La Huída
Niñoroto, volaba por el bosque. Sus pezuñas dejaban rastros pares en la tierra húmeda cubierta de hojas resecas y podridas. Huellas distantes en su alocada carrera por la vida. De sus hollares goteaba la saliva caliente, y un vaho desesperado se mezclaba con las claras nubecillas de vapor del suelo y las hondonadas. El astil de una flecha corta le sobresalía de su cuarto trasero, bañando de púrpura su costado. Dejando tras