Sin embargo, cuando ha recorrido solamente veinte o treinta estadios, se cansa, pliega sus alas sobre ella misma, y deja que las olas la lleven al lugar donde antes se encontraba.

 


Puede tomarse el barco como una imagen de los apóstoles y de los mártires que, después de haber viajado a través de las olas tormentosas, es decir, las dificultades de la vida, se han refugiado en el puerto seguro, o sea, el reino de los cielos. Pero la bestia representa a aquellos que, después de haber empezado a servir a la ascética, han retornado a su primitiva conducta, a la vida mundana.

 

Phys. griego: Carlill, 203‑204; Peters, 40‑41

 

La serra es una bestia marina que tiene alas para volar, cabeza de león y cola de pez. Cuando ve una nave en alta mar, alza sus alas en alto y causa gran perjuicio a la nave, pues avanza ante el viento, reteniéndolo, de forma que ella no recibe nada, y la nave mientras tanto no puede avanzar en absoluto. Cuando la bestia ha obrado así, repliega sus alas; cuando ya no puede adelantar a la nave, la deJa ir, y a continuación se zambulle en el mar para devorar los peces. La nave, a la que estaba causando daño, y lo demostramos con las figuras

 

prosigue su navegaci que aquí están pintadas.

 

En esta vida, la serra representa al diablo; la mar, a este mundo; la nave, a las gentes que viven en él, y por el viento entendemos al Espíritu Santo. Cuando la serra sorprende a la nave, le quita el viento; así, el diablo quita a las gentes el hálito del Espíritu Santo; cuando oyen sermones y predicación, no quieren escucharlos, sino interrumpir; esto les hace el demonio: les quita al Espíritu Santo. Por eso, dijo Dios en verdad a los judíos: «Quienes pertenecen a Dios escuchan la palabra de Dios». Pues no hay hombre mortal que no piense en buenas y en malas acciones; cuando ha pensado algo malo, es que la serra lo ha agarrado*; cuando el hombre se refugia en el bien, la serra no puede hacerle daño. Cuando la bestia no puede

 

Seré=agarrado; juego de palabras entre «serra» y el verbo «serer,, (=aferrar, cerrar, encerrar).

 

 


tentar a un santo varón, ni empujarlo al mal, entonces se sumerge en el mar para devorar peces. Cuando el demonio entra en el mundo, atrapa y confunde a los hombres que encuentra sumidos en el mal, en criminales pecados, como la serra a los peces.

 

PT, vv. 1681~'737

 

El pez serra es llamado así porque tiene una cresta en forma de sierra, y nadando por debajo de los barcos, los corta.

 

Cambridge, 201

 

La serre es un animal marino de extraordinario tamaño, que posee alas y plumas de asombrosas proporciones; gracias a ellas, se lanza por encima del mar, más aprisa que un águila grande [alerions] que vuela en persecución. de una grulla, y sus plumas son cortantes como navajas*. Y esta serra de la que os hablo se embriaga con su velocidad hasta tal punto, que cuando ve un barco surcar velozmente las aguas, lucha con él para poner a prueba su rapidez, y vuela )unto a la nave rivalizando con ella en celeridad, con las alas extendidas, en distancias de cuarenta y hasta cien leguas, de un solo tirón. Pero, cuando le falta el resuello, la serra se avergüenza de ser derrotada: no renuncia entonces a la lucha poco a poco, esforzándose por tratar de alcanzar al barco; por el contrario, apenas ha sido rebasada por la nave, por poco que sea, repliega sus alas y se deja caer de golpe hasta el fondo del mar.

 

RF, 78‑79

 

Texto oscuro; ¿las plumas del alerion?, ¿las de la serre?

 

70

 

 

 

 


La serre es un pez que tiene una cresta a modo de sierra, con la que rompe las naves por debajo. Y sus aletas son tan grandes que hace de ellas alas, y es capaz de competir durante cinco u ocho leguas con el barco; pero al final, cuando no puede aguantar más, cae al fondo del mar

 

Brunetto, 127 (1:130)

 

Viaja por el mar un pájaro de largas plumas. Tiene la cabeza afilada y con una cresta, y la cola ancha y cardada. Los textos la llaman sarce. Cuando, por casualidad, ve bogar a un navío contra las estrellas, despliega las velas y va a su encuentro ( ... ); se dirige de inmediato hacía la nave; extiende sus alas como un pabellón, pues piensa convertirse en una nave

 

G, vv. 1105‑1116

 

De la naturaleza de la virgília y de su significación.

 

Hay un pez al que llaman virgílla, de gran tamaño; es mas veloz que los demás peces, y tiene unas alas pequeñas que son más cortantes que una navaja. Y se desplaza tan rápidamente por el mar, que cuando encuentra algún barco navegando a vela (siendo el tiempo favorable), empieza a regatear con él, y lo sigue a veces durante más de cien millas (al día); y si ve que el trayecto es largo, y que no puede perseguirlo continuamente, trata de beberse o de engullir la nave; y cuando ve que no puede comérsela ni bebérsela, junta las alas y se deja ir completamente hasta el fondo del mar, por el gran dolor que le produce la nave que de ella se aleja.

 

Podemos comparar a este pez con el demonio, y a la nave con el hombre‑ pues, así como el pez sigue a la nave durante muchas millas, así persigue el demonio durante mucho tiempo al hombre bueno, tentándolo y asediándo

 

7,‑‑­

 


lo; y cuando ve que el hombre es más fuerte ante la tentación que él para tentarlo, que quiere marcharse de este mundo con buenas obras y auténtica penitencia, trata de engullirlo o de bebérselo, para enviarlo a los castigos del infierno; y como ve que no puede, sino que el hombre se va de este mundo con un buen final y se dirige al reino de los cielos, el demonio sufre tan gran dolor que no podría contarse.

 

Por eso podemos comparar este pez con el demonio, ya que es tan ligero como él; pues el demonio podría trasladarse en un momento de un extremo del mundo al otro.

 

Bestiaris I, io6‑I07 (MS A)

 

Cuando el dragón ve una nave en el mar, y el viento sopla con fuerza contra la vela, se coloca sobre los obenques de la nave, para recoger el viento y refrescarse. Y a veces es tan grande y pesado el dragón, que en ocasiones hace zozobrar la nave a causa de su peso. Pero cuando los del barco le ven aproximarse, quitan la vela para escapar al peligro

 

Proprietez, 444

 

 

 


EL BESTIARIO AÉREO

 

                                                EL ÁGUILA                             (IR AL ÍNDICE)

 

                                                                    

 

DIJO el santo y bendito David.‑ «Tu juventud se renovará como la del águila» (Salmo 103,5).

 

El Fisiólogo dice, a propósito del águila, que tiene el siguiente atributo: cuando empieza a envejecer, su Vuelo se hace pesado y su vista turbia. ¿Qué es lo que hace el águila? Busca en primer lugar un manantial de agua pura y vuela allá arriba, al cielo del sol, y quema todas sus viejas plumas, hace que se desprenda la película que cubría sus ojos, y desciende volando hacia la fuente, en la que se sumerge tres veces, renovándose y volviendo a ser joven.

 

En cuanto a ti, oh hombre, discípulo de Cristo, cuando el atuendo del hombre viejo te estorbe y los ojos corazón se hayan entorpecido, busca el manantial

 

lKeturenueva la juventud, la fuente de agua viva, que es la palabra de Dios, que dice: «Me han abandonado a mí, la ~e~te de agua viva», y vuela a las alturas hacia el sol de la justicia, jesucristo, y despójate del hombre viejo con todas sus obras. Y sumérgete tres veces en el eterno manantial de la penitencia, en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; y vístete con el ropaje del hombre nuevo, según la imagen con que Dios creó a los hombres; entonces quedará cumplida la profecía de David, y tu juventud se renovará como la del águila.

 

73

 

 

 


[Ponce de León]. El águ! la es el rey de las aves, y su nombre representa la duracion de su vida (aetós), ya que vive cien años. Pero, cuando envejece, su pico se curva y sus ojos se vuelven mortecinos, de modo que no puede ver, ni conseguirse el alimento. Entonces se eleva en los aires y, precipitándose ante el viento, se arroja contra una roca abrupta y se destroza el pico. Luego se baña en agua fría, y a continuación se remonta hacia los rayos del sol: en ese momento, la opacidad desaparece de sus ojos, y vuelve a ser joven.

 

Y tú, hombre prudente, cuando estés abrumado por la multitud de tus pecados, elévate también hacia las alturas, es decir, hacia tu propia conciencia, y precipítate contra la roca, o sea la fe verdadera, y deplora tus pecados, y purificate en el agua corriente, a saber, en tus lágrimas de arrepentimiento; y a continuacion, caliéntate a los rayos del sol, es decir, en la comunidad de creyentes, y despréndete de la inflamación ‑‑o sea, el pecado‑ que nubla tu vista, y tu juventud quedará renovada como la del águila, y recibirás el nombre de «justo» en presencia de Dios.

 

Phys. griego, versión de D. Consali Ponce de León (1587), precedida del texto griego común: Carlill, 2o9‑2 io; Peters, 46‑48; Lauchert, 236‑237; Zambon, 44‑45

 

El águila es la reina de las aves, como lo muestra este hermoso ejemplo. En el texto latino, la llamamos clarividente, pues mira al sol cuando más luce éste, contemplándolo directamente sin quitar los ojos. Desde lo alto, ve perfectamente cómo nadan los peces en el fondo del mar; se precipita volando desde el cielo, atrapa al pez en movimiento, se lo lleva a la orilla y hace de él lo que le place. Y cuando sus polluelos están en el nido, siendo aún muy pequeños, los toma entre sus garras, los lleva rápidamente ante el sol, cuando más brilla, y les obliga a contemplarlo; el águila observa cuál de sus polluelos mira;

 

74

 

 

 


más directamente al sol, y considera a ése de su linaje, quedándoselo, pues es muy prudente; pero al pájaro que no es capaz de contemplar los rayos, le hace un gran ultraje, pues no lo considera de su casta: se desentiende de él y renuncia a alimentarlo. Esto tiene una profunda significación. Y más aún nos dice el Physl»ologus del 5guila: cuando envejece, se vuelve torpe y le falla la vista; entonces remonta a lo alto del cielo, se incendia al calor del sol, y quema sus alas y la nube de sus ojos, tan hábil y prudente es. Cuando ha hecho esto el águila, se dirige a Oriente, donde ve un manantial cuyas aguas son claras y sanas: y tal es su naturaleza, como dice el texto, que una vez que se ha zambullido tres veces en la fuente, recupera su juventud. Por eso, dice así David en los Salmos: «Tu iuventud será renovada, mudada como el águila». Recordad el gran significado de esto.

 

El águila representa al Hijo de la Virgen María, que es rey de todo el mundo sin duda alguna, que vive en las alturas y ve muy lejos, y sabe lo que debe hacer. La mar representa este mundo, y los peces, las gentes que viven en ¿I; Dios vino a la tierra por nosotros, para conquistar nuestras almas. Vino a nosotros volando, y de semejante manera nos lleva fuera del mundo, como el águila los peces. Que el águila pueda mirar al sol directamente, cuando éste brilla con más fuerza, y sin pestañear,

 

sfica, 1

 

igni fi'aos bien, que Cristo, de la misma manera, ve directamente a su Padre; y todos los hombres del mundo que sean verdaderos cristianos verán del mismo modo a Dios, cuando mueran. Que el águila tome a sus polluelos y los lleve a lo alto, hacia el sol, cuando éste calienta, nos da a entender que los ángeles, del mismo modo, deben llevar las almas ante Dios y presentárselas; recibirá a las que sean dignas, y rechazará a las indignas. El rejuvenecimiento del águila y el baño representan el bautismo en esta vida mortal; y sabed que el Oriente significa el nacimiento, como lo indica la Escritura, en que el propio Dios dice que el que no nazca del agua y del espíritu no irá al paraíso ni estara Junto a Él. El niño es bautizado debido al pecado

 

75

 

 

 

 

 

 

 


original, y una vez lavado, queda renovado como el águila; al ser bautizado, queda, pues, rejuvenecido, adquiriendo en el baptisterio virtud y vista clara. Y cuando Dios nos muestra tal ejemplo, sin duda, en una criatura irracional como reza el texto, el hombre lo debe de hacer mucho mejor aún, según dice el Bestiario. Debe renegar de su hijo, si éste no quiere servir a Dios; debe rechazarlo, si no quiere adorarle, como lo hace el águila que repudia a su polluelo, si éste no mira al sol como debe hacerlo, Debemos contemplar a Dios, para no renegar de nuestro linaje. Recordadlo, pues tiene una gran significación. Pero no quiero referirme más a ello, y voy a iniciar otro asunto,

 

PT, VV. 2013‑2142

 

... Incuba sus huevos mirando el nido; cuando la hembra ha puesto los huevos en el nido, vuela hasta un árbol en el que se posa‑ y el macho vuela a otro árbol, y permanece cuarenta días mirando el nido y ayunando. Y, al cabo de cuarenta días eclosionan los huevos, y nacen los polluelos; entonces, busca el águila su presa. Y cuando sus aguiluchos están un poco crecidos, los pone ante el sol, colgando de sus garras.

 

PB: Cahier 11, 164

 

El águila sujeta a sus polluelos por las garras. Y al que se aferra con firmeza, lo quiere y lo conserva con ella. Pero al que se sostiene débilmente, lo abandona y no se ocupa de él.

 

Image, 136

 

y a aquél de sus polluelos que mira al sol directamente, sin flaquear, lo conserva y lo cría como digno de

 

76

 

 

 

 


ello, pero el que aparta los ojos es rechazado y arrojado fuera del nido, como un bastardo. Y no lo hace por crueldad natural, sino por rectitud de juicio: pues el águila no lo expulsa como a un hijo, sino como a un extrafio, hijo de otros. Y sabed que un ave vil, llamada fúlica, compensa el orgullo del ave real, pues acoge al rechazado entre sus hijos, y lo cría como suyo propio.

 

Brunetto, 136 (1:145)

 

Y hace su nido en las alturas y en los picos de las montañas. Pone tres huevos en algún sitio llano, de forma que si los polluelos se mueven, caen rodando al abismo; pero, a pesar de su pequefio tamafio, no tienen miedo y deciden descansar tranquilamente, antes que moverse. ¡Y gloria a Aquel que ha inspirado a cada animal el conocimiento de las cosas que le son beneficiosas o daffinas! Y cuando nacen sus polluelos, se queda con dos de ellos, y arroja al otro al precipicio; y Dios ‑alabado seadesigna a otro pajaro para que críe al rechazado, y al pájaro adoptante lo llaman Usiru‑1‑VzdM.

 

Nuzhat, 78‑79

 

[A propósito del rejuvenecimiento merced al sol y a la fuente.] Y todos nosotros debemos imitar dicha propiedad colectiva e individualmente, cuando estamos abrumados por el peso de la culpa. Por eso, debemos indagar primeramente dónde está el manantial, esto es, en qué obras se halla Dios, que es la fuente viva, y después debemos ascender a las alturas, es decir, elevar nuestra mente a Dios, según lo que está escrito: «A Ti elevé mis olos>~, etc, Y debemos ascender hasta el fuego y aproximarnos al sol, o sea, acercarnos a Dios e ir hacia el fuego, esto es, a la penitencia; entonces se encienden las plumas, es decir, que los pecados serán perdonados a través de la penitencia tomada y asumida por los pecados; y entonces

 

77

 

 


se zambulle en la fuente, es decir, en el bautismo, con lo

que el hombre se hace nuevo, como si entonces se

bautizara en el agua, según lo dicho por el salmist ‑ a. «Me

rociarás con el hisopo, Señor, y quedaré limpio. me

lavarás, y seré más blanco que la nieve. »

 

[A propósito de la renovación del pico, machacándolo contra una piedra.] Del mismo modo, nosotros, que estamos agobiados por la torpeza de la culpa, debemos hallar la piedra, es decir, a Cristo, tal como dijo el apóstol: ~~Yo, piedra viva ... », y debemos golpear nuestra boca, o sea, asumir la penitencia por las acciones cometidas. Pues, si no rechazamos las culpas, no podemos comer, es dec r, recibir el cuerpo santísimo de jesucristo, ya que Cristo y los pecados son contrarios, y los contrarios no pueden darse a la vez, como dice el filósofo Aristóteles en las «Categorías»: «Es necesario que siempre esté contenido uno de los contrarios», y dice Boecio: «La naturaleza no permite que los contrarios se unan».

 

[A propósito de la capacidad de mirar fijamente sol.] Debemos ahora imitar con todas nuestras fuerzas esta propiedad,, ya que debemos contemplar al sol, o sea a Dios, con mirada recta, es decir, por el camino recto. Y debemos poner a prueba a nuestros hijos, es decir, a nuestras obras. Pues si alguna de nuestras obras no mira a Dios, debemos corregir y suprimir dicha acción, para qu no nos impida la visión del Altísimo, tal y como est escrito: «Si el Señor no ha edificado la casa, en vano se esfuerzan los que la construyen».

 

Libellus, 202‑204, n.11 11

 

                                               EL GRIFO                                      IN2

 

(111.Z)

 

         El grifo es el ave más grande de todas las del cielo.

Vive en el lejano Oriente, en un golfo de la corriente oceánica. Y, cuando se yergue el sol sobre las profundidades marinas y alumbra el mundo con sus rayos, el grifo extiende sus alas y recibe los rayos del sol. Y otro grifo se alza con él, y ambos vuelan juntos hacia el sol poniente, tal y como está escrito: «Extiende tus alas, dispensador de la luz; entrega al mundo la claridad».

 

De semejante manera representan ambos grifos la Cabeza de Dios, es decir, al arcángel San Miguel y a la Santa Madre de Dios, y reciben tu espíritu, de forma que no pueda decirse: «No te conozco».

 

Bien ha hablado el Physiologus en lo referente al grifo.

 

IL                                       Phys. griego: Carfill, 231; Peters, 76

 

A éste [el representado en la ilustración] se le llama grifo, porque es un cuadrúpedo con alas. Esta especie de animal salvaje nace en las zonas de Hiperbórea, o en sus montes. Todos los miembros de su cuerpo son como los de un león, pero sus alas y su rostro son como los de un águila.

 

Es tremendamente hostil a los caballos. Pero también es capaz de despedazar a cualquier ser vivo que encuentre en su camino.

 

Cambridge, 22‑24

 

Sabed igualmente que tenemos aves que se llaman grifos, y que son capaces de llevar a su nido un buey o un

         caballo, para dar de comer a sus polluelos.

Sabed también que en nuestra tierra nace el mar de Arayne, y que tiene un curso muy violento y hace olas

 

tÍbles, y que ningún hombre puede cruzarlo salvo erri nosotros, por mucho que se haga, pues nos hacemos nsportar por nuestros grifos, como lo hizo Alejandro ndo fue a conquistar el castillo encantado

 

Preste Juan: Denis, 188, 195

 

79

 

 


         Existe un ave llamada grifo. El Fisiólogo nos dice que

vive en una parte de los desiertos de la India; y allí moran estos pájaros. Nos dice también que las aves de este tipo no salen jamás de los desiertos, salvo que no puedan         encontrar el alimento que desean. Estos pájaros son por naturaleza tan fuertes, que agarran un buey vivo, se echan a volar con él y se lo llevan a sus polluelos.                                                                                     

         Este pájaro representa al diablo; el buey significa el hombre que vive en pecado mortal y no quiere apartarse ni retirarse de él. Cuando llega la muerte, tiene que morir; entonces, viene volando el grifo de los desiertos y busca su pitanza. Y agarra el alma desdichada, y se lanza a volar con ella hacia los desiertos, y la arroja ante sus polluelos; y los polluelos la cogen y la arrastran al nido. Y allí chilla y

grita la desgraciada, como un toro*, por la vergüenza que

sufre. El desierto representa el infierno, del que vino                                                                                      d

volando el grifo. Los polluelos significan los diablos que

viven en los desiertos; es en las tinieblas del infierno donde

la pobre alma mora en manos de sus enemigos.

                                                         PB: Cabier 11, 226

 

Allá [en la India] están las grandes montañas de oro y de piedras preciosas, y de otros tesoros en abundancia. Pero ningún hombre se atreve a acercarse a ellas, debido a los dragones y a los grifos salvajes que tienen cuerpo de león volador, y que bien pueden llevarse a un hombre completamente armado, junto con su caballo, si consiguen atraparlo.

 

Image, mo

 

*Torpor, en el original, es decir, tor/por. A Cabier no se ocurrió separar la palabra.

 

So

 

 

 

 

 

 


[Sobre los grifos, semi‑aves]. Los grifos son aves, como dicen Jacobo [de Vitry] y Plinio, de desmedida crueldad, y de cuerpo tan grande, que vencen y matan combatiendo a los hombres armados.

 

Y tienen unas garras enormes y curvadas, con las que laceran a hombres y animales. Las garras del grifo son de tanta capacidad, que de ellas se hacen tazas [ciffi= ¿scyphi?] aptas para usos humanos.

 

tstos custodian oro y piedras preciosas en algún lugar inaccesible de la Sythia [¿Escitia?] asiática, y, aunque los forasteros desean apoderarse de esas riquezas, el acceso al lugar es poco frecuente, ya que los grifos, al ver a los hombres, los arrebatan, como si hubieran sido creados por Dios para castigar la temeridad de la codicia. Los arismaspi combaten a los grifos para robarles las piedras esmeral~ das, cuya variedad preciosísima se da en estos parajes. Como puede hallarse en el Comentario al libro del Éxodo, donde se distinguen las aves prohibidas por la Ley, este pájaro es un cuadrúpedo semejante al águila en cuanto a cabeza y alas, pero mucho mayor; en cuanto al resto del cuerpo, se parece al león. Y vive en los montes Hiperbóreos, siendo enemigo acérrimo del caballo y del hombre. Tal como dice el Experimentador, guarda en su nido la piedra ágata, y no cabe duda de que es para algún remedio. Pues hay constancia de que las piedras han sido creadas por Dios para que constituyan algún remedio.

 

Cantimpré, 202 (V.'52)

 

El'AnqJ, o S¡murgh, es, según se dice en el 'Aja'Íbu‑1MaRbluqat, un ave de‑gran corpulencia, tal que puede llevarse un elefante con facilidad. Se le llama el rey de las aves, porque cuando mata a su presa, come de ella lo que le baste, y abandona el resto para [otros] animales, y no vuelve a sus propias sobras; y ésta es una característica de los reyes. Vive mil setecientos años, pone huevos cuando

 

81

 

 

 

 

 


tiene trescientos de edad, y los polluelos nacen al cabo de veinticinco afios. Y en el Ta/su Kalbi se dice que, al principio, el 'anqú solía vivir entre los hombres, y solía provocar aflicción entre los seres vivos, hasta que, en tiempos del profeta Hauzala (¡la paz sea con él% un 'anqaúñ raptó a una novia con sus joyas y vestidos. Hauzala (¡la paz sea con él!) rogó, refiriéndose al 'anqú: «¡Oh, Señor, llévatelo y destruye a su progenie, y castígalo duramente con calarnidades!». Dios (¡exaltado sea!) envió un incendio que lo abrasó, y nada quedó de él, más que el nombre.

 

Zarnalchshari, en el Rabic u‑1‑Abrar («La fuente de los piadosos»), cuenta que en tiempos del Banú Isrá'il, Dios (¡exaltado sea!) creó cerca de Jerusalén un ave con rostro semejante al de un hombre a la que llamaron 'anqú, y que solía acosar a los pájaros y a otros animales. El profeta de aquel tiempo rezó, y Dios (¡exaltado sea!) lo arrojó a océano, al sur del ecuador; a partir de aquel tiempo, ha desaparecido.

 

En el Qisasu‑1‑Anb¡yú, y en la Historia de Jarir, se dice que ha desaparecido desde el tiempo de Sulalman el profeta (¡la paz sea con él, debido a lo que dijo: «Cambiaré los designios del destino eterno». Y Sulairnán (¡la paz sea con él) informó que, aquel mismo día, el Rey" de Oriente tuvo una hija, y el Rey de Occidente otro, y que estaba escrito que debían unirse. El simurgh robó a la hija del Rey de Oriente, la llevó a su propio nido y la crlQ' Ocurrió casualmente que el hijo del Rey de Occidente

 

*b'ó el deseo de viajar, y fue a parar a aquel lugar; y la

 

conci 1 hija se enamoró de él, y urdió un plan, conforme al cual el~ joven se metió en la piel de un animal que había muerto y estaba casualmente allí; y a petición de ella, el simurgh le trajo la piel para disipar su fatiga; y ambos se unieron y tuvieron una criatura. Entonces, por orden de Sulairná (¡la paz sea con él!), el simurgh trajo la piel con la doncel] ante su corte, y el misterio‑quedó patente; y el simurgh desapareció de entre los hombres a causa de la vergüenz_a,

 

Nuzbat, 79‑8o

 

 

 

 


Los grifos se mencionan entre las aves por el Deuteronornio (14). Y dice allí el comentario que el grifo es un cuadrúpedo semejante al águila en cabeza y alas, y parecido al león en el resto del cuerpo, y que vive en los montes Hiperbóreos, con gran enemistad hacia los caballos y los hombres: en su nido coloca la piedra esmeralda, contra las alimañas venenosas del monte.

 

la,                                                                         Trevisa I, 6_3o

 

Ciertamente está hecho el grifo

a semejanza de una fiera y de un ave;

su parte de atrás es como de león,

y por delante parece el águila voladora.

Muy fuerte, por su naturaleza,

tiene la vista aguda, es ligero y ágil;

engaña al hombre vivo por traición,

lo mata y lo devora de inmediato.

Por el grifo entiendo al Enemigo,

y por el hombre vivo al penitente,

que aquél engaña, se come y devora.

Ve con agudeza, pues es muy viejo,

fuerte y ágil por su naturaleza cruel,

jamás perdonará a criatura alguna.

 

Gubbio, MI‑102, n.o XXXIII

 

Í_

 

Ue asi que, por la primera parte [del grifo], que es la de águila, debemos entender que hemos de tener el pensamiento y la contemplación puestos en Dios y en la criatura celestial. Como está escrito: «Busca en primer lugar el reino de Dios».

 

En segundo lugar, debemos preocuparnos de las cosas terrenas, lo que se desprende de la segunda mitad del grifo, que es de león. Pues el león es fuerte en las

 

 

 

 


huye por miedo, y no terne el ataque de muchos hombres. Y en las situaciones prósperas, el león es humilde y pausado. Pues mientras el león va enfurecido contra alguien, con intención de herirlo, si el hombre contra el que se precipita se arrodilla o se sienta humildemente en tierra, el león no le hiere ni le hace daño alguno, sino que

 

que le mira mansamente en señal de humildad. D o otros debemos seguir esta naturaleza y propiedad, pues debemos tener humildad en las circunstancias favorables,

 

za sólida en las adversidades.

 

Valdense, 412, n.o 37

 

El grifo es un cuadrúpedo, con las garras tan grandes y amplias que puede aferrar con ellas el cuerpo de un hombre totalmente armado, como un ave de presa lo hace de un pajarillo. Igualmente se lleva un caballo, un buey u otro animal volando por los aires, si puede ponerle las garras encima. El grifo tiene las alas tan robustas, que mientras vuela, sólo con el viento que producen derriba a un hombre. Estas alas son tan grandes y extensas cuando vuela que, si lo hiciera en una calle, tocaría con ellas a ambos lados las tiendas y las casas. Si tiene las garras grandes y amplias, no es extrafio, pues tiene las uñas de] tamaño de los cuernos de un buey.

 

Esto puede comprobarse en la Santa Capilla, en París: en medio de la Santa Capilla cuelga, atada a una cadena, la arra de un polluelo de grifo; un soldado se la cortó a 9

 

un pequefio grifo, después de haber sido entregado por los grifos padres a sus polluelos para que lo devoraran, en el desierto al que había sido transportado. El soldado encontró manera de escapar, después de haber luchado duramente con los polluelos, en ausencia de los grifos grandes. En su huida, se dirigió a un puerto, donde consiguió cruzar el mar gracias a un marino con el que se puso de acuerdo, contando por anticipado con que haría fortuna, Y más tarde, aquella garra fue traída a Francia, y colocada

 

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en la Santa Capilla a la que nos hemos referido, como pueden haber visto todos los que la han visitado.

 

Esta Santa Capilla era el sitio en que los reyes de Francia asistían a misa y hacían sus oraciones, residiendo ellos en el palacio de París, que solla ser antaño su morada y refugio: actualmente, es éste el principal consejo y gran Parlamento de toda Francia.

 

PrOPríetez, 484‑485

 

                                                     LA GRULLA                           (IR AL ÍNDICE)

 

                                                                     

(111.3)

 

Grus, la grulla, toma su nombre de lo peculiar de su canto; con semejante grito (grus), intercambian un sonido bajo, continuo, de murmullo.

 

Y me gustaría contaros cómo organizan sus campañas. Viajan en auténtica formación militar. Y, por si hubiera un fuerte viento que pudiese impedir a sus ligeros cuerpos el volar totalmente rectos hacia su destino, comen arena y recogen piedrecillas de peso mediano, para conseguir lastre. Luego, se elevan rápidamente a las alturas, con el fin de poder ver el territorio al que quieren llegar desde una mayor altitud. Más aún: mientras avanzan con rapidez, siguen expresamente a un guia determinado, que, seguro de su sentido de la orientación, vuela en cabeza de la formación. En pleno vuelo, riñe a las que se atrasan, y controla la columna con su voz. Si llega a afectarle la ronquera, otro guía ocupa su puesto.

 

Todas las grullas están de acuerdo respecto a lo que deben hacer con las que se cansan, y empiezan a caer, exhaustas. Cierran filas en torno a ellas y las sostienen, hasta que las agotadas hayan descansado.

 

Por la noche, las grullas establecen una atenta vigilancia. Pueden verse centinelas, colocados muy ordenadamente, que, mientras duerme el resto del ejército de compañeras, dan vueltas y vueltas para cerciorarse de que no se preparan contra ellas emboscadas de cualquier procedencia. La protección que dispensan es total. Cuando el período de guardia del centinela ha concluido, y ha terminado su vigilancia, se dispone por fin a dormir, pero solamente después de haber lanzado un fuerte graznido para despertar al siguiente vigilante, cuyo turno de guardia comienza.

 

Y, puedo decíroslo, el siguiente acepta gustoso su tarea, no a regañadientes, como nosotros los perezosos humanos. Tan pronto como se le llama, se levanta. Pues así es como las grullas retribuyen con interés y cortesía la buena vigilancia que ellas mismas han recibido. No hay abandono de la obligación, porque hay afecto natural. Hay una guardia segura, porque hay una elección no impuesta.

 

Se mantienen despiertas mientras son centinelas, sosteniendo piedras en sus patas, y comparten los turnos de noche equitativamente, sustítuyéndose de forma ordenada.

 

Si hay una emergencia, los centinelas gritan.

 

La edad de una grulla puede deducirse de su color, y que con la vejez se vuelven negras.

 

Cambridge, 110‑112

 

Existe un ave llamada grulla, capaz de mucha previsión. El Fisiólogo nos dice que, allá donde se reúnen varias, siempre hay una que guarda a las demás, y vela continuamente mientras éstas duermen; y vigilan por

 

turnos. La que está de guardia, como no quiere dormirse, toma piedrecillas en las patas, para evitar estar tranquila

 

el dormirse profundamente.

 

         Sobre esto nos dice el Fisiologo que la grulla que vela

por las demás es la prudencia, que debe guardar a todas

las demás virtudes del alma; y las patas son la voluntad

Pues asi como el hombre anda con los pies, el alma anda

 

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con la voluntad, de un pensamiento a otro; y el hombre va de una buena acción a otra. Así pues, la grulla toma la piedra con sus patas para no estar tranquila, y para no dormirse, como la prudencia ata tan corto a la voluntad para que los otros sentidos desconfíen de ser engañados. Quien quiera así precaverse contra los engaños del demonio, ha de prepararse como la grulla y velar para que no lo atrapen. Hay cristianos que no se preocupan de las asechanzas del demonio, pero tú, hombre, que tienes el discernimiento que Dios te ha dado entre el bien y el mal, debes protegerte en justicia aún mejor que la grulla. Pues Dios ha creado todas las cosas que hay en la tierra para servirte: y ya que las ha hecho todas para servirte, muy justo es que tú le sirvas. Y cuídate de dormirte, es decir, que no te olvides de Él cometiendo pecados; y vela siempre por hacer el bien. Por eso, sujetarás las piedras como lo hace la grulla con las patas, para que no la dejen dormir; pues hay que velar por las buenas obras sin

 

descanso.

 

`                                           PB, Cahier 11, 142

 

Hay también [en la India] bosques tan grandes y tan altos, que llegan hasta las nubes. Y allí viven unas gentes con cuernos, que sólo miden dos codos de altura, y se agrupan en grandes multitudes, y combaten a menudo contra las grullas que les atacan. Pero' en siete años envejecen, y pasan de la vida a la muerte. Estas gentes se llaman pigmeos, y son pequenos como enanos ( ... ).

 

Image, n i

 

Se dice que el pueblo pigmeo lucha con ellas, y que tienen treguas cuando las grullas se retiran ( ... ). Aristóteles trata de los pigmeos en su libro sobre las propiedades de los animales, refiriendo lo siguiente. Las grullas llegan a la

 

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región septentrional que está más allá de Egipto, donde corre el Nilo, en la temporada de invierno; salen a su encuentro los pigmeos, unos hombres de un codo de alto, y luchan con ellas. Y el comentario sobre la frase de Ezequiel: Gens Pigmea in turribus tuis [el pueblo pigmeo en tus torres] dice que semejante pueblo está en la región de Oriente. Pero el propio Aristóteles sostiene que ciertamente no es una fábula, sino que se encuentra de verdad cierta raza de hombres pequeños y de caballos igualmente pequeños, que viven en lugares montañosos.

 

Cantimpré, 203‑204 (V.'55)

 

Las grullas duermen de pie, y la que está de guardia toma piedrecillas en la pata para no dormirse y no ser sorprendida; quien no tiene precaución es como un pavo real sin cola, pues la cola, por estar detrás, significa la previsión, y por estar llena de ojos, su salvaguarda, es decir, la vigilancia de lo que le concierne. Como el león borra sus huellas con el rabo cuando tiene miedo y desea huir, así obra quien tiene prudencia.

 

Cambrai, 234, n.O 9; texto íntegro

 

La grulla es un ave que tiene el cuello muy largo; y antes de que pueda pasar el alimento a su vientre, recorre tres curvas en su cuello, por la gran longitud que tiene.

 

Esta grulla nos da auténtico ejemplo de que el hombre, al que Dios ha dado la sabiduría, antes de dejar salir la palabra de su boca, debería hacerla recorrer tres curvas en el cuello, pensando para sus adentros qué va a decir, procurando que sea verdad y que no sea en vano discurso, para que no se le tenga por necio y de poco sentido, y desprovisto de dominio, y voluntarioso. El que abre la boca y arroja palabras vanas y sin razón, se ve

 

88

 

 


nenospreciado por las gentes; y de él emanan palabras que no agradan a Dios, pues es un gran pecado el proferir expresiones desordenadas, sucias, erróneas y groseras.

 

Y os contaré una historia al respecto: un rey tenía tres hijos, y se trataba de un monarca muy prudente. Y al ‑cumplir sus hijos los veinte años de edad, preguntó al mayor qué querría ser en la vida. Y él contestó, como hombre que tiene poco entendimiento, que querría ser el hombre más rico del mundo, en dinero y en propiedades: , él le contestó que sería un hombre desdichado, que por aquéllos bienes podría él morir y ser traicionado, y llegar a ignorar a Dios y a sí mismo, e incurrir en grandes )pecados. Y después preguntó el rey a su segundo hijo qué querría ser en esta vida, y qué riqueza deseaba poseer; y él respondió que querría ser estornino. Y el rey replicó: por qué?‑. Porque el estornino siempre va bien icompañado. Y ojalá tuviese él tanta virtud que siempre pudiera gozar de gran compañía, para recibir honra por ello, y para que ellos fuesen ricos y honrados en consecuencia. Y el rey le contestó que era muy noble riqueza aquella que él deseaba tener, y que no podría ocurrir que Ino se convirtiera en un buen hombre. Preguntó el rey a su tercer hijo qué quería ser en esta vida, o qué deseaba tener; y él contestó que querría tener un cuello tan largo como el de la grulla. Y el rey quedó muy sorprendido, y le preguntó por qué había escogido una comparacion tan M y él le replicó: ‑Para que, antes de que saliese mi palabra de la boca, tuviese que recorrer tres curvas en el Liello, de modo que no pudiese errar ni equivocarme. Y el ey, que era muy prudente, comprendió que él había elegido la mejor parte (lo que pidió Salomón a Dios, a aber, que le diera prudencia), y le dijo: ‑Hijo mío, tú as escogido lo menos [¿?], que tienes voluntad de hacer obras con prudencia, y por eso serás rey después de mí.

 

Así, si quieres ser rey en el reino de Dios, ten humildad y no confíes en la riqueza, en el linaje ni en el boato: pues Dios no ama a hombre alguno si no es por su

 

89

 

 

 

 


humildad, por las buenas obras que realiza y por cumplir y guardar sus mandamientos.

 

Bestiaris 11, 28‑30 (MS B)

 

                                 TÓRTOLA Y PERDIZ                                  IN2

 

                                                                   

(111.4)

 

En el Cantar de los Cantares, Salomón da testimonio diciendo: « ... se deja oír en nuestra tierra el arrullo de la tórtola» (Cant iji; trad. Nácar).

 

El Fisiólogo dice de la tórtola que siempre regresa al monte porque no le gusta permanecer durante mucho tiempo en medio de una multitud de gente.

 

Así veló también el Salvador en el Monte de los Olivos, cuando se llevó con Él a Pedro, a Santiago a Juan, subió a la montafia y allí vieron a Moisés y a Elí , y se oyó una voz de los cielos que decía: tste es mi

 

quien me complazco».

 

Y así como la tórtola se regocija a su regreso, del mismo modo se alegrarán los verdaderos seguidores de Cristo con Su retorno.

 

Y está escrito: «Charlé como una tórtola, y me lamenté como una paloma» Us 38,‑r4).

 

El Fisiólogo dice, además, que la tórtola es nluy charlatana. Cuando enviuda, nunca vuelve a emparejars

 

sino que muere de añoranza por su compafiero.

 

Así, este páÍaro es semejante a Cristo, que es nuestra parlanchina y prudentísima tórtola, el ave de voz auténticamente dulce, que con sus mensajes evangélicos, encanta todo lo que hay bajo la capa del cielo. Él es en verdad la amable, inocente y sencilla paloma, pues en su boca no se halló falsedad.

 

Por último, la tórtola tiene el siguiente atributo. De todas las aves y de todos los cuadrúpedos es la más fiel a su pareja. juntos vuelan, y juntos crían a sus polluelos, 1

 

go

 

 

                                                                       

 

 


Pero, si se la separa de su pareja, no vuelve a unirse con otra durante el resto de su vida.

 

Y tú, oh hombre, únete a una sola mujer, para que puedas encontrar morada en la Segunda Comunidad.

 

Bien habló el Fis, "Ologo sobre la tórtola.

 

riego: Carlill 217‑218; Pe,ers, 57‑59; Zam1,9n, 65, n,o 28

 

La tórtola es un pájaro sencillo, casto y hermoso, que ama tanto al macho, que mientras él viva no tendrá otro, 'después de su muerte tomará otro distinto, sino que lo ilorará durante el resto de su vida, y no se posará sobre un árbol verde; ésta es la significación. Por la tórtola, como es de razón, debemos entender a la Santa Iglesia, que es humilde y casta, siendo Dios su esposo; y cuando Dios fue afligido y herido a muerte en la Cruz, la Santa Iglesia lloró por Él, y no lo abandonó ni antes ni después. Por eso dicen los profetas que tal permanecerá hasta el fin, que estará junto a Dios y se salvará sin falta. Y la tórtola representa, sabeello, a la Virgen María o al alma santa en verdad,‑ así lo dice la autoridad. ¡Dios nos conceda el de la tórtola! Amén.

