Al caballero caído

Bajé por la empinada cuesta ensimismada en la cálida brisa de una juguetona brizna de viento. El lugar, me atraía. Era ese lugar viejo y antiguo en donde, si te quedas calladita y encogida, casi sin notar tu propia respiración, puedes llegar a escuchar susurrar a las rocas.

De todos aquellos lugares remotos, era aquel el que más recuerdos me traía de lejanos días, cuando la luz se bañaba aun en las fuentes de lo desconocido… Respiré aquella tarde los viejos aromas de la tierra como si fuesen lo últimos, y no muy lejos quedaba yo de la verdad pues… todo aquello desaparecería antes de lo que yo imaginaba…

Aquella brisa impregnada de recuerdos te trajeron a mi memoria, donde siempre habitas en un cálido rincón y, antes que el fin llegue a su cita, te guardo este bello momento en el cual nos sentamos a ver los plácidos atardeceres en los confines del mundo, donde tú y yo reíamos mientras las estrellas deambulaban por las lejanas distancias de nuestra imaginación.

De todos esos instantes…, tú me trajiste los más cálidos, y la fragancia de la risa suave de la auténtica amistad.

En un viejo lugar, este viejo lugar prohibido, este viejo país desconocido donde habitábamos en un tiempo fuera de toda dimensión humana, flotando libres entre un mundo y otro.

Habitamos la región periférica de nuestras visiones, las tierras del sueño, las tierras del espíritu del ave; fue el gran viaje a aquel viejo y querido lugar…

Tú, te quedaste, yo regresé…

Para Bel, donde quiera que estés…