Mi querida Lavondyss:

Se nos ha marchado otro año sin darnos cuenta mientras veíamos pasar todas sus estaciones como si fuesen los vagones de un tren. Otro más, lleno de extrañas situaciones, períodos de silencio, momentos de expresión y no pocas alegrías ni tristezas. Ha pasado por mi lado mientras me distraía pensando en lo que podría ser, en lo que fue y en lo que vendrá, y en lo maravilloso que sería que todas las cosas de este mundo fueran de determinada manera. Así, esperando y esperando, se han pasado los días.

Pero no he de tratarme con dureza, pues sé con seguridad que soñar en realidad es lo que nos mantiene despiertos, y que los sueños forman parte de todos nosotros desde lo más profundo; así, cada uno crea, a su manera, sus propias regiones míticas. No pienso que eso tenga nada de malo, al contrario; pues es precisamente de esa forma como ha surgido la necesidad de querer contar historias y el deseo de escucharlas, en la forma que sea.

Recientemente he visto la película “La vida de Pi”, toda una declaración acerca del porqué de nuestras regiones míticas y de nuestra necesidad de ellas para poder sobrellevar la existencia. Una historia que legitima una tendencia tan antigua como la humanidad, la de querer elegir siempre tomar el rumbo que nos conduce hacia la historia más hermosa. Puesto que este es el tema subyacente de este sitio, y de muchas de las cosas que tras rondar por mi cabeza terminan escritas en alguna parte, participar de la narración de esta historia ha supuesto que sienta el deseo de renovar un contrato personal que me he impuesto desde hace ya mucho tiempo. Porque si nos dan a elegir, preferimos escuchar historias a tratar de permanecer atentos a la realidad, una actitud que podríamos decir que resulta casi instintiva, y de la cual se ha edificado toda una industria en la cual estamos inmersos. Puesto que se trata de una historia que te hace amar las narraciones, sólo quiero recomendarte que la puedas vivir por ti mismo, sacando de ella tus propias conclusiones.

Princesa y DragónQuerida Lavondyss, he conseguido jugar a mis juegos favoritos algunas veces; no tantas como me gustaría, pero que han conseguido que llegue al convencimiento de que se trata de una actividad muy importante que hay que saber valorar y defender en la medida de lo posible, pues consigue crear momentos de calidad en nuestras vidas. Los juegos de rol son una gran actividad de ocio, y aunque no sucede que en todos los casos cumplan con mis expectativas, pienso que son una de las actividades más interesantes que he podido compartir con mis amigos, habiendo surgido de ello momentos inolvidables. Momentos que ya se encuentran en la caja de los recuerdos, esa, donde coloco siempre ramitas de canela.

En estos tiempos, cuando todas las miradas y los pensamientos se dirigen hacia los videojuegos, proponer la organización de una partida (además de poder llegar a convertirse en todo un desafío en cuanto a su organización) se puede transformar en ocasiones en una actividad casi mística, donde muchos se preguntan cómo es posible que de una idea que parece tan obvia pueda surgir el que una noche de viernes o sábado se convierta en una extraña mezcla entre lo fantástico y lo extraño.

En mi caso, la diferencia de visiones que cada uno tiene del juego es lo que me resulta más fascinante, ya que lo que significa para unos para otros resulta algo muy diferente. Para mí, por ejemplo, Dungeons & Dragons es algo que va mucho más hacia la fábula y al mito, más del Hobbit que del Señor de los Anillos, más del Rey Arturo romántico de Malory, de Cúchulainn, de Robin Hood, el flautista, Rapunzel y hasta de Blancanieves, que del dungeon y de la fantasía oscura a la que estamos acostumbrados con Red Sonja a la cabeza vistiendo su bikini de mallas. Que lo es también, por supuesto, pero que en mí se trata de algo que se encuentra en un nivel secundario; un hecho en el que tiene mucho que ver mi propio “currículum”, como es normal. Una visión personal que ha ido en aumento con los años, pues a medida que pasa el tiempo tiendo más hacia el cuento clásico europeo, romántico y despiadado, que hacia una fantasía que yo denomino “americanizada” y casi hasta me atrevo a catalogar de “industrial”.

Se trata pues de algo que sucede simplemente porque…, yo decido que suceda. Sabiendo esto, refuerza mi convencimiento de que tengo que dirigir lo que trato de hacer en esa dirección pues allí está lo que me gusta, prescindiendo de querer tapar todos los agujeros de todas las alternativas posibles al pretender, de forma inconsciente, querer contentar a una entidad imaginaria que yo percibo como una posible e hipotética audiencia.

Resumiendo, que de hacer algo esto ha de ser lo que de verdad me guste y ya está. Una obviedad que no deja de ser toda una declaración de intenciones, en donde también está incluido el deseo de no querer olvidar que si empleo este sitio es para poder disfrutar de una actividad que no puede convertirse jamás en otro tipo de atadura más de la vida cotidiana. Por otra parte, Lavondyss ha pretendido ser desde su origen un diario personal —algo que me gustaría que siguiese conservando siempre mientras exista— en donde encuentran su lugar una serie de relatos y textos de diferentes tipos, en los que pienso que debo —o debería— enfocarme cada vez más, tratando de olvidar índices de visitas y estadísticas de ninguna clase.

No me cabe ninguna duda de que hay que tratar siempre de mantener una mentalidad abierta y de ser capaz de escuchar las opiniones de los demás pero, cada vez tengo también más claro que al final, tras esa guía, a quién debemos tratar de escuchar siempre con más atención es a nuestro propio instinto, o lo que es lo mismo, a intentar tomarnos mucho más en serio aquello que nos dicte el corazón.

Por ello, con el simple deseo de querer dedicarle una carta personal tanto a quien tiene el detalle de pasar por aquí como a este sitio en sí mismo, desde Lavondyss sólo quiero desearte un muy FELIZ AÑO NUEVO.

Edanna
27 de Diciembre de 2012