 

PT, vv. 2547‑2574

 

Turtur, la tórtola, toma su nombre de su arrullo. Es una criatura tímida, que vive siempre en las cumbres de las montañas, donde mora en absoluta soledad; pues re~úye las viviendas de los hombres, o cualquier trato con ellos, y se desplaza a los bosques.

 

En tiempo de invierno, cuando ha mudado, se dice que esta ave se refugia en los troncos huecos de los árboles. Por miedo a que algún lobo ataque a sus polluelos en el nido, la tórtola extiende sobre él hojas de scílla [cebolla albarrana], pues sabe que a los lobos no les gusta

 

este tipo de hoja.            

91

 

 


Se cree ciertamente que cuando una tórtola enviuda por la pérdida de su esposo, se llena de espanto contra el lecho matrimonial, y contra el nombre mismo de matrimonio. Pues el primer amor la ha engañado y decepcionado por la pérdida de su ser querido, y ya que él se ha convertido para siempre en infiel, se llena de amargura hacia el propio amor ‑‑‑que produce más tristeza debido a la muerte, que dulzura debido al amor‑. Así que se niega ella a repetir la experiencia, y no rompe los lazos de la castidad, ni olvida los derechos de su legítimo esposo. Conserva su amor únicamente para él, para él solo guarda el nombre de esposa.

 

Advierte pues, oli mujer, cuánto es estimada la condición de viuda, cuando incluso entre las aves es exhibida.

 

¿Quién dio semejantes leyes a las tórtolas? Si busco'l hombre que lo hizo, no puedo hallar a ninguno. Pues L ningún hombre se ha atrevido, ni siquiera Pablo se ~trevió, a prescribir leyes acerca de la viudedad. Sólo dice qu desea ver casarse a las jóvenes, con el fin de que tenga hijos, de que sean madres de familia, y de que no de oportunidad alguna al Enemigo. Y en otro lugar, dice: «Es bueno que permanezcan a la altura de Él. Pero, si no son continentes, deberían casarse. Mejor es casarse que arder en el infierno». A Pablo le gustaría que las mujeres tuviesen aquella castidad que observan las tórtolas, pero en otros aspectos insta a la costumbre del matrimonio, porque las simples mujeres rara vez son capaces de alcanzar la condición de las tórtolas.

 

Dios derramó su gracia y su disposición sobre la tórtola, y le dio esta virtud de la continencia. También puede dejar establecido aquello que todos deberían seguír. La flor de juventud no abrasa a la tórtola, ni la encandilan las tentaciones de la ocasión. No es capaz de traicionar su fe, pues sabe cómo preservar la castidad conyugal que prometió cuando era recién casada. Cambridge, 145‑146

 

92.

 

 


Vosotras todas, almas de los fieles, escuchad qué gran casádad hay en un ave tan pequefia. Todo el que asuma el caracter de la tórtola, y desee llevar a su propia alma a buen puerto, ha de imitar la castidad de la tórtola. Así es la Santa Iglesia. Pues jamás, desde que fue crucificado su Señor, y resucitó al tercer día y subió a los cielos, jamás volvió a unirse a ningún otro; sino que a Él desea y espera' y en Su amor y Su caridad permanecerá hasta el final. Así dice Nuestro Sefior Jesucristo: «Quien permanezca coninigo hasta el fin, estará salvado». Y el profeta David dice en un salmo: «Compórtate como un hombre, conforta tu corazón y espera a Dios Nuestro Seflor».

 

La tórtola huye de las casas de los hombres; así debemos nosotros huir de los placeres del mundo y permanecer junto a los bienes espirituales [MS S: Pero la paloma hace lo contrario: pues le gustan las casas de los hombres, y las frecuenta de buen grado].

 

PB: Cabier 111, 262­

 

Dice el profeta jeremías: «Perdiz que empolla huevos ajenos / es el que injustamente allega riquezas; / a la mitad de sus días tendrá que dejarlas, /y su fin será el de un necio» (Jer 17JI; trad. Nácar).

 

El Fisiólogo ha dicho que la perdiz incuba los huevos ajenos y los hace eclosionar; pero cuando los polluelos se han convertido en adultos, se marchan volando, cada uno según su propia especie, junto a sus padres auténticos, y la dejan sola y confusa.

 

Del mismo modo, el demonio arrebata a la especie de aquellos que son pequeños en juicio; pero cuando han llegado a la justa medida de la edad, empiezan a reconocer a sus padres celestiales, esto es, a Cristo, a la Iglesia, y a los santos profetas y apóstoles, y‑lo dejan solo y confuso.

 

Así pues, bien ha hablado el Fisiólogo de la perdiz.

 

NYs. griego: Zambon, 57, n.o 18; Carfill, 219‑220; Peters, 62‑63

 

93

 

 


         El moralista dice que la perdiz roba los huevos de los                                                          la

                                así trae al mundo polluelos ajenos;                                                                                         PC

demás pájaros, y que                                                                                                                                 ni

pero como su calor no basta para la cantidad.de huevos                                                                     a

que ha reunido, recoge zarzas y las amontona sobre los

huevos para taparlos todos. Pero cuando los polluelos,                                                                                m

rompiendo la cáscara5 salen a la luz, se van cada uno a su                                                       ci

auténtica familia, dejando sola a la malvada ladrona.                                                                                      1

         Como la perdiz, el demonio se lleva a los hijos de los                                                             si

hombres. Pero cuando éstos, al crecer, abren los OJOS y                                                          a

reconocen a su padre y a su madre celestiales9 es decir, a

jesucristo y la Iglesia, abandonan a la pérfida perdiz para                                                          c(

venir a mezclarse con la asamblea de la santa tropa de los

profetas, de los apóstoles y de los santos. Cristo nos dice

en el Evangelio: «¡Ay de aquellas que, en esos días, estén

encintas o arnamantenl». Y exclama David: «He sido                                                                     a

concebido en la iniquidad, y mi madre me concibió en el                                                               fi

pecado».                                                                                                                                                         a

                                                                                            n

                                           Phys. armenio, 130, n.' XXI

         Perdix es el nombre de un ave, que es

porque pierde a su prole; oíd de qué manera:

                                                       PT, VV. 1959‑1962

      Perdix, la perdiz, lleva dicho nombre porque produce

tal clase de canto.

         Es un pájaro astuto y repugnante.

         El macho monta a veces al macho, y así, el apetito

sensual dominante olvida las leyes del sexo. Más aún, es

una criatura tan perversa, que la hembra suele ir y robar

los huevos de otras hembras.

El demonio es un ejemplo de semejante conducta. Trata de robar

 

del eterno Creador... ( ... )

 

Las r)erdices buscan una coloración protectora mediante un' hábil camufia)e. Cubren sus nidos con matas espinosas, de modo que los animales que podrían atacar‑ 1

 

94

 


MIas se ven detenidos por lo afilado de las ramas. Usan polvo para cubrir los huevos, y los pájaros regresan al nido dando un rodeo. Las hembras se llevan generalmente a los polluelos para engañar a sus maridos, porque éstos a menudo atacan a las crías, mientras las acarician impacientemente.

 

El coito frecuente las agota. Los machos luchan entre sí por su pareja, y se cree que el macho vencido se somete a la monta como una hembra.

 

Tanto atormenta el deseo a las hembras, que basta con que hacia ellas sople el viento procedente de los machos, para que queden encintas por el olor.

 

Otra peculiaridad es que, si un hombre se acerca al lugar en que está incubando una perdiz, la madre, saliendo a su encuentro, se pone a descubierto deliberadamente, y fingiendo debilidad de pata y de ala, como si pudiera ser atrapada en cualquier momento, inventa toda clase de medios para alejarse lenta, pero urgentemente. Mediante esta estratagema, atrae y engaña al transeúnte hasta que se lo lleva lejos del nido, desplazándolo más y más. Veis, pues, que no son lentas en emplear todo su celo para proteger a las crías.

 

Cuando las perdices advierten que se ha descubierto su presencia, se vuelven de espaldas, levantan grumos de tierra con las patas, y los extienden para cubrirse con tanta habilidad, que yacen inmunes a la detección.

 

Cambridge, 36‑137

 

Me place contaros a continuación sobre un pájaro muy engañoso: es la perdiz, a la que vemos, que comemos tan a gusto, aunque es sucia y malvada y tiene un pésimo hábito; pues el macho se une al macho. Tan ardiente es su lujuria, que olvidan la ley natural. La perdiz es muy traidora, pues como una ladrona roba e incuba los huevos

 

GQ vv. 2345‑2357

 

95

 

 


Una de las sorprendentes propiedades de este pájaro, es que cuando los machos lanzan un clamor, y el viento lleva su grito a la hembra, en sus lomos se engendran huevos; del mismo modo, la palmera hembra da fruto al percibir el primer perfume de las flores del árbol macho, cuando el viento sopla sobre éste ( ... ).

 

Nuzhat, 83, n. 3

 

                                          LA NATURALEZA DE LA PERDIZ                                    IN2

 

La propiedad o naturaleza de la perdiz es tal, que u 1 roba a gusto los huevos de otra. Por ello, si nacen polluelos, cuando oyen a la madre auténtica, reconocen voz de su propia madre y van con ella. Figura

 

Debemos obrar de tal forma que, oída la voz de nuestro propio padre, o sea Cristo, hemos de ir hacia ÉLEL.. con gran deseo y amor, como dijo San Gregorio: «Co~ esta incitación, es decir, por la predicación de San Juan, el marinero toma fuerzas, es decir, virtudes, ya que se dirige a él una vez oída su solemne voz».

 

Libellus, 238, n.O XV

 

Y por eso se llaman perdices, por todo cuanto pierden, pues una pierde los huevos, y la otra los polluelos.

 

Bestiaris 1, 136 (MS A)

 

                                        IBIS, CIGÜEÑA, ABUBILLA Y GARZA                 (IR AL ÍNDICE)

 

(111.5)

 

Según la Ley, el ibis es impuro. No sabe nadar, pero  tiene su morada a lo largo de los bajíos de los ríos y en los

 

96

estanques, y no puede sumergirse en las profundidades, donde nadan los peces puros, sino únicamente donde viven los pececillos impuros.

 

Aprende, pues, también tú a nadar espiritualmente, a fin de que puedas alcanzar el profundo río espiritual, el abismo de la riqueza, de la sabiduría y del conocimiento de Dios. Además, si no extiendes ambas manos y no haces

 

lseñal de la cruz, no podrás atravesar el mar de la vida. La figura de la cruz afecta, de hecho, a todas las criaturas: el sol, si no tiende sus rayos, no puede lucir; la luna, si no extiende su doble cuerno, no brilla; un ave, si no despliega las alas, no vuela. Moisés, extendiendo las manos, venció a Amalec, y Daniel a los leones. Jonás fue arrojado al vientre de la ballena, Tecla en medio del fuego y a las bestias feroces y las focas, y la figura de la cruz la salvó. Susana se libró de los ancianos, Judith. de Holofernes y Esther de Arta'er*es, y los tres muchachos, en el horno, se kalvaron del fuego abrasador: pero el peor de todos, el

 

no sabe nadar. De los pecadores sólo pueden nacer Lldos.

 

Phys. griego: Zambon, 76‑77, n.<' 40; Peters, 70‑71; Carlifi, 226

 

Ibex es el nombre de un ave a la que nosotros llamamos cígüeña; viene del Nilo, de Egipto, y es una llstia muy vil. La cigüeña es un pájaro repugnante, que gve de carrofia; no se atreve a entrar en el agua, pues no sabe nadar. junto a la orilla, coge los peces muertos e lictos, culebras y gusanos, serpientes y alimafias: de eso se alimenta, y sabed lo que significa. Escucha, hombre de Dios, que has nacido en el bautismo: entra en el agua del

 

lndímiento, en la mar espiritual. Por el agua has de inder el saber, que no te quepa duda; por el mar, la Sagrada Escritura, o naturalmente este mundo. El saber es 1 alimento que el alma santa exige, y la Sagrada Escritura ,s comida para el alma que quiere ponerla en práctica y

 

97                                                      

                                                           

  tratarla con sutileza. Y el hombre que no la entiende, que                                                              ta

    de ella hace escarnio, que desprecia lo que dice, vive como                                                     PS

    la cigüeña. Y quien no haga esto, sino que vuele afuera,

    vivirá de carroña, y recibirá frutos de carne: fruto de

    carne, por supuesto, es la fornicación, la lujuria, horrendo

    vicio, el odio y la avaricia: éstos son los frutos carnales,

    por los que el hombre es mortal. Y los frutos espirituales,

    por los que el hombre vence al demonio, son la caridad, la

    fe y la humildad, la alegría, la paz, la honestidad y la                                                                               n(

    castidad santa. Por todo ello, hombre de Dios, escucha la                                                                  se

    autoridad de la doctrina: has de volar sobre el mar, es                                                                         lo

    decir, vencer al mundo, en el que hay muchas bestias                                                                          la

    feroces, engaños y maldades. Por las bestias has de                                                                            cu

    entender los demonios y las malas gentes. El hombre que                                                                   en

    quiere superarlos, ha de alzar las alas: los hombres tienen

    dos manos que son como sus alas; debe alzar sus manos al

    cielo, y adorar a Dios, pues del cielo viene la virtud que

    venció a Satanás, y por signum crucis entendemos todo lo

    dicho. Y ved por analogía el recto significado: el sol reluce

    sobre la tierra cuando puede mostrar sus rayos; la luna

    extiende sus cuernos cuando toma la luz; el ave extiende                                                                    in

    sus alas para volar; la nave, con el viento a favor, corre                                                                       qi

    con todas las velas desplegadas. Así mostramos con                                                                           p(

    ejemplos lo que habíamos dicho. Oíd otro caso, y acor‑                                                                        cc

    daos de él: Moisés fue un siervo de Dios, dicen los doctos;                                                          m

    oíd un hermoso milagro. Cuando Moisés quería dirigir al

    pueblo de Israel, tendía las manos al cielo. Amalech fue un

    tirano, un judío incrédulo, y hombre muy poderoso; se

    e_nirentó a Moisés, y éste lo derrotó cuando elevó sus

manos, y cuanYa ‑,las bajaba, Ama‑lech íe vericú. Así debe

volar el hombre, elevar las manos hacia Dios, es decir,

rezarle, y signarse con la cruz. Y el que no lo haga, y viva

carnalmente, morirá en su pecado e irá a parar a manos

del demonio. Sobre tales gentes, nos dice en verdad Dios

en Su escrito que dejemos a los muertos enterrar a los

muertos. Y más dice el Fis, 'Ólogo sobre la cigüeña: cuando

quiere purgarse, va a mojarse el trasero; lo irriga con agua

con el pico, y lo deja completamente limpio. Sabed que de

                                     98

 

 

 

 


tal guisa se comportan los calumniadores, que dicen bien por delante y mienten por detrás.

 

PT, VV. 2631‑2746

 

b Existe un ave llamada Ybis que se limpia los intestinos con el pico. Disfruta comiendo cadáveres o huevos de serpiente, y semejantes alimentos lleva a sus polluelos, que los aceptan de buen grado. Día y noche deambula junto a la orilla del mar, buscando pececillos muertos u otros cuerpos que hayan sido arrojados por las olas. Teme entrar en el agua porque no sabe nadar.

 

Cambridge, Tiq

 

Y muchos dicen que Hipócrates, el gran médico, inventó el enema imitando a este pájaro [ibes]. Y sabed que Ovidio, el excelente poeta, cuando fue encarcelado por el emperador, escribió un libro en el que le llamaba con el nombre de esta ave, pues no se le ocurría criatura más repugnante.

 

Brunetto, 146 (I:i6o)

 

Ales es un ave de mala ralea, que sólo come carne rechazada, que encuentra por azar en la orilla del mar. Devora pues carrofia y carne muerta; ésta es la vida que usualmente hace; no sabe nadar, ni se preocupa, rehúye el agua clara y delicada.

 

99

 

 

 

 


Así obra pues el miserable

 

que goza cometiendo los pecados

 

que a Dios le son abominables:

 

no quiere tratar con las buenas gentes,

sino con los pecadores disolutos,

 

dispuestos a cualquier fechoría.

 

Gubbio, 119, n.O XLII (De ales)

 

La cigüeña es un ave que ama su nido y a sus polluelos. Es blanca en su mitad superior, y de oscuro en la mitad de abajo. La cigüeña no se aleja nido, y siempre permanece cerca de él, bien sea el

 

bien la madre.

 

Igualmente, Nuestro Señor jesucristo mostró seres celestiales el lado superior de la cabeza de mientras que enseñó a los hombres la parte inferior, la condición humana; pues los ángeles lo veían solamente desde arriba, y los hombres únicamente desde abajo.

 

[Mustoxydes]. Las cigüeñas vuelan en parejas, y crían a sus hijos juntas. Cuando los huevos están puestos, la hembra los incuba y los guarda mientras el macho trae alimento. Luego cambian entre sí, y jamás dejan el nido sin vigilancia.

 

Tampoco tú, hombre prudente, dejes que pase un solo dia sin oración, o no vencerás al demonio.

 

En determinada época, todas las cigüeñas vuelan a otro lugar, en bandada; y de nuevo, en su momento oportuno, regresan, construyen sus nidos y traen a sus hijos a la luz.

 

Tal y como la cigüeña marcha volando y regresa a su viejo nido, así el Señor nos fue arrebatado, y volverá en su tiempo oportuno, volviendo a construir lo que' está quebrado; como dijo también el profeta: «Los gorriones construyen allá donde está fijado el lugar de su morada»

 

Phys. griego: Cartill, 22.6‑227; Peters, 71‑72

 

I00

 

                                                                       

 

 


Las cigüeñas reciben tal nombre (ciconia) por el ruido que producen, que es más bien un ruido del pico que de la voz, pues lo hacen agitándolo. Anunciadoras de la primavera , amigas de la vida en común, enemigas de las serpientes, cruzan los mares en filas bien formadas. Las corne*as las dirigen precediéndolas, y ellas siguen, igual

 

14‑U‑e un ejército a su jefe. Muestran mucha ternura para con sus polluelos, y los incuban con tanto cuidado, que pierden la pluma; y sus hijos las alimentan durante un período tan largo, como el que han empleado ellas mismas en criarlos. Las cigüeñas, cuyo grito se produce sacudiendo

 

I el pico, representan a aquellos que, mediante llanto y rechinar de dientes, expresan por su boca sus malas acciones. Anuncian la primavera, pues muestran a los demás el dulce calor de un alma convertida. Aman la sociedad, pues viven a gusto entre sus congéneres. También se dice que son enemigas de las serpientes, que son los pensamientos perversos, o los hermanos depravados a los que la cigüeña golpea con el pico, como el justo reprime sus malos pensamientos y reprende a sus hermanos viciosos con energicas invectivas. Cruzan los mares, y van a Asia en prietas filas. Asia significa elevada. Los que cruzan los mares y van a Asia en filas apretadas son aquellos que, despreciando el tumulto del mundo, se elevan hacia las alturas. Sienten gran afecto por sus hijos, hasta el punto de perder las plumas a fuerza de empollarlos, lo que representa a los maestros que, mientras velan por sus discípulos, pierden las plumas de su propia ligereza y de lo que tienen de superfluo. El tiempo que pasaron criando a sus hijos, se lo devuelven éstos, dedicando un tiempo igualmente largo a alimentarías. Mientras los hijos tengan necesidad de los padres, éstos deben criarlos, y mientras los discípulos necesiten recibir instrucción, los maestros deben alimentarles y enseñarles con la palabra. Igualmente, los discípulos deben esforzarse en sostener a sus maestros y en llevarles lo que les sea necesario.

 

La tórtola, la cigüeña y la golondrina formulan

 

101

                                                               

 

 


reproches a los que no creen en la Encarnación y en el juicio Final.

 

De Bestús, 218‑2 ig (¡.‑42)

 

Y sabed que la última en llegar a Asia, al lugar en que se reúnen, es desplumada y despedazada por las demás con gran crueldad. Y así podemos saber que aves y animales poseen un espíritu provisto de cierto discerni‑'; miento: pues ocurrió una vez que un lombardo de la diócesis de Milán quitó a hurtadillas un huevo de un nido de cigüeña, y puso en su lugar otro que era de cuervo.

 

cuando llegó el tiempo en que nacieron los polluelos, y empezó el cuervo a dejar ver su color y su constitución, el macho se fue, volviendo con semejante cantidad de

 

y

 

e

 

1

 

cigüenas, que era algo extraordinario de ver: y cuando hubieron mirado todos al pajarito negro que se encontraba entre los demás, se precipitaron sobre la hembra y le dieron muerte.

 

Bninetto, 146 (1:160)

 

La cigüeña es un ave de gran tamaño, que enseña a los hombres muchas cosas, debido a su naturaleza. Pues tiene la siguiente propiedad: tanto tiempo como se esfuerza la madre en criar a sus hijos, otro tanto cuidarán y alimentarán los hijos a su madre. Y harán más aún: cuando ven que ella ha envejecido mucho, se esfuerzan por poderla mantener, arreglar y rejuvenecer, y le recortan las alas con el pico para que le crezcan plumas nuevas. Veis pues qué recompensa dedican los hijos a su madre. Esta cigüeña, en cuanto a lo que hacen ellos por su mad,,,, constituye una vergüenza para la mayor parte de los hombres de] mundo; pues pocos hombres hay que hagan con sus madres lo mismo que hacen los hijos de la cigüeña; y el hombre sabe con certeza que uno de los diez

 

ICIZ

 

 

 

 

 


mandamientos es que se debe amar y respetar al padre y a a madre. Y Nuestro Sefior no dictó este mandamiento sin gt

 

gran razón, pues debemos pensar ‑ya que Dios nos ha creado provistos de razón‑ cuántos sufrimientos padecieron por nosotros nuestros padres; por eso deberíamos ser obedientes y humildes para con ellos en todas las cosas. Si la cigüeña, que es un ave salvaje, procura larga vida a su

 

padre y a su madre, ¿qué debemos hacer nosotros para rvir a Dios, sino mirar por ellos y guardarlos de eocupaciones? Y Dios nos lo agradece en este mundo, Indonos larga vida, y reposo en el otro.

 

Bestiaris 11, 83‑84 (MS B)

 

Existe un pájaro llamado abubilla. Cuando sus crías ven a su padre o a su madre envejecidos, y con la vista debilitada, comienzan a arrancarles las plumas, a lamerles los ojos, a taparles y calentarles con sus alas. Ellos mismos les dan de comer, y les dicen estas palabras: «Como vosotros nos calentasteis mientras estábamos presos en el huevo, os confortaremos a nuestra vez, ahora que nuestra ayuda se os ha hecho necesaria».

 

¿Cómo puede el hombre, dotado de inteligencia, desdeñar a su padre y a su madre?

 

Phys. armenio, 123‑12‑4, n.o X

 

También dice el texto que la abubilla tiene la siguiente propiedad: si se unta con su sangre a un hombre dormido, vendrán los demonios y querrán estrangularlo; al darse cuenta, lanzará gritos fortísimos. Oíd lo que esto significa, según el magisterio; esto debe el hijo hacer con su padre, y sobre todo con su madre, que con cariño lo llevó en el vientre, lo nutrió y le dio el pecho; cuando enve)ece el padre y se debilita la madre, cuando no tienen poder alguno y se empobrecen, el hijo debe ayudarles,

 

103

 

 

 

 


alimentarles y darles consejo. La sangre denota el pecado que atenaza a los hombres; cuando el hombre duerme en pecado, el pecado le arrastra a la muerte; entonces, quiere sorprenderlo el demonio, y estrangularlo. Por eso debemos alabar a Dios, y adorarlo, cuando da a las gentes tal esperanza; nos proporciona un gran ejemplo mediante la abubilla, que así obra.

 

PT, VV. 2597‑2628

 

Los griegos llamaron a esta ave upupa, porque guarnece su nido con excremento humano. La sucia criatura se alimenta de maloliente basura. Vive de esto en las tumbas.

 

Su cabeza está coronada con una cresta de plumas que destacan.

 

Si alguien se unta con la sangre de esta ave antes de acostarse, tendrá pesadillas sobre demonios que lo, ahogan.

 

Cambridge, i5o

 

Pues tanto tiempo dedica la cigüeña a criar sus polluelos como tardan por su parte los hijos, una vez que han crecido, en alimentar a su madre en correspondencia: e igualmente obra el hijo de la abubilla. Pues cuando ésta se halla mal emplumada, jamás podría mudar sola, como lo hacen las demás aves; sino que las jóvenes abubillas vienen a arrancarle las plumas viejas con el pico, y después la incuban y la alimentan hasta que está completamente cubierta de pluma. Y emplean tanto tiempo en incubarla y en alimentarla como ella ha empleado para sus polluelos, cuando los ha empollado.

 

Amiga queridísima, con gusto sería yo un hijo tan excelente para con vos

 

RF, 87‑88

 

104

 

 


Dijo el salmista: «La morada de la garza le sirve de guía» (Salmos 1034).

 

    El Fis, «Ólogo ha dicho: este pájaro es bastante pruden­

te, más que muchos otros. Tiene un solo nido y una sola

morada: no busca muchos nidos, sino que, allá donde

construye el suyo, allá se alimenta y duerme; no come

cuerpos muertos, ni vuela a muchos lugares: su nido y su

comida están en un solo lugar.

 

Tú tampoco, fiel, no debes buscar los muchos lugares de los herejes: que tu único nido sea la Santa Iglesia de Dios, y tu único alimento el pan bajado del cielo, Nuestro Sefior Jesucristo; no toques las enseñanzas muertas, si quieres recibir el pan celeste bien cocido, y no busques los numerosos lugares de los herejes.

 

Bien ha hablado el Fisiólogo de la garza.

 

Pkys. griego: Zambon, 8_3, n.o 47

 

                                 EL GERAHAV (EL AVE ACTIVA)                      IN2

 

Hay un pájaro llamado gerabav que vive en el mar. Hace su puesta con gran dolor, y se esfuerza porque sus huevos tengan el mayor tamaño posible. Los oculta en el fondo del Océano, y no los abandona más que una o dos veces, como mucho, tanto teme a sus enemigos. Después, elevandose a flor de agua, con los ojos fijos en las profundidades marinas, incuba sus huevos hasta que nazca el polluelo. Entonces, llamando a un ayudante, se sumerge hasta el fondo, y lleva a sus hijos a la orilla, donde les da de comer.

 

Así baja Dios su mirada sobre los hijos de la tierra, hasta que, saliendo de este abismo de desdichas, lleguemos a la nueva Jerusalén, que es la madre de todos los hijos, y los alimenta con una comida celestial. Como el gerahav se eleva apenas del fondo del mar con el fin de incubar sus huevos y de sacarlos a la luz‑, de la misma forma, Jesucristo nos saca con gran dificultad del abismo del

 

105

 

 

 

 

 


pecado, para sustraernos a las manos de Satanás y de su, infernales compañeros.

 

Phys. armenio, 137, n.O XXXIII

 

         Fullica es un ave voladora e inteligente, elegante y                                                                                Í

robusta, humilde y moderada, y de honesto alimento' pues                                                              1

no le gusta la carroña; desea permanecer en el lugar en el

que pueda tener paz. Si allí tiene alimento y paz, )amas se

apartará del mismo. Hace su nido en el agua, o también

sobre una roca; cuando hay tempestad, se zambulle en el

vado, y cuando está agotada, se pone más contenta, Esto

tiene una gran significación, que debéis recordar. El ave de

tal índole representa al santo varón que vive honradamen‑                                                              1

te, como dice David, que deja de comer carne para                                                                                        1

castigar su propia carne, y que para orar bien, quiere estar                                                            1

a solas, ruega a Dios con todo su corazón, si tiene

disposición para ello; tal es la demostración. El nido que

hace en el agua o que coloca sobre una piedra, es el lugar

donde habita el santo varón o el ermitaño; el que esté

puesto en el agua, o asentado sobre una piedra, [represen­

ta que] el agua es el amor a Dios, y la piedra, la

estabilidad.

                                                        PT, vv. 2749‑2786

 

                                       EL AVESTRUZ                              IN2

 

(111.6)

 

El profeta jeremías dijo: «La tórtola y la golondrina conocen el tiempo de su regreso, y la asida conoce su estación por los cielos» (Jer 8,7).

 

La asida es un ave, pero no está hecha para el vuelo; la conocemos como avestruz. Tiene dos alas, y sin embargo no puede volar. Esta ave contempla los cielos;

 

 


cuando quiere poner sus huevos, tiene buen cuidado de no depositarlos en tierra antes de que salgan las estrellas Pléyades; pero, cuando han desaparecido las Pléyades, el trigo está maduro y han llegado los días cálidos, entonces el ave pone inmediatamente los huevos. Y ahora, atended a la explicación. Esta ave es perezosa. Cava un agujero en tierra, en el que pone los huevos, y los cubre con arena; y

 

,,,,mo es perezosa, no vuelve a ocuparse más de ellos. Los pone en verano, de forma que el sol ardiente pueda hacer lo que debería hacer ella misma.

 

Si la asida y la tórtola conocen su tiempo, con mucha

 

§más certidumbre deberíamos nosotros conocer a Nuestro Señor, seguir sus mandamientos y servirle.

 

L [Pitral. También cuenta el Fisiólogo del avestruz que, ¡entras incuba sus huevos, nunca dirige la mirada a otra parte; pues, si mirara en otra dirección, a partir de ese instante no volvería a ser de utilidad para sus huevos, que permanecerían estériles.

 

Se cuenta asimismo de él, que se traga hasta el hierro al rojo vivo, clavos y carbón ardiente, y que todo eso sienta bien a su estómago, ya que es de naturaleza muy

 

fría. [Siríaco]. El Fisiólogo relata igualmente del avestruz, que esta ave es de muchísima fuerza, y se la conoce en la India y en otros países por el nombre de Tzefarfilo o aveelefante, pues arrebata a los elefantes jóvenes mientras aún son pequeños del lado de su madre; y una vez los ha colocado sobre su espalda, cruza el espacio volando‑ y en el desierto, donde habita, los devora. Pues sobre ella está dicho en la Sagrada Escritura, así como en relatos profanos, que puede llevarse a un caballo con su jinete (Job 39,3).

 

Y narra también el Fisiólogo que los indios, cuando desean cazarla, atan a sus bueyes con correas duras e irrompibles a una carreta, en la que cargan grandes piedras. Cuando acude a robar un buey, le clava las garras en la cabeza, y no puede desprenderlas, de forma que es fácilmente capturada y muerta.

 

107


1

 

Así, Dios la ha hecho estúpida, y sin la razón suficiente que correspondiera a su fuerza (Job 39,17), tan estúpida, de hecho, que abandona sus huevos sobre la tierra desnuda, en medio del camino, donde los pisotean y los rompen, y esto está dispuesto asi para que no se multipliquen y se conviertan en un peligro para el hombre,

 

Phys. griego: Carlill, 220‑222; Peters, 6~3‑6~

 

Hay también otra bestia que refleja la naturaleza humana; la llamamos assidam, y es como sigue: tiene dos patas de camello, y dos alas de ave, pero no vuela a las alturas, sino que se queda en tierra. E Isaías dice sobre ella, en su libro, que conoció en el cielo el tiempo en que siempre debe poner: sabe muy bien que debe hacerlo cuando ve una estrella. La estrella de la que hablamos se llama Virgilla, y cada año, sin falta, se aparece en junio' Entonces, assida, cuando ve a la estrella, hará una fosa e la que depositará sus huevos, y los cubrirá con arena, al,¡ donde la haya. En cuanto ha obrado así, se olvida de ellos, los deja, y con el calor de la arena, debido al sol, se calentarán los huevos y de ellos saldrán polluelos, Asi llegan a la vida; y esto tiene un gran significado.

 

Sabed que esta ave nos muestra un hermoso ejemplo: así se comporta el hombre sensato, al que Dios ha inspirado. Deja en tierra a sus hijos, por ganar el amor de Dios; deja al que lo engendró, a la madre que lo llevó en su vientre, y a todos los de su linaje, tan santo es su corazón. Así obran los santos canónigos, los ermitaños y los monjes. En el cielo recibirán el mérito de todo el bie, que hacen; deben mirar al cielo, a la estrella primera, t1 como hace la bestia cuando abandona sus huevos. Y ésto dejan a los muertos enterrar a los muertos; abandonan mundo las riquezas que poseen, y esperan sin duda s ricos en el cielo. ¡Que Dios dé a todos los hombres este, buen sentido!

 

PT, VV. 1245‑1304

 

108

 

 

 

 


«La pluma del avestruz es semejante a la pluma de la garza y del gavilán» (Job, 38). ¿Quién ignora que la garza y el gavilán aventajan a todas las aves en la rapidez de su vuelo? Pero el avestruz, que tiene la misma clase de plumas, no tiene idéntica rapidez de vuelo; ni siquiera puede alzarse del suelo, y aunque en apariencia levanta las alas como para echarse a volar, jamás puede sostenerse en el aire. Así obran todos los hipócritas que, simulando vivir como los justos, imitan su santa conversación, pero no sus santas acciones. Tienen plumas para volar, en apariencia, pero se arrastran por el suelo mediante sus acciones; pues despliegan sus alas fingiendo santidad, pero, cargados con el peso de las preocupaciones de este mundo, jamás se elevan por encima de la tierra. Cuando el Señor reprocha a los fariseos su hipocresía, es como si fueran la pluma del avestruz, que muestra una cosa por su color, y otra por lo que hace: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas!» (Mt 23); como si dijese: la apariencia de vuestras plumas parece alzaros, pero el peso de vuestra vida os arrastra hacia abajo... El Señor ha anunciado que convertiría la hipocresía de este avestruz para su glorificación, diciendo por boca del profeta: «La bestia del campo me glorificará, los dragones y los avestruces~> (15 43). ¿Qué puede expresarse al nombrar el dragón, sino las almas malvadas que reptan por el suelo entre bajos pensamientos? ¿Y al nombrar las avestruces, sino a aquellos que quieren hacerse pasar por buenos?... Por eso, el avestruz en el desierto es la simulación del converso. El Señor dice que será glorificado por el dragón y el avestruz, porque con frecuencia lleva a los que son abiertamente malos y pretendidamente buenos a convertirse en sus servidores en el fondo de su pensamiento.

 

Comparemos ahora el avestruz a la garza y al gavilán; ambos tienen el cuerpo pequeño, pero las plumas densas, por eso vuelan aprisa, pues ningún pesoles grava, y tienen lo necesario para elevarse. Por el contrario, el garza y el gavilán representan muy bien a los elegidos,

 

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que, mientras viven, no pueden sustraerse a algún contagio de culpa, pero, como tal peso es ligero y les ayudan sus numero sas buenas acciones, se elevan hacia los cielos. Al contrario, el hipócrita hace pocas cosas que lo eleven, y muchas que le den peso... La pluma del avestruz recuerda por su color la del gavilán y la de la garza, pero su calidad no es la misma. Las plumas de estos últimos están cerradas, y así son más sólidas, y pueden batir el aireLas plumas del avestruz no tienen ligazón, y por eso no pueden echarse a volar, y el aire, que no pueden comprimir, las atraviesa. Esto no significa que las virtudes de los elegidos son bastante sólidas para contener el viento del favor hu mano. Las acciones de los hipócritas, rectas en apariencia, no consiguen volar, porque la brisa de la adulación humana las atraviesa... Después de haber hablado de la belleza del avestruz, la palabra de Dios afiade: «Quien ha abandonado sus huevos en la tierra» (Job, 39). ¿Qué significan los huevos, sino la progenie aún tierna, a la que hay que incubar durante largo tiempo para convertírla en aves voladoras? El hipócrita no se cuida de sus polluelos porque se ama a sí mismo y se aferra a las cosas exteriores, y cuanto mas exito consigue en ello, menos sufre por la decadencia de su progenitura. Así pues, abandonar sus huevos en tierra, es no arrancarse de las cosas terrenales, y colocar como en un nido, mediante buenas exhortaciones, a aquellos a quienes se ha convertido en hijos mediante conversión...

 

Leemos después: «Cuando ha llegado el tiempo, el~ levanta las alas a lo alto» (Job, 39). ¿Qué debe entenderse por las alas de este avestruz, sino que los pensamientos del hipócrita están primeramente ocultos y como replegados, pero, cuando ha llegado el tiempo, los eleva hacia lo alto, para, en el momento favorable, manifestarlos orgullos*, mente?

 

... Pero leemos a continuación: «Ella olvida que serán pisoteados, y que la bestia del campo los aplastará» (Job, 39). El pie aplasta los huevos, y la bestia de los campos los pisa si se dejan en tierra, pues los corazones humanos, que

 

 

 

 

 


no piensan más que en las cosas terrenales y no desean más que las cosas de abajo, se tienden ante «la bestia del campo», es decir, el diablo: y cuando se rebajan a pensamientos viles, resultan a veces quebrados al perpetrar los más grandes crímenes... Así, los hipócritas, representados por el avestruz, tienen por costumbre no preocuparse por nadie y se glorifican de sus actos, ignorando a los demás...

 

El avestruz es un ave muy grande, de escasas plumas o desprovista de ellas; sus alas son como las del gavilán y de la garza; no puede volar, y sin embargo alza las alas; abandona sus huevos, olvidando que los animales salvajes los aplastarán; es dura para con sus pequeños, como si no fueran suyos.

 

De Bestús, 2‑12‑2114

 

Un ave que llaman ostrische. El Fisiólogo dice que es de tal naturaleza, que come hierro si lo encuentra. Y tiene el cuello largo, como un cisne,‑ y cabeza igual, sólo que es plana por encima; y cuello de cisne, pero más ancho. T iene patas de asno, y los muslos de igual manera; y los pies hendidos como de ciervo. Y cuando ha llegado el tiempo en que debe poner, lo hace en la arena‑ y deja su buevo yaciendo allí, y no volverá. a mirarlo. P ero el sol, que es como el calor del que aquí abajo viven todas las cosas, lo alimenta en la arena; y así llega a la vida, pues de otra manera no resultaría incubado. Y apenas se ha abierto el huevo, busca el polluelo su alimento.

 

E11 avestruz representa al hombre que vive en caridad, y que es paciente y humilde, sufrido y piadoso. Estas virtudes calientan el alma y la conducen a la vida, es decir, a un gozo perdurable y permanente sin fin. Y cuando se halla el alma en esta alegría, es incubada y alimentada de por vida, por el auténtico sol de justicia, tal como el huevo del avestruz es incubado por el calor del sol. Por eso nos dice el profeta Amon que no hay cosa alguna que valga

 

I II

 

 


Affl

 

más que la caridad, pues dijo el propio Dios: Quien vive en la caridad, vive en mí, y yo en él.

 

PB: Cahier 11, 197

 

Y sin embargo, cuando sus padres los encuentran [a los polluelos], mientras que deberían alimentarlos y darles 1

 

una educación, los atormentan y se muestran tan crue es para con ellos como les es posible. Y sabed que, a cambio de la pereza que le dio, la naturaleza dotó al avestruz de dos zarpas y dos alas con las que se hiere y se golpea a sí misma cuando quiere avanzar, como si se tratase de dos espuelas. Y sabed que su estómago es su garganta, donde retiene sus alimentos. Y que es de naturaleza tan extraordinarlamente cálida, que se traga el hierro y lo digiere en su estómago. Y sabed que su grasa es muy beneficiosa para todos los dolores en los miembros.

 

B runetto, 153 (L172, Des ostrisses)

 

Se dice de esta ave que come el hierro y lo digiere; pero yo no lo he comprobado, pues habiendo ofrecido hierro a varios avestruces, no quisieron comerlo.

