En medio de las horas, apareció un espíritu, que la mente siempre quiere achacar a intervención divina.
Cuando se es consciente del tiempo, este se torna inmenso, como un rio serpenteante. En medio de las horas llegó una niña de nueve años, tan solo nueve, que ya es toda una actriz en nuestro grupo de teatro. Ha actuado en dos obras, y ha contado cuentos ante una audiencia de más de quinientas personas.
Le hemos contado todos los cuentos que conocemos. Todo cuanto pude recordar le fue narrado.
Los recuerda todos…
Hoy tuve que cuidarla, sus padres se están separando, y su tia, desesperada intenta por todos los medios que su mundo no se desmorone. Y para ello solo hay un secreto, amor.
Su tia, una bella y consumada actriz, la dejó en mi casa esta mañana para que la cuidara.
Comenzamos a jugar.
Las horas pasaron rápidas, veloces, tan diferentes de estos dias, que se arrastraban para morderme por todos los rinconces de mi corazón podrido. Las horas volaban entre juegos. Jugamos juegos antiguos, juegos que se remontan a los primeros dias del hombre civilizado, a atrapar los pulgares, saltamos a la comba, jugamos con su muñeca de trapo, que yo le regalé. Jugamos a ver quién se golpeaba antes el dorso de la mano, a palabras encadenadas. Jugamos a ese juego de niñas tan viejo como el mundo, de las palmas.
Pensé en mi amor por lo antiguo, en el origen de las cosas cotidianas, y en el temor a que muchas de estas se pierdan. Recordé las palabras de mi hermana a la que no atiendo como debería ( debería, si Fernando, debería recuedo que me enseñaste que mejor no existiera tal verbo ) que me dijo que escribiera, que escribiera, todo cuanto sucede. Todos mis demonios, todas mis mentiras, algunas verdades también, pero solo algunas.
Pensé en el fenómeno de los blogs, que no es más que el deseo de ser escuchado, el deseo del feedback por nuestros pensamientos, la derrota de la soledad que todos llevamos con nosotros y que no aprendemos jamás salvo un grupo, a vivir con ella. Soledad, Horas…Atención.
Ainoha, me vió llorar. Lloraba en silencio. Llevo dias en los que no ceso de llorar. En silencio, como nos enseñan a los hombres a llorar. Salvo cuando la desesperación te hace gritar y todo estalla. Como también me ha sucedido a lo largo de las largas horas, la larga marcha de estos dias.
Me vio llorar y preguntó:
– ¿ Por qué estás llorando?
– Porque he perdido algo princesa.
-¿ lo has buscado?
-Si, pero no lo voy a encontrar.
– ¿ No está en casa?
– No, princesa, está lejos, no lo encontraré aunque lo busque. A veces hay cosas que no desean volver.
-¿ Has llamado a la policia ? «mientras juega con su muñeca»
-Sonrio, no, la policia tampoco puede encontrar lo que he perdido.
– Que pena, me dijo. ¿ Y no puedes comprar otra cosa parecida ?
– No princesa, no puedo.
Ella se puso de rodillas, ciertamente intrigada por mis respuestas. Le empezaba a parecer un juego y sonreía mientras pensaba.
– Hmm…que pena
– ¿Qué harías tú Ainoha? ¿ Qué harías si te pasara eso? Le pregunté…
– Ella me miró encogiendose de hombros y me dijo:
– Pues te olvidas y le dices adios…
Y su mirada era intensa, hasta el punto que notó mi rostro desencajado. Por sus palabras, por la mente maravillosa de una niña. Por mi deseo tan intenso de ser padre y de formar parte del orden antiguo de todas las cosas, de todas y cada una de las cosas que suceden, lejos de las fantasías del hombre. Y cerca de la hoja que cae del árbol en otoño. Quería ser hoja y dejarme llevar. Justo todo lo contrario a cuanto pensaba en otros tiempos. Ella me preguntó porqué me preguntaba eso y no supe que responderle. En mi silencio, sin mediar palabra, me abrazó, en silencio, sin decirme nada. Y siguió jugando.
Tardé mas de media hora en salir del cuarto de baño, ahogado en llanto. Por la emoción de haber recibido un pequeño milagro, y por aquel abrazo. El abrazo que me ha aportado más que nada en mucho, mucho tiempo.
Ahora ya las horas transcurren más rápidas, vuelve a su ritmo normal. La niña ya se ha ido con sus abuelos prometiendo que mañana pasearemos por los bosques de la isla donde vivo. Lo que más me ilusiona, es esperar a mañana y pasear con Ainoha bajo la arboleda.