Una mirada a los mundos persistentes.
Teoría de juegos Edward Castronova había tocado fondo. Hace tres años este economista de treinta y ocho años era, en sus propias palabras, un fracaso académico. Había escogido un campo poco popular, la investigación de los servicios sociales y solamente había publicado unos pocos papeles que, por lo que sabía, “nunca había influido a nadie”. Había conseguido arañar un profesorado en el campus Fullerton de la Universidad Estatal de California, una escuela