 

Alberto Magno, 69

 

Na'ámat, el avestruz, es llamado zalím por algunos árabes, y sus crías zal. Come fuego, arena, piedras, y no sufre daño por ello. Cuando pone huevos, los abandona debido a su falta de sentido, y cuida los huevos de algún otro pájaro; y los hombres tienen un proverbio sobre el hombre excesivamente estúpido: Más tonto que un avestruz. Cuando nacen sus polluelos, los abandona, pero a su alrededor se congregan moscardones, hormigas

 

112

 

 

 


Ay y bichos reptantes, y el polluelo se los come y aumenta de peso

 

Nuzbat, 9.1

 

Puede hallarse otro pájaro de tal índole, que no puede volar. Esta ave tiene el pico bermejo, y los pies como de camello; por eso la llaman chamoi

 

G, VV. 951‑955

 

El avestruz, según he oído, pierde a sus hijos y quedan encerrados en una ampolla hecha de vidrio, sin rotura alguna ni daño. Y los busca, los busca, y se va a Egipto; trae un gusano, y coloca su sangre en el recipiente; al instante se rompe y da la libertad a sus polluelos. Dios es el avestruz, los polluelos la gente, Cristo es el gusano, ya que por su sangre se abrió el infierno y el paraíso. Ciertamente estamos fuera de prísión, donde el enemigo languidece de dolor; gloria y honor a Dios que lo ha permitido.

 

Gubbio, 133, n.O XLIX, Del stru~o

 

                                      EL CAMALEÓN                            IN3

 

(111.7)

 

El camaleón es una bestia que nace en Asia, y allí abunda. Su cabeza es parecida a la del lagarto, pero tiene las patas rectas y largas, y las garras duras y afiladas, y la

 

113

 

 


cola grande y enroscada. Camina tan despacio como una

tortuga, y tiene la piel dura, como de cocodrilo; tiene los                                                                                                                t

ojos feroces, muy hundidos en la cabeza, y no los. mueve                                                                                                              f

en una y otra dirección: por eso no ve de costado, s no que

mira derecho delante de él. Y su naturaleza es tremenda­

mente prodigiosa, pues no come ni bebe cosa alguna, sino

que vive únicamente del aire que aspira. Y su color es tan

cambiante que, en cuanto toca alguna cosa, toma el color

de ésta y se vuelve del mismo tono, menos si es rojo o

blanco, pues son dos colores que no puede imitar. Y sabed

que en su cuerpo no hay carne ni sangre, salvo en el

corazón, donde hay un poco. En invierno permanece

escondido, y en verano, cuando sale, lo mata un pájaro

llamado corax [cuervo]; pero si este pájaro come de él,

está condenado a morir, salvo que se libre con una hoja de r

laurel.

                                           Brunetto, 162 (Li85, De camelion)

 

Hirba [el camaleón], el adorador del sol, siempre orienta su rostro hacia el astro. Primeramente es de o or ceniciento, luego se vuelve amarillo, y por último verde; y cuando es perseguido, aparenta ser de mayor tamaño. Si se le envuelve en arcilla, y se le coloca bajo el fuego durante tres días con sus noches, y luego se ata a un epiléptico, quedará curada la epilepsia. Si se le despelleja fuera de la aldea y de los campos cultivados, y se cuelga su piel en un lugar alto dentro del pueblo, las cosechas estarán a salvo de la helada y de una plaga de langostas. ( ... ) El 'Azáyat se parece al camaleón. Si se le envuelve en un pano y se cuelga de una persona que padezca fiebre, la fiebr~ desaparecerá. Una variedad de éste es roja como el rubí: si se pone en una bandeÍa, todo el alimento que se coloque en la misma se vuelve amargo. Vive en el monte Langi.

 

Nuzbat, 37 Y 44

 

114

 

 


Y se dice que el camaleón vive solamente de aire, y el

 

,topo de tierra, y el arenque de agua, y el grillo [sic] del fuego, como lo indican estos versos: cuatro seres toman su vida de puros elementos, el camaleón, el topo, el arenque de la mar y la

 

salamandra; `luerra nutre al topo, las llamas a la salamandra; las olas sirven de comida al arenque, y el aire al camaleón.

 

Trevisa 11, 116‑t (XVIII:2i)

 

         Otra criatura [de las cuatro que viven sólo de un

ciemento] es el calamió, que jamás se posa en parte alguna

 

o en el aire ( ... ). Por el camaleón, que vive solamente

 

1 aire, podemos entender una clase de gentes prudentes

 

I ue hay en el mundo, que jamás en toda su vida, desde

    'le nacen, Vosan su           kas ‑£,.que7‑as

  nales, ~ino que ~o posan en ~o

    11

  deleitan permanentemente de otra cosa, debido a su

    voluntad de estar )unto al dulce Padre que está en el

    paraíso glorioso.

 

Bestiaris 1, 83‑86

 

Según la ley mosaica, el camaleón es una bestia limpia, que vive solamente del aire, como el topo de la tierra.

 

Proprietez, 509

 

                                               EL CARADRIO                                     IN3

 

(111.8)

 


                                                               

Existe un ave llamada caradrio, como está escrito en el Deuteronomio. El Fisiólogo ha dicho de él que es un pájaro completamente blanco, sin mancha alguna, cuyos

 

115

 

excrementos curan los ojos ofuscados; se le encuentra en las cortes de los reyes. Cuando alguien está enfermo, puede saberse con la ayuda del caradrio si el enfermo está destinado ‑a vivir o a morir: en efecto, lo llevan a presencia del enfermo, que está en el lecho, y si la enfermedad es                                                                      S mortal, el caradrio aparta la mirada del enfermo, y todos comprenden que está destinado a morir; pero si la enfermedad tiende a su curación, el caradrio mira fijanien­te al enfermo y éste al caradrio, y el ave absorbe la enfermedad y la dispersa, y así se salvan juntos el caradrio

y el enfermo. Conviene, pues, aplicar todo esto al Salvador. En efecto, Nuestro Señor es todo blanco, sin mancha alguna; de hecho, dijo Él: «Vendrá el príncipe de este mundo, y no encontrará en mí ninguna [mancha]» (Juan, 14,30). Cuan­ do Él bajó de los cielos y vino entre los judíos, les quitó su naturaleza divina; en cambio, cuando vino a nosotros los gentiles, tomó sobre sí nuestras culpas y se cargó con

nuestra enfermedad, y fue alzado sobre el árbol de la Cruz, y canceló todas nuestras culpas y nuestros pecados. En

efecto, «subió a las alturas, y esclavizó la esclavitud»

(Efesios, 4,8).

         Así pues, bien ha hablado el Fisiólogo sobre el caradrio.

         Pero tú me dirás: «El caradrio es impuro según la Ley; entonces, ¿cómo se puede parangonarlo con el Salvador?»,

Pero también la serpiente es impura, y no obstante, Juan prestó testimonio diciendo: «Igual que Moisés alzó la serpiente en el desierto, así debe ser alzado el Hijo del Hombre» (Juan, 3,14). Porque todas las criaturas son de naturaleza doble: dignas de alabanza y censurables.

           Phys. griego: Zambon, 41‑42, n.o 3; Peters, 68‑69

 

Y el ave tiene un hueso dentro del muslo, de gran tamaño; si con su médula se ungen los ojos del ciego,

 

TT6

 

 


quedará curado. El kaladres representa a jesús, hijo de María; es completamente blanco, pío y mondo de pecados ( ... ). Lo que en griego es cristus, en latín es unaus, y ungido en francés; y jesucristo el rey fue bautizado y ungido, y nosotros untados con el crisma. Eso significa el bautismo en esta vida: la médula M fuerte hueso del ave, mediante la cual recobra la vista el cristiano que antes era ciego.

 

P‑r, vv. z167‑2172, 2175‑2‑178 Y 2203‑2214

 

Existe un ave a la que llaman caradrio; se dice en el Deuteronomio que no debe comerse (Dt, 14). El Physiologus dice que es completamente blanca, que no tiene nada negro y que el excremento de su intestino cura el endurecimiento de la vista. Todos los que están impedidos por la enfermedad pueden saber por esta ave si vivirán o morirán. Si, en efecto, se trata de una enfermedad mortal, el caradrío aparta inmediatamente su rostro de aquel hombre, y no cabe duda de que morirá. Si, al contrario, debe fortalecerse y curarse, el caradrio le mira atentamente y, acercándose a él, le pone el pico en la boca y mediante su lo cuerpo;

 

aliento absorbe toda la enfermedad en su propí después, se echa a volar hacia el sol, quema la enfermedad y la dispersa, y el enfermo se cura, y queda sano y salvo. Así Cristo ( ... ), acercándose a las debilidades del pueblo judío, se aparta de ellos y vuelve su rostro hacia las naciones; llevándose sus iniquidades, fue alzado a la Cruz; elevándose a lo alto del cielo, hizo cautivo al cautiverio y distribuyó dones enue los hombres (Ef, 4).. Si aluien se asombra de que anímales m»mundos puedin sígníficar algo 'zueno, como la purificación y la enseñanza de la conciencia, tales como serpiente, d ragón, león, águila y otros semejantes, que sepa que representan a veces la fuerza y el reinado de Cristo, y a veces la rapacídad del diablo, y pueden aplicarse de diversas formas.

 

De Bestús, 215‑216 (11, 31)

 

117

 

 

 

 

 


COMO SE ENCUENTRA ALEJANDRO EN EL PALACIO DE                                                                                                                                    

JERJES, Y CONTEMPLA LAS «SALANDRES», QUE MUESTRAN SI EL ENFERMO DEBE MORIR O CURARSE     

                                                                                                                   IN4

                                               

 

Y entre otras riquezas encontró él unos pájaros de¡ tamaño de palomas que se llamaban «calandres», y profetizaban si un hombre enfermo debía morir o vivir; pues sí ocurría que el ave mirase al enfermo a la cara, debía vivir; y si se volvía hacia otra parte, debía morir. Estos pájaros, que algunos llaman filósofos, han recibido de Nuestro Sefior esta virtud: al dirigir la mirada, reciben en sí mismos la enfermedad del enfermo, y se la llevan por los aires para que muera en el fuego, que es el cuarto elemento, que consume todas las enfermedades, sean las que sean.

 

Alexandre, 239‑240

 

El Fisiólogo dice de esta ave, que es completamente blanca, y que tiene dos cuernos rectos, como de cabra, y que carece de cualquier mancha negra.

 

PB: Cabier 11 129

 

Igual sucede con mi enfermedad, bella, dulcísima, querida amiga, pues si quereis contemplarme por el mal que tanto me hace sufrir, curaré, así lo creo, señora; y si vos no me miráis con piedad, sabed y creed que me habéis dado la ocasión de morir sin cura alguna: muerto de desesperación. Pues así como no hay cura de la muerte, tampoco existe esperanza alguna de alivio en el amor sin esperanza de obtener una sola merced. Así me habríais dado la muerte, y seríais censurada por ello, pues seríais la causa de mi muerte...

 

B. d'Amour rimé, Vv. 719‑737

 

118

 

 

 

 

 


Se dice que Alejandro encontró estas aves en Persia. Dejamos que el presente lector juzgue si será cierto o imposible todo lo relativo a estas aves, y semejantemente a aquellas que el beato Brendán encontró en cierto árbol excelso y hermosísimo, de las que una le contestó que eran almas haciendo penitencia, en forma de pájaros.

 

Cantimpré, 187 (V.724)

 

Podemos comparar este «calandrí» al sabio confesor,

 

que‑ cum&,

 

ciertos signos si el pecador ha de salvarse o no. Pues cuando lo ve confesarse bien y ordenadamente, con gran contrición de corazón y con propósito decidido de alejarse de todos los pecados, de pagar todas sus culpas, de pedir perdón humildemente a Dios y al confesor por haber pecado contra su alma; cuando el confesor lo encuentra en tal disposición, ve de inmediato signos seguros de que este hombre ha de salvarse; y si no lo encuentra dispuesto como se ha dicho, conoce en seguida que este hombre no puede escapar a las penas del infierno, de las que líbrenos el Señor, que está lleno de misericordia.

 

Bestiaris 1, 78‑79 (MS A)1

 

119

 

 


IV

 

EL BESTIARIO ÍGNEO

 

                                                                 EL FÉNIX                                                        IN4

 

                                                                          

(IV.I)

 

NUESTRO Señor jesucristo dijo: «Tengo el poder de dejar mi vida, y el poder de recuperarla» (Juan io,i8). Y los judíos se enfurecieron ante estas palabras.

 

Existe un ave en la India, llamada fénix, que al cabo de quinientos años se dirige a los árboles del Líbano, carga sus alas de aromas agradables y anuncia su regreso al Sacerdote de Heliópolis, a comienzos del mes de Nisán, o Adar (esto es, Phamenoti o Pharmuti). Y el sacerdote, cuando oye la noticia, se encamina al lugar y llena el ara de sarmientos de vid. El ave llega a Heliópolis cargada de aromas de exquisitas especias, se instala sobre el ara, enciende fuego y se incinera. Al día siguiente, el sacerdote busca entre las cenizas del ara, y encuentra allí un pequeño, gusano. Y al segundo día, fijaos, tiene plumas y se ha convertido en un pajarillo. Y al tercero, lo encuentran idéntico al que era, es decir, al fénix; saluda al sacerdote, se marcha volando y regresa a su antigua morada.

 

Si esta ave tiene el poder de matarse y de renacer, cómo podrían los hombres sensatos quejarse de Nuestro Señor Jesucristo, cuando dijo: «Tengo el poder de dejar ti vida, y el de recuperarla».

 

Pues el fénix asume la figura de Nuestro Señor,

 

 

 

120

 

 


cuando, al bajar de los cielos, trajo consigo ambas alas llenas de olores agradables, las excelentes palabras celestiales, de modo que cuando extendemos las manos en plegaria, nos vemos llenos del agradable perfume de su misericordia.

 

Bien habló el F¡s'o1ogo sobre el fénix.

 

[Ponce de León]. El fénix es un ave más bella que el pavo, pues éste tiene alas de oro y plata, pero aquél las tiene de jacinto y esmeralda, y va adornado con los colores de todas las piedras preciosas de gran valor. En la cabeza lleva una.corona, y espuelas en los pies. Mora en la India, vive quinientos anos y se nutre del aire gracias a los cedros del Líbano, sin comida ni bebida. Pero, después de quinientos años, llena sus alas de aromas agradables y, cuando el sacerdote comienza el sacrificio en Hellópolis, sale del nido y vuela hacia él. ( ... )

 

                                                                                [Siríacol. Cada fénix es el único; vive para él solo, y

           no está comprometido por esponsales. Viaja a la tierra de

           Egipto cada quinientos afios, y lo ve el sacerdote a mucha

           altura sobre el ara, mientras llega de Oriente. Y cuando

           llega, trae bajo las alas canela perfumada y otras especias;

           recoge madera, la amontona sobre el ara, se tumba de

           espaldas sobre la leña ardiente, y resulta quemado del todo

           y convertido en cenizas. Y de las cenizas sale un gusano,

           que crece hasta convertirse en un pajarillo, y al que salen

           alas; al tercer día recupera su aspecto físico íntegro, y se

           transforma en el fénix completo y perfecto, como lo era

           antes. Entonces, se pone en camino y vuela hacia la india,

           donde vivía antes.

Ja      ¡Qué imagen y símbolo están representados aquí por

           el Creador para la 'nstrucción de la raza humana! Pues

           DIOS, cre‑ador del misterio que se cumplio en Cristo, nos

           informó así de lo que Él había decretado. Cristo vino para

           nuestra salvación, como el fénix, después de un largo

           período de años, y adoptando nuestra naturaleza, trajo las

           dulces especias de la vida y la salvación, como había

           profetizado Isaías. Y Él nos robustece por medio de‑ ese

           dulce aroma, hasta que también nosotros nos volvemos

 

 

 

 

 


aromáticos. Y Él de buen grado alzó su Cruz cenn eell Gólgota, en la ciudad de Jerusalén, como el fénix dispuso y se instaló en el ara de la Ciudad del Sol, en Egipto. Y Cristo sufrió la muerte, y su alma se separó de su cuerpo, como el fénix se acuesta de espaldas y se quema hasta morir. Y del mismo modo que, al tercer día, el gusanillo aparecido toma la forma del fénix, a través del mi . smo misterio, Dios, que es la palabra, hizo que su cuerpo volviera a levantarse al tercer día, pues no había sufrido corrupción en el sepulcro. Y así como el gusano del fénix adoptó al tercer día su forma completa y perfecta, de i ica manera el cuerpo de Cristo, al levantarse Él de la tumba al tercer día, se volvió inmortal e inmutable. Y asi como al final el fénix regresa a la India, su primitiva residencia, así Cristo, después de haberse levantado, llevó Su cuerpo a Su eterna morada.

 

Phys. griego: Carlill, 2‑23‑225; Peters, 65‑68

 

El fénix es un ave muy gentil y hermosa; se encuentr en Arabia, y tiene el aspecto de un cisne. Ningún hombre por mucho que sepa buscar, puede hallar más de uno en 1 19 tierra, pues está solo en el mundo, y es de color totalmente púrpura. Vive quinientos años y más, según dice Isidoro.' Cuando se ve envejecer, va a coger ramitas de un precioso sarmiento de buen aroma. Sí están secas, las coge, luego se echa encima, y recibe el fuego fiel merced a los rayos de sol: voluntariamente, prende en él sus alas, arde por sl propio deseo, y queda convertido en polvo. Gracias 11 fuego de las ramitas, al buen aroma, al calor y a 1, humedad, el polvo adquiere un perfume; y tal es si naturaleza, como dice el texto, que al tercer día vuelve a la vida. Y esto significa algo importante. El Bestiario dice de él algo mucho más sorprendente, y el Fisiólogo aun dice más: el fénix vive quinientos anos, y un poco más; luego quiere rejuvenecer, y abandonar su vejez. Entonces torna el bálsamo de allí donde él procede, y se sumerge en él tres

 

 

 

 


veces, ungiendo todo su cuerpo. Cuando ha obrado así, se inarcha de inmediato, y es tan prudente que llega a la ciudad de Hellópolis, donde permanece largo tiempoempieza a anunciar entonces que quiere rejuvenecer. Allá hay un altar como no existe otro; un sacerdote sirve al ave del modo siguiente, pues entiende perfectamente el grito que ha oído de él, es decir, que quiere rejuvenecer y abandonar su vejez. El sacerdote recoge sarmientos y los extiende sobre el altar; el fénix llega volando, y se pone en el fuego ardiente. Allí se quema por su propia voluntad, y pronto está convertido en polvo. Cuando ha ardido el sarmiento y también el ave, el sacerdote se acerca al altar: jamás veréis cosa semejante. Encuentra el sarmiento quemado, a la vez que el pájaro; y allí encuentra un gusanillo completamente blanco y muy menudo. Al segundo día, vuelve: tiene forma de pájaro; cuando regresa al tercer día, encuentra de mayor tamaño al pájaro: está completamente crecido y formado, y canta al clérigo: ,Vale», es decir, «Dios te guarde». Luego, regresa al bosque del que antes viniera ' antes de quemarse. Sabed, pues, que tal es su suerte: muere por su voluntad, y de la muerte vuelve a la vida; oíd lo que esto significa. Este pájaro representa a jesús, hijo de María, pues tuvo el poder de morir a su albedrío, y de la muerte regresó a la vida, y esto representa el fénix: para salvar a su pueblo, quiso sacrificarse en la cruz. El fénix tiene dos alas, y también eso tierle su sentido: por esas alas has de entender las dos le~les, la vieja y la nueva, que es muy santa y hermosa; esto es lo que Dios vino a cumplir, para curar a su pueblo.

 

PT, VV. 2217‑2320

 

El fénix es un ave de Arabia, así llamada porque tiene el color fenicio [púrpura], o porque es singular y única en el mundo entero. Pues los árabes llaman fénix a una cosa única. Vive quinientos años y más; cuando la vejez le agobia, recoge ramas de plantas aromáticas y se construye

 

hoguera; luego, vuelto hacia el sol, aviva el fuego

 

123

 

 

 

 

 

 


agitando sus alas, y a continuación renace de sus cenizas, Por eso escribe Rabano: «El fénix puede significar la resurrección de los justos que, después de haber reunido los aromas de las virtudes, reencuentran tras la muerte a reparación de sus antiguas fuerzas. El fénix vive en Arabia». Arabla significa campestre; Arabia es la vida de este mundo, y los árabes los seglares. Cada justo es único y singular, alejado de toda preocupación de este mundo.

 

Dicen que el fénix vive quinientos anos, según la Escritura. El número cien, en años, significa en sentido moral un término de perfección. En cuanto a la cifra de quinientos, puede representar los cinco sentidos corporales. Cuando se debilita la vista, han pasado los primeros cien años; cuando el oído, los segundos. Y cuando fallan los otros tres sentidos, el tacto, el gusto y el olfato, entonces han pasado los quinientos años.

 

Cuando el fénix se acerca a la muerte, recoge especias variadas; son las buenas obras y las diversas virtudes dell

 

W111                                                           alma. Amontona las plantas aromáticas y se entierra en

 

medio; es lo que hace el justo, cada vez que rememora el

gran número de sus buenas obras. Enciende voluntaria~

mente el fuego con sus alas al calor del sol, pues el justo,

con las alas de la contemplación, se inflama al fuego d

Espíritu Santo. He aquí, pues, cómo se quema el fénix,~,"~

pero renace de sus cenizas... Mediante este ejemplo,

creemos todos en la futura resurrección, y la resurrección

del fénix es esperanza, y forma, e imagen, de la resurrec­

ción futura. La fe en la futura resurrección no es, pues, un

milagro mayor que el hecho de que el fénix renazca de sus

cenizas. He aquí que la índole de las aves proporciona a

los hombres sencillos una prueba de la resurrección, y la

naturaleza confirma lo que la Escritura ensefia.

 

De Bestús, 234

 

y cuando observa que su vida toca a su fin, se ha un sarcófago con incienso, mirra y otras especias, en

 

qe, concluida su vida, se introduce y muere.

 

u

 

124

 

 

 

 


¿Quién dice al sencillo fénix el día de su muerte, de forma que pueda fabricar su ataúd, llenarlo de exquisitas especias, entrar en él y morir en un lugar en que el hedor de la corrupción pueda ser borrado por aromas agradabIes?

 

¡Cuánto más deberías tú, hombre, fabricar tu ataúd de fe y revestirte del mismo, desembarazándote del hombre viejo! Cristo es tu ataúd: la funda que te protege y te oculta en el día de las dificultades. En verdad, tu fe es tu ataúd. Llénala, pues, con las buenas especias de tus virtudes ‑que son la castidad, la compasión y la justícia‑ y entra así con seguridad en los perfumados aposentos interiores, con los aromas de las acciones nobles. ( ... )

 

       Averigua, pues, el día de tu muerte, tal y como San

Pablo lo sabía, cuando dijo: «He luchado en un combate

)usto, he terminado el recorrido, he conservado la fe, y la

corona de justicia me ha sido restituida».

       Como el buen fénix, él entró a continuación en su

ataúd, y lo llena con el agradable aroma de un mártir.

                                                             Cambridge, 126‑128

       El fénix busca por sí mismo los leños y las ramitas en

que se quema y se arroja fuera de la vida. Como él, he

buscado mi muerte y mi tormento cuando vi a mi amada,

si Piedad no me ayuda. ¡Oh, Dios! íQué placer me produjo

su vista, y cuántos males he sufrido después! Su recuerdo,                 J

mi anhelo y mi gran pasión, me hacen morir de deseo.

                                                 Thibaut, cancíón xx, estr. 4

 

El fénix es un ave de Arabia, del que solamente hay uno en el mundo; y es del tamaño de un águila, pero tiene una cresta bajo la mandíbula, a ambos lados, y las plumas en torno a su cuello relucen como oro fino de Arabia. Pero más abajo, hasta la cola, es de color púrpura, y tiene la

 

125

 

 


cola rosa, según el testimonio de los árabes, que lo han visto muchas veces.

 

Brunetto, 147 (1:162)

 

El Qaqnus es muy conocido. Vive en la India; tiene el pico largo, con muchos orificios, y de cada uno procede una nota distinta. Cuando canta, ningún animal puede pasar por las cercanías, debido a la dulzura de su voz. Y no tiene descendencia; al tiempo de la muerte, macho y hembra recogen gran cantidad de lefia, entrecruzan sus& picos y sacuden las alas; debido al movimiento de éstas, se enciende la madera, y arde, y los dos fénix se consumen; cae la lluvia sobre sus cenizas, y allí aparece un gusano, que come de las cenizas, crece hasta alcanzar gran tamaño y se convierte en otro fénix. ¡Gloria a él! ¡Grande es su gloria en la creación de los animales! Y dicen que el órgano se inventó como imitación del canto de este pájaro.

 

Nuzhat, 86

 

Y no es mucho mayor que un águila; tiene en la cabeza una cresta de plumas, mayor que la del pavo real, Y su cuello es amarillo, del color de «orielle», que es una piedra muy brillante; su espalda, de color azul como el añil, y sus alas, de color púrpura; la cola es amarilla y roja, listada transversalmente. Y es un ave muy hermosa

 

de contemplar contra el sol, pues brilla con mucha gloria y                                                                                                                                                                         i

 

nobleza.

 

Mandeville, 34

 

El fénix nace en Siria, y es un ave muy grande ya hermosa. Solamente existe uno; tiene el pecho como el de un pavo real, y el dorso completamente rojo. Y cuando ha vivido mucho, sube a una gran montaña y allí hace su nido. Sobre este pájaro discuten mucho los lógicos.

 

Bestiaris II, i2o (MS G; texto íntegro)

 

                                             LA SALAMANDRA                                       IN4

 

                                                                        

(IV.I)

 

Está escrito: «Cuando atravieses el fuego, la llama no te quemará» Us. 43,z).

 

El Fisiólogo dice de la salamandra que, cuando entra en el horno, apaga la llama; y cuando entra en la sala de calderas, enfría toda la casa de baños.

 

Y si la salamandra extingue el fuego por su propia virtud, ¿no deberían los justos apagar mucho más el fuego mediante su propia virtud divina, cuando detuvieron las fauces de los leones, del mismo modo que los tres hombres arrojados a la tremenda hoguera no sufrieron mal alguno y apagaron efectivamente el fuego?

 

Bien habló el Fisiólogo acerca de la salamandra.

 

Phys, griego: Carlill, 236‑237; Zambon, 67‑68, n.o 34 Peters, 84‑85

 

La propia salamandra es de naturaleza tan asombrosa, según la describen, que la fuerza de las llamas es i ncapaz de dañarla; al contrario, vive en el fuego como los peces pueden vivir en el agua.

 

Liber, 146‑148 (111:14)

 

es un animalito semejante a un pequeño lagarto, De él dice Salomón, que debe hallarse y residir en el palacio del rey, para dar ejemplo. Y dice además el Fisiólogo sobre este animal, que es de tal naturaleza, que si por casualidad viene a parar al fuego ardiente, lo apagará de inmediato. El animal es tan frío, y de tal naturaleza, que el fuego no podrá arder allá donde entre, ni ocurrirá siniestro allá donde se encuentre. El significado es el siguiente: recordadlo bien. Una bestia de tal poder representa a un hombre tal como fueron Ananías, Azarias y Misael, que sirvieron muy bien a Dios: estos tres salieronl del fuego ardiente dando alabanzas a Dios, tal y como '

 

David nos dice ciertamente en su escrito. Y en verdad dice m San Pablo que los fieles a Dios, con su sola fe, vencían al fuego y dominaban a los leones. Así debe entenderse: quien no tiene más que su fe, no recibirá del fuego mal alguno, ni le quemará el infierno. El santo varón vive de su fe, como dice nuestra ley; e Isaías afirma en su escrito: el santo varón que tiene fe pasará por en medio del fuego, que no le hará daño ni le quemará la piel. A este animal le damos también otro nombre: se le llama salamandra, como hallamos en los textos. Suele trepar a los manzanos y envenenar la fruta; y si cae en un pozo, emponzoñará el agua.

 

PT, VV. 1305‑1358

 

Su veneno es el más fuerte de todos. Los demás animales venenosos hieren solamente a un hombre, pero ella mata varios a la vez...

 

De BestúS, 241

 

Igualmente, en una parte de nuestra tierra, hay una montaña en la que nadie puede vivir, debido al gran calor que hace; allí se crían ciertos gusanos que no pueden vivir sin fuego. Y junto a la montaña tenemos siempre a cuarenta mil personas que encienden allí una gran hoguera. Y cuando los gusanos sienten el calor del fuego, salen de la tierra y entran en las llamas, y producen un pelo

 

iz8

 

 

 

 

 

 


como el que hacen los gusanos que fabrican la seda. Y con

ese pelo tejemos nuestros vestidos, y los de nuestras

mujeres, que llevarnos durante las fiestas anuales. Y

cuando queremos limpiarlos, los ponemos en el fuego y se

vuelven entonces hermosos y frescos.

a                     Preste Juan: Denis, ig8

Existe un animal reptante llamado en griego salaman­

dra y en latín stellion. Este animal se parece a un lagarto,

y su cuerpo es multicolor

                           PB, versión breve, 5.5

El primer elemento es el fuego, con el que lucen todas

las estrellas. La salamandra vive únicamente de este

elemento, y de ninguna otra cosa; pues no puede vivir más

que de fuego, y en el fuego; igual que el pez en el agua.

Este animal lleva un vellocino como de oveja, pero nadie

puede saber qué es; pues no es ni pluma, ni seda, ni lino,

ni lana. Y tampoco puede lavarse, si no es con fuego.

Hacen con ella telas en el país en el que vive, es decir, en

una zona de los desiertos de la India

                                 PB: Cahier IV, 77

  y la salamandra vive de puro fuego; es un pájaro

blanco que se alimenta de fuego, y cuyas plumas sirven

para hacer te"idos que sólo se limpian con fuego.

                                                        P‑F, 37

En los montes de Sicilia y en otras partes del mundo

donde hay fuego perenne, nace y vive la salamandra. Y se                                                             JJ

 

129

 

 

 

 

 


la captura del modo siguiente: se localiza un sitio en el monte, donde suele vivir en medio del fuego. Hacen una hoguera los hombres que quieren atraparla, y el fuego es prolongado durante un largo trecho a partir del monte. La salamandra, entusiasmada por el resplandor del brillante fuego, al contemplarlo penetra dentro del fuego encendido, y mientras continúa el fuego extendido hasta el fin, detrás de ella se va apagando y así, antes de que pueda regresar al monte, es capturada por los cazadores. Algunos dicen que solamente vive en el fuego‑ cosa que niegan oportunamente numerosos autores en diversos lugares

 

textos.

 

Cantimpré, 286 (VIII:30)

 

Muchos, que siguen al filósofo Jorach, dicen que este animal vive en el fuego: y esto es falso. ( ... ) falso, no tanto porque, como dice Galeno en su libro de las Complexiones, si la salamandra reside un tiempo en un fuego' pequefio, el fuego no le produce efecto; sino porque, si permanece en él largo tiempo, el fuego la abrasa.

 

Alberto Magno, 70

 

La propiedad natural de la salamandra es que vive solamente de fuego, y el chorlito real es un ave que vive únicamente de aire.

 

Figura

 

Se asemejan a estos animales los hombres que son ajenos a los deleites terrenales y están distanciados de ellos y de los deseos de las cosas del mundo, que viven de deseos celestiales y de la contemplación divina, según está escrito: «No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que procede de la boca de Díos».

 

Libellus, 28o., n.O XXVII

 

130

 


La otra criatura que se nutre de un elemento es un ave que llaman salamandra, es blanca, y vive solamente de

 

0 ( ... ). Por la salamandra, que vive solamente de kiego, podemos entender dos clases de personas: una, la todos aquellos que están inflamados por el amor del Espíritu Santo, así como Dios Nuestro Señor inflamó a los a 'stoles con el Espíritu Santo, en forma de lenguas de PO

 

fuego, el día de Quincuagesima, y ellos se volvieron tan ardientes por su amor que fueron por todo el mundo a predicar la salvación del género humano, y entendían y hablaban todas las lenguas. La otra clase, es la de todos aquellos que son lujuriosos, y ardientes de amor carnal, como dice San Juan Evangelista en el Apocalipsis: «Huid, huid, que el cielo y la tierra arden». Y los que estudian esto, dicen que por el cielo debemos entender los amigos de Dios, que arden en el amor del Espíritu Santo; y por la tierra, hemos de entender aquellos que arden en el amor carnal.

 

Bestiaris 1, 84‑85 (MS A)

 

131

 

 


V

 

                          MONSTRUOS E HÍBRIDOS                   IN5

 

SIRENAS

 

(V.1)

 

Dijo Isaías: «Que las sirenas construyan su morada, que los demonios brinquen; que den a luz los puercoespines ».

 

El moralista enseña que las sirenas son crueles; que viven en el mar, que los acentos de sus voces son melodiosos, y que los viajeros quedan prendados de ellas hasta el punto de precipitarse en el mar, donde se pierden. El cuerpo de estas encantadoras es el de una mujer, hasta los senos; el resto recuerda al pájaro, al asno o al toro. Semejantes son aquellos que tienen dos modos de actuar, los inconstantes. Hay gentes que frecuentan las iglesias sin alejarse del pecado. Tienen la apariencia de la rectitud, pero están muy lejos de lo que parecen ser, Cuando entran en la iglesia, parecen cantantes; después, mezclados con la multitud, se parecen a brutos. Esta especie de gentes participan de las naturalezas del dragón y de la sirena; tienen el poder seductor de los heresiarcas, que arrebatan el corazón de los inocentes y de los débiles, Dijo Isaías: «Las palabras peligrosas dañan a la naturaleza débil».

 

Phys. armenio, 126‑127

132

 

 


Las sirenas son doncellas marinas, que seducen a los navegantes con su espléndida figura y con la dulzura de su canto. Desde la cabeza hasta el ombligo, tienen cuerpo femenino, y son idénticas al género humano; pero tienen las colas escamosas de los peces, con las que siempre se mueven en las profundidades.

 

Í,                                            Liber, 42‑43

 

La sirena vive en el mar, canta contra la tormenta y Hora si hace buen tiempo, pues tal es su naturaleza; tiene forma de mujer hasta la cintura, pies de halcón y cola de

 

'Cuando quiere divertirse, canta en voz alta y clara; si ye el marinero que navega por la mar, olvida su nave y uerme al instante. Recordadlo: ésta es la significación sirenas son las riquezas del mundo; la mar representa mundo; la nave, las gentes que hay en él; el alma es el marinero, y la nave, el cuerpo que debe navegar. Sabed que muchas veces las riquezas del mundo hacen pecar al alma y al cuerpo, es decir, a la nave y al marinero; hacen a el alma se duerma en el pecado, y además perezca. Las riquezas del mundo producen grandes prodigios: hablan y vuelan, agarran de los pies y ahogan. Por eso representamos así a las sirenas; el hombre rico habla, su reputación vuela, y oprime y ahoga al pobre cuando lo engaña. La sirena es de tal naturaleza, que canta cuando hay tempestad; esto hace la riqueza en el mundo, cuando confunde al hombre rico: cantar en la tormenta. El hombre se ahorca por ella, y se suicida entre tormentos. La sirena, con buen tiempo, llora y se lamenta sin cesar: cuando el hombre da riquezas y las desprecia por Dios, ése es un buen momento, y la riqueza llora. Sabed que eso significa la riqueza en esta vida.

 

PT, vv. 1361‑1414

 

Como demostró Faral «<La queue de poisson...») el Liber es el Jim*er texto en que aparece la sirena‑pez.

 

133

 

 

 

 

 


Existen en Arabia serpientes aladas llamadas sirenas, que corren más que los caballos y, según se dice, también vuelan. Su veneno es tan fuerte, que la muerte sobreviene. antes de que se sienta la mordedura.

 

De Bestús, 244 t

 

Las sirenas, dice el Fisiólogo, son unas criaturas mortíferas constituidas como seres humanos desde la cabeza hasta el ombligo, mientras que su parte inferior, hasta los pies, es alada. Melodiosamente, interpretan cantos que resultan deliciosos; así, encantan los oídos de los marinos, y los atraen. Excitan el oído de estos pobres diablos merced a la prodigiosa dulzura de su ritmo, y hacen que se duerman. Por último, cuando ven que los marinos están profundamente dormidos, se arrojan sobre ellos y los despedazan.

 

Así, los seres humanos ignorantes e incautos se ven engafiados por las hermosas voces, cuando los encantan las faltas de delicadeza, los rasgos de ostentación o los placeres, o cuando se vuelven licenciosos debido a comedias, tragedias y cancioncillas diversas. Pierden todo su vigor mental, como si estuviesen sumidos en profundo sueno, y, de pronto, el ataque arrebatador del Enemigo cae sobre ellos.

 

Cambridge, 134‑135

 

Hay tres clases de sirenas: dos de ellas son mita mujer y mitad pez, y la otra, mitad mujer y mitad ave.

 

las tres cantan, una con trompeta, otra con arpa y la tercera solamente con su voz.

 

PB: Cahier 11, 17z‑173

 

La sirena, que canta tan bien que embruja a los hombres con su voz, da e)emplo para que se enmienden

 

134

 

 

 

 

 


Existen en Arabia serpientes aladas llamadas sirenas, que corren mas que los caballos y, según se dice, también vuelan. Su veneno es tan fuerte, que la muerte sobreviene antes de que se sienta la mordedura.

 

De BestúS, 244

 

Las sirenas, dice el Fisiólogo, son unas criaturas mortíferas constituidas como seres humanos desde la cabeza hasta el ombligo, mientras que su parte inferior, hasta los pies, es alada. Melodiosamente, interpretan cantos que resultan deliciosos; así, encantan los oídos de los marinos, y los atraen. Excitan el oído de estos pobres diablos merced a la prodigiosa dulzura de su ritmo, y hacen que se duerman. Por último, cuando ven que los marinos están profundamente dormidos, se arrojan sobre ellos y los despedazan.

 

Así, los seres humanos ignorantes e incautos se ven engañados por las hermosas voces, cuando los encantan las faltas de delicadeza, los rasgos de ostentación o los placeres, o cuando se vuelven licenciosos debido a comedias, tragedias y cancioncillas diversas. Pierden todo su vigor mental, como si estuviesen sumidos en proftindo sueno de pronto, el ataque arrebatador del Enemigo cae y Y5

 

sobre ellos.

 

Cambridge, 134‑135

 

Hay tres clases de sirenas: dos de ellas son mujer y mitad pez, y la otra, mitad mujer y mitad ave. Y las tres cantan, una con trompeta, otra con arpa y la tercera solamente con su voz.

 

a

 

PB: Cahier 11, 172‑73

 

La sirena, que canta tan bien que embruja a los hombres con su voz, da ejemplo para que se enmienden

 

134


u,

 

aquellos que han de navegar por este mundo. Nosotros,

 

que cruzamos este mundo, somos engañados por un canto ‑llmilar: por la gloria, por los placeres de este mundo, que nos dan la muerte, cuando amamos el placer: la lujuria, el bienestar del cuerpo, la gula y la embriaguez, el deleite del lecho y la riqueza, los palafrenes, los hermosos caballos y la hermosura de los tejidos suntuosos. Siempre tendemos hacia ellos, nos corre prisa alcanzarlos. Tanto nos demoramos en los placeres, que por fuerza nos dormimos.

 

lÉ,Into~ces nos mata la sírena:. es el Demonio, que nos lleva

 

kmal, que nos hace sumergirnos tan hondo en los vicios, ue nos encierra en sus redes. Entonces nos ataca, se irecipita sobre nosotros, nos da muerte, nos atraviesa el

 

corazón, tal y como obran las sirenas con los navegantes aire cruzan la mar. Pero hay más de un marino que sabe ardarse de ellas, y villar; mientras surca el océano,

 

19*

 

ele taparse los oídos para no escuchar el canto engano­

 

. Igualmente ha de comportarse el hombre prudente que p sa por este mundo: debe conservarse casto y puro, y

 

lptaalpl,'arse las orejas, para no oír pronunciar cosa alguna que

 

t

 

ueda llevarle al pecado. Y así se defienden muchos:

'da d que sus oídos y sus ojos no puedan oír ni

 

           n e                            3

templar los placeres y las vanidades que a muchos

 

encantan.

 

GC, vv. 1053‑1112

 

Hay otros peces [en la India] que tienen trenzas y icuerpo de doncella hasta el ombligo, y por debajo del ombligo, de pez, y alas de pájaro. Su canto es tan hermoso y dulce, que es un prodigio el oírlo; y los llaman sirenas. Unos dicen que son peces; otros, que son aves que vuelan por el mar.

