Se llevaron la boya
Once de la noche. Suena el teléfono y me cuentan que tengo que cruzar el charco por la mañana. Vuelco el cajón de las salidas intempestivas dentro de mi maleta a prueba de balas, le pongo un lacito para disimular —siempre azul—, hago una siesta simbólica a lo “élfico” y me enchufo los Corn-flakes cuando ya comienza a clarear la mañana. Hago los arreglos para dejarlo todo atado en mi ausencia. Me