En el particular museo de los horrores donde Marta Peirano, aka La Petit Claudine, celebró con todo éxito los 70 años de aniversario de la muerte de Lovecraft, se encuentra una de las colecciones más curiosas que he encontrado de trozos, retales, pedazos y pedacitos culturales acerca de este autor y de su obra; toda una muestra de nuestras regiones míticas. Una colección que, en su mayor parte, fue enviada por los propios usuarios, entre los que se encontraban alguno que otro de la industria, qué cosas. Ya se sabe, no hay nada mejor como la inteligencia colectiva.

Marta PeiranoAhora, cuando ya se atisba en el horizonte la conmemoración de los 80 años, (no sé qué es lo que da más miedo) la colección debería poder multiplicarse por factores de tres mil, de repetirse la operación.

Una de las ironías del asunto es que, debido a que se trata de otro de tantos blogs que se encuentran criando telarañas tras su apogeo durante el boom de los blogs del 2004, y ocaso posterior, la propia página va adquiriendo los matices de un siniestro museo de cera, rompiéndose muchos links y quedando olvidada en un rincón de la red tras haber vivido todos sus días de gloria. En esto, los blogs abandonados me recuerdan a ese programa Americano “X Year After People” donde te van contando cómo se van deteriorando las cosas y desmoronándose en pedacitos, así con mucho morbo, como debe ser.

Mientras tanto, de su autora lo último que supe es que se había mudado a vivir a Berlín, centro neurálgico cultural de esta Europa nuestra tan cascada, del que volvió para dirigir el malogrado proyecto ADN.es. Un asunto que ella explica en esta entrevista mucho mejor que yo.

Con tirijalas de más de 100 comentarios por entrada, “La Petit” fue uno de mis blogs de referencia junto a Elastico.net, siendo una parte de la cultura digital que estaba surgiendo en España; y donde el ingenioso y cortante tono de la autora me enseñó e influyó más de lo que me atrevo a reconocer. Ahí estaba yo, cada mañanita en mi despacho con el café en la mano, consultando sus entradas antes de ponerme a trabajar en todos aquellos mis aburrimientos; allí donde se extienden también las sombras, o al menos, las gubernamentales. Después, mientras ella se marchaba al Este, yo escapaba hacia el Oeste, y no precisamente en un navío élfico de velas blancas.

Tres ingredientes teníamos en común principalmente para hacer que el corazón me latiera con fuerza y son: Lovecraft, la Alicia de L. Carrol y los Prerrafaelitas, habiendo allí suficiente material para poder colmar parte de mis ansias, de por aquel entonces…

Por todo eso y por más, gracias “Petit”, y mucha suerte.

 

Cthonian Glamour