 

Image, 126‑127

 

... lo cierto es que las sirenas fueron tres meretrices ban a todos los que se cruzaban en su camino y

 

que en,ana

 

a‑                                            135

 

 

 

 


los arruinaban. Y dice la historia que tenían alas y gar5,s en representación de Amor, que vuela y hiere; y que vivian en el agua, porque la lujuria está hecha de humedad,

 

Brunetto, 131‑132 (1:136)

 

Quienes aman a los saltimbanquis, a las bailarinas y a los juglares, están siguiendo ‑no es ninguna fábula‑ la procesión del demonio. El demonio los descarría, y así va engafiándolos. Los envía al fondo del infierno, pues sabe muy bien apoderarse de su presa.

 

G, vv. 321‑328

 

... El canto era tan dulce y bello / que no parecía canto de ave; / sino que se le pudiera comparar / con el canto de la sirena de mar. / Por su voz, que tienen sana / y serena, llaman a éstas «sirenas».

 

R. Rose, I, vv. 667‑672

 

De ahí que debamos entender, por las sirenas, los placeres mundanos y las diferentes vanidades, que cantan tan dulcemente, que por su suavidad se duermen muchos hombres sensuales. Pero los navegantes cautos y prudentes, que no quieren oír las voces de las sirenas, se tapan los oídos con cera, es decir, con palabras santísimas y honestas, con buenas acciones y con virtud. De hecho, los hombres vencidos por las voces de las sirenas pierden la luz de su inteligencia y, privados del propio auxilio de su razón, se hunden en el abismo más amargo y en el hedor, tal como dijo Boecio: «En qué profundo abismo, ¡ay' languidece sumergido el espíritu y, perdida su luz propia,' se esfuerza por ir a las tinieblas exteriores».

 

Libellus, Y8, n.O XL

 

136

 

 

 

 


La sirena es una criatura prodigiosa; las hay de tres ¡naturalezas: una es medio pez y medio mujer, otra es medio ave y medio mujer, otra medio caballo y medio mujer. La que tiene forma de pez y de mujer, tiene un aspecto tan dulce, que todo hombre que la oiga cantar se acuesta de buen grado para escucharla, y tanto le agrada su canto, que se duerme; y cuando ve la sirena que el ~ombre se ha dormido, se arroja sobre él y lo mata. Y la ue es medio ave y medio mujer, produce tan dulce sonido e arpa, que el hombre va a oírla con mucho agrado, hasta 1,1 punto de que se duerme; y también esta sirena va a matarlo. Y la que es mitad caballo y mitad mujer, produce un son de trompa tan agradable, que todos los hombres van a oírla con gusto; y cuando el hombre está dormido, debido a la melodiosidad de la trompa, esta sirena lo mata también.

 

Podemos comparar a estas sirenas con las mujeres

que tienen buena palabrería, que engañan a los hombres

haciendo que se enamoren de ellas, bien sea por la belleza

de su cuerpo, por las miradas que les lanzan, por las

palabras engañosas que pronuncian, o de otro modo. Y,

& cualquier manera en que ella engañe al hombre, él

p 1 uede darse por muerto. Como dice el sabio: que todo

hombre que abandona el amor de Dios por el amor de la

triu er, puede decir en verdad que ha arribado a mal

puerto; y si por sus pecados permanece en aquella situa­

ción, bien puede saber que se perderá en cuerpo y alma.

 

Bestiaris I, 79‑So (MS A)

 

                            CENTAUROS                         IN5

 

cl(

 

(V.Z)

 

De modo semejante [a las sirenas], los centauros tienen la parte superior como la de un hombre, y desde el pecho hacia abajo la forma de un caballo.

 

137

 

 

 

 

 


Así tiene cada hombre dos almas, y es indeciso en sus obras.

 

Muchos hay que se reúnen en la iglesia mostrando una conducta divina, mientras que constantemente están negando su influencia. En la iglesia son como hombres, pero una vez que han salido de ella, se convierten en muertos. Son, como las sirenas y los centauros, herejes hipócritas y de voluntad doble ( ... ).

 

Phys. griego: Carlill, 207

 

Los hipocentauros tienen naturaleza mixta de caba­

llos y de hombres; a modo de animales, tienen la cabeza

velluda, pero, en parte, muy semejante a la forma humana

normal. Por ello, pueden comenzar a hablar; pero sus

labios, no acostumbrados a la locución humana, no

articulan sonido alguno en palabras.                                                                                          i`,

 

Isidoro dice que el onocentauro tiene forma der, hombre hasta la cintura, y la parte posterior de asno, lo que es extraordinario. Onos, en griego, es lo que llamamos asno. Oíd lo que significa una bestia de tal índole. Cuando el hombre dice la verdad, merece en justicia ser llamado hombre; y representa al asno cuando comete villanía. ... ) Quien niega la verdad, reciba el nombre de asno, pues Dios es verdad; así lo dice el magisterio.

 

PT, vv. 1109‑1130

 

El Fisiólogo dice que el onocentauro tiene dos naturalezas: su parte superior es como la del hombre‑centauro, la inferior es como la del asno. A él se parecen los estúpidos

 

138

 

 

 


L y los falsos... Como dice el salmista: «El hombre, cuando está cargado de riquezas, no entiende: se ha vuelto ,semejante a las bestias, que carecen de razón» (Salmo 48)... Isaías dice: «El onocentauro y la bestia velluda se llamarán mutuamente» (Is 34). El onocentauro, ya lo

 

¡hemos indicado, tiene dos naturalezas, pues es centauro en loalto... y asno salvaje en lo inferior. Le son comparables los hombres estúpidos e hipócritas...

 

De BestúS, 231

 

Sabed también que en nuestra tierra están los sagitanos, que tienen forma humana de la cintura hacia arriba, y son caballos hacia abajo. Llevan arcos y flechas en las manos, disparan con más fuerza que cualquier otra especie de gentes, y comen carne cruda. Algunos de nuestra corte los capturan y los tienen encadenados: las gentes acuden a como un gran prodigio.

 

Preste Juan: Denis, ig2

 

F‑1 onocentauro [honocentons], al que llaman sacraire [sagitario], recibe tal nombre porque es mitad hombre y mitad burro. De éstos dice Isaías: son semejantes a ellos los hombres que tienen doble cuerpo y doble palabra, es decir, que dicen el bien por delante, y mal por detrás.

 

Nos dice el Físiólogo que en una parte de los desiertos de la India viven unos seres que tienen un cuerno en la frente, y son los hombres salvajes. Este pueblo lucha constantemente contra los sagitarlos, y los sagitarios contra ellos. ( ... )

 

El Físiólogo dice que el hombre cristiano mundanal es ejemplo del sagitario, y el alma lo es del hombre salvaje; pues siempre lucha contra el cuerpo, y el cuerpo contra ella. Siempre están en discordia. El alma quiere ser dueña

 

139

 

 


del cuerpo, y éste quiere ser dueño del alma, porque des, los placeres del mundo.

 

PB: Cahier II, T7_3; Cabier IV, 76‑77

 

Y Tesalla era la tierra de Aquiles, y de alli vinieroi los laphItes; y se dice que ellos fueron los primeros e¡ domesticar caballos, poniéndoles bridas y montando er sus lomos; caballo y hombre parecían un solo cuerpo, poi eso fueron llamados centauri los jinetes de Tesalia, como dice Isidoro en el libro undécimo, tercer capítulo, sobre los portentos.

 

Trevisa 11, 816 (libro xv, capítulo 158)

 

                              EL CORDERO DE ESCITIA                  IN5

 

(V. 3)

 

He oído contar y sostener un gran prodigio a personas dignas de crédito, aunque no lo he visto. En el reino de Cadili, según otros Caloy, hay unos montes a los que llaman crispados [Caspios]. Dicen que en estos montes crecen melones de extraordinario tamaño. Cuando están maduros, los abren y encuentran en ellos un animalito vivo, semejante a un cordero pequeño, y se comen los melones y los animalillos. Muchas gentes no quieren creerlo y, sin embargo, es tan posible y creíble como las ocas que, en Irlanda, crecen en los árboles.

 

Odoric, 425‑426

 

... al pasar por la tierra de Cathay hacia la India Mayor y hacia Bacharye [Bukhara], se cruza un reino que llaman Caldilhe, y es una región muy hermosa. Y allí crece

 

140

 

 


una clase de frutos semejantes a calabazas. Y cuando están maduros, los cortan en dos y hallan en su interior un animal pequefio de carne, hueso y sangre, a modo de un corderito sin lana. Y se comen el fruto y el animal. Y es un gran prodigio. He comido de ese fruto, aunque fuera prodigioso, pero sé muy bien que Dios es sorprendente en sus obras.

 

Mandeville, 191

 

Me contó una cosa prodigiosa y apenas creíble Demetrio de Daniel, hombre que gozaba de crédito singular entre los bárbaros: que habiendo sido enviado su padre como embajador de] príncipe de Moscovia al rey Zauuolheuse había visto cierta semilla en aquellas

 

la de mel 1                                                                                              1

 

islas, poco mayor y más redonda que la semil on, pero no diferente de ésta. De cuya semilla, plantada en tierra, nace después cierto ser semejante a un cordero, de cinco palmos de altura, y lo llaman en su lengua Boranetz, es decir cordero; ya que tiene la cabeza, los ojos, las orejas ~~ todos los demás miembros a semejanza de un cordero recién nacido. Además de esto, tiene una piel suavisima, que utilizan mucho en aquel país para la cabeza, en lugar de gorra: y muchos dicen que las han visto. Decían también que aquella planta, si es lícito llamarla asi, tiene sangre, pero sin carne; no tiene las ufias córneas, sino cubiertas con ciertos pelos, a semejanza de un cuerno; tiene la raíz en el ombligo' y dura sólo hasta que, una vez agotada la hierba de alrededor, se seca por falta de alimento. Dicen que es extraordinariamente dulce, y que por eso es muy codiciada por los lobos y otros animales rapaces. Aunque yo considero todo esto de la semilla y de la planta cosa fabulosa e incierta, he querido sin embargo referirlo a los demás, ya que me lo han contado hombres dignos de crédito.

 

Baron de Herbenstein, Commentari della Moscovia e della

 

Russia (1549): Izzi, 181

 

141

 

 


Parecen corderos que acaban de nacer, Y lo serían de verdad, si en el seno De la tierra no hundieran una viva raíz / Que se une a su ombligo y muere el día mismo / En que comen la hierba que crece alrededor. / ¡Oh, prodigioso efecto de la diestra divina, / La planta de carne y sangre, el animal con raíz!

 

Guillaume Du Bartas (1544‑1590): Lascault, 149‑151

 

Nos aseguraron que cerca de Samara, entre el Wolga y el Doa, se encuentra una especie de melones, o más bien de calabazas, con aspecto de cordero, del que este fruto reproduce todos los miembros; se une a la tierra por su raíz, que le sirve de ombligo. Al crecer cambia de sitio, tanto como se lo permite su raíz, y hace secarse la hierba en torno tuyo, allá hacia donde se oriente. Los moscovitas ( ... ) añaden que, cuando está maduro, se seca la raíz y el fruto se cubre de una piel velluda, que puede prepararse y emplearse como piel de abrigo. Llaman a este fruto

 

J 11               Boranez, es decir cordero. Nos mostraron algunas pieles,

 

que habían arrancado a una colcha de cama, y nos juraban

que eran de este fruto; pero nos costaba creerlo. Estaban

cubiertas de una lana suave y rizada, como la de un

cordero recién nacido o sacado del vientre de la oveja. lul,

Scaliger dice que este fruto crece siempre, hasta que le

falta la hierba y muere por carencia de alimento. Añade

que no hay bestia a la que le apetezca, de no ser al lobo, y

que lo utilizan para capturar a éste: es lo que cuentan

también los moscovitas.

 

Olearius, Voyage de Moscovie (1636): Odoric, 429‑430

 

Hacia el reino de Cazan crece un grueso pepin peludo que parece roer todas las hierbas que hay en torno a su tallo. Dicen que los lobos lo devoran con avidez, y

 

142

 

 

 


que se parece a un cordero; los moscovitas lo llaman en su lengua Bonnaret, o sea, corderito.

 

Janssen Struyss, Les Voyages de Jean Strys en Moscovie (1669):

                                                 Odoric,430

 

                              LA BERNACHA                      IN5

 

(V.4)

 

EL ÁRBOL DEL QUE NACEN AVES, Y CAEN CUANDO ESTÁN MADURAS

 

 

Nos dice el Fisiólogo que hay un árbol sobre las aguas de cierto mar, que da pájaros semejantes a ocas, pero un poco más pequeños. Y cuando estas aves crecen, quedan colgadas del árbol por el pico hasta que están maduras. Y cuando lo están, caen igual que una pera se desprende del !rbol cuando está en sazón. Y al caer, las que van a parar al agua flotan con vida, y se salvan, pues no han de guardarse de la muerte; pero las que caen fuera del agua, en tierra, allí permanecen inmóviles, y mueren, y están perdidas.

 

Esto significa que ningún hombre se regenera, ni puede ser perfecto, si no ha caído antes en el agua en que es lavado en nombre del bautismo. Y quienes no son lavados en el agua en nombre del bautismo están perdidos, como el ave que cae del árbol a tierra, que está muerta y perdida.

 

PB: Cahier 11, 216

 

Tenemos muchas cosas acá [en Europa], que en otros continentes no existen. Hacia Irlanda, sobre el mar, hay

 

143

 


ciertas aves voladoras que crecen en los árboles por J pico; y cuando están casi maduras, las que caen a tierra no pueden vivir, y las que caen al agua viven.

 

Image, 133

 

Y les referí [a las gentes de Cathay] una maravilla tan grande [como la de] borametz] que existe entre nosotros, a saber la de las bernakes. Pues les conté que en nuestro país había árboles que dan un fruto que se convierte en aves que vuelan. Y las que caen en el agua viven, y las que caen en tierra mueren inmediatamente; y son excelentes como alimento humano. Y consideraron esto un prodigio tan grande, que algunos de ellos sostenian que se trataba de algo imposible.

 

Mandeville, r91

 

Cerca de la región de Escocia y de la isla de Pornorna, a la orilla del mar, se forman y se crían ciertas aves que lo naturales del país llaman crabans o cravans. Dichos pájaros no son engendrados, ni puestos en huevo, ni incubados por padre o madre; sino que nacen, se forman se crían en la corrupción y podredumbre de madera viej de viejas naves, que se descomponen en el mar. Cuando esta madera de barco cae al mar, se pudre y se corrompe por el fango, y de esta podredumbre nace en ella una especie de cieno que es viscoso y pegadizo como arcilla; de dicho cieno se forman y engendran aves que cuelgan por el pico de esta vieja madera durante el espacio de dos meses, y más‑ y cuando ocurre que se hallan ya todas cubiertas de sus plumas y son grandes y gruesas, caen al mar y se convierten en hermosos y agradables pájaros de plumaje, negro, que vuelan por el mar allá donde les plazca, como

 

144

 

 

 

 

 

 


s demás pájaros; y tienen la carne tan blanca, tan tierna sabrosa como la de un pato salvaje.

 

Libro de las maravillas (s. xv): Clébert, 143

 

         Los historiadores, y entre otros Héctor Boetius y

~axo, escriben que se encuentran ciertos árboles en

Escocia, que dan su fruto envuelto en las hojas; cuando

éste cae al agua, en tiempo oportuno, cobra vida y se

convierte en un pajaro vivo, al que llaman ave de árbol.

¡te á Í rbol crece en la isla de Pomonne, que no está lejos de

Tscocia, hacia Aquilón. ( ... ) Sobre este asunto, hallándo­

nos en Escocia, nos informamos de boca de Jacques Roy,

~ombre muy corpulento y cargado de grasa, enterándonos

de que este árbol tan famoso no se encuentra en Escocia,

sino en las islas Orcadas.

 

Boaistuau, 274‑275 (XXXIV)

 

Se dice que hay un lago )unto ‑a la ciudad de Vuting n la provincia de Hunnam, llamado Hociniao, es decir, «que genera aves», hermosamente rodeado de árboles por doquier

 

Kircher, China illustrata: Odoric, 432

 

Hay en esta ciudad (Tching‑tou) una cosa prodigiosa de ver: es cierto pájaro que los chinos llaman Thunghoa

 

~ng‑. tiene el pico rojo como bermellón, no se cansa uno admirar la variedad de los colores de sus plumas, nace ¡ice, una flor llamada también Tunghoa, y vive tanto tiempo corno ella dura, de forma que diríais que es una flor que vuela, tanto se parece a ella por su belleza, y por su escasa duración.

 

P. Martini en Thévenot II: Odoric, 432

 

145

 

 

 


                                              EL UNICORNIO                                    IN5

             

                                                        

(V.5)

 

«Tú exaltaste mi cuerpo», dijo el salmista, «como cuerno del unicornio» (Salmos, 9Z':[í).

 

El Fisiólogo relata que el unicornio tiene el atribu siguiente. Es un animal pequeño, como una cabra; pero muy huidizo, y los cazadores no pueden acercarse a pues tiene gran astucia. Tiene un cuerno en mitad de cabeza. Expliquemos ahora cómo se le atrapa. Envían a,, encuentro a una pura doncella revestida de una túnica.

 

el unicornio salta al regazo de la doncella; ella lo amansa y él la sigue; así lo conduce al palacio del rey.

 

Vemos así que el unicornio es la figura de nuestro Salvador, el cuerno de salvación alzado para nosotros e la casa de nuestro padre David. Los poderes celestiales n, pudieron realizar la obra por sí solos, pero Él tuvo qu hacerse carne y morar en el cuerpo de la verdadera Virgel! María.

 

Existe otro atributo del Unicornio. En los lugares er que vive hay un gran lago, al que todos los anírnale acuden para beber. Pero, antes de que se reúnan, llega li serpiente y derrama su veneno sobre las aguas. Y cuand los animales advierten el veneno, no se atreven a beber sino que se apartan y aguardan al unicornio. Llega éste entra directamente en el lago y hace la señal de la cruz con su cuerno; entonces, el veneno se hace inofensivo, y todos los animales beben.

 

Phys. griego: Carlill, 199‑2oo; Peters, 34‑35;

                                       Zambon, 6o‑6.r (n.o 22)

 

Hay un animal llamado dajja, extremadamente gen tí], que los cazadores son incapaces de atrapar debido a 8 gran fortaleza. Tiene un solo cuerno en medio de la frent

 

i

 

Pero observad la estratagema con la que los cazadores lo

 

 

 

 

 


atrapan. Traen a una joven doncella, pura y casta, a la que se dirige el animal cuando la ve, lanzándose sobre ella. Entonces la joven le ofrece sus senos, y el animal comienza a mamar de los pechos de la doncella, y a conducirse familiarmente con ella. La muchacha entonces, mientras sigue sentada tranquilamente, alarga la mano y aferra el cuerno que el animal lleva en la frente; en este momento llegan los cazadores, atrapan a la bestia y la conducen ante el rey. Del mismo modo, Nuestro Señor jesucristo alzó

 

....para nosotros un cuerno de salvación en medio de Jcrusalén, en la casa de Dios, mediante la intercesión de la

 

REZ~adre de Dios, una doncella pura, casta, llena de misericordia, inmaculada, inviolada.

 

Phys. griego, versión árabe*: Shepard, 49

 

Monosceros es una bestia que tiene un cuerno en la cabeza; por eso lleva tal nombre. Tiene la traza de un chivo. Es capturado por una doncella, del modo que vais a oír; cuando el hombre quiere cazarlo, apoderarse de él con engafio, se dirige al bosque, donde se encuentra la guarida del animal, y deja allí una doncella con el seno descubierto; el monosceros percibe su olor, se acerca a la virgen, le besa el pecho y se duerme ante ella, buscándose así la muerte. Llega el hombre, que lo mata durante el sueño o se apodera de él vivo para hacer con él lo que quiera. Esto tiene un gran sentido, y no dejaré de explicároslo. Monosceros es griego: en francés, significa «un solo cuerno». la bestia de esta índole representa a jesucristo, que es y será Dios, lo fue y lo seguirá siendo; nació de la Virgen

 

se encarnó por los hombres, y en pura virginidad, para Mostrar su pureza, se apareció a la Virgen y la Virgen lo concibió; es Virgen, lo fue y será, y nunca dejará de serlo. Escuchad brevemente la significación de esto. Esta bestia,

 

No siriaca, como dice Shepard.

 

 

 

 


en verdad, representa a Dios; la doncella representa, sabedlo, a Santa María; igualmente, por su pecho ha de entenderse la Santa Iglesia, y el beso debe representar la paz. Y el hombre, cuando se duerme, se encuentra a semejanza de la muerte; Dios, que sufrió la muerte en la cruz, durmió como un hombre, y su muerte fue muerte para el príncipe de las tinieblas, y su destrucción fue nuestra redención, y sus sufrimientos nuestro descanso; así burló Dios al diablo mediante el engaño adecuado. El Diablo engafió al hombre, y Dios‑Hombre, al que no reconoció, engañó a su vez al diablo mediante su apropiada virtud: así como el hombre es alma y cuerpo, Él fue Dios y hombre.

 

PT, VV‑ 393‑458

 

Que este animal tenga un solo cuerno en la cabeza, representa al Salvador, que dijo: «El Padre y yo somos uno solo» (Jo. io). Este cuerno es muy afilado, lo que significa que ni los principados, ni las potencias, ni los tronos, ni las dominaciones, pueden comprender a Dios tal como es. Que esta bestia sea temerosa, representa la encarnación y

 

la humildad, de las que dijo jesús: «Aprended de mi, que soy dulce y humilde de corazón» (Mt ii). Este cuerno es tan afilado, que e) Jemonio, astuto por lo demás, nopijdn comprender el misterio de la encarnación.

 

De Bestús, 227

 

El unicornio lucha a menudo con los elefantes vence hiriéndoles en el vientre.

 

El monoceros es un monstruo de horrible con el cuerpo semejante al de un caballo, pies como los de un elefante y cola como la de un ciervo. De] centro de su frente brota un cuerno de asombroso esplendor, liasta de cuatro píes cíe largo, tan afilado que perfora fácilmente

 

148

 

 


todo aquello contra lo que carga. Ni uno solo ha ido a parar vivo a las manos del hombre, y aunque es posible matarlos, no se les puede capturar.

 

Cambridge, 21, 43‑44

 

Y sabed que en nuestra tierra están los unicornios, que tienen solamente un cuerno en la frente; los hay de tres clases, verdes, negros y blancos también, y a veces matan al león, Pero el león los mata con mucha astucia, pues cuando el unicornio está cansado se apoya contra un Srbol, y el león da la vuelta; el unicornio pretende herirlo con su cuerno, pero golpea el árbol con tanta fuerza, que después no puede arrancar el cuerno, y entonces lo mata el

 

Preste Juan: Denis, ig2

 

Os hablaré ahora del unicornio, un animal que solamente tiene un cuerno situado en medio de la frente. Este animal es tan bravo, tan combativo y aguerrido, que ata ca a los elefantes; es el más temible de todos los animales que existen en el mundo. Combate con fiereza contra el elefante. Tiene la pezuña tan dura y cortante, y su punta tan afilada, que no hay nada que golpee sin atravesarlo y hendirlo. El elefante no puede defenderse de ~l cuando le ataca: pues le hiere tan fuerte bajo el vientre con su pezuña cortante como una hoja, que lo destripa del todo,

 

GC, vv. 1375‑1392

 

SOY' semejante al unicornio, / Que queda atónito al mirar / Cuando contempla a la doncella. / Tanto goza con SU tormento, Que cae exánime en su regazo; / Entonces,

 

149

 

 

 


lo matan a traición. / De igual modo me han matado Amor y mi señora, en verdad: / Tienen mi corazón, y ni puedo recobrarlo. / Señora, cuando ante vos me hallé, / 1 os vi por primera vez, / Mi corazón tanto se estremeció, Que quedó con vos, cuando os dejé. / Entonces fue llevad< sin rescate, / Cautivo a la dulce prisión / Cuyos pilares sol de deseo, / Sus puertas de hermoso mirar de buena esperanza.

 

Thibaut, canción XXXIV, estr. I Y 2

 

         Y fui cazado igualmente por el olfato, igual que

unicornio, que se duerme al dulce aroma de la virgínidaj

de la doncella. (...) Amor, que es un cazador astuto, coloc

en mi camino a una joven con cuyo aroma me adormecí,

que me hizo morir de una muerte como la que corres n

de a Amor, a saber, la desesperación sin esperanzad

merced. Por esta razón afirmo que fui cogido en la trainp

por el olfato; ( ... ).                                                                                                                                              1

 

RE, 42‑44

 

El Khutu. Su cuerno es muy buscado. El Tansúqna‑ma dice que, según algunos, es un hueso de serpiente, y según otros, el cuerno de un animal semejante a una vaca; es de llo y alcanza un gran precio; el de un anirnal color amarl joven es preferible al de otro viejo.

 

Sus propiedades: el veneno no tiene efecto sobre, quien lo lleva; y cuando hay veneno presente en las proximidades, el portador del KhUtu lo percibe por la transpiración.

 

El Qat'd: En el Jami'u‑1‑Hikiyat se dice también que éste es un animal parecido a un carnero, con dos cuernos, y capaz de correr velozmente; ningún animal puede medirse con él, y todo el que resulte herido por sus

 

150

 

 

 

 

 


cuernos, muere. Los cazadores visten a una hermosa doncella, la llevan y la instalan allá donde ha de pasar el animal, con el pecho descubierto; el qat'ú llega entonces, mama de su seno y se embriaga; los caza* dores lo atan y se lo llevan.

 

Nuzbat, 14, 33‑34

 

El unicornio es la bestia más salvaje que existe; nadie se atreve a hacerle frente, debido a un cuerno que tiene en la cabeza. Tan gran placer le produce el olfatear a una doncella y su virginidad, que cuando los cazadores quieren cogerlo, disponen una doncella en su camino; cuando la ve, se duerme en su halda, y ya está atrapado.

 

Best. provenzal, 68o‑682

 

El unicornio representa al diablo, ya que es tan terrible y malvado que no puede ser atrapado si no es con el olor de la virginidad, es decir, con buenas obras y virtud, tal como esta escrito: «Con Dios lograremos la virtud, y Él aniquilará a los que nos atormentan».

 

Libellus, 284 (XXIX)

 

Este unicornio representa una clase de hombres crueles de este mundo, que se han vuelto tan malvados y perversos, que no hay hombre alguno al que no venzan con su maldad. Así lo fue San Pablo, que perseguía de mala manera a todos los cristianos, y los lapidaba y martirizaba; pero cuando Nuestro Señor jesucristo, que nació de la Virgen Purísima Nuestra Señora Santa María, se le apareció y le dijo: «Pablo, Pablo, ¿por qué me persigues?», San Pablo, que vio el resplandor del Hijo de la

 

 

 

 


Virgen María, se llenó del aroma de Dios Nuestro Señor, y

cayó en tierra como muerto ( ... ).                                                                                                          1

 

Bestiaris I, 89‑go (MS A)

 

Y si la doncella no es virgen, el unicornio se cuida de reclinarse en su regazo; al contrario, mata a la j*oven corrupta e impura. ( ... )

 

El doctor Plinio dice también en su 8.0 libro que, cuando quiere luchar contra el elefante, al que odia mortalmente, lima y afila su cuerno contra las piedras, como lo haría un carnicero con su cuchillo para matar un animal.

 

         Hay tres tipos de unicornios. Unos tienen cuerpo

de caballo, cabeza de ciervo y rabo de jabalí, y los cuernos

negros, más oscuros que los demás. Éstos tienen el cuerno

de dos codos de largo. Algunos no llaman unicornio a éstos

( ... ), sino monoteros o monoceron. Otro tipo de unicornio

es llamado eglisseron, es decir, cabra cornuda; éste es

grande y alto como un caballo de gran alzada, y semejante

a un chivo, y tiene el cuerno muy afilado. La otra clase de

unicornio es similar a un buey, y salpicado de manchas

blancas. Éste tiene el cuerno entre negro y pardo, como el

primer tipo ( ... ); cuando ve a su enemigo, se enfurece

como un toro.                                                                                                        Proprietez, 559‑56o

 

                                        EL ONAGRO                                  IN5

 

                                                          

(V. 6)

 

Está escrito en el libro de Job: «¿Quién ha dejado en libertad al onagro?» (Job 39,5). El Fisiólogo ha dicho del onagro que es el gula de la manada, y que cuando las

 

152

 

hembras dan a luz machos, el padre les corta los testículos para que no puedan procrear.

 

Los patriarcas trataban de plantar un semen corpóreo; en cambio los apóstoles, hijos espirituales, practicaron la moderación y desearon el semen celestial, como está escrito: «Regocíjate, estéril, la sin hijos; / entona un canto de alegría, tú que no conoces los dolores del parto, / porque los hijos de la abandonada son más numerosos / que los hijos de la casada, dice Yavé» Us. 54,1; Gal. 4,z7, trad. Nácar). ( ... )

 

El onagro posee también otra propiedad. Dijo el Físiólogo que se le encuentra en los palacios reales, y el día z5 del mes de Famenóth conocen por el onagro que es el equinoccio: en efecto, cuando rebuzna doce veces, el rey y ala corte reconocen que es el equinoccio. El onagro es el (

 

¡demonio, cuando la noche, esto es, el pueblo de los entiles, se ha hecho igual al día, es decir a los fieles profetas: entonces ha rebuznado el onagro, o sea el demonio ( ... ).

 

Pl2ys. griego: Zambon, 47‑48, n.o 9; 8‑T‑82‑, n.o 45; Peters, 29‑30

 

Los onagros son animales, no bestias feroces; pero, Mov os por un enorme coraje, y exultantes a menudo de fuerza, arrancan las peñas de los montes. Se les describe en los desiertos de Persia, junto a prodigios increíbles, con cuernos de buey y cuerpos poderosos.

 

Liber, 104

 

El asno salvaje lleva, y es justo, el nombre de onagro. De éste, dice el Písiologo en su texto: cuando marzo ha completado 25 días en su curso, en tal día del mes rebuzna iz veces, y de noche igualmente según ese orden, pues este tiempo es el de equinoccio, es decir que noche y día son de la misma duración. Lanzando doce veces su rebuzno y su

 

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bramido, muestra que noche y día tienen respectivamente doce horas; el asno está afligido, cuando lanza sus gritos, de que la noche y el día sean de igual duración, pues prefiere el tiempo de la noche que el del dí Oíd

 

la. ' ' " duda, lo que esto significa. El onagro representa en es vida el demonio, y por marzo entendemos todos los tiempos disponibles, pues en esa estación Dios lo hizo todo, como es evidente. Y los adivinos, leyendo el Génesis, encuentran lo siguiente: Dios llamó día a la luz, y noche a las tinieblas; por el día entendamos a las buenas gentes, como es lógico, que irán a la luz y reinarán con Dios, y por la noche entendamos a los que irán con Nerón [=Satanás], y por las horas has de entender el número de gente. Cuando el diablo advierte que decrecen sus gentes, como lo hacen las horas de que consta la noche después del equinoccio de primavera, que tenemos en verano, empieza entonces a gritar, a lamentarse con fuerza, como lo hace el asno que rebuzna y brama. Y el equinoccio es la demostración de que después del Julcio habrá un paraíso sin fin, y un infierno igual.

 

PT, VV. 1827‑1886

 

La propiedad del asno salvaje es que jamás canta si no tiene un hambre voraz, y entonces canta con tanto esfuerzo, que revienta completamente al no encontrar qué comer.

 

Cambrai, 236, n.o 25; texto integro

 

Fara, el asno salvaje, llamado qu1an por los turcos, se parece mucho al asno doméstico; tanto, que no es posible distinguirlos. Dicen que a causa de la dureza de su parto, ¡a hembra arranca con los dientes los testículos del mach

 

para que no pueda preñarla de nuevo. Nuzbat, 22‑23

 

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El asno salvaje es una bestia que es perezosa y deforme; y tiene una forma horrible de rebuznar; pues no brama como los demás. Y cuando tiene hambre, brama con tan gran fuerza que revienta del todo.

 

Por este asno podemos entender un tipo de hombres imprudentes, que son perezosos en pensar bien, en hablar bien y en hacer toda clase de obras buenas, y son deformes porque no se parecen a su Creador ( ... ), que nos hizo a su imagen y semejanza, aquel[los] que vive[n] en los pecados prohibidos por Dios, y que no vive[n] pensando bien y haciendo buenas obras, como lo hizo Nuestro Señor jesucristo.

 

Y así como el asno, que no brama como los demás, y cuando tiene hambre grita con tanta fuerza que se destroza del todo, así se comportan algunos hombres, que son tan habladores y tan amigos de vociferar, que todas sus acciones y sus palabras son horribles y espantosas para cualquier hombre bueno. Y cuando tienen un asunto en la corte o en otros lugares (por intereses suyos, o para demostrar sus derechos), gritan y hablan tanto, con tan gran furia y tan iracundamente, que todos se apartan de ellos. (Y así, si algún buen derecho tienen, lo pierden por su hablar desquiciado), y quedan confundidos y rotos, como dice el Evangelio: que todo hombre iracundo, chando quiere ayudarse a sí mismo, se desayuda (y pierde más de lo que avanza, debido a su desconocimiento).

 

Bestiaris 1, 58‑59 (MS A)

 

                                         EL CATOBLEPAS                                IN5

 

(V.7)

 

El cathapleba es un animal que hay junto al manannal llamado Níger, según escriben Plinio y Solino, que vive cerca de las orillas del río Nilo, una bestia de tamaño mediano y de poco movimiento. Su pesada cabeza, la lleva

 

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con dificultad, y es de mirar tan ponzoñoso, que los que contemplan sus ojos pierden inmediatamente la vida. La concupiscencia de la vista se representa con este animal; de ahí que El que mire a una mujer, etc.; de ahí que David vio a Bersabee.

 

Cantimpre, 125 (IV, 28)

 

El Sannajat es bien conocido. De todos los animales terrestre s, es el más corpulento. Si su mirada encuentra el ojo de cualquier animal, el Sannajat muere; y de forma similar, cualquier animal cuya mirada da en el ojo de él, muere; pero si la mirada ha dado primeramente en el cuerpo M otro, y solamente después en el ojo, esta naturaleza peculiar no entra en juego. Por eso, mientras el 5annájat vive, ningún otro animal posee un lugar de reposo o de retiro; y cuando muere el Sannijat, proporciona alimento durante largo tiempo a los animales de la región.

 

Nuzbat, is‑I9

 

[El catotephas] tiene una cabeza muy pesada, que i lleva siempre inclinada hacia el suelo; y ello es así por disposición de su especie, y para la salvación de hombres y bestias, pues es tan perverso y ponzonoso, que ningún hombre puede mirarle directamente al rostro, so pena de morir inmediatamente sin remedio. Pues tiene la misma maldad que la serpiente coketrys [=el basilisco], según dice Plinio en el libro 8.0, capítulo zz.

 

Trevisa 11, 756 (libro XV, capítulo 53)

 

                 DE LA GORGONA, 0 EXTRAÑA BESTIA DE LIBIA                        IN5

 

Entre las numerosas y diversas clases de animales que se crían en África, se cree que la Gorgona nace en aquel

 

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país. Es una bestia temible, y horrible de contemplar; tiene párpados grandes y espesos, ojos no muy grandes, pero muy semejantes a los de un buey sólo que sanguinolentos, y no miran directamente adelante, ni tampoco hacia arriba, sino continuamente al suelo, hacia abajo, por eso se le llama en griego Catobleponta. Desde la coronilla hasta la nariz tiene una larga melena colgante, que le da un aspecto horroroso. Come hierbas mortíferas y venenosas, y si en cualquier momento ve un toro, o cualquier otra criatura a la que teme, de inmediato hace que su melena quede enhiesta, y una vez así alzada, entreabre sus labios, separa ampliamente las fauces, y despide desde su garganta un aliento picante y horrendo, que infecta y emponzoña el aire por encima de su cabeza, de forma tal que todas las criaturas vivas que aspiran de semejante aire resultan gravemente afectadas, pues pierden la voz y la vista, cayendo en letales y mortíferas convulsiones. Se crían en Hesperia y Libia.

 

Los poetas tienen una ficción, a saber que las Gorgonas fueron hijas de Medusa ( ... ). Estas Gorgonas nacen en aquel país [¿Africa?], y tienen tal cabellera en sus cabezas, que no sólo aventaja a todos los demás animales, sino que tarribién envenena cuando queda enhiesta. Plinio lo llamó Catablepon, porque mira siempre al suelo, y dice que todos sus miembros son pequeños, salvo la cabeza, que es muy pesada, y rebasa la proporción de su cuerpo; nunca la levanta, y todas las criaturas que ven sus ojos, mueren.

 

De ello se suscita una cuestión, a saber, si el veneno que despide procede de su aliento o de sus ojos. Por eso es más probable que, como el cockatrice [ =basilisco], mate por la vista, y después por el aliento de su boca, al que no puede enfrentarse ningún otro animal del mundo. Por otra parte, cuando los soldados de Mario siguieron a Yugurtha, vieron a una de estas Gorgonas, y suponiendo que era una oveJa, que continuamente inclinaba la cabeza hacia el suelo y se movía lentamente, se lanzaron sobre ella con sus espadas; la bestia, desdeñosamente, descubrió de

 

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pronto sus ojos, encrespando su cabello, y al verlo los soldados cayeron muertos.

 

Al enterarse Mario, envió a otros soldados a que matasen a la bestia, pero murieron del mismo modo que los primeros. Por último, los habitantes de la región explicaron al capitán el veneno que poseía la bestia por su naturaleza, y cómo, si no era muerta de inmediato, producía la muerte a sus perseguidores solamente con la mirada de sus ojos. Entonces, el capitán dispuso una emboscada de soldados que lo mataron de improviso con sus lanzas, y lo llevaron al emperador; Mario envió a Roma su piel, que fue colgada en el templo de Hércules, donde se daban festejos después de los triunfos. De ello se desprende que matan con la vista, y no con el aliento. (‑‑‑) Es un animal completamente cubierto de escamas, como un dragón, y no tiene pelo excepto en la cabeza, con grandes dientes porcinos, alas para volar, y manos para asir, de un tamaño intermedio entre el de un toro y una ternera. ( ... ) Del examen de esta bestia se desprende una prueba decisiva de la divina sabiduría y providencia del Creador, que ha orientado los ojos de este animal hacía abajo, como si enterrase de esta forma su veneno, para evitar que perjudique al hombre; y los ha cubierto con un pelo áspero, largo y fuerte, de modo que sus rayos ponzoñosos no se reflejen hacia arriba, a menos que la bestia fuese provocada por el miedo o la ira; y la pesadez de su cabeza es como un lastre para limitar la libertad de su venenosa naturaleza. Pero, qué otras partes, virtudes o vicios contiene la panoplia de este monstruo, sólo lo sabe Dios, que por azar ha consentido en que viva sobre la faz de la tierra, sin otro propósito que constituya un castigo y un azote para la humanidad; y es un ejemplo evidente de Su propio poder colérico de destrucción eterna ( ... ).

 

Topsell I, 2o6‑207

 

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                                                       EL BASILISCO                                                IN5

 

                                                                       

(V.8)

 

El basilisco es llamado en latín regulus, porque es el rey de las serpientes, que huyen en cuanto lo ven, pues las mata con el aliento. Si ve un hombre, lo mata. Ningún ave voladora escapa si ve al basilisco, pues, incluso desde muy lejos, es quemada por el fuego de su boca. Sin embargo, es vencido por las comadrejas que colocan los hombres en los agujeros de la tierra donde se esconden. En cuanto ve una, escapa, pero ella le persigue y lo mata. En efecto, el

 

padre común no ha creado nada sin su remedio. Tiene medio pie de largo, y está manchado con líneas blancas. Como los escorpiones, busca los lugares áridos; si se acerca a las aguas y pica a alguien, éste se vuelve hidrófobo y linfático. Este mismo animal se llama también silbido, pues mata silbando, antes de morder o de abrasar.

 

El basilisco es el rey de los reptiles; con su sola mirada mata al hombre; hace perecer con su aliento a las aves voladoras, y está tan lleno de veneno, que reluce; si el hombre lo ve primero, no puede hacerle daño, y el basilisco queda como único rey en la arena vacía.

 

De Bestús, 214

 

Existe un animal llamado basilisco. El Fisiólogo nos dice, a proposito de su naturaleza, cómo nace; y nos da a entender que nace del huevo de un gallo. Cuando el gallo ha cumplido siete años, le nace un huevo en el vientre. Y cuando siente este huevo, permanece maravillado de sí mismo, y siente la mayor angustia que pueda sufrir un animal. Entonces, busca discretamente un lugar cálido, en un estercolero o en un establo, y araña con las patas hasta que excava un agujero en el que poner su huevo. Y cuando Pl huevo tenga su nido preparado, el. gallo correrá allí más veces diarias, Pensondo constantemente en desem

 

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barazarse de él. Y el sapo es de tal índole que percibe por su olfato el veneno que lleva el gallo en el vientre; Tinmediatamente se pone al acecho, de forma que no pueda el gallo ir al foso, sin que el sapo lo vea. Y en cuanto el gallo se aparta del lugar en el que debe poner el huevo, allá está inmediatamente el sapo, por ver si el huev 1 1 puesto. Pues el sapo es de tal índole, que toma el huevo y lo incuba, si puede acercarse a él de alguna manera. Y cuando lo ha incubado tanto, que ha llegado el tiempo de la eclosión, resulta un animal que tiene cabeza, cuello y pecho como los de un gallo; y desde el pecho hacia abajo, es como una serpiente. Y en cuanto puede valerse este animal, busca un lugar oculto en una vieja grieta, o en una cisterna abandonada; y allí permanece, para que nadie pueda verle. Pues es de tal naturaleza, que si el hombre puede verle antes de que él vea al hombre, muere; y si él ve al hombre antes, es el hombre quien morirá. Pues el animal es de tal naturaleza, que arroja su veneno por los ojos; y tiene la mirada tan venenosa, que mata a las aves que vuelan por encima de él, si puede mirarlas entre los ojos. Este animal es el rey de todos los demás reptiles, y temido por ellos, igual que el león es más poderoso y temido que todas las demás bestias. Y no puede pasar por un lugar, sin que éste pierda su virtud; pues jamás volverá a producir, ni hierba ni otra cosa alguna. Y si toca un árbol, éste pierde su virtud, y jamás dará fruto; ha de perecer y secarse. No obstante, es un bello animal, de hermoso color manchado de blanco. Pero otro tanto sucede con muchas cosas que son atractivas, pero malas. Quien desee matar a este animal, deberá tener un claro recipiente de cristal o de vidrio, a través del cual pueda ver a la bestia. Pues al tener el hombre la cabeza tras el vidrio o el cristal, el basilisco no puede distinguirlo, y su mirada es detenida por el cristal o el vidrio; cuando el basilisco arroja su veneno por los ojos, es de tal naturaleza que, si choca contra algún objeto, rebota hacia atrás contra él, y ha de morir.

 

Este animal representa al diablo, al mismo Satanás

 

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que se escondió en el paraíso, que engañó a Eva y a Adán; así comieron del fruto prohibido. Por eso fueron expulsados del paraíso, y cuando murieron, fueron a caer a la cisterna del infierno. Así fueron envenenados, ellos y todos ¡los descendientes de Adán durante cuatro mil años, que murieron todos y cayeron a la cisterna, con el basilisco, es decir, al infierno, con el demonio. El hijo de un rey se dolió de que este animal fuera tan venenoso, y que matase a todo el mundo; y que nadie pudiese matar o contemplar a la bestia. Entonces, entró el hijo del rey a un recipiente

 

cucho más transparente que el vidrio o el cristal; entenid que el Hijo de Dios entró en el cuerpo bendito de Nuestra Señora, la Virgen más clara y limpia, María su madre. Entonces, el basilisco arrojó por los ojos su veneno, al contemplar el recipiente en el que se encontraba el h¡)o del rey; y el veneno chocó contra el recipiente, sin poder hacer daño a nadie, salvo a la bestia. Entonces, rebotó el veneno sobre el animal, y éste permaneció languideciente hasta que el hijo del rey se encontró fuera'

 

‑1‑Irecipiente en el que se hallaba; entended que Nuestro EL‑or jesucristo estuvo en el vientre de su madre, por lo Wye el Enemigo languidecía hasta que fue clavado en la `Cruz, donde murió. Y cuando Dios fue llevado a Su sepulcro, y resucitó al tercer día, el hijo del rey, jesucristo, entró en la cisterna vieja, y sacó de ella a todos sus amigos, a los que el basilisco había atraído y matado con u veneno, desde que Adán cayera dentro; y condujo a la aridad y a la alegría a todos a los que se llevó consigo. Intended que Dios arrebató a sus amigos del infierno, merced a la muerte que quiso sufrir por Su pueblo.

 

PB: Cahier 11, 2‑13‑215

 

... Pues existe una mala gente / Llena de mala visión;

 

No hay bajo el cielo mala aventura / De la que ellos no se interen, / Pues antes de que haya sucedido, / Ya se han percatado del hecho. / A muchos finos amantes ha dañado

 

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/ Esta gentuza de mal origen / Por su mirada traidora y repugnante / Tal gente parece el basilisco: / ¡Dios los castigue con la hidropesía! / El basilisco tiene tal índole / Que sólo mediante su mirada / Mata, sin curación alguna, / A aquellos a quienes mira primero, / Pues el veneno que les arroja / Los emponzoña hasta el corazón. / Así digo que obran aquéllos / Que ven hasta el fondo del corazón / Los pensamientos escondidos, / Y a toda prisa los descubren, / Allá donde los pobres amantes / Son entregados al dolor y a la muerte.

 

B. dAmour rimé, vv. 3212‑3234

 

Su tamaño es de medio pie, lleva manchas blancas, y tiene una cresta semejante a la de un gallo. Cuando avanza, la mitad anterior de su cuerpo se yergue verticalmente, y la otra mitad queda como en las demás serpientes. Y por muy feroz que sea el basilisco, lo matan las comadrejas, animales un poco mayores que un ratón, y de vientre blanco. Y sabed que Alejandro los vio; mandó hacer entonces unas grandes ampollas de vidrio, en las que entraban hombres que podían ver a los basiliscos, mientras que éstos no los veían, y los mataban con sus flechas; y mediante tal añagaza, libró de ellos a si mismo y a su ejército.

 

Brunetto, 134 (1:140)

 

y la afirmación de Hermes de que el basilisco se genera en el vidrio, no se refiere al auténtico basilisco, sino a cierto elixir alquímico en el que se convierten los metales.

 

Alberto Magno, 82

 

162.

 

 


El besalís es un animal pequeño, pero tan ponzoñoso, que mata a los hombres solamente con la mirada. Y son reyes de las serpientes; y no hay en el mundo bestia que se les quiera enfrentar. Y allá por donde pasan, debido al gran veneno que tienen, secan los árboles y las hierbas. Y todos los años mudan de piel, como hace la serpiente, y después la renuevan.

 

Bestiaris 11, 118 (MS G)

 

A continuación puedo mencionar al Cockatrice o basilisco, pasando así a las serpientes. Este es el rey de las serpientes; no por su tamaño o su grandeza, sino por su avanzar majestuoso y su talante magnánimo: pues siempre lleva erguidos la cabeza y la mitad de su cuerpo, y tiene una especie de cresta como una corona sobre la cabeza. De espesor, esta criatura alcanza el de la muñeca de un hombre, y su longitud es proporcional al grosor; tiene los ojos rojos, entre una especie de negrura brumosa, como si fuese fuego mezclado con humo. Su veneno es muy caliente y ponzoñoso, capaz de secar y requemar la hierba, como si de fuego se tratase; infecta el aire a su alrededor, de forma que ninguna otra criatura puede vivir a proximidad: en eso se parece a la gorgona [el catoblepas], del que acabo de tratar.

 

Y entre todas las criaturas vivas, ninguna hay que perezca antes por el veneno del basilisco, que el hombre; pues con su vista lo mata: es decir, que los rayos de los O)OS del basilisco corrompen el espíritu visible del hombre, según se afirma. Corrompido éste, todos los demás espíritus vitales que proceden del corazón y del cerebro, se ven corrompidos también, y así el hombre muere. Se dice que su silbido es igualmente malo, ya que destruye árboles, mata pájaros, etc., emponzoñando el aire. La víctima del basilisco también resulta venenosa para quien la toque. Sólo una comadreja puede matarlo ( ... ).

 

Que nazca de un huevo puesto por un gallo viejo, es

 

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difícilmente creíble: no obstante, algunos afirman con gran confianza que, cuando el gallo se vuelve viejo y cesa de montar a sus gallinas, nace en su interior, de su simiente corrompida, un huevecillo cubierto con una delgada película en vez de cáscara; incubado por un sapo o alguna criatura semejante, el huevo produce un gusano venenoso, aunque no este basilisco, este rey de las serpientes. Plinio describe el basilisco como de no más de doce pulgadas de largo, a cuyo respecto el Señor Topsell opina que este no es el gran basilisco principal, sino más bien aquel gusano nacido del huevo; por eso, sugiero que cada persona formule su propia opinión sobre esto.

 

Su,an, 486‑487

 

                                              COMADREJA Y VIBORA                                   IN5

 

(V.9)

 

Dice la Ley: «No comerás comadreja ni cosa alguna que se le parezca» (Lev ii,z9).

 

De la comadreja, dijo el Fisiólogo que tiene la propiedad siguiente: concibe a través de la boca y, una vez preñada, pare por las orejas. Hay algunos que comen el pan espiritual en la Iglesia: pero cuando se alejan de ella, arrojan la palabra divina fuera de sus oídos, como la comadreja impura, y se vuelven como el áspid sordo, que se tapa las orejas.

 

Así pues: <~No comerás comadreja, ni cosa alguna que se le parezca» (Lev ii,z9).

 

Phys. griego: Zambon, 6o, n.l 21; Peters, 23‑24

 

La llaman comadreja (mustela), como si fuese un ratón alargado, pues los griegos usan theon para decir «Iargo>~.

 

T nA

 

 

 


Cuando vive en una casa, se mueve de un lugar a otro con sutil astucia, después de haber tenido a sus crias, y siempre descansa de noche en una madriguera diferente.

 

Persigue a las serpientes y a los ratones.

 

Existen dos clases. Una vive lejos, en el bosque ‑los griegos llaman a éstas Ictides‑, y la otra vagabundea por las casas. Algunos dicen que conciben por la oreja y paren por la boca, mientras, por otra parte, otros declaran que conciben por la boca y dan a luz por la oreja.

 

Se dice que las comadrejas son tan entendidas en medicina que, si por cualquier circunstancia sus crías mueren, pueden resucitarlas si consiguen llegar a tiempo.

 

Estas criaturas representan a no pocos de vosotros, que aceptáis de buen grado por el oído la semilla de la palabra de Dios, pero que, entorpecidos por el amor de las cosas terrenas, la relegáis a un lugar inadecuado, y disimuláis lo que oís.

 

Cambridge, 91‑93

 

... Se parecen en esto a la comadreja, / Pues tal es su naturaleza / Que en el tiempo en que ha de criar / Expulsa a sus hijos por la boca. / Lo mismo hacen ellas, pues si un hombre / Requiere a una de amores, / Buscando con dulzura su carifio, / En cuanto ella ha concebido / De aquello que ha recibido / ‑Su ruego y su petición‑, / Está dispuesta a dar a luz: / Se libra con gran rapidez, / Con una disculpa de la boca, / Y pasa a otras palabras, / Sin preocuparle que él le hable / De lo que habría menester / Y que le supondría ayuda. / Se parece a la comadreja, / Que teme que le quiten / Sus cachorros. Cuando los tiene, / Se los lleva del lugar / En el que han venido al mundo, / Para ponerlos a salvo en otro sitio. / Esta última propiedad / Me angustia sobremanera, / Pues temo, si os requiero de amor, / Que os mudéis a otro lugar

 

Y que no queráis oírme hablar / De aquello que más anhelo, / Ni queráis ver mi enfermedad, / Hermosa y

 

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dulce amiga mía, / Pues entonces, sin remedio, / Estaría condenado a muerte...

 

B. d'Amour r¡m¿ vv. 667‑700

 

Dice el libro de los Kyranides: la comadreja cocida en aceite de oliva hasta que se ha consumido, y pasada por un paño, constituye un buen bálsamo contra la gota, los nervios rígidos, las inflamaciones de los pies, y cualquier tipo de reúma y paperas. Su testículo izquierdo, envuelto con el cuello de una gallina, da origen a un huevo. Dése su sangre a un epiléptico, y se cura.

 

Su hiel es un remedio contra el áspid; el resto es~ un veneno, como dice Plínio. El Papa Clemente dice de esta que concibe por la boca y pare por la oreja. Pero, al contrario, Isidoro dice que se equivocan quienes afirman que la mustela concibe por la boca y da a luz por la oreja.

 

Cantimpr¿, 152 OV‑77)

 

Antes de que empiece la batalla la comadreja con la sierpe impía, contra el veneno que tanto le daña va en busca del «crespirigno» de inmediato. Después la teme menos que a una brizna; la ataca, en cambio, y hacia atrás la empuja. Amigo, al cabo del primer combate ten muy presente la pasión de Cristo: si estás envenenado por la sierpe, recurre a Cristo que en la Cruz se muere, y pídele que su sangre te entregue Te verás ya librado del ve~eno, vencerás al Maligno con tu voz, implorando a María siempre virgen.

 

Gubbio, 77 (XXI, De la donnola)

 

166

 

 

 

 


                                   LA NATURALEZA DE LA COMADREJA                       IN5

 

La propiedad y la índole de la comadreja es tal, que concibe por la oreja y pare a sus hijos por la boca.

 

Muchos hombres y mujeres tienen, pues, esta propiedad natural, porque lo que conciben por el oído, inmediatamente procuran difundirlo por la boca, pues no todo lo que se capta por el oído ha de difundirse siempre por la boca, pues lo malo no ha de divulgarse, sino que más bien ha de ocultarse, según lo que está escrito: «En las malas palabras no falta el pecado». Pues todo el que sabe razonablemente callar lo que debe callar, estará cerca del propio Dios, y tendrá en sí mismo la primera virtud, según la frase de Catón: «Es próximo a Dios aquel que sabe callar a propósito».

 

Libellus, 278 (XXv, Natura mustelle)

 

La mustela es un animal pequeño (y muy inteligente), que tiene una extraordinaria propiedad: concibe por la oreja y pare por la boca; da a luz a sus hijos muertos, y se dice que conoce una hierba que los hace resucitar.

 

Esta mustela representa a los buenos predicadores, que predican la palabra de los Evangelios, de las Epístolas, y de las profecías, a los oídos de los hombres del mundo; pues predican la caridad, es decir, amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a uno mismo; y predican la pobreza, y la paz, y la humildad, la castidad y la rectitud. Pero hay pocos hombres que quieran usar o perseverar en estas virtudes, pues si antes las oyeron en la predicación, ahora las han olvidado, pues tienen el corazón muerto. Sin embargo, bien se ve que a veces hay hombres que recuerdan las buenas palabras que oyeron, y que no habían olvidado; y van en busca de la hierba que hace resucitar las buenas palabras de Dios, cuya hierba es el recuerdo de la gloria del paraíso, y el recuerdo de las penas del infierno, pues habéis de saber con certeza que estas dos

 

167

 


1

 

cosas son las que más recuerdan a los pecadores que han

 

de obrar bien.                                                                                                                Bestiaris 1, 76‑77

 

Dios hablaba a través del ángel, y la Virgen quedaba impregnada por el oído (San Agustín).

 

Salve, Virgen madre de Cristo, / Que concebiste por el oído (Santo Tomás Becket),

 

Cambridge, 93, n­

 

Bien habló Juan a los fariseos: «Raza de víboras, ¿quién os enseñó a huir de la ira que os amenaza?» (Mat 3,7; trad. Nácar).

 

El Fisiólogo ha dicho de la víbora que el macho tiene rostro de hombre, y la hembra rostro de mujer; hasta el ombligo tienen forma humana, pero la cola es de cocodrilo. La hembra no tiene vagina en el vientre, sino solamente una especie de ojo de aguja. Así pues, cuando el macho cubre a la hembra, eyacula en su boca, y cuando ella ha tragado el semen, corta los órganos genitales del macho, y éste muere al instante. Cuando crecen, los hijos devoran el vientre de la madre, y de tal manera salen a la luz: las víboras son, por lo tanto, parricidas y matricidas,

 

Así, Juan equiparó muy bien a los fariseos con la víbora: de hecho, de la misma forma en que la víbora mata a su padre y a su madre, igualmente aquéllos dieron muerte a sus padres espirituales los profetas, a Nuestro Señor jesucristo y a la Iglesia: ¿Cómo pueden escapar, pues, a la cólera que va a llegar? Y el Padre y la Madre viven eternamente; éstos, en cambio, están muertos.

 

PhYs. griTO.' ZambOn, 48‑49, fi. 0 ‑10

 

1168

 

 

 

 

 

 

 


También dice el Physiologus: hay tres clases de víboras nocivas, y tienen tres propiedades. La primera es que al envejecer pierde la vista, pero hace lo siguiente: ayuna cincuenta días y noches hasta que su piel se afloja; entonces, busca una piedra hendida y rugosa, pasa a través, se libra de su piel y rejuvenece. «¡Qué estrecha es la puerta y qué angosta la senda que lleva a la vida » (Mate0 7J4; trad. Nácar). La segunda propiedad es que, cuando va a beber con una anguila, primero vomita su veneno en su caverna. Imitemos su prudencia y, cuando vamos a beber el agua, es decir, a escuchar la palabra de Dios en la Iglesia, no traigamos con nosotros el polvo y la sucia concupiscencia de las cosas del mundo, sino que, con la conciencia purificada por la confesión humilde y verdadera, entremos en el templo del Señor, rezando y cantando salmos en nuestro corazón. La tercera propiedad de la víbora es que, si ve al hombre desnudo, huye de él; si lo ve vestido, le ataca. Comprendamos, en sentido espiritual, que cuando nuestro primer padre estaba desnudo en el paraíso, no fue vencido por el demonio, la serpiente antigua. Cuando se revistió de su túnica, es decir, la mortalidad del cuerpo, la serpiente se arrojó sobre él.

 

De BestúS, 246

 

Las víboras, que así se entrematan, representan a los felones judíos que dieron muerte a nuestro Creador y lo clavaron en la Santa Cruz, a jesucristo que es nuestro padre, y Jerusalén nuestra madre.

 

G, M 523‑528

 

La víbora tiene tal propiedad que al hombre desnudo no quiere mirar; al verlo vestido, sus fuerzas recobra, lo ataca y combate con fuerte poder.

 

169

 

 

 

 


Debe tenerse por muerta el alma que el Enemigo puede poseer; está condenada a la muerte eterna cuando sus enseñas ve aparecer. Por la víbora entiendo a nuestro Enemigo, por el hombre desnudo, a Cristo en la cruz, por el que Satán fue juzgado y vencido. No queráis más tenerlo por amigo; aquel que creyese obtener más de él, se verá más abandonado y destruido.

 

Gubbio, 157 (LXI)

 

Así pues, por la víbora podemos entender a aquellos hombres que con facilidad cometen homicidios y otros pecados mortales, y éstos rara vez pueden huir cuando han matado, sin perecer en los pecados mortales, según lo que está escrito: «El que a hierro mata, a hierro niuere». Y por el hecho de que los hijos maten a la madre, se ha de entender que las acciones perversas que comete el hombre lo matan, ya que el hombre no puede recoger más que aquello que siembra, según lo escrito por San Agustín: «Lo que sembramos, recogemos, y lo que damos, recibI*MOS».

 

Libellus, 324 MIII)

 

                                 EL APTALOPS                         IN5

 

(V. io)

 

Existe un animal llamado hydrops, bastante feroz; tanto, que el cazador no puede acercársele: tiene grandes cuernos en forma de sierra, con los que es capaz de cortar árboles gruesos y altos, y derribarlos. Cuando tiene sed, va

 

170

 

 

 

 

 

 


al río Éufrates, y bebe: allí hay arbustos de ricino de delgadas ramas, y el animal se pone a jugar con sus cuernos contra el ricino, y termina por quedar trabado entre sus ramas, y lanza sonoros bramidos, queriendo huir, pero no puede. El cazador, al oírlo, llega y lo mata.

 

Tú también, oh fiel, que tienes dos cuernos, el Antiguo y el Nuevo Testamento, con los que puedes embestir a tus enemigos, la lujuria, el adulterio, la avaricia, la soberbia y todas las pasiones materiales, no te enredes en ellas, que son semejantes a los arbustos de ricino, si no quieres que te atrape el malvado cazador.

 

Phys. gríego: Zambon, 73‑74, n.o 36

 

el agua representa la embriaguez, y el arbusto la prostituta, naturalmente; por el cazador, entiéndase a Satanás, que atrapa al hombre cuando la meretriz lo ha enredado, sorprendido y burlado; de esto es capaz el demonio, como dice el Bestiarlo. Y la Escritura dice que el vino y Í la mujer tienen la propiedad de convertir al sabio en necio, y de hacerle tropezar en el charco.

 

PT, vv. 825‑844

 

Y¿imúr. En el 'Aja'¡bu‑1‑MakNÚqat, se dice que éste es un animal con cuernos, semejante a una vaca; vive en los bosques, y cuando bebe agua cobra energía, vaga por la selva y se despierta su apetito sexual. Puede ocurrir que sus cuernos se enreden en los árboles y que no pueda soltarlos; entonces llegan los hombres y lo matan. Su carne, cocinada en vino, da inteligencia a los niños, y les cura de la estupidez.

 

Nuzbat, 26

 

'71

 

 

 

 

 

 


mili

 

El antílope tiene dos cuernos en la cabeza, cortantes, afilados y fuertes sin medida, bebe un agua, agradable y pura, del Éufrates, y allí se dedica a pastar. Luego, se va jugando al bosque, allá donde es más intrincado y sombrío, enreda sus cuernos y queda trabado; cualquiera puede darle una muerte cruel. Por este animal ha de entenderse al hombre,

 

por los dos cuernos los dos testamentos,                                                                                      la^,

 

y por el bosque el mundo tenebroso;

y luego el Enemigo, al ver que el hombre

es preso en sus deleites,

se lleva su alma al lugar doloroso.

 

Gubbío, 57, n.II xi

 

                          LA HORMIGA‑LEÓN                                 IN5

 

                                                         (V. I I)

                                    Elifás, rey de los Temanitas, dijo: «La hormiga‑león

pereció por falta de alimento» (Job 4, 11).

                                    El Fisiólogo ha dicho que                                tiene los miembros

delanteros de un león, y las partes traseras de hormiga. Su

padre es carnívoro, pero su madre es herbívora. Cuando

engendran a la hormiga‑león, la engendran con dos

atributos, pues no puede comer carne, ya que ello se

opone a la naturaleza de su madre, ni puede alimentarse

de plantas, puesto que ello va contra la de su padre: así,                                                             e

muere por falta de alimento.                                                                                                                             t~

                                    De modo semejante obra el hombre indeciso, incons‑                               lt

tante en todos sus designios. No se debe avanzar por dos                                                          p

carpinos, ni hablar de forma doble en la plegaria. Está                                                                 al

escrito: «¡Ay del corazón doble, y del pecador que va por                                                         g1

dos caminos!» (Sirach z,IZ‑13). No está bien decir sí‑no, y                                                          di

 

172

 

 

 

 

 

 

 


§no‑sí; sí ha de ser sí, y no, no, como dijo Nuestro Señor jesucristo.

 

Bien dijo el Fisiólogo acerca de la hórmiga‑león.

 

Pbys. gi¡ego: Zambon, 59‑6o, n.I> 2o; Carfill, 189; Peters, 18‑19

 

Existe además otra hormiga, distinta de las que os he descrito, que se llama hormiga‑león. Ésta es el león de las horrnigas, y es la más pequeña de todas, pero la más ¡ente y atrevida. Odia a muerte a las demás hormigas, y oculta perfectamente entre el polvo, pues es muy astuta:

 

[ando vienen las demás cargadas, sale del polvo precipitándose sobre ellas, las asalta y las mata. ¡Señores, por Dios que jamás mintió, fijaos en la hormiguita, que es tan isora y tan sabia, al conocer su ventaja!

 

GC, VV. 1009‑1024

 

La hormiga‑león (formicoleon) también es llamada

 

mi rmicoleon por Adelino, de «mirmin», que significa

,,hormiga», y «leon» es decir «león»; el león de las

hormigas.

 

Este insecto es de la familia de las hormigas, pero es mucho mayor. Cuando aún es pequeño y de escasas fuerzas, finge ser pacífico y humilde. Pero cuando cobra energía, vigor y corpulencia, desdeña a sus primeras compañías y acompaña a la turba de los mayores. Luego, cieciendo en audacia, se oculta en lugares retirados y, a ejemplo de los bandidos, sorprende a las hormigas que trabajan en sus ocupaciones habituales; como un ladrón, les arrebata sus cargas, o incluso degüella y devora a las propias hormigas. Y en invierno, cuando las hormigas han almacenado alimentos en la tierra, como si fuese en un granero, el mirmicoleon, que durante el verano no había dispuesto para sí provisiones de ninguna clase, saquea y

 

 

 

 

 

 

 


destroza sus trabajos. Esta clase de animales represent: los hipócritas y a los malvados, en los claustros.

 

Cantimpré, 303 (IX,22)

 

                                 CENTICORA                    IN5

 

(V. IZ)

 

Entre los propios etíopes existe una fiera a la que  llaman eale: tiene el tamaño de un hipopótamo, cola elefante, pelo negro o rojizo, mandíbulas de jabalí, cuernos de más de un codo de longitud, móviles, que esgrii alternativamente en los combates, y que emplea bien s recta, bien oblicuamente, según lo que le aconseja táctica.

 

PliniO, 49 (VIII, 73)

 

Otra bestia [de la India], eale, tiene cuerpo caballo, mandíbula de jabalí, cola de elefante, y cuern, curvados: uno de ellos vuelve hacia la espalda, y comba con el otro. Tiene horror al color negro. Se desenvuel, igualmente bien en el agua que en tierra.

 

Honorius, 229 (W3)

 

Existe una bestia llamada yale, del tamaño de L caballo, que tiene la cola como de elefante, color negro quijadas de jabalí. Lleva cuernos extrañamente largo dispuestos para ser movidos a voluntad. No están fijó sino que se mueven‑ según lo dictan las necesidades de 1 batalla; cuando la fiera combate, apunta uno de ellos haci adelante y repliega el otro hacia atrás, de modo que,

 

174

 

 

 

 

 


daña la punta del primero con algún golpe, lo afilado del segundo pueda sustituirlo.

 

Cambridge, 54‑55

 

Hay una fiera que frecuenta los desiertos de la India, llamada centicore. El Fisiólogo nos dice que es totalmente negra, y es una de las bestias más crueles que existen. Tiene dos cuernos en la cabeza, rectos como varas y más afilados en su extremo que ninguna pica. Cuando combate contra otro animal, coloca uno de sus cuernos tendido a lo largo de la espalda; y se defiende con el otro cuerno, de forma que parece que se encuentre en medio de la frente, cuando lucha. Y cada cuerno mide más de cuatro codos, y derriba y mata con ellos a todo el que hiere de un golpe. La cabeza de esta fiera es muy extrafía; tiene el hocico redondo como el fondo de un barril, muslos y pecho como de león, patas y cuerpo como de caballo y cola de elefante. Y su voz recuerda mucho la voz humana. Y el basilisco la odia más que a cualquier otra bestia. Cuando puede hallarla dormida, la pica entre ambos ojos; N~ cuando la ha picado, se marcha. Entonces se hincha el centicora de tal forma, que los ojos le salen de la cabeza, y muere debido al veneno del basilisco.

 

El centicora nos representa a los hombres. El cuerno con el que combate significa los ojos de la cabeza, que todo lo desean; por ello el cuerpo está siempre en lucha, por las novedades que ellos comunican al corazón codicioso. Y el cuerno que yace inmóvil, tendido a lo largo de la espalda, que nunca combate, representa los ojos del alma, que no se preocupa de batallas, de codicia ni de sinrazón alguna. Y el basilisco que la pincha y la envenena, representa para nosotros el demonio, que por sus artes proporciona al hombre mala tentación de muchas formas, mediante la cual le hace pecar. El que la bestia se hinche debido al veneno, significa los pecados mortales. Que los oPs de la bestia se salgan de la cabeza, significa la muerte,

 

175

 

 

 

 


que por fuerza ciega los ojos del difunto. Y los diablos 9 divierten con él, y se llevan su alma al fuego del deseo donde arde sin apagarse, y vive eternamente muerta, si

 

1

 

morir.

 

PB. Cahier 111, 223 1

 

Hay [en la India] otra fiera a la que llamann cceennttiicc0re, que tiene cuernos de ciervo en mitad del rostro, pecho y muslos de león; tiene también orejas grandei patas de caballo y la boca redonda, y el hocico como e extremo de un tubo. Sus ojos están muy cerca i, y la voz se parece muchísimo a la de un hombre,

 

Y hay otra bestia muy feroz, con cuerpo de caballo cabeza de jabalí. Tiene cola de elefante, y dos cuernos un codo de largo, de los que pone uno a la espal mientras lucha con el otro. Es de color negro, y se trata ld e una fiera muy horrible, tan peligrosa en el agua como e tierra. 1 Image, 113

 

                                      MANTICORA                             IN5

 

                                                  

(V. 13)

 

En la India nace una bestia llamada manticora. Tieni una triple fila de dientes que alternan entre sí; rostro di' hombre, con ojos relucientes e inyectados en sangre cuerpo de león; la cola, como el dardo de un escorpión;, una voz chillona, tan sibilante que evoca las notas de una flauta. Es ávida de carne humana, con auténtica voracidad. Sus patas son tan fuertes, sus saltos tan potentes, que ni el espacio más extenso, ni el obstáculo más elevadopueden detenerla.   

            Cambridge, 51‑52

 

176

Tiene ojos de cabra y cuerpo de león, cola de escorpión, y voz de serpiente que, mediante su dulce canto, atrae a las gentes y las devora. Image, 113

 

Y su cola es como la de un escorpión salvaje, con un aguijón, y hiere con púas duras, como un puerco espín. ( ... ) Plinio dice que tiene la voz como la voz de un hombre, y si éste toca la flauta y la trompa, parece que la voz de esta fiera se armoniza con la trompa, con su ritmo y melodía...

 

Trevisa II, io99‑iioo (XvIII:i)

 

Una fiera llamada manticora, / concebida de hombre y de animal, / pero semejante a cada uno de ambos, / y que desea carne humana con avidez. / Su voz es bella y armoniosa, /y quien la oye, en ella se deleita: / es afin, por supuesto, al Enemigo, / que, fingiendo, engaña al alma. / Se parece al hombre por su engaño, / que, queriendo atraer a sí a la gente, / se convierte en un ángel de luz, / y a la bestia que vive en el deleite: / tanto hace disfrutar a quien la cree, / que lo conduce a la condenación.

 

Gubbio, 83 (XXIV, De la mantiocora)

 

y creo que es la misma bestia que AvIcena llama Marion, y Maricomorion; con la cola, hiere a sus perseguidores, vengan por delante o por detrás; y cuando ha disparado sus púas, otras nuevas nacen en su lugar, derrotando así a todos los cazadores. Y aunque la India esté llena de diversas fieras voraces, ninguna es designada con el nombre de Antropophagi, es decir, devoradores de hombres, a excepción de esta Mantichora. Cuando los

 

177

 

 

 

 

 


hindúes capturan uno de sus cachorros, le hieren los cuartos traseros y la cola, para que jamás ‑vuelvan a crecerle afiladas púas; después, se doma sin peligro. ( ... ) La llaman también Martiora, que en lengua persa significa devorador de hombres;

 

Topsell 1, 343‑345

 

                                                                        LA HIENA                                             (IR AL ÍNDICE)

 

                                             

(V. 14)

 

Hay un animal llamado hiena, que está acostumbrado a vivir en los sepulcros y a devorar los cadáveres. Su naturaleza es tal, que a ratos es masculina y a otros  femenina; de ahí que sea una bestia repugnante.

 

No puede volverse, salvo haciendo girar completamente su cuerpo, pues tiene la espina dorsal rígída y toda ella de una sola pieza. Solino cuenta muchos prodigios de ella. En primer lugar, frecuenta las majadas de los pastores, y camina en torno a las casas por la noche, estudiando con oído atento el tono de voz de los que en ellas viven, pues es capaz de hacer imitaciones de la voz humana. Imita el ruido de los vómitos humanos, con el fin de apoderarse de los hombres atraídos de noche al exterior mediante esta astucia.

 

Cuando ha conseguido hacer salir a perros, se los traga con sollozos hipócritas. Y si por azar los sabuesos cruzan su sombra mientras le dan caza, pierden la voz y no pueden ladrar. Esta misma hiena excava las tumbas en busca de cadáveres enterrados.

 

Los hijos de Israel, que al principio sirvieron a Dios vivo, son comparables a esta bestia. Después, se entregaron a las riquezas y al lujo, venerando a ídolos muertos; por eso el profeta comparó la sinagoga a un animal sucio, diciendo: «MI heredad se ha convertido para mí en la guarida de la hiena». Sí, aquellos de vosotros que sirven

 

178

 

 

 

 

 

 

 


a la lascivia y a la avaricia son semejantes a este monstruo.

 

Ya que no son ni machos ni hembras, no son tampoco fieles ni paganos; son, evidentemente, el pueblo de quien dijo Salomón: «Un hombre de espíritu doble es inconstante en todas sus acciones». Sobre él dijo también el Señor: «No puedes servir a Dios y a Mammón».

 

Esta bestia tiene una piedra en el ojo, llamada también hiena, que, según se cree, permite a la persona que la tenga debajo de la lengua predecir el futuro. Es cierto que si una hiena camina tres veces en torno a cualquier animal, éste ya no puede moverse. Por esta razón, afirman que tiene algún tipo de destreza mágica al respecto.

 

En cierta región de Etiopía, copula con una leona, y de la unión nace un monstruo conocido como Crotota. Éste es capaz de repetir las voces humanas con exactitud. Se dice que no puede volver la vista hacia atrás, debido a su columna vertebral rígida, y que es ciega en tal dirección a menos que se dé la vuelta. No tiene encías en la boca. Tiene un hueso dental rígido a todo lo largo, que se cierra como una cajita, de forma que no puede ser mellado por cosa alguna.

 

Cambridge, 30‑32

 

Pabu', la hiena, llamada diltú por los turcos, es un animal estúpido; hablándole, se la puede engañar y matarla. Tiene órganos a la vez masculinos y femeninos, a la manera de un hermafrodita, y cada año se excitan los órganos de uno de los dos sexos. Los árabes llaman fur'u1 a su cría. Tiene enemistad con el perro ‑hasta tal punto, que si la sombra de la hiena cae sobre él, el perro interrumpe su carrera, la hiena lo alcanza y lo devora. Tiene amistad con el lobo; copulan, y su progenie es llamada sab', si el padre es la hiena, y haba‑‑‑r, si el padre es el lobo; lobo y hiena amamantan a os cachorros del

 

179

 

or

 

11,1

 

 

 

 

 

 


otro. En la secta del imán Sháfi'! (¡Dios se complazca en él!), es legítimo comerla.

 

Nuzbat, 31‑32

 

Hay una fiera que se llama hiena y come a los muertos de su sepultura; no encuentra ninguno que de ella se defienda, pues no pueden moverse, y actúa segura. Quien no se arrepiente de sus pecados tiene el alma en la tumba, encadenada y a oscuras: se entiende por tal fiera al Enemigo que come y devora las almas.

 

Con gusto quisiera el Enemigo

comer las almas que están en penitencia;

pero como las halla libres e iluminadas,

vergonzosamente vuelve sobre sus pasos,

pues no tiene poder alguno sobre ellas,

tanto las ha fortalecido Dios con su gracia.

 

Gubbio, 45 (v, De la venna)

 

                                                EL DRAGÓN                                  IN5

 

T15)

 

El dragón es la mayor de todas las serpientes, y realidad de todos los seres vivos que hay en la tierra. Los griegos lo llaman draconta, y esto ha pasado al latín bajo

 

S

 

el nombre de draco.

 

Cuando el dragón sale de la cueva, a menudo se eley a los cielos, y el aire a su alrededor se vuelve ardiente~ Tiene cresta, boca pequeña y un estrecho gaznate a trav'

 

,e del cual toma aliento o saca la lengua. Por otra parte, su fuerza no está en los dientes, sino en la cola, y hace daño con sus golpes más que con sus picaduras. Así, es]

 

ISO

 

 

 

 

 


inofensivo en lo que atañe al veneno. Pero dicen que no necesita veneno para matar, ya que, si se enrosca en torno a alguien, lo mata de esa forma. Ni siquiera el elefante se ve protegido contra él por el tamaño de su cuerpo, pues el dragón, que yace al acecho junto a los caminos por donde suelen transitar los elefantes, enlaza sus patas con un nudo, merced a su cola, y los mata por asfixia.

 

Nace en Etiopía y en la India, en lugares donde el calor es perpetuo.

 

El demonio, que es el más enorme de todos los reptiles, es como este dragón. A menudo sale de su guarida lanzándose al espacio, y el aire en torno a él se inflama, pues el demonio, al elevarse de las regiones inferiores, se convierte en un ángel de luz y engaña a los necios con falsas esperanzas de gloria y de goce terrenal. Se dice que tiene una cresta o corona, porque es el Rey de la Soberbia, y su fuerza no está en los dientes, sino en la cola, porque engaña a los que atrae hacia él con artimañas, destruyendo su fortaleza. Yace escondido junto a los senderos por los que pasean, porque su camino al Paraíso está obstaculizado por los nudos de sus pecados, y él los estrangula hasta matarlos. Pues si alguien queda preso en las redes del crimen, muere, y va sin duda al infierno.

 

Cambridge, 165‑167

 

El dragón no mata a hombre alguno, sino que lo devora larniéndolo con su lengua.

 

Cambrai, 235, n.o 22

 

Thu'bdn, el dragón, es llamado por los árabes tinnin, por ¡os turcos Iú y por los mongoles moghúr. Es un animal de cuerpo enorme, de aspecto terrible, con una boca ancha y muchos dientes, ojos llameantes y de gran longitud. Al comienzo, era una serpiente, y con el transcurso del tiempo se convirtió en dragón y cambió de

 

181

 

 

 

 

 


forma; sobre este asunto, se ha dicho: «Cuando la serpiente encuentra oportunidad, se vuelve dragón». El autor del 'AjXibu‑1‑MakNúqat dice que cuando la serpiente alcanza los treinta metros de largo y los cien afios de edad, la llaman dragón; y sigue haciéndose gradualmente mayor, hasta que se vuelve tal que los animales terrestres se aterrorizan al verla. Dios todopoderoso la arroja entonces al mar; y también en el océano aumenta su tamaño, de forma que excede de diez mil metros; le nacen dos aletas como a un pez, y sus movimientos causan las olas del mar. Y cuando el daño que hace también resulta manifiesto en el mar, Dios todopoderoso le envía la muerte, y un viento la arroja a la tierra de Yájúj y Májú] [=Gog y Magog], como alimento de ellos. De ahí puede juzgarse la excelencia del modo de vida de las tribus Yájúj y Májúj* ya que los diversos miembros de sus cuerpos permanecen así intactos por carne animal, debe ser porque llevan una vida tan excelente*. Comer el corazón del dragón aumenta la valentía; quien lo come, vence a los animales. Si se ata su piel a un enamorado, decaerá su pasión. El estado de cualquier lugar en el que se entierre su cabeza se volverá agradable.

 

Nuzhat, 36‑37

 

El dragón es de tal naturaleza que, cuando tiene sed, va derecho en busca de un hermoso manantial de agua pura, limpia y sana; pero antes, de verdad, va a vomitar a una zanja. Cuando está limpio y purificado de veneno, puede entonces beber con toda seguridad. Debemos imitar a los dragones: cuando vamos a la santa iglesia a escuchar la palabra de Dios, no debemos llevar con nosotros codicia ni avaricia; debemos purgarnos de todo vicio mediante la auténtica confesión. Entonces, podremos entrar al templo a orar y a escuchar la palabra de Dios. G, VI)‑ 577‑594

 

* Stephenson se pregunta si la frase no es irónica.

 

18z

 


                                                                                                IÍ~

/Í­

 

                                      ANFISBENA Y ÁSPID                 (IR AL ÍNDICE)

 

                        

(V.16)

 

La llaman amphivena (Amphzsbena) porque tiene dos cabezas. Una cabeza se halla en el lugar adecuado, y la otra en la cola. Con una cabeza sujetando a la otra, puede roda r en cualquier dirección, como un aro. Ésta es la única serpiente que aguanta bien el frío, y es la primera que sale de la hibernación. Lucano escribe de ella: ~<Alzándose sobre sus cabezas gemelas, llega la peligrosa Amphisbaena, y sus ojos brillan como lámparas».

 

Cambridge, 176‑177

 

Y el áspid quema la hierba que se encuentra cerca de su nido. Al extenderse la sequedad de su aliento, quema ioda la tierra en un círculo de tres pies, y ningún ser vivo puede acercarse a menos de siete pies; y si alguien, hombre o bestia, entra dentro de este radio, con seguridad ha de morir.

 

¿Y de qué modo atrapa el encantador al áspid? Va al

lugar en que aquél se encuentra, y hace siete gavillas de

plantas secas, poniéndolas a remojo siete días hasta que se

pudren. Toma una varilla de siete metros de largo y se

obstruye los pulmones, los oídos y la nariz, de forma que

el aliento del áspid no pueda alcanzarle. Y se acerca desde

lejos, con palabras de adulación, arrima y lanza sobre el

áspid, una tras otra, las siete gavillas. Da fuego a la

primera gavilla, lo mismo a la segunda, y así con todas las

demás. Cuando el encantador se aproxima, el áspid yace

muy cerca mirándole, y se tapa los oídos para no oír la

voz del encantador; pues si oye su voz, muere en seguida.

Y cuando él ha llegado a la distancia de siete metros del

reptil, alarga su varilla y separa su cola de sus oídos; el

áspid muere inmediatamente. Y el encantador que la ha

sor netido se convierte en su amo, y obtiene de ella lo que

quiera,

 

183

 

 

 


Del mismo modo estuvieron los judíos, en su tiempo, aferrados al error ( ... ). Y dijo el profeta David: «Tienen veneno semejante al veneno de las serpientes; / son áspides sordos, que cierran sus oídos. Para no oír la voz de¡ encantador, / por hábil que éste sea». (Salmo 58, 5‑6; trad. Nácar). Con razón fueron llamados los judíos áspid que tapa sus oídos, ya que no oyen la voz del encantador, el esposo, ni la voz de las Sagradas Escrituras. También al demonio se le llama áspid; el calor abrasador es el poder del mal; el suelo es el infierno y sus tormentos. ¿Quién es el encantador? ‑Es Cristo. ¿Qué son las gavillas? ‑Los siete cielos. ¿Qué es la varilla de diez metros? ‑Los hijos de David. ¿Qué es el encantamiento? ‑La voz del Salvador, que venció al demonio.

 

Bien habló el Physiologus de la serpiente áspid.

 

Phys. griego: Carlill, 234‑235

 

Áspid es una serpiente que representa el género humano. Es astuta y traidora, y experta en el mal; cuando ve a los que hacen encantamientos, que quieren seducirla y atraparla mediante engaño, tapona perfectamente sus oídos: oprime uno contra el suelo, y en el otro mete la cola con firmeza, para no oír nada. Esto tiene una gran significación, que no dejaré de explicaros. De tal indole son los ricos de este mundo: tienen un oído en la tierra, para adquirir riquezas, y el otro lo tapan con los pecados que los esclavizan: por la.cola de la serpiente, has de entender los pecados humanos. El rico apetece lo que ve, sea por medios malos o justos; una vez que lo ha obtenido, no dará limosna, ni se arrepentirá de perjudicar al prójimo. No quieren escuchar a Dios, ni cumplir su voluntad; pero aún verán llegar el día en que habrán de oírlo, los desgraciados; el día del juicio, lo oirán los afligidos que irán merecidamente al infierno. Tal es, sin duda, la significación del áspid. As en griego quiere decir veneno, y por eso es llamado así el áspid; emponzoña y muerde,

 

184

 

 

 

 

 

 


dando muerte a los hombres. Hay varias clases de serpientes en el mundo, con diversas propiedades y diferentes formas de matar: los que resulten mordidos por una, morirán de inmediato; otros se hincharán, y morirán al cabo del tiempo; otros sufrirán sed, y morirán abrasados; a otros, después de morderles, les beberán la sangre. Esto resolvió Cleopatra, experta en artes ‑fue reina del país de Egipto‑ que hizo el siguiente prodigio: las colocó a sus pechos, y mamaron de ella con tal violencia, que bebieron su sangre, la reina murió

 

PT, VV. 16i5‑i68o

 

Así son los hombres de este mundo, que aplican una oreja a los deseos terrenales, y taponándose la otra no oyen la voz del Señor, que dice: «Quien no renuncia a todo lo que posee, no puede ser mi discípulo o mi siervo». Aparte de los hombres, el áspid es la única criatura que puede hacer tal cosa, es decir, negarse a escuchar. Los hombres ciegan sus propios ojos, de manera que no ven el cielo, ni tienen presentes en espíritu las obras del Sefior.

 

Cambridge, 173‑174

 

El Fisiólogo nos habla de un animal llamado áspid: es una serpiente que custodia el árbol del bálsamo; y nadie se atreve a acercarse al árbol del que mana el bálsamo, mientras vela el áspid. Esta serpiente vigila el árbol del que gotea el bálsamo; y no hay hombre lo bastante vali*ente como para atreverse a tomarlo mientras está despierto el áspid. Y cuando uno quiere acercarse al árbol para conseguir bálsamo, conviene dormirla antes de atreverse a aproximarse. Los cazadores llevan consigo instrumentos de varios tipos, y los hacen sonar para que se duerma; y en cuanto oye la música, por mucho que le

 

185

 

 


agrade, tiene tanto sentido por su propia naturaleza, que

 

obtura una de sus orejas con el extremo de la cola, y frota

la otra en tierra, hasta llenarla completamente de fango. Y

cuando está ensordecido de este modo, no teme ya que le

duerman, pues no puede oír la voz del encantador que

quiere darle sueño.

 

Así son los ricos, que prestan un oído a sus deseos, y tapan el otro con sus pecados. La serpiente llamada áspid tapa solamente sus orejas; pero los ricos se tapan, además, los ojos, con apetencias terrenales y rapiñas; así que no tienen oídos con los que oír los mandamientos de Dios, ni ojos con los que mirar hacia el cielo y pensar en Aquel que a todos nos da bondad y justicia. Pero Aquel al que no

 

qieren oír ahora, lo oirán en el gran día de] juicio,

 

ui cuando diga: «Vosotros, malditos, apartaos de mí: e id al fuego eterno que está preparado por el diablo y sus ángeles».

 

111:                                                                                    I>B: Cahier 11, 147‑148

 

De igual modo, existe en nuestra tierra el árbol d e la vida, del que procede el crisma; este árbol está completamente seco, y una serpiente lo cuida, velando todo el año

 

día y

 

día y noche, salvo el día de San Juan, en que duerme día y

noche. Y entonces nos acercamos al árbol, y en todo lel

año no produce más que tres libras, que manan de él gota

a gota. Cuando estamos junto al bálsamo, lo tomamos y

después nos marchamos rápidamente, por miedo a que

venga la serpiente. Y este árbol está cerca del Paraíso

Terrenal, a un día. Y cuando despierta la serpiente, se

enfurece y grita tan fuerte, que se le oye a una jornada de

camino; es dos veces mayor que un caballo, y tiene nueve

cabezas y dos alas; cuando hemos pasado el mar, regresa,

y llevamos el crisma al patriarca de Santo Tomás, que lo

consagra, gracias a lo cual somos cristianos, y lo que

queda lo enviamos al patriarca de Jerusalén, y éste lo

manda al Papa de Roma, que lo consagra y lo multiplica

 

186

 

 

 

 

 

 


en aceite de oliva, y luego lo distribuye por los cristianos del mar.

 

Preste Juan: DeniS, 200

 

El áspid es una especie de serpiente venenosa, que mata al hombre con sus dientes. Sin embargo, existen de varios tipos; y cada uno tiene una propiedad nociva, pues el llamado áspid hace morir de sed al hombre al que muerde; y otra, llamada prialis, lo hace dormir tanto, que muere; y otra, llamada emorois, le hace derramar toda su sangre hasta su muerte; el llamado prester va siempre con la boca abierta, y cuando aferra a alguien con sus colmillos, se hincha tanto que fallece, y de inmediato se i pudre tan horriblemente que resulta diabólico. Y sabed que el áspid tiene una piedra muy reluciente y preciosa, a la que llaman carbunclo; y cuando el encantador que quiere quitarle la piedra pronuncia sus palabras mágicas, apenas se da cuenta la bestia terrible, planta una de sus orejas en tierra y tapa la otra con la cola, de tal forma que queda sorda, y no oye las palabras del conjuro.

 

Brunetto, 133 0:138)

 

El áspid es semejante a la serpiente, pero es muy prudente y previsor. Existe otro animal tramposo, engañaLlor y traidor‑ odia al áspid, y lo mataría de buen grado si pudiera. Nadie podría cansarse de oír cantar a esta bestia. Otros animales van siguiéndolo de lejos, para escuchar su canto. Se dirige a cantar a la fosa en que vive el áspid, pues piensa sacarlo de allí. Cuando le oye el áspid, se da cuenta perfecta de que este animal trata de engafiarle: escuchad qué prodigio hace. Apoya una oreja en tierra, y mete la cola en la otra, de forma que no puede oír en absoluto. De igual forma obra todo hombre: en resumen,

 

,,pone en la riqueza gran parte de su cuidado, y otra parte

 

187

 

 

 

 

 

 

 


en pecado y lu)uria. La lujuria lo agota y aturde, y la codicia lo ciega, pues no quiere prédica ni ensenanza de

 

Dios.                                                                                                                                 G, vv. ir51‑1i76

 

Así debe obrar todo aquel que se guía por las riendas de la razón, pues no debe oír aquello que pueda mancillar su cuerpo y su alma, ensuciándolos con manchas y pecados. Pues si el hombre no está libre y purgado de vicios, manchas y pecados, no podrá vivir en la gloria celestial, según está escrito: «¿Quién vivirá Señor, en tu tabernáculo, o quién descansará en tu monte santo? Aquel que entre sin mancha y obre con justicia».

 

Libellus, 326 (XLIV)

 

                                                HIPOPÓTAMO                                       IN5

 

(V. 17)

 

Los hipopótamos son unas fieras monstruosas que viven en la India, mayores de cuerpo que los elefantes; dicen que viven en cierto río de agua imbebible. Cuentan que, en una ocasión, arrastraron en una hora a los voraces abismos de sus torbellinos a doscientos hombres, y los devoraron de cruel manera. ( ... ) Y junto a estas increíbles historias, se han inventado las horrendas figuras de los hipopótamos, que tienen ‑se dice‑ tres colores. Por el enorme tamaño de sus fauces, se les compara a un cedazo. Pero son tan tímidos, que si se les persigue, huyen hasta el punto de sudar sangre.

 

Liber, io8, 112 (11: ío, 18)

 

 

 

 

 

 


Tenemos muchos extraños animales, que en mi país se hallan por doquier: hay abundantes elefantes, dromedarios y grandes camellos, ypotami y cocodrilos...

 

Preste Juan: ed. Hilka, vv. 167‑171

 

... de lo que mucho se alegró Alejandro, y mandó que se edificase la ciudad [Alejandría], y quitó de otro lugar de Egipto los huesos del profeta jeremías, y mandó ponerlos, con muchos honores, en los muros de la ciudad, para que Dios, por los méritos del bendito profeta, defendiese la ciudad de las serpientes llamadas ypotames y cocodrilos. Y así ocurrió que a partir de ese día la ciudad de Alejandro se libró de las serpientes, de las que allí había gran abundancia. ( ... )

 

... mandó que algunos de sus hombres fueran a nado hasta el castillo, con que se desnudaron de inmediato y entraron en el agua, empuñando las espadas desenvainadas. Y cuando hubieron nadado hasta una cuarta parte del río, llegaron unos peces de una especie que llaman ypotames y los devoraron a todos: eran treinta y siete. ... ) Después, entró en una región hacia la parte izquierda de la India, que era una ciénaga seca, y llena de zarzas. Y cuando quisieron atravesarla, salió de pronto una bestia algo semejante a un ypotame, salvo que tenía el pecho como de cocodrilo, y en la espalda una especie de sierra; sus dientes eran largos y muy afilados; pero en su caminar, era tan lenta como una babosa. De inmediato cargó contra los hombres de tropa y mató a dos de los caballos; pero ninguno podía herirlo con su lanza, tan durisima era su piel. Sin embargo, con otros tipos de armas, tanto hicieron que al final lo mataron. ( ... ) Alejandro tenía grandes deseos de dirigirse al agua, pero no podía pasar el río [el Phison] con su ejército, pues había numerosos ypotames y escorpiones y cocodrilos, que aparecían en el río en todo momento, salvo en el mes

 

189

 

 

 

 

 


de agosto; ignoro por qué razón no se mostraban entonces.

 

Alexandre, 62, 164, 175, 186

 

El hipopótamo [ypotamel es un pez al que llaman caballo fluvial, porque nace en el río Nílo. Su lomo, sus crines y su voz son como de caballo, sus pezuñas están hendidas como las de un buey, sus dientes son como los de un jabalí, y tiene la cola retorcida; come el trigo de los campos, donde se mueve retrocediendo, pues teme las asechanzas de los hombres. Y cuando ha comido demasiado, y se da cuenta de que está abotagado por el exceso de alimento, camina sobre cañas recién cortadas, hasta que brota la sangre de sus pies en gran cantidad, y de tal manera cura de su enfermedad.

 

Brunetto, 131 (1:135)

 

En aquella tierra [Bacharle=Bactria], hay muchos ipotaynes, que viven a veces en el agua y a veces en tierra. Y son mitad hombre y mitad caballo, como ya he dicho. Y devoran a los hombres, cuando pueden apoderarse de ellos.

 

Mandeville, 194

 

                                             HIDRA Y COCODRILO                                   IN5

 

                           

(V.18)

 

Existe un animal llamado enudrís, que tiene forma de perro y es enemigo del cocodrilo. Cuando duerme, elt cocodrilo tiene la boca abierta: entonces, el enudris va a untarse todo el cuerpo de fango, y cuando éste se ha

 

190

 

 

 


secado, penetra en la loca del cocodrilo, le roe todos los canales del cuerpo y le devora los intestinos.

 

El cocodrilo es, pues, semejante al demonio, mientras que el enudris es una imagen de nuestro Salvador: en efecto, Nuestro Señor Jesucristo se cubrió con la carne terrenal, baló al infierno y aniquiló el dolor de la muerte, diciendo a los que estaban encadenados: «¡Salid5>, y a los que yacían en las tinieblas: «¡Mostraos!». Y dijo también el apóstol: «¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, infierno, tu aguijón?» (Cor 1, 15..5 5). Y después de tres días resucitó de la muerte, y con El resucitó la carne terrena.

 

Existe un animal llamado ichneumón, enemigo acérrimo del dragón. Cuando encuentra un dragón feroz, como dice el Fisiólogo, va a cubrirse de barro y se protege con la cola las propias narices, hasta que mata al dragón. También así nuestro Salvador se cubrió con la sustancia terrenal, hasta que hubo dado muerte al dragón Faraón, que mora en el río de Egipto, es decir, al demonio. Pues, si Cristo hubiese estado privado de cuerpo, ¿cómo 1 hubiese podido matar al dragón? Este último le hubiera objetado: Jú eres Dios y Salvador, y yo no puedo resistirme a Ti». Pero el más grande de todos se humilló para salvar a todos.

 

Phys. griego: Zambon, 63‑64, n.O 25‑26

 

En el río Nilo hay un animal llamado hydrus, que vive en el agua. Los griegos denominan hydros al agua; por eso se le conoce como serpiente acuática. Debido a su veneno, los hombres se hinchan con hidropesía, y algunos llaman a esta enfermedad ~<boa» (viruela vacuna), porque puede remediarse con el excremento de las vacas.

 

El dragón hydra, por otra parte, tiene múltiples cabezas, como el que solía haber en la isla de Lerna o en la provincia pantanosa de Arcadia. A éste se le llamaba excedra en latín, porque, después de haberle cortado una

 

191

 

 

 

 

 


de sus cabezas, otras tres nacían en su lugar. Pero eso esi solamente una fábula, Es bien sabido que existía un lugar' en que el rio Hydra, desbordándose sus aguas, devastaba el campo circundante, porque el canal principal que llevaba al mar se cerraba, y muchos otros brotaban, en consecuencia. Al ver esto, Hércules limpió los lugares en que el canal principal impedía el flujo. Y el río Hydra toma también su nombre de la palabra «agua».

 

Pero el auténtico hydrus es considerablemente hostil a los cocodrilos, y tiene el siguiente hábito y propiedadcuando ve a un cocodrilo durmiendo en la orilla con la boca abierta, sale disparado y se revuelca en el fango. Por medio del barro resbaladizo, puede deslizarse con facilidad al interior de la garganta del cocodrilo. Entonces, el cocodrilo, despertándose de repente, lo engulle, y el hydrus, destrozando todos los intestinos en dos, no sólo permanece vivo, sino que sale sano y salvo por el otro extremo.

 

Así, el cocodrilo simboliza la muerte y el infierno, cu n

 

,,yo e emigo‑hydrus es Nuestro Sefior Jesucristo. Pues fue quien, asumiendo la carne humana, bajó al infierno y, rompiendo todas sus disposiciones internas, condujo al exterior a las gentes que allí estaban injustamente encerra‑, das. Destruyó la propia muerte alzándose de entre los muertos, de forma que el profeta se burló de ella

 

Se llama asi al cocodry1lus por su color azafran [crocum]. Se cria en el río Nilo, y es un animal cuadrúpedo, anfibio, generalmente de unos treinta pies de largo, armado con horribles dientes y garras. Tanta es la dureza de su piel, que ningún golpe puede herir al cocodrilo, ni aunque se arrojen contra su espalda piedras de peso. Yace en el agua de noche, y en tierra de día.

 

Incuba sus huevos en tierra, turnándose el macho y la n hembra. Ciertos peces que tienen una aleta dorsal e forma de sierra lo destrozan, rasgando las zonas blandas de su vientre. Además, es el único animal que mueve la quijada superior, manteniendo la inferior totalmente inmóvil. Sus heces proporcionan un ungüento con el que las

 

19Z

 

 

 

 

 


prostitutas viejas y arrugadas se untan el rostro, recobrando la belleza, hasta que el sudor, fruto de sus esfuerzos, la hace desaparecer de nuevo.

 

La gente hipócrita, disoluta y avara tiene la misma naturaleza que esta bestia, así como todos los que están hinchados por el vicio del orgullo, sucios por la corrupción de la lujuria, u obsesionados por la enfermedad de la avaricia, aunque finjan plegarse a las justificaciones de la Ley, haciendo ver a los demás hombres que son rectos y sumamente santos.

 

Los cocodrilos yacen de noche en el agua y de día en tierra, porque los hipócritas, por muy lujuriosamente que vivan de noche, disfrutan si de ellos se dice que viven en santidad y justicia durante el día. ( ... )

 

El monstruo mueve su mandíbula superior porque estas gentes, cuando hablan con los demás, hacen gala de los ejemplos superiores de los Padres de la Iglesia y de abundantes preceptos, mientras que en su ser, que es inferior, muestran muy poco de lo que dicen.

 

Con su pésima hez se hace un ungüento, porque las malas gentes son a menudo admiradas y ensalzadas por los ingenuos en razón del mal que han hecho, y alabadas por los aplausos de este mundo, como si un ungüento las embelleciese.

 

Cambridge, 178‑ISO, 49‑51

 

El cocodrilo, al que llaman kokatris, es una serpiente de agua. Cuando encuentra un hombre, lo devora, y después lo llora todos los días de su vida.

 

Cambrai, 235, n.O 15; texto íntegro

 

Y el cocodrilo mantiene generalmente la boca abierta, debido al dolor que le produce, de modo que el aire le sirva de alivio; las aves se llevan los gusanos que se han

 

m                                                   193

 

 

 

 

 


1

 

introducido en su boca; pero también la comadreja penetra en su boca, y desciende a su estómago, donde se come los intestinos, matándolo de esa forma.

 

Nuzhat, ii

 

La hidra es una serpiente a la que le crecen dos cabezas en cuanto se le ha cortado una. Y el cocodrilo tiene mucho miedo a esta hidra.

 

Best. provenzal, 682; texto íntegro

 

Esta propiedad del cocodrilo [llora después de devorar] nos muestra y explica que debemos sufrir penitencia y dolor por los pecados que cometemos. Pues mientras pecamos, debemos afligirnos profundamente e implorar el perdón de Dios piadosísimo, para que su misericordia anule y rechace nuestras culpas, tal corno está escrito: «Apiádate de mí, Dios, según tu gran misericordía», etc.

 

Libellus, 328 (XLv, Natura cucritilli)

 

Este cocodrilo, que se come al hombre y después lo llora por siempre, podemos compararlo a algunas personas espirituales de este mundo, que han incorporado dentro de su cuerpo a Nuestro Señor, verdadero Dios y verdadero hombre, que fue crucificado para redimir al linaje humano; y cuando el hombre bueno recuerda que Él, que es tan alto señor, quiso bajar del cielo a la tierra y encarnarse en el seno de Nuestra Sefiora Santa María, y quiso ser pobre y ayunar, y quiso también sufrir que le diesen golpes ( ... ), lo colgaran de la cruz y lo clavasen con gruesos clavos y lo coronaran de espinas (que eran juncos

 

 

 

 

 

 


entonces le invade el corazón una gran compasión y gran dolor ( ... ).

 

Y cuando entra en el corazón del hombre esta auténtica compasión, al instante surge en él una noble virtud que se llama caridad; y la caridad tiene muchas y buenas cabezas, y en la caridad se compendian todos los mandamientos de Dios, esto es, amar a Dios y al prójimo.

 

Y así como el cocodrilo no mueve al comer más que la quijada de arriba, otro tanto ocurre con el hombre justo; pues él razona y medita en los pensamientos superiores mediante los cuales espera la gloria del paraíso.

 

Bestiaris 1, 102‑104 (MS A)

 

Es una bestia glotona, que come demasiado. Y cuando está harto, se tiende en la orilla de algún río, y no hace sino eructar, de puro ahíto. Entonces llega un palarillo llamado reyezuelo o roybertault, que vuela ante sus fauces para hacérselas abrir; cosa que no quiere hacer el cocodrilo, porque está demasiado lleno. Pero la avecilla sigue con su vuelo, tanto que le hace abrir la boca, para bostezar o con otro fin. Penetra al interior, y tanto rasca con sus garras, que le hace dormirse. Después, cuando se da cuenta de que duerme, entra en su vientre y lo perfora con las uñas y el pico, pues no hay nada más tierno ni blando que su vientre y sus entrafías ( ... ).

 

Proprietez, 527

 

195

 

 

                                                                        SOBRE EL BESTIARIO                  AIN6

 

 

EN la Edad Media, cualquier colegial se sabía el

Bestiario de carretilla, asegura Harris (1143)*; Y

Nilda Guglielini añade (15) que el Fisiólogo es el libro más

difundido, después de la Biblia, hasta el siglo XII.

 

Bastarían ambas reflexiones, a pesar de la probable exageración de la primera y de la falta de pruebas que fundamenten la segunda, para justificar el interés y la oportunidad de este libro, que es una antología M Bestiario medieval. Y si el libro se *ustifica solo, parece inútil hablar de lo que es; resulta preferible exponer, y a eso me dispongo, lo que podría y debería ser un estudio moderno sobre el Bestiario. «Moderno» significa, sin otra pretensión, un examen del Bestiario a la luz de la antropología, de la historia de las religiones, de la psicología profunda... «Las psicologías de las profundidades», escribe Ellade en Mythes (131), «han reconocido a la dimensión de lo imaginario el valor de una dimensión vital, de importancia primordial para el ser humano en su totalidad. La experiencia imaginaria es constitutiva del hombre, al mismo nivel que la experiencia diurna y las actividades prácticas».

 

Los libros se citan en forma abreviada, con indicación escueta de autor, título si es necesario, y página entre paréntesis; véase la Bibliografía final.

 

1                                             197

 

 

 

 

 


‑E 1

 

                           Bestiario y bestiarios. El animal y el hombre                      AIN6

 

En su ensayo sobre juguetes, Roland Barthes (58) omite toda alusion a osos de trapo, caballos de cartón o fieras recortables. Y, sin embargo, la atracción que los niños experimentan hacia el mundo animal no deja lugar a duda alguna: dibujos, cuentos o sueños infantiles sirven de vehículo a lo que Durand denomina (71‑7z) «mensaje terlomórfico». Por otra parte, si consideramos el despertar cultural de la humanidad, parece evidente que lo esencial del arte prehistórico, lo más hermoso del arte auriñaciense, son las representaciones animalísticas en las paredes de las cavernas. Por eso, cree Debidour (io), «es fácil ver que el animal ocupa un lugar incomparable en la mentalidad del ‑primitivo y del niño».

 

Volveré sobre esta afirmación del autor del Bestiaire sculpté; siguiendo su razonamiento, captar plásticamente a los animales es para el hombre hacerse dueño, en cierto modo, de todo aquello que desea y no puede realizar. De tal situación se deriva una relación de inferioridad y a la vez de superioridad con respecto al animal. «Así, el animal es para el hombre el signo vivo de aquello que se le escapa y de lo que conquista, de su limitación y de su dominio, testigo humillante ( ... ) y exaltante de lo que puede el hombre» (11, 13). De ahí que el animal interese al investigador, al artista y al «adorador», según Debidour. Pero extraña que, al mencionar a la infancia, no se haga referencia en las páginas citadas a algo que invarlablernente suscita la bestia, como es el temor. El animal horm'guea, repta, se mueve, en una palabra: cambia. El animal muerde, pica, araña, engulle. Terror ante el cambio y ante la muerte devorante, tales parecen ser, en opinión de Durand (95), los dos primeros temas negativos que el animal inspira. «El escritor», dice Bachelard en La poMca del espacio (76), «sabe por instinto que todas las agresiones, vengan del hombre o del mundo, son animales>~.

 

Además, es obvio que la comunicación con el animal no existe, o apenas; que el animal es lo impenetrable y lo

 

198

 

 


extraño por excelencia, excelente razón para que el hombre proyecte en él sus angustias y sus terrores, aún oscuros e infundados. Tales terrores sufren una extensa y notoria eufemización cultural; así, los animales son puestos en relación con el origen y evolución del hombre, según diversos mitos; los cuentos y leyendas los presentan como transportadores del héroe, donantes o adyuvantes; la historia de las religiones muestra una constante sacralización de los mismos; por último, fenómeno que interesa aquí especialmente, los bestiarios medievales, haciendo de ciertos animales figuras de jesucristo o de la Iglesia, ~<espiritualizan el mundo sensible», por utilizar una expresión de De Bruyne (11, 351). El término empleado de «cufemización~~ está deliberadamente escogido: es dificil creer en la ~<fraternidad» con el animal, propia de la Edad Media, a que se refiere Debidour (io8), a menos que se trate de hermanos bastante mal avenidos; ni parece suficientemente preciso el hablar de «inversión simbólica» o de ~< antagonismos» para Justificar las parejas animal favorable‑animal dañino. Es obvio, por otra parte, que no tiene sentido hablar de bondad o malignidad en relación con los animales, y ello por la buena razón de que son «ellos misrnos», de que realizan sin dificultades la totalidad de su ser, actitud que en el hombre no llega ni a ser una aspiración, al relegar lo inconsciente, es decir, lo instintivo, lo oscuro y vergonzoso.

 

El animal, dice Focillon, refiriéndose naturalmente al representado en las artes plásticas medievales (187), es «un posible ilimitado»; tan ilimitado que los textos, como se ha visto, lo componen a su gusto, lo colorean caprichosamente, le prestan en ocasiones órganos o miembros supernunierarios, le inventan si es preciso un nombre: buen número de obras, fundarritntalmente novelas francesas, hablan en efecto de bestias que ostentan denominaciones caprichosas, asociadas en general a características fantásticas. El ingenio de editores y críticos dispone aún de campo para averiguar qué animal auténtico se oculta tras las «berbioletes» de Erec, «dindialos» de Troie, «azelvre» de

 

199

 

 

 

 

 


Thébes, «celidrow> de Athis et Prophilias, «foleteaus» de la Carta del Preste Juan, «anabula» de la Chevalerie de judas Macabé... Tan ¡limitado es, que no solamente vive en cualquiera de los cuatro elementos ‑posibilidad vedada al hombre‑, sino que participa místicamente, en relación con ellos, de las mismas obsesiones que el ser humano. El complejo de Prometeo, dice Bachelard en Psicoanálisis del fuego (68) y citando a Frazer, se halla disperso en todos los animales de la creación; aves y cuadrúpedos, en mitos del mundo, se disputan la invención o el robo del fuego,

 

Semejante ilimítacion del animal es especialmente apreciable en el totemísmo o la zoolatría.

 

                   Totemismo y mitos              AIN6

 

«Los orígenes del simbolismo anímalístico se relacionan estrechamente con el totemismo y la zoolatría>~, escribe Cirlot (77). Puesto que va a abordarse aquí la cuestión de los símbolos teriomórficos, puesto que la figura heráldica, por poner un ejemplo de representación simbólica, equivale a un totem para el hombre de la Edad Media, resulta imprescindible referirse, siquiera sucintamente, a la mentalidad totemística. La imagen totémica del mundo supone, según Ernst Cassirer (11, 94), no una coordinación entre hombres y animales, sino una auténtica identidad; es que, para algunos pueblos, los límites de la especie «hombre» son flexibles, no apreciándose diferencía esencial entre ser humano y bestia. De esta concepción se deriva la diferenciación3 que impone matrimonios exogámicos y distanciamiento entre personas pertenecientes a totems distintos; respecto de cómo el animal totémico sea elegido por determinado clan, tal elección «representa y objetiviza una actitud vital y espiritual especifica». Así, los clanes belicosos optarán por animales salvajes y fuertes, por poner un ejemplo; pero, en ocasiones, la afinidad clan‑animal es tan estrecha que no resulta posible decidir si el clan ha elegido según su personalidad

 

200

 

 

 

 

 


determinado animal, o si se ha configurado de acuerdo con el mismo, dice Cassirer (11, 22‑4‑z5 Y 231‑33). Tal afinidad entronca con la denominada «participación mística».

 

Gracias al desarrollo de la función simbólica y del lenguaje, entre los individuos de un grupo se teje una red

 

« . . . 1

 

de conexiones psíquicas que llamamos participacion»; pero no es precisamente a este tipo de participación, que menciona Przyluski (zoo), al que me refiero; ni al concepto, demasiado general y anclado en la etnología lévybruhliana, de la participación mística como «acceso a lo real a través de la ausencia de la individualidad racional, por un conducto, pues, semejante al de la autodestrucción de la personalidad consciente que es propia del éxtasis» (Jesi, 151, n. 37); sino a la concreta identidad psíquica que cabe entre el hombre primitivo y determinados animales salvajes, y que es una concreción esencial de aquel concepto de participación, amplio en demasía. Dicha identidad obedece a una proyección de contenidos inconscientes por parte del primitivo. Jung cita el ejemplo de determinados indígenas de Sudamérica que son aras rojos, es decir, una especie de loros de gran tamaño.

 

«Cuando se les replica que eso no es posible», escribe Jung (L'homme, 155), «que no tienen alas ni plumas, que no pueden volar, que su excesivo tamaño se lo impide, responden: 'Eso es pura casualidad; naturalmente, las aras son pajaros; pero son nosotros, y nosotros somos ellos. También somos aras rojos, pero no tenemos plumas'. A falta de una mentalidad prelógica, no logramos comprender semejante discurso; nos parecería de una lógica perfecta si, como los primitivos, poseyéramos los presupuestos de una psiquis proyectada. Pero, precisamente, no es así: no podemos imaginar que los animales nos imiten, o que se agiten en el interior de nuestra psiquis; que puedan ‑aunque sea de modo diferente hablar o adivinar nuestros pensamientos. Y sin embargo, esto constituye para el primitivo un dato que descansa en sus propias experiencias, tan singulares para nosotros, pero

 

zoi

 

 

 

 

 


que abundan en su mundo personal. Los primitivo,, identifican entre sí las cosas más alejadas y distintas, insistiendo en que no forman sino una sola; sosteniendo, por ejemplo, que cierta planta mágica es idéntica al maíz y al ciervo. Para ellos, entre esas tres cosas no hay diferencia tío esencial alguna. ¿Cómo es posible? Esto no cala en nues entendimiento, y contradice nuestro principio de identidad; pero es precisamente participación mística a escala primitiva».

 

Del mismo modo, al analizar el mundo onírico de Miss Miller en Métamorphoses (541), Jung sostiene que, al matar a su primer corzo, el héroe Hiawatha suprime al representante simbólico del inconsciente, es decir, su propia participación mística en la naturaleza animal: de ahí proviene su fuerza gigantesca, pues se ha apoderado de algo de la energía de la madre animal.

 

El toternismo ha recibido, sin embargo, numerosas y antiguas críticas, basadas fundamentalmente en su carácter no universal, y en no constituir, como se ha pretendido, el origen de las religiones; lo que se censura hoy, sobre todo, es la interpretación totemística de mitos y símbolos, o que una construcción de tanta importancia como el estructuralísmo lévi‑straussiano se levante exclusivamente sobre mitos totémicos. Contra el carácter no arcaico del totem se pronuncia Van Gennep sin dar resquicio a apelación posible: «La etnografía universal», escribe el folklorista (IV, isoz), «demuestra ( ... ) que las personificaciones animales (en el totemismo, por ejemplo) o humanas (en forma de espíritus guardianes, si se quiere, o genios de diversas especies) son verdaderamente primitivas; y que el antropomorfismo no es signo de una civilización más evolucionada que el zoomorfismo o el fitomorfismo».

 

Si el totem puede servir ‑al menos en opinión de algunos‑ para interpretar el mito, si figuras animales desempeñan un papel absolutamente esencial en mitos de todas las culturas, conviene detenerse momentáneamente en el concepto de mito. Pero no se trata de un concepto o de una idea, dice Barthes (193 ss.): es una palabra, un

 

202

 

 

 


sistema de comunicación, un mensaje, un verdadero sistema semiológico. Concepción ésta bastante alejada de las que apuntan, sobre todo, al mito como manifestación fundamentalmente cultural: «el mito es la entrada secreta por la cual las inagotables energías del cosmos se vierten en las manifestaciones culturales humanas» (Campbell, ii); como manifestación religiosa: «por ' mito entendemos aquí un relato sobre la divinidad o seres divinos en cuya realidad cree el pueblo. La fe es considerada aquí no como factor psicológico, sino como factor histórico» (Propp, Ralces, 30); 0 COMO manifestación colectiva: «no hay mito si no hay desvelamiento de un 'rnisterio', revelación de un acontecimiento primordial que fundó bien una estructura de lo real, bien un comportamiento humano. De donde resulta que, por su propio modo de ser, el mito no puede ser particular, privado, personal. No puede constituirse como mito más que en la medida en que revela la existencia y la actividad de los seres sobrehumanos que se comportan de una manera ejemplar; lo que en el plano de la espiritualidad primitiva ‑equivale a decir: se comportan de una manera universal, pues un mito se convierte en modelo para 'el mundo entero' (así es como consideran la sociedad a la que pertenecen) y un modelo para la 'eternidad' (pues sucedió in illo tempore y no participa de la temporalidad)» (Eliade, Mythes, 14).

 

Entre la elegante abstracción de Cassirer, para quien el mito es «una energía unitaria del espíritu; ( ... ) una forma de concepción que se afirma en toda la diversidad del material objetivo de las representaciones » (11, z8g), y los «sueños colectivos de la tribu» que constituyen los mitos para Jung, parece preferible atenerse a esta última concepción, por las razones que expondré más adelante. Lo que sí es evidente, es que el mito, ese «intento de conocimiento del mundo» o «creación de la fantasía estética», como lo llama Cassirer (11, 43), escapa por su ambigüedad a una aprehensión firme por parte de los estudiosos. Las afirmaciones de Durand (Vimagination, 3) sobre el uso indiferente de términos como «imagen»,

 

203

 

 

 

 


«signo», «alegoría», «símbolo», «emblema». «parábola», «mito» o «fígura», ponen de relieve la confusión que reina en este campo. No es de extranar que el P. Aubert, citado por Lascault (z68), rechace toda clase de distinciones en este orden. No es más preciso Durand, aunque utilice términos ya definidos y calibrados para su propia obra: «Entenderemos por mito un sistema dinámico de símbolos, de arquetipos y de esquemas, sistema dinámico que, bajo la impulsión de un esquema, tiende a componerse como relato. El mito es ya un esbozo de racionalízacíón, puesto que utiliza el hilo del discurso, en el que los símbolos se resuelven en palabras y los arquetipos en ideas. El mito explícita un esquema o un grupo de esquemas. Así como el arquetipo promovía la idea y el símbolo engendra el nombre, puede decirse que el mito promueve la doctrina religiosa, el sistema filosófico, o, como bien ha observado Bréhier, la narración histórica y legenclaria» (64). Y no podía esperarse mayor precisión en la definición del concepto de mito, cuando el propio pensamiento y experiencia míticos se mueven dentro de lo nebuloso. Para ellos, existe un tránsito continuo del sueño a la realidad objetiva; para el pensamiento mítico, a diferencia de la mentalidad empíríca, todo puede derivarse de todo, y nada ocurre por azar.

 

Existen, por lo menos, algunos puntos en que la doctrina se muestra de acuerdo en lo referente a características propias del mito. Primeramente, su verdad. La prioridad histórica del mito sobre la fábula es innegable; hasta tal punto es incuestionable la verdad del mito, que los pueblos gozan de escaso albedrío para aceptar o rechazar determinadas representaciones mitológicas.

 

En segundo lugar, la pluralidad de sus significados, La antinomia mito‑verdad versus fábula‑mentira no implica la univocidad del mito. Pavese, citado por Jesi (145‑46), cree que un mito es siempre simbólico, no teniendo nunca un significado unívoco alegórico; es, por lo tanto, «perennemente interpretable ex novo». Las relaciones entre mito y alquímia, o mito y simbología plástica, muestran igual

 

204

 

 

 

 

 

 


mente la pluralidad de significados que el mito conlleva: «cuanto más verdadero es un mito, más significados tiene, y todos estos significados son válidos» (Beigbeder, 6). Polisemia que hace imprescindible una interpretación del mito - salvo para quienes, como Schelling, opinan que no la requiere: «La mitología ( ... ) no tiene otro sentido más que aquel que expresa ( ... ). Como también su forma nace de manera necesaria, la mitología es enteramente 'propia', es decir, que hay que comprenderla tal y como se expresa, y no como si pensara una cosa y dijera otra. La mitología no es alegórica: es tautegórica (término que Schelling toma prestado de Coleridge). Para ella, los dioses son seres que existen realmente; en vez de ser una cosa y significar otra, no significan más que lo que son» (Todorov, Théories, 196‑97). La misma idea puede apreciarse en Barthes (z07): el mito no oculta nada; su función es deformar, no hacer desaparecer, y para explicar el mito no es necesario recurrir al inconsciente.

 

La interpretación del mito, cuando se ha dado efectivamente, ha revestido diversas modalidades, como la propia de la filosofía medieval, la romántica de Creuzer y Górres ‑asimilable a las ideas de Schelling al respectoo la obseryación del mito en sí mismo. Campbell sintetiza algunas de estas lecturas del fenómeno mítico con encomiable claridad. «La mitología», escribe (336‑37), «ha sido interpretada por el intelecto moderno como un torpe esfuerzo primitivo para explicar el mundo de la naturaleza Trazer); como una producción de fantasía poética de los tiempos prehistóricos, mal entendida por las edades posteriores (Müller); como un sustitutivo de la instrucción alegórica para amoldar el individuo a su grupo (Durkheim); como un sueño colectivo, sintomático de las urgencias arquetípicas dentro de las profundidades de la psique humana (Jung); como el vehículo tradicional de las intuiciones metafísicas más profundas del hombre (Coomaraswarny); y como la Revelación de Dios a Sus hijos (la Iglesia)».

 

El problema reside fundamentalmente, y hay que

 

205

 

 


,"insistir en ello, en la existencia de dos grupos de actitudes claramente contrapuestas: la de quienes, como Fromm (para quien los mitos de todas las culturas están escritos en una sola lengua, la simbólica), Bezzola o Cirlot, creen en una lectura simbólica de los mitos; y la de aquellos como Caro Baroja, que la rechazan ‑‑en ocasiones, ruidosa y ácidamente‑, como le ocurre a Roger Caillois, enemigo de las «lamentables tentativas psicoanalíticas» concurrentes al delirio de interpretación de los mitos, y del «empleo mecánico y ciego de un simbolismo imbécil» (Le mythe, 16 y zi). Desgraciadamente, y como suele suceder, los segundos derriban sin construir, y nada se halla en ellos que pueda reemplazar al censurado simbolismo y al «lamentable psicoanálisis».

 

El tercer rasgo del mito es su perennidad. Símbolo, mito e imagen pertenecen, dice Ellade (Imágenes, ii), a la sustancia de la vida espiritual, y no pueden sernos extirpados; uno de los vínculos primordiales entre los hombres está constituido precisamente por las imágenes miticas, que son perennemente vitales en lo profundo: el tiempo del mito está inmóvil (Jesi, zzo, z38).

 

Por último, su universalidad. Mitos y símbolos, dice Jung, «pueden surgir autóctonamente en todos los rincones de la tierra, siendo no obstante idénticos, precisamente por ser creación del inconsciente humano, difundido por todas partes y cuyos contenidos son infinitamente menos distintos que las razas y los individuos~> (Tipos, 1, 164).

 

Uno de los objetivos de un estudio moderno sobre el Bestiario ha de ser precisamente la ejemplificación de esa idea, esencial en la psicología lungulana. Se trataría de demostrar cómo la frase de A. Varvaro «mito y textos medievales son ( ... ) afloramientos diversos de una misma temática» tiene una aplicación muy general; cómo la definición que da Northrop Frye de roman «<a medio camino entre la novela, que trata de hombres, y el mito, que trata de dioses») debería inclinarse más hacia el mito,cómo el mito, y no solamente el edípico, invade la cultura

 

2.o6

 

 

 

 

 

 


medieval hasta en textos que en apariencia le son completamente ajenos.

 

                            Los bestiarlos y el Bestiario           (IR AL ÍNDICE)

 

Decir, como Nilda Guglielmi, que un bestiario es «una obra seudocientífica moralizante sobre animales, existentes y fabulosos» (7), supone un loable esfuerzo de síntesis, lamentablemente baldío. Me apresuro a decir que no tengo mejor definición que ofrecer a cambio; pero «seudocientífica» supone un juicio de valor escudúdo en el concepto moderno de ciencia; «moralizante» sólo define a determinados bestiarios ‑no, por ejemplo al denominado «de Cambrai», cuyos animales no van seguidos de morahzación alguna, ni al bestiario amoroso de Richart de Fornival ; «existentes y fabulosos» tampoco es totalmente exacto si no se precisa el segundo concepto, por la razón de que prácticamente a todas las bestias del Physiologus y sus traducciones se les atribuyen propiedades «reales» (al margen de los significados religiosos, o eróticos) de las que carecen de hecho. No hay un bestiario, sino bestiarios, aunque todos procedan de un clásico e hipotético Physiologus que no conservamos. Y existe, por otra parte, un Bestiario desmedido e inabarcable, que engloba a todos los animales de la literatura medieval.

 

   «El Físiólogo», escribe McCulloch (15), «es una

         de seudociencia, en la que se utilizaban

compi                                              1 1

descripciones fantásticas de animales, aves e incluso

piedras, reales e imaginarios, para ilustrar aspectos del

dogma y de la moral cristianos». Es posible, aunque

existen numerosas hipótesis al respecto, que la versión

primitiva del Fisiólogo, el texto griego, se redactara en

Alejandría entre los siglos 11 y V de nuestra era. La ciudad,

punto de convergencia de famosos teólogos cristianos,

como Clemente y Orígenes, de leyendas tradicionales del

antiguo Oriente y de la ciencia griega, mostraba un afán

por la interpretación alegórica de las Escrituras, así como

 

207

 

r

 

 

 

 

 


de la propia naturaleza, reveladora de los designios de Dios. Se ha propuesto igualmente la región de Sirla como lugar de nacimiento del Fisiólogo, y el siglo IV como época concreta; se ha señalado también, como fuente remota del mismo, la obra perdida del egipcio Bolos de Mendes (siglo 111 o IV antes de Cristo), seguidor de Demócrito.

 

El Fisiólogo ha sido atribuido a los gnósticos, a Taciano, o a los autores cristianos Rufino, Epifanio, Basilio, Juan Crisóstomo, Ambroslo y jerónimo; en el siglo V, el texto fue traducido al etíope, al siríaco y al armenio, y ya hacia el año 39o debía existir una versión latina, puesto que Ambroslo se inspiró en ella para su Hexaemeron. Los manuscritos latinos más antiguos que poseemos del Physiologus son, en todo caso, del siglo VIII. La denominada versión Y no conoció difusión alguna después del siglo XI; tampoco las versiones latinas A y C tuvieron descendencia importante. Sin embargo, B dio origen a las principales versiones latinas que se desarrollarían en Inglaterra y Francia a lo largo de la Edad Media. A partir del siglo X11, la denominada «segunda farmlia» de manuscritos recibe ya el nombre de bestiarlos: los capítulos primitivos aumentan considerablemente en número, debiéndose las adiciones a las Etimologias de Isidoro, a textos de Solino y a párrafos del Hexaemeron. Una obra que satisfacía así dos necesidades ‑la curiosidad que inspiraba el mundo animal, y la visión medieval del mundo real como reflejo o manifestación del mundo divino‑ merecía ser trasladada a las lenguas vulgares. A partir del siglo XII, varios poetas anglonormandos comienzan a componer versiones rimadas del Physiologus, en francés.

 

Sobre el Physiologus latino y griego ‑más valdría decir «los Physiologi»‑, se ha escrito una obra definitiva, la de Lauchert; a pesar de su fecha de publicación, y en cuanto a precisión filológica, estudio de fuentes y erudi‑ i ción histórica, tal libro es dificilmente mejorable. Los trabajos de Sbordone y McCulloch, más modernos, corrigen aspectos y enfoques parciales. McCulloch parte de una

 

2.o8

 

 

 

 

 


base que es preciso comentar; son, según la autora, bestiarios franceses «tradicionales» los que traducen cualquiera de las versiones del Phys.iologus, es decir, los bestiarlos de Philippe de Thaün, Gervaise, Guillaume le Clerc y Pierre de Beauvais, compuestos en los siglos XII y XIII. Al margen de estos textos, lo demás no es «tradicional» y, por lo tanto, no merece el análisis de McCulloch. No se hallan, pues, en su libro, sino ocasionales y breves

 

J     referencias a otros bestiarlos importantes, como el de Cambral o el Valdense, el amoroso de Richart de Fornival y sus versiones rimadas, la parte zoológica del Trésor de Brunetto Latini y otras varias obras que sí serán utilizadas aquí. Todas ellas merecen atención: si no son traducciones fieles de un Physiologus latino (cosa que, por otra parte, tampoco es el texto de Philippe de Thaün), recogen algunos de sus elementos, y los combinan con otros, procedentes de tradiciones antiguas.

 

Los estudios mencionados renuncian, por otra parte, a todo enfoque que no sea el historicista; convendría quizá, sin desechar los hallazgos de Lauchert y McCulloch, intentar una lectura diferente, centrada no en las fuentes literarias de cada bestiario y de cada animal, sino precisamente en su senefiance o significación moral, tal como la propone el autor de la época, y desde otro punto de vista, que es el de la psicología analítica. Sobre este enfoque volveré muy pronto; baste añadir ahora que comparar los distintos manuscritos de Pierre le Picard o buscar en qué autores antiguos (Ctesias, Solino, Ellano, Plinio, Ambrosio, Isidoro ... ) aparece determinado rasgo que inserta el Physiologus y que reproducen las versiones vulgares, poco dice sobre el hombre medieval, que es en definitiva el creador y el destinatario de estas obras. juicios como el de Paul Meyer, refiriéndose al Physiologus ‑«las concepciones absurdas de que está lleno no parecen haber asombrado a nadie en la Edad Media, y ( ... ) los autores de bestiarlos en lengua vulgar no suprimieron nada de todo ello» («Les bestiaires», 364)‑, presentan una imagen de cierto público medieval que está ya superada.

 

zog

 

 

 

 


En cuanto al Bestiario, constituye un vastísimo campo, prácticamente sin desbrozar, al menos desde el punto de vista qúe aquí interesa. En 1924, Langlois ironiza (1, 366‑67) sobre los estudios de tipo académico consistentes en recopilar, de una serie de documentos sobre la «historia de la civilización» en la Edad Media, todo lo relativo a un tema determinado; tales trabajos proliferaron en Alemania y Estados Unidos. De la lista bibliográfica que Langlois da a continuación, sólo tres títulos se ocupan de animales y aves. Los grandes manuales bibliográficos especializados en literatura francesa medieval no indican ningún estudio relevante hasta la fecha. Ignoro los motivos de este abandono de un tema riquísimo: si a los animales «reales», sin función propiamente simbólica, se añaden los animales imaginarios y los monstruos, los cuatro siglos de literatura medieval en lengua vulgar darían trabajo a un equipo de investigadores. Con las limitaciones que indicaré en seguida, sería preciso acometer un estudio omnicomprensivo, que englobase tanto los bestiarios como el Bestiario.

 

                                  En torno a lo fantástico                                   AIN6

 

La preocupación por delimitar el concepto de «fantástico» frente a otros como «mágico», «maravilloso» o «extrafio», es una inquietud moderna; no obstante, quienes han intentado dichos deslindes, lejos de perseguir la esencia de lo fantástico, parten en general de ideas preconcebidas, orientadas a centrar su reflexión en un tipo muy concreto de literatura que no nace hasta el siglo XVIII, Tal actitud les permite dejar de lado, por no pertinente, todo lo que no cumple con la definición que respectivamente escogen. Si aceptáramos las tesis de Vax, Todorov (Introducción a la literatura fantástica), Caillois (Au coeur du fantastique) o Belevan, se daría la peregrina situación de que bestiarlos medievales y elementos maravillosos en novelas de toda índole caerían dentro de lo normal y

 

Z10

 

 

 

 

 

 


cotidiano. Que el lector o el oyente medieval acogiesen de buen grado corzas parlantes, ballenas‑isla, seres humanos convertidos en animales o viceversa, no significa que tales elementos les resultasen banales.

 

Habría que incluir aquí bajo el término genérico de «fantástico» presencias y funciones de animales que los autores mencionados catalogarían sin duda con una variedad de etiquetas:

 

‑ los animales de los bestiarlos, tradicionales o amorosos, no solamente porque su senefiance los aleja del animal cotidiano y familiar, sino porque las propiedades que se les atribuyen, y que muchos lectores de la época podían observar, distan mucho de ser las auténticas. Ni qu~ decir tiene que los autores, al tratar sobre bestias exoticas o imaginarias, aplican criterios cuya exactitud zoológica el público medieval no está en condiciones de comprobar;

 

los animales alegóricos pertenecientes a poemas de tal índole, como las aves que intervienen en un juicio 0 un debate;

 

‑ las bestias fabulosas que, según Kyng Alysaunder o las narraciones de viajes, pueblan la India, Etiopía u otros lugares distantes;

 

‑ los dragones, serpientes o leones custodios de puentes, castillos o doncellas, adversarios del héroe (o adyuvantes de él, en ocasiones), transportadores, guías, etc. ‑,

 

‑ los animales simbólicos que, formando parte de lo «maravilloso bretón», representan sentimientos o actitudes de los personales...

 

Aunque sólo el primer aspecto de lo fantástico esté representado directamente aquí, y los demás únicamente de modo tangencial, resulta evidente el carácter omnicomprensivo de un estudio general sobre el Bestiario; no debe creerse, sin embargo, con John Bednar, que se halla uno ante un símbolo cada vez que aparecen animales en una obra medieval. Será el contexto, si no es el propio autor, quien lo sugiera. Pero no deben omitirse, siquiera

 

 

 

 

 

 


de pasada, las ocurrencias puramente estilístícas, como símiles, metáforas o proverbios, en que el empleo de determinado animal como término arroje alguna luz sobre la idea que de él se formaba el hombre medieval, corrobore o contradiga observaciones sobre el mismo.

 

He utilizado más arriba los términos de «símbolo» y «alegoría». Conviene hacer algunas puntualizaciones al respecto, pues la falta de acuerdo en cuanto al sentido y utilización de aquéllos es general.

 

Jung, que propugna una rigurosa diferenciación entre símbolo y signo, sostiene que «el símbolo presupone siempre que la expresión elegida es la mejor designación o la mejor fórmula posible para un estado de cosas relativamente desconocido, pero reconocido como existente y reclamado como tal»; y añade: «será simbólica la concepción que declare la expresión simbólica como la mejor formulación posible ‑luego imposible de exponer más clara o característicamente por de pronto‑ de una cosa relativamente desconocida. Será alegórica la concepción que declare la expresión simbólica como paráfrasis o metamorfosis deliberada de una cosa conocida» (Tipos 11,

 

De ahí que la alegoría, intelectual, susceptible de una sola interpretación, se oponga al símbolo, intuitivo, que admite una pluralidad de interpretaciones. Tal oposición se basa, en ocasiones, no en el carácter conocido o desconocido de lo que ha de ser representado, sino en la forma de la representación; así, para P. Godet (citado por Durand, L'imagination, 7), «la alegoría parte de una idea (abstracta) para llegar a una figura, mientras el símbolo es primeramente y de por sí figura, y como tal, fuente, entre otras cosas, de ideas».

 

Símbolo, alegoría, signo y emblema se confunden en la siguiente definición M «sabio oríentalista» René Guénon, que reproduce Charbonneau‑Lassay (14‑15): «El nombre de símbolo, en su acepción más general, puede aplicarse a toda expresión formal de una doctrina, expresión tanto verbal como figurada: la palabra no puede tener

 

2.11

 


a

 

otra función ni otra razón de ser que la de simbolizar la idea, es decir, dar de ella, en la medida de lo posible, una representación sensible, por lo demás puramente analógica. Así entendido, el simbolismo, que no es más que el uso de formas o de imágenes constituidas como signos de ideas o de cosas suprasensibles, y del que el lenguaje es simplemente un caso particular, es evidentemente necesario a la mente humana, y por lo tanto natural y espontáneo, Hay también, en un sentido más restringido, un simbolismo voluntario, reflexivo, que cristaliza en cierto modo en las representaciones figurativas las enseñanzas de la doctrina; además, a decir verdad, no existen entre ambos límites precisos, pues es seguro que la escritura, en su origen, fue en todas partes ideográfica, es decir, esencialmente simbólica».

 

Para el historiador de las religiones, el símbolo es, en cambio, una hierofanía, un intento de conciliar lo celestial y lo terreno, de llegar a una unidad a despecho de las contradicciones que el mundo sensible ofrece al espíritu (Ellade, Traité, 379 ss).

 

En cuanto al emblema, Chevalier lo define en la introducción a su diccionario como «una figura visible adoptada convencionalmente para representar una idea, un ser físico o moral: la bandera es el emblema de la patria, y el laurel, el de la gloria» (1, xvi). Tal definición despierta las correspondientes dudas; parece efectivamente aplicada por otros autores a las nociones de «símbolo», «alegoría», etc. Zurrithor escribe (Essal, Iz3) a propósito del emblema: «Entiendo por este término la designación de una realidad que evoca a otra mediante metonimia o sinécdoque, especialmente cuando la segunda de ellas es de orden conceptual». ¿No es el emblema de Zurrithor lo que otros designan como símbolo? El propio crítico nos confirma en nuestra sospecha: en la mayor parte de los Lais de María de Francia, dice, el relato se organiza a partir de un objeto portador de su sentido emblemático, como el ruiseñor en Laüst¡c. Más acertado parece denominar «emblemas» a las figuras animales de los bestiarios

 

z'3

 

111

 

 

 

 

 


amorosos; «el hermoso Bestialre dAmour de Richard de Fournival», escribe Zurrithor (377), «está construido a partir de una serie de emblemas de carácter heráldico, sacada de la tradición del Physiologus, y cuyas sucesivas descripciones se encadenan en una suite narrativa ... », Claro que Zurrithor parece aqui influido por las palabras del propio editor de Fornival, Cesare Segre, quien se refiere, en su prólogo (xvii), a la hieraticidad de los emblemi ferini.

 

Con esta concepción, hemos pasado ya insensiblemente al campo de las bellas artes; «el emblema y la divisa», escribe Huizinga (z86), «pertenecen al campo del pensamiento heráldico, cuya psicología está por hacer ... ». Pero no se piense que en este nuevo terreno la precisión conceptual vaya a resultar mayor. Cirlot, que solamente se refiere en su magnífica obra a este tipo de <~ideogramas figurativos», los define como «composiciones alegóricas basadas en la unión de elementos naturales o artificiales, que pueden poseer sentido simbólico» (i9z), definición que riza el rizo de lo confuso, al mezclar lo emblemático, lo alegórico, lo simbólico... Es de agradecer, en cambio, que Charbonneau‑Lassay, intentando deslindar las nociones de símbolo y emblema, sostenga con acierto que «emblema» es más satisfactorio para designar los signos ideográficos dotados de sentido misterioso y representados por medio de las artes humanas o tomados del natural (14). Es' sabido, por otra parte, hasta qué punto la alquimia se ha servido del emblema para exponer sus arcanos; Caillois reproduce en Au coeur du fantastique (73 y ss.) los cincuenta emblemas del Scrutinium Chym¡cuM (Atalanta Fugiens) de Michaé1 Maler, explicándolos a continuación.

 

Gilbert Durand, como ya he indicado, subraya con toda razón la confusión reinante desde siempre en el empleo de los términos relativos a lo imaginario, «... imagen, signo, alegoría, símbolo, emblema, parábola, mito, figura, icono, ídolo, etc., son utilizados indiferentemente uno por otro y por la mayoría de los autores», escribe;

 

2‑14

 

 

 

 

 

 

 


aunque, preocupado fundamentalmente por distinguir entre símbolo y alegoría, se esfuerza por deslindar algunos de estos conceptos, indicando cómo «hay casos en que el signo se ve obligado a perder su teórica arbitrariedad: es cuando remite a abstracciones, especialmente a cualidades espirituales o del campo moral difícilmente presentables lien carne y hueso". Para significar el planeta Venus, hubiéramos podido igualmente llamarlo Carlomagno, Pedro, Pablo o Médor. Pero para significar la justicia o la Verdad, el pensamiento no puede entregarse a lo arbitrario, pues estos conceptos son menos evidentes que los que reposan sobre percepciones objetivas. Es preciso recurrir entonces a un tipo de signos complejos. La idea de justicia será figurada por un personaje que castiga o que absuelve, y tendremos entonces una alegoría; este personaje podrá estar rodeado o servirse de diferentes objetos: tablas de la ley, espada, balanza, y nos hallaremos entonces ante emblemas. Para discernir mejor aún esta noción de justicia, el pensamiento podrá escoger la narración de un ejemplo de hecho judicial, más o menos real o alegórico, y tendremos en dicho caso un apólogo. La alegoría es traducción concreta de una idea dificil de captar o de expresar con sencillez. Los signos alegóricos contienen siempre un elemento concreto o ejemplar de lo significado» (L'imaginatí'on, 3, 5‑6).

 

Sobre la importancia del simbolismo en la época medieval, no cabe ya duda alguna después de los trabajos que se han dedicado al tema. Para el hombre del 1300, dotado del «sentido del símbolo», no existe frontera estricta entre el mundo de lo sensible y el de lo inteligible; que fuera la cuestión de los universales la causante del éxito de simbolizaciones y personificaciones en la Edad Media es cuestión que no va discutirse aquí. El descubrir cri todo lo sensible manifestaciones de lo ultrasensible, esa especie de idealismo platónico, ha sido censurado por sus excesos, y por haber degenerado; el símbolo, en su

 

decadencia, se convierte en alegoría. Hasta tal punto es

generalizado el sistema, tan tosco y obvio deviene, que

 

ya                                                215

 

 

 

 

 

 


según algunos no requiere ulterior examen; el símbolismo medieval, según Badel (54), «se exhibe con la suficiente pesadez como para que no tengamos hoy que entregarnos a un trabajo de desciframiento».

 

Mi desacuerdo es total; para aprender la «gramática de los símbolos», el mejor instrumento moderno es el psicoanálisis; y es menester emplearlo por la razón de que la matriz de los símbolos la constituye el inconsciente, país insuficientemente explorado. Conscientes de los peligros que aguardan a quien se aventura en este campo, no hay que perder de vista la advertencia de Jacques Le Goff, para quien (435‑36) «el simbolismo medieval no existe a veces más que en la mente de exegetas modernos, pseudosabios obnubilados por una concepción en parte mítica de la Edad Media. Y es probable que, a pesar del peso de la propaganda eclesiástica, muchos habían conseguido escapar a la agobiante atmósfera mágica en que se les envolvía. Es significativo que muchas obras de arte medievales se basten a sí mismas sin que poseamos las claves de su significación simbólica».

 

A pesar del ceñudo juicio de Le Goff, creo que un análisis de lo que pueda haber de simbólico en los bestiarlos y en el Bestiario debe atender a los siguientes niveles o grados:

 

el grado cero de la simbolización ‑y lo denomino así no por consideraciones lingüísticas, sino en razón de su carácter elemental y obvio‑ sería el que el propio texto explicita. El bestiario de Philippe de Thaün, construido como otros sobre una ecuación de identidad («Esto significa ... »), nos dice, por ejemplo, que el león «significa» a jesucristo;

 

‑ el grado uno atiende a la función proppiana del animal; en Yvain, novela de Chretien de Troyes, el león podrá ser una figura de Cristo o una reminiscencia del de Androcles, de los de Cibeles, etc.; pero lo que indudablemente representa en el texto es la figura del ayudante o animal auxiliador;

 

el grado dos, por último, exigirá alejarse del texto

 

ZI6

 

 

 

 

 

 


para, sin perderlo de vista, tratar de ver qué simbolizan aquellos leones en el plano de la psicología analítica: ¿el instinto domeñado?, ¿la esfera de intelectualidad que rodea al héroe?

 

Uno de los propósitos esenciales de un estudio moderno sobre el Bestiario debería ser la elucidación del grado dos, sin por ello pasar bajo silencio los anteriores.

 

Para terminar, y volviendo a las censuras de que ha sido objeto el sImbolIsmo medieval, proferidas desde una altivez intelectual que carga las tintas en el carácter pretendidamente primitivo o infantil de la Edad Media, hagamos unas observaciones sobre los efectos de la función simbólica, un tanto degradada hoy. El símbolo, dice Durand (Vimagination, iiz y ss.), restablece en el hombre el equilibrio vital, comprometido por la inteligencia de la muerte; el equilibrio psico‑social; el equilibrio antropológico, amenazado por el peligro de la asimilación de la especie humana a una pura animalidad. En último lugar, frente a la entropia positiva del universo, erige el dominio del valor supremo, equilibrando un universo

 

gaz me iante un er perenne: e sim o o esem oca así en una teofanía. Durand, visionario, cree que la simbólica nos invita, a través de la psico‑patología, la etnología, la historia de las religiones, las mitologías, las literaturas, estéticas y sociología, hacia ese «humanismo abierto» del mañana. A quien encuentre este panorama excesivamente optimista, le convendrá meditar sobre el hecho de que, para Jung como para Cassirer, «la enfermedad mental, la neurosis, viene de una deficiencia de la función simbólica* que crea un desequilibrio capaz de hundir el principio de individuación de dos maneras posibles: bien sea ‑‑como en los «casos» estudiados por el psicoanálisis‑ mediante el predominio de las pulsiones instintivas que no consiguen ya «simbolizar» conscientemente la energía que las anima, y entonces el individuo, leJos de personalizarse,

 

La cursiva es del traductor.

 

2.17

 

 

 

 

 


se corta del mundo real (autismo) y adopta una actitud asocial, impulsiva y compulsiva; bien sea, en los casos menos estudiados pero más insidiosos, que el equilibrio se rompa en favor de la clara consciencia, y asistimos entonces a un doble proceso de liquidación ‑muy frecuente e incluso endémico en nuestras sociedades hiperra‑ Í cionalistas‑, liquidación del símbolo que se reduce a signo, y liquidación de la persona y de su energía constitutiva, metamorfoseada en un robot mecánico an mado únicamente por las razones de lo consciente social instituido» (Uímagination, 65).

 

                            Sobre límites                             AIN6

 

En cuanto a límites cronológicos, los textos examinados en un estudio general sobre el Bestiario deberían cubrir en principio lo que tradicionalmente se entiende por «época medieval». Que Edad Media o Renacimiento sean 4ormas vacías>~ y que lo que hallamos en las capas profundas de la historia sean continuidades, son creencias que comparto; pero es menester plegarse al uso. Advierto, sin embargo, que se requerirían continuas referencias a obras y períodos que desbordan los siglos XII a XV: obras anteriores, pertenecientes a la literatura testamentaria, o a la tradición grecolatina; y concluido el período, no habría i que desechar la literatura del Renacimiento. No es preciso demostrar ahora que Rabelais prolonga la Edad Media; Jean Lemalre de Belges incluye en sus Epístolas temas legendarios, mitológicos o tradicionales que proceden no directamente de la Antigüedad, sino de los siglos inmediatamente anteriores' al tiempo en que vive el autor de la Couronne Margariticque. Por otra parte, el recurso a un sabio como Ambrolse Paré, que sustituye los monstruos medievales por otros más fabulosos aún, copia lo que encuentra en tratadistas clásicos y contemporáneos, y se esfuerza a la vez por resultar riguroso en la exposición y

 

ZIS

 

 

 

 

 

 

 


serio en la selección de las fuentes, sería casi obligado. Consideraciones de este orden me han movido a incluir en los textos traducidos párrafos de Boaistuau o de Edward Topsell, en la medida en que iluminan y completan el pasado.

 

Los límites geográfico‑culturales del hipotético estudio sobre el Bestiario ‑y de esta antología‑ son los europeos; el ecumenismo cultural de la Edad Media, centrado en el Cristianismo, Justifica en buena medida esta actitud. En sus comentarios iniciales a la obra de Huizinga, Le Goff señala que la Edad Media del autor holandés no está situada: es que la verdadera unidad cultural del siglo XV es la Cristiandad, y quizá podría decirse otro tanto de varios siglos anteriores. La Europa cristiana, afirma Davy, posee un carácter internacional, y tal rasgo no ha abandonado al hombre europeo: aún hoy, estamos irnpregnados de cristianismo.

 

En sus Tipos psicológicos, Jung sostiene (1, igi) que si se considera el Cristianismo medieval sólo desde el punto de vista estético, se falsifica y superficializa su carácter tanto como cuando se le concibe exclusivamente desde el punto de vista histórico: es que lo cristiano, para el hombre de la Edad Media, y sin ignorar actitudes heréticas y blasfematorias ‑que no invalidan la regla, sino todo lo contrario‑, es una actitud vital. Ya en relación estrecha con el objeto del Bestiario, se comprueba con Lascault (301) que la vocación del cristiano es la de «matador de monstruos». Del bestiario antiguo, el Cristianis mo no sólo ha conservado residuos de representaciones teriomórficas, como la paloma, el pez o el cordero, sino que ha hecho de Cristo mismo el pez; paloma y unicornio son símbolos del logos o espíritu generador. <~Es preciso que el dogma constituya una imposibilidad física», escribe Jung en Métamorphoses (7o8). ¿No son tan imposibles las concepciones, resurrecciones y formas de buena parte del Bestiarlo medieval?

 

La inclusión de fragmentos de la enciclopedia árabe Nuzhatu‑1‑Qu1úb entre los textos traducidos parece una

 

Z19

 

i

 

 

 

 

 


contradicción flagrante con las protestas de europeísmo y cristianismo recién formuladas; pero la comparación con los textos occidentales me parece extraordinariamente provechosa, la ciencia árabe medieval de una importancia extraordinaria; y, sobre todo, desde el punto de vista estético, Al‑QazwIni vaut le détour.

 

Como sucede con la cronología y la periodización, también estoy de acuerdo con quienes critican, al modo de Faral, las divisiones y subdivisiones al uso en géneros y subgéneros; lamentablemente, para exponer hay que ordenar, y la censurable taxonomía y etiquetado se hacen imprescindibles. Faral, después de afirmar la unidad del «roman» o novela, y de rechazar las denominaciones de «novelas antiguas, bretonas, bizantinas y de aventuras» es aplaudido en su actitud por Bossuat, que mantiene no obstante para la «comodidad de la exposición» la distinción entre novelas antiguas y novelas bretonas. El problema se plantea en términos más amplios en lo relativo a los géneros literarios medievales. Respecto a límites de contenido, y ateniéndome a las clasificaciones al uso, un estudio completo sobre el Bestiario debería tratar:

 

‑ De literatura didáctica: en cierto sentido, puede decirse que todas las obras medievales son de tal índole; que existe un didactismo difuso que baña toda la literatura medieval. Pero me refiero aquí a obras específicamente didácticas, como los bestiarios, el Trésor de Brunetto Latini, Sidrac, la Image du Monde, Placides et Timeo, enciclopedias como las de Thomas de Cantimpré o Bartolomé el Inglés, o relaciones de viajes, como las de Marco Polo, el pseudo‑Mandeville, Odorico o la fantástica Carta del Preste Juan. No hace falta insistir en la importancia de la literatura de viajes: saber que el bosque de Morrois ‑‑que albergó a Tristán­corresponde a la propiedad de Saint Clement's, cerca de Truro, o que pueden hallarse las ruinas del artúrico castillo de Tintagel en la costa noroeste de Cornualles, sólo puede satisfacer a mentes positivistas; la . necesidad de «geografía mítica», como dice Eliade (Traité, 36z), es la única de que el

 

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1, q                                           . 111 11,1 1                                                                                          ¡1111 ................                              .

 

 

 

 

 

 


hombre no puede prescindir, y de ahí el recuerdo imperecedero del viaje de Alejandro Magno a Asia.

 

‑ De poesía lírica, desde Rutebeuf a Cecco d'Ascoli (fragmentos de Teobaldo de Champafia, reflejo de auténticos bestiarios, se han deslizado entre los textos de esta antología).

 

‑ De cantares de gesta o de cruzada, como el de Roldán o la Chanson dAntioche.

 

‑ De novelas de todas las especies, desde Eneas hasta Blancandin, pasando por todas las de Chrétien de Troyes ‑‑con inclusión de Guillaume d'Angleterre, a pesar de los problemas de atribución‑, las de Tristán y Alexandre y los agotadores Lancelot.

 

‑ De poemas alegóricos, empezando por el Roman de la Rose.

 

De teatro, ocasionalmente.

 

Podría prescindirse, en cambio, de textos de carácter histórico, como las crónicas y memorias, cuya índole en modo alguno interesa al Bestiario, y quizás de la llamada por Kukenhelm y Roussel «literatura animal», por tratarse, en el caso de Renart el zorro, Ysengrin el lobo y demás personajes, precisamente de «personajes», con muy poco de animal y mucho de las censurables características de los humanos. Renart le Contrefait, sin embargo, de carácter verdaderamente enciclopédico, engloba secciones enteras que reproducen la leyenda de Caradoc o los viajes de Alejandro Magno, y sí podría interesar a la zoología fantástica.

 

Este carácter totalizador, ya que no exhaustivo, del Bestiario, se plasma en este libro en la breve descripción de una lista reducida de títulos utilizados aquí (véase Sobre la traducción).

 

                               El método                                        AIN6

 

Las tareas filológicas en sentido estricto resuelven problemas de cronología, de prelación de manuscritos, de

 

ZZI

 

 

 

 

 


mil¡                                                            influencias literarias; pero nada pueden aportar ‑no es su

 

misión al esclarecimiento de la psique del emisor del

mensaje literario. Afirmar, como hace Duby a propósito

de los caballeros del siglo XI, que «los hombres más

encumbrados de aquella época poseían sin duda una

constitución nerviosa sensiblemente distinta de la nuestra,

que les hacía más resistentes al dolor físico, pero menos

capaces de controlar los impulsos de su afectividad y de su

imaginación» (1, 54), no deja de ser una generalización

arriesgada.

 

Frente a quienes preconizan el rechazo a todo lo ajeno al texto, a la materia literaria en sí, es lícito creer que un texto no surge de la nada: es la manifestación de ideas, prejuicios, voliciones, del contenido psíquico consciente del escritor. Pero la mente está hecha de contenidos conscientes e inconscientes, y los segundos necesariamente han de manifestarse en la escritura, puesto que no son controlables por el autor. Para la exploración del inconsciente, el recurso al método psicoanalítico es irrenunciable; no obstante, no hay un psicoanálisis, sino varios, aunque se los designe vulgarmente con el mismo término.

 

Prescindiendo de derivaciones más modernas de las respectivas doctrinas de sus fundadores, convendría reservar el término de «psicoanálisis» a la teoría y práctica de Freud, mientras que las de Jung deberían recibir el nombre, de «psicología analítica», y las de Adler «psicología' individual».

 

Para la opción junguiana que defendemos, no serán precisas largas justificaciones. Jung es fundamentalmente preferible por su no sectarismo. Es relativamente simple resumir las ideas de Freud o de Adler, porque basan su teoría en un principio único (la libido sexual en Freud; el poder en Adler); Jung, en cambio, no reduce su concepción de la psique humana y su funcionamiento a una bas

 

1

 

p s única de explicación, sino a una serie de postulado dispersos en su obra, en la que es preciso espigar.

 

El primer aspecto en el que Freud y Jung difieren es en su respectiva concepción del inconsciente. Para Freud1

 

17‑2­

 

 


se trata sobre todo de un poder maligno nacido de la represión de tendencias insatisfechas, de orden sexual, que mantienen a nuestro pesar una actividad perturbadora; sus manifestaciones son mórbidas, y generalmente alteran con mayor o menor intensidad el curso normal de la Pxibtencia. Jung opina de distinto modo: puede haber morbidez en el inconsciente, pero éste no tiene por qué ser siempre nefasto. Toda vida psíquica se compone necesariamente de consciente e inconsciente, que se compensan entre sí; el conjunto forma la totalidad psíquica, de la que no puede desaparecer ninguno de ambos elementos sin perjuicio para el individuo: la pérdida de la consciencia signi ica alienación, la del inconsciente, empobrecimiento y desorden. La psique inconsciente es pues para Jung tan importante como la consciente, mientras que Freud. hace de aquélla un basurero. Jung resume así la idea que del inconsciente tiene su ex maestro: «Los elementos psicológicos que existen en un ser sin que éste lo sepa, y cuya suma compone lo que llamamos el inconsciente, según la teoría freudiana estarían únicamente constituidos por tendencias infantiles; éstas, a causa de su incompatibilidad con los factores conscientes del psiquismo, se hallan reprimidas. La represión es un proceso que se insinúa y se instituye desde la primera infancia: es como el eco interno que responde a la influencia y a la impregnación morales ejercitadas por las personas allegadas, y dura tanto como la vida. Gracias al análisis, las represiones se suprimirán, y los deseos reprimidos se volverán conscientes. Según la teoría freudiana, el inconsciente no encerraría ( ... ) más que elementos de la personalidad que podrían igualmente formar parte del conscíente, y que, en el fondo, no han sido expulsados de él, no han sido reprimidos, más que nor la educación» (Dialectique, z3).

 

La diferencia no se agota ahí; «por debajo» del inconsciente individual que cada uno posee, se hallan las capas, más difícilmente accesibles, del inconsciente arcaico, cuyos rasgos se encuentran de manera análoga en todos los seres humanos. Este inconsciente es arcaico o

 

2.z 3

 


colectivo: su existencia supone la gran unidad del espíritu humano, la pertenencia de todos a las grandes leyes de la especie. El fondo de la psique no contiene solamente lo sexual, como cree Freud (presencia e importancia que Jung está lejos de negar), sino otros componentes de relevancia capital, como el fundamento religioso. «El rasgo dominante supremo de la psique siempre es de naturaleza filosófico‑religlosa», dice Jung en Métamorphoses (17).

 

El inconsciente colectivo está compuesto de arquetipos, formas universales del pensamiento, «engrammes», residuo de las reacciones eternas del género humano presentes en todas partes y en todas las épocas bajo formas análogas ‑aunque cueste descubrir tal analogía. Las críticas a la noción junguiana de arquetipo han abundado siempre; Durand (Vimagination, 61) acusa a Jung de confundir constantemente arquetipos, símbolos y comple'os, y Kirk (37‑3 ss) pide ¡estadísticas! que demuestren la frecuencia y universalidad de los arquetipos. El arquetipo de arquetipos es, para Jung, la fibido, entendida como energía psíquica, y no en el sentido freudiano, La afloración del arquetipo en el hombre moderno, por ejemplo en forma onírica, no es fácilmente explicable; Jung habla a veces de criptomnesia, o recuerdo de lo que se creía olvidado, y recurre, en ocasiones, a largos símiles: «Los arquetipos», escribe «<Wotan», cit. por Brun, 8o), « son como lechos de ríos que el agua ha abandonado, pero que puede volver a irrigar después de interrupciones de duración indeterminada. Un arquetipo es algo semejante a una vieja garganta encajonada, por la que las aguas de la vida han corrido durante mucho tiempo. Cuanto más han ahondado en este lecho, más han conservado esta dirección, y más probable es que tarde o temprano vuelvan allí. Si bien es cierto que la vida del individuo está regularizada, como en un canal, en el seno de la sociedad humana y en particular del Estado, no lo es menos que la vida de los pueblos es semejante al curso de un torrente bravío que nadie puede contener ... ».

 

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La existencia de los arquetipos del inconsciente colectivo explica, entre otras cosas, que «jamás podamos esperar de un poeta una interpretación de su propia obra, pues ésta expresa... el inconsciente colectivo, las necesidades psíquicas de un pueblo. El poeta es un instrumento de su obra, y está por debajo de ella» (Psychologie et poésie, cit. por Brun, 8z‑83).

 

Siguiendo a grandes rasgos el método junguiano, tal como se manifiesta aplicado en Métamorphoses, el que preconizo será analógico, y lo menos posible deductivo, pues deducción es tautología: lo deducido, B, está implícito en la premisa, A. La analogía exige el carácter interdisciplinarlo de la investigación.

 

Por eso, en cada sección del Bestiario, se presentarían en primer lugar los textos medievales pertinentes según el tema a tratar; y a continuación, los datos que la historia de las religiones, la mitología comparada, la antropología, las artes plásticas o la alquimia puedan aportar para esclarecer, a su luz, la doctrina medieval. La lectura, como se ve, sería plural, y subordinada fundamentalmente a la interpretación del psicoanálisis junguiano, lo que no significa intentar un alegato para la defensa de las tesis de Jung mpresa sin sentido hoy‑ o un dócil acatamiento y piadosa recitación de axiomas del maestro. Cada vez que Jung resulte excesivo en sus conclusiones, hay que abandonarlo. El pansexualismo de Freud, su obsesión por Edipo, dejó necesariamente huellas en las ideas de Jung. Defiendo, pues, un método y una visión general del mundo psíquico; pero de ningún modo acepto todas y cada una de las interpretaciones de Jung, especialmente cuando caen en la visión freudiana, centrada en un «imperialismo» de lo sexual o en la primacía de lo edípico.

 

En cuanto a la distribución total de la materia, se seguiría ‑y se sigue aquí‑ el esquema bachelardiano que «privilegia una imaginación centrada en las sustancias elementales (fuego, agua, tierra, aire)», como dice Starobinski (152). A pesar de las críticas de que ha sido objeto,

 

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creo que el sistema de Bachelard concilia la «reducción al inconsciente» propia de los psicoanalistas y la investigación del «surconscient poétique»; disfraza bajo el aparente conceptualismo aristotélico de la clasificación un «tono» platónico que lo acerca a Jung. «Hay en toda la obra del filósofo», escribe Durand (Vimagination, 79, n‑ i), «( ... ) una soberana ironía, un modo de no tomar en serio jamás lo que se propone o lo que se argumenta, para dar así al argumento o a la intuición toda la gravedad de convicción que sea necesaria. Este elegante buen humor, esta ligereza llena de modestia dan a las obras de Bachelard como a las palabras de Sócrates una temible eficacia de convicción». Y esta distribución corresponde, por otra parte, a la taxonomía elemental que aparece en Brunetto Latini como í en sus predecesores clásicos, y no es malo aproximarse a i

 

ella. ¿De qué vieja tradición se trata?

 

En el bestiario de Pierre de Beauvais se representa cada uno de los cuatro elementos mediante un animal, mencionándose también los cinco sentidos, pero sin relacionarlos con bestias; se dice que la salamandra vive de fuego, el camaleón ‑un ave, según el autor­de aire, el arenque de agua y el topo de tierra. Richart de Fornival sustituye al camaleón por el chorlito, e indica qué animales destacan por la agudeza de sus sentidos: el lince es capaz de ver a través de los muros, el topo se distingue por su oído y el buitre por su olfato, como el mono por el gusto y la araña por el tacto. Según Alain de Lille, en su Anticlaudianus, son cinco corceles quienes han de representar los cinco sentidos, plasmados éstos alegóricamente en la tapicería de la Dama del Unicornio. En el campo artístico, y de la simbología románica, los cuatro seres del tetramorfos tienen una correspondencia con los cuatro elementos: el águila remite al aire, el hombre al agua, el buey‑toro a la tierra y el león al fuego; doctrina que resulta complicada, si se compara con la tradición cbÍnd pwmitiva, en que el reptil Nu Kua era soberano de los cinco elementos, considerándose a la madera como el < quinto.

 

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Cirlot cree que la «atribución más general y correcta» a la hora de clasificar simbólicamente a los animales en relación con los elementos, consiste en establecer ~<que los seres acuáticos y anfibios corresponden al agua; los reptiles, a la tierra; las aves, al aire, y los mamíferos, por su sangre caliente, al fuego» (79). Expresada la opinión de Cirlot, con bastantes reservas por mi parte en cuanto a la validez de sus palabras, indicaré, al menos, que lo que afirma sólo es aplicable a Occidente, a momentos históricos determinados que el autor del Diccionario de simbolos haría bien en precisar, y a un nivel superficial de significación. Para mostrar la debilidad de tales generalizaciones, basta remitir, con Schneider, a la mitología china, en que la fusión de dos elementos es expresada por los cuatro seres míticos: el fénix (fuego y aire), el dragón verde (aire y tierra), la tortuga (tierra y agua), y el tigre blanco (agua y fuego).

 

Volviendo a mi distribución bachelardiana, hago notar que el Bestiario rebosa de monstruos, que por esencia viven a caballo entre los distintos elementos, o participan de varios de ellos; sucede también que el símbolo es polivalente por esencia; por consiguiente, se hallará en las páginas de este libro una catalogación de bestias ocasionalmente paradójica, que no responderá, a veces, al elemento que «lógicamente» les caracteriza y en que se desenvuelven, sino al que les corresponde a un grado más profundo de interpretación; y se ha reservado toda una parte a seres que, por su especial condición monstruosa o híbrida, están relacionados con más de un elemento.

 

                                           Arquetipos y elementos                     AIN6

 

Se intenta aquí una progresión ideal en la presentación de textos del Bestiario, vinculados a los elementos. Se parte de lo telúrico, de lo anclado a la materia; tal es el mundo subterráneo, de lo infernal y a la vez de lo

 

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materno. La «Mutter Erde» llama a todos los seres vivos. En un plano prácticamente equivalente al anterior, se hallan las aguas: aguas primordiales, líquido amniótico. No es posible precisar a cuál de los dos elementos corresponde exactamente, en el campo de lo imaginario, la raíz de la existencia. De tales abismos, subterráneos o subacuáticos, el espíritu y los animales que lo representan tienden a elevarse, a escapar de las cadenas de lo primigenio. Se huye de la muerte y del aferramiento a la madre, que no es otra cosa. En cuanto al fuego, es un elemento de transición y de transformación; para los alquimistas, permite las transmutaciones fundamentales. En nuestros textos y en la simbólica general, supone renovación y cambio de estado. Existe, finalmente, una zona imprecisa, a caballo entre los elementos; los seres que la habitan reúnen características de uno o más de aquéllos; se transforman, lo que les facilita el paso de uno a otro, o gozan al menos de miembros y atributos que les permiten transitar fantásticamente entre tierra y cielo, entre cielo y agua.

 

Nuestro Bestiario telúrico refleja, en efecto, algunas de las características que arriba señalábamos‑ pero hay en él algo definitivo, y es que, salvo escasas figuras, apunta a lo infernal, a lo negativo. Excepto en algún caso aislado, el Bestiarlo de la tierra ni siquiera es indiferente: sus componentes reflejan lo bajamente material, cuando no lo claramente demoníaco.

 

Las criaturas del agua corresponden, en su mayoría, a lo que podía esperarse de la significación simbólica de tal elemento, puesto que representan lo maternal ‑‑como la tierra‑, pero también lo devorante y engullidor. Es sintomático que, como sucede en el Bestiario telúrico, exista una amplia zona de indefinición: del mismo modo que el ciervo o el lagarto tienden hacia lo uraniano y buscan a toda costa la trascendencia, hay aves como el pelícano cuya ubicación responde vocacionalmente, a mi modo de ver, al elemento acuático; criaturas también, como el cisne, cuyo destino es fundamentalmente acuático, aunque sugieran la elevación.

 

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El Bestiario aéreo ‑no queda otro remedio sino dar la razón a Durand‑ está en buena parte desanimalizado; pero nó con vistas exclusivamente a la trascendencia, que si bien se mira obtiene una representación mínima en los textos, sino con el fin de proyectar en aves los vicios y defectos humanos. Las aves son astutas, avaras, amantes de su prole, mánticas ‑‑como el caradrius‑, lascivas como la perdiz... o no son aves en absoluto, pero se nutren de su elemento, como hace el camaleón; raramente, me atrevo a decir, cumplen con su función propia, que no es sino la expresión de la trascendencia.

 

Lo reducido del Bestiario igneo obedece, como ya se ha apuntado, al carácter de este elemento, que marca una renovación y tránsito; la eternidad del fénix no ha de obsesionar al escritor medieval, cuando no se atreve, respetuoso de la tradición, a atribuir tal don a otros seres.

 

Resulta, en cambio, gigantesco el número de híbridos, animales monstruosos e inidentificables que pueblan la literatura medieval. Si se añaden a este apartado los tránsfugas e indecisos de otras partes, los vocacionalmente dirigidos hacia otra zona de lo imaginario; si se tiene en cuenta ‑no es posible silenciarlo‑ que hasta los animales más comunes presentan rasgos híbridos o monstruosos, es menester confesar que todo el Bestiario medieval, en puridad, podría ser considerado como monstruoso. La zoología de estos textos es absolutamente fantástica, y, salvo referencias banales a animales domésticos 0 muy conocidos, la imaginación del autor, cómplice de la del lector‑destinatario, le lleva a inverosímiles invenciones.

 

Es muy difícil, por ello, que un animal represente un tipo simbólico puro, y no hay en este libro una sola página en se haya podido comprobar, con tranquilizador a ce.rt~ezuac, la adecuación unívoca de una bestia a un arquetipo. Las fronteras entre uno y otro reino son fluctuantes, y ello es normal en el campo de lo simbólico. Los cuadrúpedos tienden a elevarse, como los peces; las aves permane

 

229

 

 


cen ancladas a la materia; unos y otros mezclan sus rasgos y aptitudes, fundiéndose en una amalgama que, paradó‑‑camente, no es imaginaria, sino vital. «La vida», escribe Umberto Eco (168), «se parece más a Ulysses que a Los tres mosqueteros».

 

Respecto de las relaciones entre el Bestiario medieval y otros bestiarlos míticos de la cultura universal, remito al juicio de Jakobson (z8): «A aquellos que fácilmente se asustan ante analogías descabelladas, les diré que también a mí me disgustan las analogías peligrosas, pero que me gustan las que se me antojan fecundas. Y si estas analogias interdisciplinarias son peligrosas o fecundas, ya lo dirá el futuro». Lo importante no es que el dragón sea benéfico en China y nefasto en los textos medievales, sino que culturas tan alejadas hayan centrado su atención en él, lo que demuestra que se trata de un animal arquetipico, cuya valoración es diversa; otro tanto podría decirse del unicornio, del cocodrilo o de la pantera. Lo esencial reside en el hecho de que determinadas bestias, sacralizadas en África o Asia, hayan inquietado o atraído en Europa occidental. A falta de «puentes culturales» demostrables, tales vinculaciones indican al menos un común interés.

 

En cuanto a las figuras de los bestíarios científicos y a las correspondientes ‑u otras‑ de la literatura de creación, se advierte con frecuencia, si no su disparidad, sí al menos la relativa pobreza de las segundas: atributos, fabulosas costumbres y hasta rasgos zoológicamente exactos de las primeras se pierden en novelas y poemas alegóricos, que conservan, en el mejor de los casos, una característica general pasada al saber común. ¿Qué conservan novelas y poemas del león de los bestiarios, o del aspidochelone?

 

El animal de los bestiarios «es»; está definido para siempre ‑salvo alteraciones en textos posteriores‑, y su cronotopo, diría Ba)tin, es cero: ni temporal ni geográficamente admite lindes, El animal de novelas y poemas «hace»: se enfrenta al héroe, lo transporta, le sirve de guía; si explícitamente representa algo, es que el autor sigue en

 

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ocasiones un modelo «bestiárico», como sucede, por ejemplo, en La Chevalerle de judas Macabé.

 

Tal distinción no significa la existencia de una frontera insalvable entre ambos tipos de obras, entre la literatura científica y la de creación, frontera que no existe. De hecho, la primera también intenta deleitar, y la segunda también trata de instruir. Apunto únicamente a una especialización de funciones; la literatura de creación, al recoger en parte la literatura de los bestiarios, se queda solamente con lo fácilmente asimilable, con la esencia doctrinal del tipo.

 

                                      La apertura del Bestiario                          AIN6

 

Nada menos seguro que la siguiente afirmación de Umberto Eco (zo): «La significación de las figuras alegóricas y emblemáticas que se hallan en los textos medievales está determinada por las enciclopedias, los bestiarlos y los lapidarios de la época; su simbólica es objetiva e institucional» *.

 

Tal deterministno no alcanza al artista medieval, que en modo alguno es esclavo de la senefiance de los bestiarios, y es inexistente para el lector de hoy, que de ningún modo ha de atenerse, para lecturas medievales, a hipotéticos cánones medievales: no debemos imponer a los textos de la Edad Media nuestras preocupaciones actuales, pero tampoco podemos quedarnos meramente en lo que la obra significó para sus contemporáneos. La propia allegoresis sugería en la Edad Media «lecturas» a niveles diferentes; considerar al lector medieval solamente capaz de atenerse a las prescritas, es caer en la trasnochada actitud que mira a los hombres de la época como deficientes mentales, 0 como «bárbaros».

 

Hay, a pesar de las afirmaciones de Eco, una polivalencia en el símbolo medieval; si no es consciente, ello no

 

La cursiva es del autor de esta edición.

 

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supone ningún desprestigio para el artista. Lo único que demuestra es que el artista lo es tanto como el de hoy, y que este último ‑creador de polival,encias‑ goza de la ventaja del oficio, adquirido gracias a experiencias ajenas.

 

Si, según el propio Eco, «la obra de arte es un mensaje fundamentalmente ambiguo, una pluralidad de significados que coexisten en un solo significante [y] esta condición [es] propia de toda obra de arte ( ... ). Aquella ambigüedad se convierte hoy en un fin explícito de la obra, en un valor que ha de ser realizado con preferencia a cualquier otro» (9), entonces no tiene sentido hablar de «aquel Cosmos ordenado con el que la Edad Media se había contentado, y cuya desaparición coincidió con el nacimiento de la sensibilidad moderna» (232).

 

En suma, se trata de una cuestión de perspectiva. La obra que para el lector medieval no fuera «abierta» ‑‑en el sentido en que Eco emplea el adjetivo‑ puede serlo perfectamente para el de hoy, y esto no significa descubrir a Jean d'Arras que hablaba en prosa, como Monsieur Jourdain y como todo el mundo, sino recordar simplemente una prerrogativa de la investigación.

 

El carácter abierto de la obra medieval no implica, por mi parte, una creencia,en la infinitud de los valores que ésta encierra, desde mi punto de vista; ante un enfoque analítico, como el que aquí se propugna, la literatura medieval revela una limitación notoria de su espectro. Pierre Guiraud, estudiando el francés antiguo, llega a conclusiones equiparables. El francés antiguo, dice Guiraud, presenta todos los rasgos característicos de la lengua popular; su riqueza es ficticia, y su economía endeble: «el problema de la 'riqueza' del vocabulario siempre ha sido mal planteado hasta hoy, pues esta riqueza no depende del número de formas disponibles, sino del número de valores, es decir, de relaciones entre dichas formas, y de combinaciones significantes en las que pueden entrar ... »; esta lengua, añade Guiraud, es reflejo de un universo pobre y cerrado, «que agotará rápidamente

 

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sus fuerzas para esclerotizarse y vaciarse a partir del siglo xiv ' pero que en la época alta de su florecimiento producirá obras de una fuerza y de una unidad incomparables» (36‑39).

 

Tal idea coincide con la de Ma^le, limitada ésta a la literatura didáctica del siglo Xiii: « ... la inmensa biblioteca de la Edad Media se reduce, en un último análisis, a poca cosa. Una decena de obras bien escogidas podrían casi, si fuera menester, reemplazar a todas las demás. Todos los comentadores del Viejo y del Nuevo Testamento están resumidos en la Glosa ordinaria de Walafried Strabo, que Nicolás de Lira completó en el siglo XIV. Toda la liturgia simbólica está en el Racional de los divinos oficios de Guillaume Durand. El espíritu y el método de los antiguos predicadores reviven en el Speculum Ecclesiae de Honorius de Autun. La historia sagrada, tal como se entendía entonces, está en la Historia Scolastica de Pierre Comestor y en la Leyenda Aurea de Santiago de la Vorágine; la historia profana, en el Speculum Historiale de Vicente de Beauvais; todo lo que se sabía del mundo físico está resumido en el Speculum Naturale; todo lo que se sabía del mundo moral está en la Sunima de Santo Tomás, que el Speculum Morale condensa. Un lector familiarizado con los libros que acabamos de enumerar hubiera penetrado hasta el fondo de la mentalidad de la Edad Media» (Mále xiv‑xv); coincide con mis propias observaciones: los interminables leones y dragones de las novelas artúricas, las intercambiables figuras de los bestiarlos se reducen, en realidad, a poca cosa (y esto no es un juicio de valor, como sospechamos sucede en el caso de Guiraud o de Mále, sino un intento de sistematización).

 

Hay dos arquetipos sustanciales en los textos: el del dragón‑ballena, expresivo del engullimiento y el retorno a la madre; el del águila o el grifo, revelador de la fortísima pulsión hacia la trascendencia. Ambos, como puede apreciarse, son contradictorios y revelan dos tendencias consustanciales al hombre. Por una parte, la atracción del inconsciente colectivo, la dulce y a la vez oscura tentación

 

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del regreso al claustro materno, a la infancia, a la muerte (tierra o aguas primordiales). Por otra, el irresistible impulso vertical, el desasirse de lo telúrico (o acuático), del claustro materno, el trascender la condición humana, la llamada de lo uránico, la tentación de la inmortalidad.

 

Lo que late en los textos es, por tanto, lo esquizoide, la dramática tensión entre dos polos contrapuestos. Afiádase a ello la omnipresente hibridación a que se aludía en Arquetipos y elementos, y se verá que la Edad Media, desde el ángulo en que la examino, dista mucho del orden imperturbable que ocasionalmente se quiere ver en ella. Lo que revela de estos siglos el Bestiario es una indecisión, un desgarramiento constante, lejos de toda certidumbre. Habida cuenta de la eufemización de que son objeto muchísimas figuras ‑león o ballena, por ejemplo‑, propongo una hipótesis: la base de tales hibridaciones, de tal pulsión arquetípica y de la eufemización de figuras originariamente horribles, radica en el miedo. « ... en la Edad Media, e incluso en la Edad Oscura, había una actitud más tierna hacia los animales y los niños que la que posteriormente se ha manifestado a veces», escribe White (64). No veo la ternura en parte alguna: ni en el león de Yvain, ni en los grifos de Alejandro, ni en el perro Husdent de Tristán, ni en el pelícano matando a sus polluelos o reviviéndolos. Lo que sí registro, es un temor ancestral a lo desconocido, al peligro de todo tipo encarnado en la bestia multiforme, al hambre, a la locura y a la muerte. En eso, como en todo, la Edad Media sigue piadosamente las huellas de los siglos que la precedieron. Cuando Curtius escribe (8z5): «Si tuviera que resumir en dos palabras lo que yo creo que es el mensaje esencial del pensamiento de la Edad Media, diría: es el espíritu con el cual se reafirma la tradición; y ese espíritu es fe y alegria», está silenciando un hecho fundamental, y es que tales «fe y alegría» responden, si no me equivoco, a una eufemización de terrores heredados. La angustia no es un descubrimiento del hombre contemporáneo.

 

2‑34

 

 

 

 


                     La unidad de la psique            AIN6

 

Volvamos a la frase de Debidour ya citada: «Es fácil ver que el animal ocupa un lugar incomparable en la mentalidad del primitivo y del niño». Lo que es fácil ver, es el prejuicio cultural del autor, que no lo distingue, desde luego, de gran número de sus contemporáneos: el poner en relación al primitivo y al niño, hablando de su mentalidad como de algo aparte y «distinto», ¿no es relegarlos tácita o explícitamente a una categoría inferior a la nuestra (adultos‑civilizados‑modernos)? Pero finjamos, por un momento, creer en el tópico del primitivismo de la mentalidad medieval. Sigamos a Debidour, y equiparemos psíquicamente y en el aspecto que interesa ‑su relación con el Bestiario‑ al hombre de los «siglos oscuros» con una criatura.

 

Efectivamente, el papel del animal en los textos es relevante; pero es que los esquemas arquetípicos del engullimiento por el dragón‑ballena o de la trascendencia merced al ave, se dan perfectamente en el hombre moderno; y no sólo se manifiestan oníricamente (las Métamorphoses de Jung son en buena parte un método de interpret~ción de sueños), lo que reflejaría únicamente el inconsciente individual, sino también en estado de vigilia, es decir, que son manifestaciones del inconsciente colectivo. Los monstruos del cine japonés, las novelas o películas de fugaz nombradía dedicadas a terribles y gigantescas criatuas, remiten al aspidochelone de los bestiarlos. Los héroes populares de los mitos modernos se enfrentan al horrible dragón engullidor como tantos caballeros de la literatura medieval; en cuanto a la obsesión del vuelo, no se ha visto satisfecha ni por la técnica más moderna. El hombre de hoy sigue empeñado en surcar el espacio sin motores ni ámbitos cerrados, casi por sus propios medios. Ciencias y arte, publicidad y literatura, mil aspectos de la vida cotidiana contemporánea lo confirman.

 

Por lo tanto, o se concluye con orgullo que en el hombre medieval no hay nada «infantil» o «primitivo»,

 

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concediéndole protectoramente un status psíqu.lco equipa rable al nuestro; o rebajamos nuestros propios humos admitimos que la psique es una ayer y hoy, que no somoi más inteligentes que los hombres de la Antigüedad o de 1, Edad Media, y que también en nuestra mente se manifiestan las obsesiones, temores o apetencias del «primitívo~> e del niño.

 

No quiere decirse con esto que la vida humana sea una eterna repetición, o que el hombre de hoy haya, heredado representaciones fijas que transmitirá luego a sus descendientes; no se trata de hacer resurgir la teoría de las innatas, sino de lo siiguiente, que Yves Le Lay

expone con toda claridad en su prefacio a las Métamorph­

oses: Torque pertenecemos a una misma especie, lleva­

mos en nosotros, en la estructura de nuestro ser físico y

mental, posibilidades de reacción, de representación, de

reflexión, de razonamiento, etc., que son análogas en

todos los representantes de nuestra raza» (15).

 

Advierto que el rechazo de este tipo de explicación existe, al menos para temas paralelos; el fenómeno de la analogía universal de los temas folklóricos no puede ser resuelto por la teoría de la unidad de la psiquis humana, propugnada por la escuela antropológica, dice Propp (Ralces, 535); pero él no aporta solución alguna, en la medida de mi información.

 

Desde otro punto de vista, Campbell cree haber hallado la diferencia fundamental entre las preocupaciones de otras épocas y las actuales: «El descenso de los cielos a la tierra de las ciencias occidentales (desde la astronomía del siglo XVIi a la biología del siglo XIX) y su concentración actual, por fin, en el hombre mismo (en la antropología y la psicología del siglo xx), marcan el camino de una maravillosa transferencia del punto de enfoque del asombro humano. Ni el mundo animal, ni el mundo de las plantas, ni el milagro de las esferas, sino el hombre mismo, es ahora el misterio crucial» (344). Pero, ¿no es también el «misterio crucial» en la Edad Media? ¿A qué o a quién remiten las senefiances de los bestiarios, sino al

 

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m     pecador, al virtuoso, al cumplidor de la Ley o al débil de carácter? ¿Cuál es el destino de Bayart, de los grifos de Alejandro, o de las increíbles bestias del reino del Preste

1   Juan, sino ayudar, oponerse, sorprender u horrorizar al hombre?

 

1                                                                    1. M.

 

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PL, 1

 

                                 NOTAS                   AIN6

 

1.1. Modernamente, nadie parece haber prestado atención al parto acuático, a pesar de que los propios bestiarios insisten en el líquido elemento como refugio contra el ardiente dragón. PT equipara a la pareja de paquidermos con Adán y Eva, «que engendraron en el mar», y añade: «La mar significa este mundo, según la alegoría, y nosotros somos la cría del elefante, y el diablo es el dragón» (vv 1473476). PB (Cahier IV, 56) relaciona el alumbramiento acuático con la rigidez de patas; si el elefante naciese en tierra, no podría levantarse. Véase también, en el texto, la curiosa conclusión del bestiario valdense.

 

Como todos los grandes símbolos, el elefante presenta una ambigüedad constitutiva: está, por una parte, ligado a la tierra, como lo proclama su masa (en los mitos indios, soporta el peso del cosmos entero); por otra, constituye una ‑muestra clara, en los bestiarios, de una figuración de la Gran Madre acuática. «No es preciso recordar», escribe Durand (z57), «que en numerosas mitologías el nacimiento está instaurado, por decirlo así, por el elemento acuático: Mitra nace cerca de un río, Moisés renace en un río, y en el Jordán renace Cristo, nacido ya una primera vez de la pPgé, sempiterne fons amoris. ¿Acaso no escribe el profeta, a propósito de los judíos, que proceden de la fuente de Judá?».

 

1.2. Que el tigre constituya una figura propia del arquetipo de la feminidad, es algo que parece corroborado por la iconografía hindú; Mode reproduce (86, gi) una mujer‑tigre del siglo xviii, correspondiente a una miniatura de la escuela Kangra, así como un centaurotigre femenino.

 

Veo, además, un nexo entre el «cosmos cristalino» que encierra a seres diversos 1 demonio en un frasco, el polluelo de avestruz en un recipiente de cristal...‑ y las versiones más antiguas del Physiologus que mencionan bolas de vidrio en lugar de espejos. La leyenda, en todo caso, es universal: un cuento recogido desde el sur de USA hasta la India (Aarne, tipo 1168 A) pone en escena a un hombre que muestra un espejo a un tigre, haciéndole creer que se trata de un congénere, y ahuyentando a la fiera asustada.

 

He subrayado en los textos Ja belleza de su hermosa estampa» para que se advierta cómo la defectuosa comprensión de unas palabras conduce a un cambio en la leyenda, pasando de la diligencia maternal (o el orgullo de madre) a la vanidad femenina.

 

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1

 

1‑3. GC no enumera las propiedades medicinales del castor (que pueden leerse en AI‑QazwTin‑i), ni menciona su naturaleza anfibia, que conduciría, en pleno siglo XVI, a que en tiempo de Cuaresma la mitad trasera del castor se autorizase como alimento, al considerarse «medio pez» al inocente cuadrúpedo. Izzi lo recuerda (184) con el necesario dejo de ironía.

 

En otro lugar, dedico unas reflexiones a la relación del castor con la fecundidad, a pesar de su conexión superficial con la castración, Remito a Durand (z6z‑2‑63) para el establecimiento de una relación entre la fecundidad y el elemento tierra, ya que, para los bestiarios, poco tiene el castor de acuático.

 

1.4. La antítesis que Charbonneau‑Lassay ve entre lince y topo es sólo aparente; al margen de la agudeza visual vs. ceguera, hay en diversos textos dos rasgos que los acercan: el carácter demoníaco y la avaricia.

 

1.5. Adviértase la notable eufemización del león, tan poco terrible en PT como en otros textos medievales. Los «cuantofrénicos», los pedantes de la metricidad, quizá puedan demostrarlo estadísticamente. Hay que leer el Libellus, por ejemplo, para hallar una «naturaleza» diabólica del león.

 

1.6. El aliento perfumado de la pantera, su multicoloración, su carácter marino en varios textos no didácticos, apuntan al carácter femenino y acuático de la fiera, como sugerí en Circé.

 

1‑7‑ Nada más alejado de la trascendencia que este glotón ¡iecrófago; de ahí que vaya incluido en el Bestiario telúrico,

 

1.8. Es curioso que el lagarto, helíaco en el PIJysiologus y símbolo de luz hasta en el arte románico, forme parte del bestiario lunar para Gilbert Durand. Éste opina, en efecto (363), que el lagarto puede ser incluido en tal campo de lo imaginario con el mismo derecho que la serpiente o la rana, debido a sus metamorfosis, sus cambios de piel. junto a la liebre o al perro, es uno de los animales que pueden, dice Eliade (Traité, 155), transmitir un «mensaje» de la luna a los hombres. Tampoco hay coincidencia, al menos aparente, entre nuestro lagarto y el «mensajero de la muerte» de los mitos

 

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africanos, 0 el que tradicionalmente interviene en las torturas infernales de algunos pueblos. Tervarent (1, z34) indica ejemplos renacentis~ tas de lagartos como atributos de la muerte, pero no aventura las fuentes de tal motivo; también el Diccionario Infernal incluye algunas referencias al lagarto. Para Jung, el enorme lagarto ‑‑o cangrejo de río‑ del suefio que analiza en L'homme (z8o y ss.) no es sino la parte inferior de la psique del sujeto.

 

11.i. Es evidente el isomorfismo pantera‑ballena, debido al aliento perfumado: estamos ante una eufemización del engullimiento, de los hedores ‑y horrores‑ de la digestión.

 

H.2. La presencia del líquido en la leyenda del pelícano ‑la angre de su pecho, el agua del bautismo...‑ explica su inclusión en esta sección del Bestiario.

 

H‑3. A propósito de la madre terrible, Jung hace observar qué cerca está delphís (=delfin) de delphús (=útero). Es en Delfos donde se encuentran la sima terrestre y el trípode (delphini's: mesa con tres patas en forma de delfin). Esta analogía etimológica es corroborada por Durand, a propósito de la estrecha relación entre el tema del pez y el de la feminidad materna,‑ también Kerény1 presenta al delfín como «animal‑útero del mar>~.

 

11‑4‑ Si el cisne es en alquimia la coniunctio oppositorum, si simboliza a la vez lo masculino y lo femenino, el cielo y la tierra, la pureza y la sexualidad, la dulzura y la violencia, si es un conductor de almas y un elemento infernal, lo que los bestiarios difícilmente revelan es su condición de ave; es más acuático que aéreo, lo que explica su inclusión aquí.

 

II.S. Por su blancura, la perfección de su forma, las circunstancias misteriosas de su producción y su carácter marino, la perla ha sido siempre relacionada con la generación y con lo femenino; tres temas coinciden en su mitología: el del agua, la luna y la mujer. La perla representa el principio femenino del yin, goza de un simbolismo ginecológico y embrionario y ha dado lugar a creencias en sus virtudes mágicas. En un plano aún más abstracto, simboliza el centro místico y

 

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la sublimación; en la corona taoísta de China se representa la perla de] conocimiento, fianqueada por dos dragones.

 

11.6. En la Historia cómica, etc. de Cyrano de Bergerac, la salamandra, <~animal de fuego», lucha contra la rémora, «anirnal de hielo». Fulcanelli, en sus Moradas filosofales, subraya la significación de esta batalla, en la que triunfa el frío de la rémora: se trata, en realidad, de un enfrentamiento entre el principio del azufre y el del mercurio, resuelto a favor del segundo.

 

M.i. Los aspectos esenciales del simbolismo del águila están ya en el águila de los bestiarlos: sol, luz, elevación, poder y virílidad, representación de lo divino.

 

111.2. Tras el monstruoso grifo, medítese la siguiente frase de Eliade (Mythes, 134): « ... si se considera en su conJunto al 'vuelo' y todos los simbolismos paralelos, su significación se revela inmediatamente: todos ellos traducen una ruptura efectuada en el universo de la experiencia cotidiana. La doble intencionalidad de esta ruptura es evidente: lo que se obtiene mediante el vuelo es a la vez la trascendencia y la libertad ... ».

 

111.3. El «auto‑auxíilo» es el rasgo fundamental de la grulla fabulosa. Si es, como todo animal, una figura de lo instintivo, de las fuerzas del inconsciente, su actividad, tal como la presentan los bestíarios, sería una alegoría del repliegue del inconsciente sobre sí mismo, del robustecimiento de su autonomía, de la tendencia de la psique hacia la regresión.

 

111.4. La tórtola, modelo de fidelidad y castidad conyugal, ve confirmado su valor en el Diccionario Infernal, donde resulta un anafrodisíaco y un destructor de hormonas: «Si se trae el corazón de esta ave dentro de una piel de lobo, apagará el fuego de la concupiscencia y todos los deseos amorosos. Si se cuelgan sus patas de un árbol, no dará más fruto‑ si se frota con su sangre, mezclada con agua, con la cual se haya cocido un topo, una parte velluda, caerán todos los pelos negros» (Collin, 785).

 

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III.5. Son palpables las confusiones de los bestiarios al tratar de estas aves: salubridad o impureza, piedad filial, incubación a distancia en el caso de la fúlica, relación estrecha con el elemento acuático, se refieren de forma variable a una u otra de las mencionadas.

 

111.6. Incluir al avestruz, tan poderosamente atado a la tierra por su peso, en el Bestiario aéreo, no deja de ser discutible. No es, hay que reconocerlo, la mejor imagen de la trascendencia.

 

111.7. Si las aves suelen ser «desanimalizadas» por la imaginación, a decir de Durand, ¿no lo está aún más el camaleón, que vive de aire y carece de color propio, de carne y de sangre? En cualquier caso, su adaptabilidad cromática lo hace pariente del parande descrito por Brunetto, o del monstruoso huspalim, que Paré sitúa en la isla de Zocotora y «sólo vive de viento».

 

IV.1. El fénix es un símbolo de trascendencia, pero más gracias a su renovación ígnea que a una elevación o surcamiento del espacio. Dada la ambivalencia general de ese elemento, representa al fuego purificador, no al fuego sexual. Su belleza y su rico cromatismo, que los textos destacan, corresponden a las características del fuego y de la luz.

 

IV.2. En la salamandra hay una proyección simbólica, como en el fénix o en el pelícano: el hombre, atraído por el fuego y a la vez temeroso de él, ve en la salamandra una superación de sus límites, la purificación de sus tendencias negativas; es, en cierto modo, un monstruo antropomorfo.

 

V.I., V.2. En numerosos textos, centauro y sirena figuran juntos, lo que refleja el deseo de un tratamiento común basado en una común estructura: son seres híbridos, con medio cuerpo humano y medio de animal. Bajo esa común estructura hay además una connotación erótica, negativa desde el punto de vista moral: desde la antigüedad, la sirena es la meretriz que atrae y seduce a los viajeros con su canto. ¿Y el centauro? Es priápico, relacionado con el relámpago y el viento rápido, perseguidor de doncellas (Jung, Métam., 463). Seymour, editor del Mandeville inglés, lamenta que los hombres hayan tenido que despedirse del grifo, del hipocentauro... Pero la despedida no ha sido

 

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ciertamente definitiva, cuando el centauro sigue interesando a Campbell ‑aunque sea en relación con un tema tan distante como el pathos de aferramiento a la madre en Estados Unidos‑ o a Jean‑Charles Pichon; alguien ha visto incluso humor en la bestia, y Balpe no deja de reproducir la descripción que hace Max Jacob en Le cornet á des de un centauro de color café con leche, ojos concupiscentes y grupa más serpentina que equina,

 

V.3‑ Que el borametz falte de textos notorios puede deberse a asociaciones ‑no necesariamente conscientes‑ con el valor simbólico sexual de] árbol, y con la ecuación cordero= Cristo; el escritor medieval pudo evitar así caer en lo irreverente o lo blasfemo.

 

V.4. Max Müller ya explicó las confusiones en torno al ave anser bernicla y el percebe o lepas anatífera, debidas, entre otras razones, a similitudes verbales: Hibernia, hiberniculae, bernaculae... Bachelard ha mostrado (Poética del espacio, 154‑155) cómo hay contaminación, en la leyenda del percebe, entre las imágenes del nido y de la concha.

 

V.5. Que la leyenda del unicornio evocase el eterno combate entre la lujuria y la virginidad no impidió el que la Iglesia prohibiera, a fines del siglo xv, la representación de aquélla. Pero, ¿como desterrar de la imaginación humana un ser tan fascinante, llamado, en épocas y culturas diversas, ekasringa, harish, karkaddan, sharav, sinad, sz, toe nayo ... ? Hasta el ermitaño de Apollinaire grita, en una alusión diáfana a su estado de encendida pasión: ~<Seigneur que t'ai‑je falt Vois ¡e suis unicorne».

 

VA Chevalier ve en el onagro una figura del hombre salvaje y de la indocilidad; prefiero ver en su crueldad y en su carácter voluntariamente solitario, incluso en la misteriosa referencia del Physiologus a la presencia del animal en los palacios de los reyes, una serie de aspectos que lo equiparan al unicornio.

 

V.7. He mostrado en otra parte cómo el aspecto devorador del catoblepas primitivo pierde su eficacia, y se reduce en nuestros días por eufernizacíón o inversión; su mirada fatal y su aliento mortífero se quedan en un simple nombre para Alfred Jarry, y en estupidez y

 

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autofagia para Cortázar. Antífrasis, conversión en sentido religioso, paso M régimen diurno al régimen nocturno de la imagen: todo eso revela la historia más reciente del monstruo.

 

V.8. Para quienes aman los «puentes culturales», sefialo aquí el parentesco entre el basilisco de De Bestús, que mata con silbidos, y el híbrido monstruoso de la épica rusa, Solové.j‑Razbóinik, que utiliza idéntica arma.

 

Izzi concluye su sugerente análisis sobre el basilisco en los siguientes términos: «El basilisco‑caradrio representa el binomio muerte‑vida. Su vinculación con los aspectos de la resurrección (gallo y serpiente, símbolos de la continuidad cíclica,‑ caradrio, que restablece el fluido vital; conexiones con Esculapio en cuanto a las curaciones y resurrecciones) induce a pensar en una correlación con aspectos iniciáticos, muy descoloridos, pero perceptibles aún, que constituyen un paralelismo ulterior con el dragón, animal iniciático por excelencia» (114).

 

V.g. En cuanto al problemático parto de la comadreja, todo hueco u orificio está sexualmente determinado, según observación unánime de los psicoanalistas; la cavidad del oído no podía escapar a esta regla de la representación. El nacimiento por el oído, por muy aberrante que pareciese a Charbonneau‑Lassay, está mencionado en el Rárnáyana, donde el mono Hanumán sale de un monstruo marino por su oreja derecha, como Gargantúa lo hace por la izquierda. Míticamente, hay nacimientos por la cabeza, y los teólogos cristianos de la Edad Media no desdefian una posible concepción del Verbo per aurem, idea que se refleja en nuestros textos. Existe, por tanto, una tradición muy antigua referida a nacimientos monstruosos, y que responde a un verdadero arquetipo en la mente humana.

 

La castración o decapitación nupcial a que procede la víbora, está espeluznantemente descrita en el siglo v por Prudencio de Zaragoza, en un análisis freudiano avant la lettre.

 

V.i5. La presencia modesta del dragón en los bestiarios estalla en la literatura no científica. Valga un solo ejemplo de sus múltiples valencias: en la Leyenda dorada, diversos dragones ‑¿o será el mismo?‑ son amarrados por San Silvestre, ahogados en el mar (lo que provoca una epidemia de peste) e intervienen en un milagro de San Benito; el dragón es derrotado por San Jorge; sigue a una doncella, una vez atado, «como si fuese un perrillo faldero»,­se retira al desierto, por orden de San Felipe; es mantenido a raya, gracias a la

 

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1

 

costumbre de quemar huesos de animales muertos; encarnación de¡ demonio, engulle a Santa Margarita, que sale de su interior a la manera del hidrus; es muerto de un salivazo por el obispo Donato; se duerme a los pies de San Mateo; sueña con él Santa Perpetua; sale de una estatua diabólica; devora el cadáver de una cortesana...

 

V.16. La anfisbena evoca fuerzas contrapuestas en equilibrio. Como las dos serpientes del caduceo, cada cabeza supone un principio; si el reptil en general es símbolo del inconsciente, puede tratarse de un modo de reflejar el antagonismo entre dicho inconsciente y la fuerza de la consciencia; una coniunctio oppositorum, si la anfisbena figurase en el bestiario alquímico, extremo que no rne consta. La duplicación de órganos tiende normalmente a expresar un reforzamiento del significado (el dragón bicéfalo es lo terrible, lo devorante, multiplicado); pero, dada la contraposición en el caso de la anfisbena, no parece aceptable tal refórzamiento.

 

El árbol que vigila el áspid ‑árbol cósmico, de vida o de la inmortalidad‑ es isomorfo con el tesoro, que también suelen vi llar 19,

 

seres ctónicos y femeninos, como el reptil; el carbúnculo en la cabeza del áspid, que menciona Brunetto, es absolutamente intercambiable con el bálsamo de PB. Pero decidir, basándose en los textos, qué representa exactamente lo que guarda el áspid, no es tarea sencilla: quizá sea la inmortalidad. Lo que costaría más admitir, es que el árbol rodeado por el áspid (situación que no se da, cierto es, en nuestros textos) fuera, como quiere Jung, «el símbolo de la madre protegida por la angustia del incesto» (Métam., 436).

 

V.i8. Hay, en la actuación del niluo, engullimiento, descenso a los infiernos, permanencia en el interior del monstruo y salida a la luz con destrozo de vísceras: su función en los bestiarios es exactamente la del héroe. El hecho de atacar al monstruo supone una lucha contra el dragón‑cocodrilo materna¡ y devorador; una vez destruido el aferramiento a la madre, el héroe ve abrirse ante él una existencia autónoma. Dicho de otro modo: este combate implica una torna de contacto con las fuerzas del inconsciente que eventualmente, si llegaran a imponerse, podrían destruir el equilibrio psíquico del sujeto a causa de su regresividad. El sujeto lucha en realidad consigo mismo, contra una parte de la totalidad de su espíritu; de donde se deriva la identidad originaria del héroe y del monstruo.

 

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                                      BIBLIOGRAMA                         AIN6

    

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